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En América, Cristóbal Colón es uno de los referentes de nuevas experiencias
poéticas frente al mar. El proceso de colonización oxigena los conceptos de aven-
tura, viaje y retorno y pone de matriz general lo insular. El colono demostraba
un asombro cósmico, y el colonizado, se sumergía en una soledad observada.
Al decir de Virgilio Piñera (1994), “hoy vivimos aislados sin soledad” (p.212),
porque la piedra lanzada es la mirada del mundo. Entonces, esos iconos de la li-
teratura de mar toman un nuevo espíritu, un nuevo rol, una nueva manía: Ulises,
capitanes, reyes, marineros, se presentan en movilidad; los personajes de las na-
rraciones de América, especialmente del Caribe, no anulan la gura icónica, sino
que ponen en relaciones unas realidades otras. El “Ulisismo espontáneo” vive
en el imaginario (citado por Bottiglieri, 1998). Ulises está creolizado en espiral:
el cimarrón, el criollo, el español, el mulato son piedras deslizantes y desean el
retorno.
Esas recurrencias, no solo están en la narrativa, sino que la poesía, en ese afán de
cantar una realidad oscura y ocupada, pretende nombrar lo innombrable. Esa “vi-
sión profética del pasado” mencionada por Glissant (2010) la expresan los poetas
de América. Las aventuras de los nativos del mar Caribe fueron truncadas. El co-
lono ocupó el territorio marino: germinó el odio al cuerpo, la sal fue mercancía,
el gran tesoro brilló más en el ojo del pirata. Tierra líquida y poder. Entonces,
la palabra reconstruye unas circunstancias, y en el caso del mar, un espacio que
oprime, asombra, ahoga, nos moviliza. Algunos intentos
2
dibujan un pensamien-
to marino en Latinoamérica y en el Caribe. Nuestros poetas como Pablo Neruda,
Octavio Paz, Vicente Huidobro, Nicolás Guillén, Gabriela Mistral, presentan sus
poéticas con la presencia del mar, el río, la lluvia y la imagen de la fuente.
El mar como temática lírica adquiere diferentes matices en los poetas de nuestras
tierras
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. El acento épico de muchas obras toma al mar como el epicentro de mu-
2 Algunas antologías y encuentros alrededor de la gura del mar: Montes Bruner (1978); Paz Castillo (2006);
Valdés, Castro, Ferrero et al. (2003).
3 Ver esta muestra: de García Marruz (2000), “Variaciones sobre el tiempo”, “El joven y el mar” y “Ay Cuba,
Cuba”; de Diego (2003), “La orilla de la calma” y “El mar”; de Walcott (2012), “La goleta ight” y “La mar es la
historia”; de Feijoo (2005), “Beth-el”; de López (1994), “De tierra caliente”, “Torre de oración”, “Aguafuertes”,
“A bordo” y “Puerto, mar y cielo”; de Brathwaite (2011), “Islas” y “Jah”; de Loynaz (2011), “Geografía”, “En
mi verso soy libre”, “Juegos de agua” y “Últimos días de una casa”; de Palés Matos (1978), “Compasión”, “Bo-
guemos” y “Canción de mar”; de Huidobro (1992), “Temblor del cielo”; de Guillén (2011), “Un largo lagarto
verde” y “Por el mar de las Antillas anda un barco de papel”; de Del Casal (2007), “El mar”, “Las oceánidas”,
“Nostalgia” y “Nocturno”; de Corbin (2010), El sur rebelde; de Obeso (2009), “Canción de la boga ausente” y
“Adiós”; y de Gómez de Avellaneda (1990), “La pesca en el mar”.
Cuadernos de Literatur a deL C aribe e Hi spanoamér iCa • i ssn 1794-8 290 • no. 21 • enero -Junio 2015 • 163 - 178
metamorfosis deL mar: fuga, desierto y germen en eL poema “aguas” de raúL Hernández novás