Vol. 5 Núm. 16 (2010)

Revista Historia Caribe 16

EDITORIAL

Juntas, actores y poder político, tres ingredientes que se combinaron de manera explosiva para dinamizar la Independencia de los países hispanoamericanos en 1810. Todo ello generado por la situación de vacancia real cuyo resultado inmediato fue el ocultamiento del poder tradicional. La respuesta a la nueva situación fue la organización de juntas de gobierno, en principio constituidas con la participación de las autoridades españolas.

Luego de la conformación de la Junta Suprema de Santafé el 20 de julio de 1810, todas siguieron su esquema organizativo. De esta manera, el movimiento independentista comenzó en la periferia para luego concurrir en el centro del Virreinato del Nuevo Reino de Granada y a partir de ese instante la competencia, luchas y conflictos entre las provincias y la capital por lograr un consenso alrededor de la unidad nacional. Proceso que se volvió complejo y doloroso por cuanto se trataba de anteponer intereses generales a los fueros y privilegios corporativos y estamentales de los centros urbanos tradicionales, los grupos de poder, las milicias de origen hispánico. Muchos de ellos actuaran en el nuevo escenario de los Estados provinciales y soberanos como cuerpos de la república, la patria o la nación.

Ese proceso complejo o de transición política es examinado por Armando Martínez Garnica en La agenda liberal de los Estados provinciales de la Nueva Granada, 1810-1810, período mal llamado “Patria Boba”, el cual no tuvo nada de ello y, por el contrario, como demuestra el autor, los dirigentes del movimiento, en su mayoría abogados, emprendieron la tarea de restaurar la legitimidad política para los nuevos gobiernos. La salida a la confusa situación fueron los colegios constitucionales, los cuales insuflados con el nuevo espíritu liberal diseñaron la agenda política para los gobernantes republicanos. Ángel Rafael Almarza, en El movimiento juntista de 1810 en la Capitanía General de Venezuela, analiza la conformación de similares juntas como espacios de expresión y demandas políticas por parte de sus integrantes. Aunque vale señalar que el proceso venezolano tomó un rumbo diferente al neogranadino.

Un tema que la historiografía colombiana sobre la Independencia ha explorado “a medias” aborda Rodrigo García Estrada con su artículo Los extranjeros y su participación en el primer período de la Independencia en la Nueva Granada, 1810-1815. Franceses, irlandeses, haitianos y de otras nacionalidades intervinieron prestando servicios militares en los ejércitos republicanos. Algunos constituyeron problemas reales con sus actuaciones y posteriores reclamos pecuniarios por sus servicios. Los casos del francés Aury y su rivalidad con Bolívar y el de los irlandeses que incendiaron Riohacha fueron los más sonados.

El artículo de Guillermo Brenes Tencio, ¡Viva nuestro Rey Fernando! Teatro, poder y fiesta en la ciudad colonial de Cartago, Provincia de Costa Rica (1809). Una contribución documental, es la transcripción de una obra de teatro escrita para ser representada en el momento en que el patriotismo inicial tiene su manifestación concreta contra el usurpador francés y sus conmilitones. La puesta en escena de la obra representaba el juramento y proclamación de Fernando VII, cautivo ya de los franceses, pero lo significativo del caso es la ausencia de una imagen, efigie o retrato del rey cautivo.

Los tres artículos siguientes recrean los conflictos, fidelidades, deslealtades, traiciones y  tras motivaciones propias del fuero interno de los actores en tres países diferentes: Argentina, México y Colombia. A partir del caso de un comerciante monopolista, Mariano Schlez, El bando de los opresores.

La derrota política y militar de la fuerza social contrarrevolucionaria en Buenos Aires (1810-1816), muestra el enfrentamiento entre las fuerzas revolucionarias y contrarrevolucionarias.

Por su parte, Laura Guillermina Gómez Santana, Castigo e indulto: la Junta de Seguridad Pública y Buen Gobierno de Guadalajara, 1811-1813, examina cual era la causa seguida a quienes fueron señalados de desafectos al rey, las instituciones creadas para dictaminar los castigos y el escarnio público a que eran sometidos los acusados.

Finalmente, Luis Ervin Prado Arellano, Bandidos, milicianos y funcionarios: control social de república en las provincias del Cauca, 1830-1850, presenta los mecanismos empleados por los gobiernos republicanos para enfrentar una de las secuelas de la postindependencia: el bandidaje y la deserción. En su caso fueron acciones que adquirieron un mayor grado de dificultad con relación a otras provincias por tratarse de un territorio de frontera, lo cual revestía características peculiares por su fluidez y movilidad poblacional, la poca o ninguna presencia de instituciones e ingobernabilidad permanente.

El equipo editorial y la dirección de la revista han querido con este dossier ir más allá de la simple celebración del Bicentenario y colocar sobre la mesa temas que deben ocupar de manera permanente la agenda historiográfica.

Publicado: 2012-03-29