Diálogo de intelectuales
reivindicando lo afro:
Intellectuals’ dialogue vindicating afro:
Literatura Afrocaribeña
en la primera mitad del
siglo XX*
Afrocaribbean Literature in
the first half of the twentieth
century
Muriel Vanegas Beltrán**
Universidad de Cartagena, Colombia
DOI: http://dx.doi.org/10.15648/cl.25.2017.9
Recibido: Abril 1 de 2016 * Aprobado: Julio 19 de 2016
CUADERNOS DE LITERATURA DEL CARIBE E HISPANOAMÉRICA • ISSN 1794-8290 • NO. 25 • ENERO-JUNIO 2017 • 155 - 169
* Artículo de re exión derivado de la investigación: Usos y discursos del pensamiento caribeño-afroamericano en
torno a la educación e identidad.
** Doctoranda en Ciencias de la Educación, Rudecolombia - Universidad de Cartagena, Magíster en Estudios del
Caribe, Universidad Nacional de Colombia; Historiadora, Universidad de Cartagena. Docente investigadora del
Instituto Internacional de Estudios del Caribe - Universidad de Cartagena. Miembro del Grupo de Investigación
Sociedad, Cultura y Política en el Caribe colombiano.
mvanegasb@unicartagena.edu.co
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DIÁLOGO DE INTELECTUALES REIVINDICANDO LO AFRO:
LITERATURA AFROCARIBEÑA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX
Resumen
Este artículo analiza el pensamiento de
intelectuales afrocaribeños representati-
vos de mediados del siglo XX, para in-
terpretar las posturas de reivindicación
de elementos culturales y sociales afros.
Con base en los contextos sociopolíticos
que incidieron y moldearon sus obras, se
pone en diálogo a exponentes del pensa-
miento antillano como Brathwaite, Glis-
sant, Depestre, Alexis, Cesaire, Fanon,
Guillén, etc., con lo que simultáneamen-
te se difunde desde el Caribe colombiano
con Zapata Olivella y Artel, para demos-
trar, desde esta literatura, la necesidad e
importancia de autodefinición y autorre-
conocimiento de los pueblos del Caribe
a partir de sus experiencias históricas y
culturales comunes.
Palabras clave
Pensamiento antillano, intelectuales afro-
caribeños, Caribe colombiano, literatura.
Abstract
This article analyzes the thought of rep-
resenting Afro-Caribbean mid-twentieth
century intellectuals, to interpret the pos-
tures of claim afros’cultural and social
elements. Based on the socio-political
contexts that influenced and shaped his
works, it puts into dialogue exponents
of Antillean thought as Brathwaite, Glis-
sant, Depestre, Alexis, Cesaire, Fanon,
Guillen etc., which simultaneously dif-
fuses from the Colombian Caribbean
with Zapata Olivella and Artel, to dem-
onstrate, from this literature, the need
and importance of self-definition and
self-recognition of the Caribbean peo-
ples from their common historical and
cultural experiences.
Key words
West Indian thought, Caribbeans intel-
lectuals, Colombian Caribbean, litera-
ture.
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Somos las raíces de la Relación
Raíces submarinas, es decir
derivadas, no implantadas.
Eduard Glissant
Introducción
La asunción de movimientos literarios y de ciertas obras, ya sean poéticas o na-
rrativas, no responden a fenómenos derivados del azar, espontáneos o desprovis-
tos de signi cación. Michel Foucault (1987) declara el surgimiento del discurso
vigente para cada época y espacio como procedimientos con la función de conju-
gar poderes y peligros. Esto también explica que algunos textos, autores, líderes,
intelectuales e ideas, sean bien recibidos y vueltos a leer en tiempos diferentes y
que otros solo sean comprendidos con posteridad a su escritura.
Desde esta perspectiva, con este ensayo se pretende dilucidar en la literatura,
cultura e historia del Caribe, desde una arista que correlaciona pensadores e in-
telectuales afrocaribeños representativos de la primera mitad del siglo XX. Se
pondrán en diálogo algunas de sus obras más destacadas e in uyentes, así como
debates y re exiones claves que estas han generado en el mundo académico, a n
de reconstruir puentes comunicantes, semejanzas, conexiones y sintonías entre
el Caribe antillano y el Caribe colombiano, en torno a la pertenencia e identidad
negra-afro. Sin hacer seguimientos cronológicos sino más bien temáticos, se re-
construyen los impactos del imperialismo, de la diáspora, de los exilios y desa-
rraigos y de los hechos históricos considerados dolorosos y traumáticos para las
gentes del Caribe, que se re ejaron en las prosas y poéticas de sus intelectuales
negros. En este sentido y para cumplir tales propósitos, los análisis planteados se
irán entrelazando con los contextos sociales y políticos que, a la par de las expe-
riencias históricas, incidieron en dichas narrativas.
Conciencia nacional, literaturas nacionales
El marco posterior a la emancipación tardía del Caribe insular de los distintos
imperios europeos, se caracteriza por un vacío literario atribuido a la traumática
experiencia de la plantación, seguido de otro periodo que también va a impactar,
esta vez de manera trascendental en la literatura: es el periodo de Indigenismo-
Negrismo, Crisis-Reacción, considerado de producciones literarias y narrativas
creativas, que corresponde al tránsito de la explosión urbana de nes de siglo
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XIX a la crisis desatada por el imperialismo norteamericano. En efecto, la ocu-
pación americana se convierte en la coyuntura en la que se re exiona sobre la
nueva modalidad de colonización que impone el poder hegemónico norteame-
ricano y que engendra las mentes brillantes del cubano José Martí (1853-1895)
y del haitiano Jean Price Mars (1876-1969), entre otros, que a renglón seguido
analizaremos.
En 1930, en el escenario del Gran Caribe está culminando el apogeo del movi-
miento negrista cubano con Nicolás Guillén (1902-1989), iniciado con Alfonso
Carmín y el puertorriqueño Luis Palés de Matos (1899-1959). Su producción
poética es considerada una literatura de reconexión (Brathwaite, 1977, 182), que
insiste en el reconocimiento de la presencia africana en la sociedad caribeña,
como una raíz viva.
En 1931 nacía Antonio Benítez Rojo en Cuba, pero sin duda, estaban listos los
antecedentes de lo que consideraría “red de conexiones” y “recurrencias” como
parte de los “Archivos de los pueblos del mar”. Con este nombre Benítez Rojo
presenta una compilación de textos que le publica ediciones Callejón en 2010
(Benítez, 2010), complementarios a su “Isla que se repite” de 1989. Se trata de
una serie de re exiones en las que discute las inevitables relaciones que sigue
encontrando entre la literatura y la música a través del ritmo.
En esta misma compilación reaparece Pales de Matos con su análisis ¿Cómo
narrar la nación? (Benítez, 2010), estudio con el que analiza el círculo cubano
de Domingo Del Monte, en el que un grupo de criollos impulsan, en los años 30
pero del siglo XIX, una serie de reformas en las que aparece un proyecto nacional
que postula la concepción del negro como una cuestión inherente a la nación. La
otra cara de la moneda, es justamente el debate del blanqueamiento de la misma
a través de la inmigración europea.
Este movimiento de nes del siglo XIX en las islas, en Colombia debe esperar
a mediados de siglo XX para ser consolidado con el programa del Club Negro
que buscaba, como en una sintonía tardía, a rmar la pertenencia racial como
elemento característico de la mayoría de la población. Por supuesto, las incon-
tables manifestaciones negativas que se desataron en la prensa, dejaron ver los
desacuerdos y la persistencia de la marginación y exclusión hacia los negros.
En el Caribe anglófono, según Fernando Arribas, “la aparición de las literaturas
nacionales es un fenómeno tardío, que solo comienza a tomar impulso en los
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primeros años del siglo XX y que carece de antecedentes durante los más de
200 años anteriores de dominación colonial británica” (Arribas, 1999, 51). La
formación de la conciencia nacional en los países angloantillanos se ha cali cado
como un proceso, no solo difícil, sino además inconcluso, articulado con la larga
experiencia de colonialismo que a la postre, transgredió los procesos ideológicos
gestores de las conciencias nacionales y por tanto, de literaturas nacionales.
En 1932 nacía en Kingston, Jamaica, Stuart Hall, quien también vivió el con icto
entre lo local e imperial en el contexto colonial. Se educó en Inglaterra, pero no se
asumió como inglés. Se formó en Oxford y aunque nunca regresó a su país natal,
la labor intelectual en sus estudios culturales ha estado siempre enmarcada en el
Caribe. Las categorías de raza y de etnicidad a partir de su uso en Gramscsi, han
hecho aportes desde racialización e identidad hasta lo poscolonial y diaspórico,
tal como lo reveló en su clásica referencia a las identidades caribeñas negociadas
(Restrepo, Walsh y Vich, 2010).
El nacionalismo cultural tiene como sustrato el sentimiento de pertenencia al país
y al ascenso de la tradición como la única y auténtica fuente de la cultura, que
replica en la literatura (Sanz, 1988, 267). Este planteamiento no dista mucho de
lo propuesto por el italiano Antonio Gramsci como “literatura nacional popular”,
con el claro n de asociar ambos términos, o sea, lo nacional con lo popular.
Según Gramsci, la clave para el éxito de una verdadera literatura “nacional” es
precisamente su origen y vocación cultural. Es decir, los sentimientos populares
deben ser vividos como propios por los intelectuales y escritores para que puedan
lograr una función “educativa nacional” (Gramsci, 1973, 168).
Reasunción de África
Lo anterior aplica como otro diálogo, al conjunto de movimientos de reivindi-
cación africanista, inspirados en el pensamiento del jamaicano Marcus Garvey
(1887-1940). Llamado el “Moisés negro”, es sin duda, una de las guras tan
controversiales como signi cativas en la historia del Caribe anglófono. Empre-
sario, periodista, político y líder sindical, fue el pensador y dirigente popular que
movilizó a la población negra de Jamaica y otros países hacia la reivindicación
y digni cación de su raza. Sus iniciativas en defensa de lo negro y lo africano
durante las décadas de 1920 y 1930, trazaron el camino que reconcilió los secto-
res negros con sus valores (orgullo negro africano) y esto catapultó la consolida-
ción de un sentimiento de autoestima nacional (Knight, 1997). Este jamaiquino,
desde los años veinte, había insistido en la necesidad de volver a las raíces y de
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romper con los cánones de belleza blanca impuestos. Sus ideas y pensamiento se
expandieron en pocos años hacia Barbados, Costa Rica, Cuba, Jamaica, Panamá,
Trinidad e incluso, a varias ciudades norteamericanas. Garvey es reivindicado
por el movimiento religioso-político-cultural Rastafari y por muchos partidos
de la izquierda anglocaribeña, entre ellos el Worker’s Party of Jamaica (partido
comunista) (Knight, 1997, p.38).
Otro vértice de estas convergencias lo representa León-Gontran Damas, el lla-
mado padre la de la “Negritud”. Su pensamiento expresa asimilación, rabia, me-
lancolía y confrontación de culturas. Compartió sus años de formación entre la
Guyana francesa (su tierra natal) y Martinica, para concluirla en Francia. En
1930 se encontraba estudiando Derecho en París; fue testigo de una época que
combinaba el Surrealismo y el interés de artistas como Picasso y Vlaminck por el
continente africano. En el campo de la escritura se tropezó con las traducciones
al francés de algunas obras de Freud y Marx. En el campo de la Antropología, se
codeó con Maurice Delafosse y otros que exaltaban la importancia y los aportes
de las culturas africanas a la humanidad, lo cual hacía un fuerte contrapeso a las
propuestas de Gobineau, quien proponía la experimentación para determinar si
un negro podía blanquearse.
En la década del treinta se logró un gran avance en la reivindicación de la cultura
negra, como lo demuestra la realización en París de la Exposición de Arte negro
y de la Exposición Internacional Colonial. Por aquel entonces despuntaban en
la capital francesa, entre otros, los jóvenes Aimé Cesaire y Ettienne Lero, que
publicaban en revistas bilingües inglés-francés y abrieron así un espacio sin pre-
cedentes a la élite intelectual negra. Desde allá motivaban a sus seguidores anti-
llanos colonizados a la búsqueda sin desfallecimiento de su identidad nacional.
Estos pensadores manifestaban que querían dejar de ser estudiantes individual-
mente martiniqueños, guadalupenses, guyaneses o africanos para ser solo y co-
lectivamente estudiantes “negros”. En este período nacen las obras de Aimé Ce-
saire que posteriormente se de nirán como “Negritud”. La producción literaria
de Cesaire es un compromiso de ruptura con el colonialismo y resistencia frente
al servilismo. Su “Cuaderno de un retorno al país natal” (1945) ja la idea de
la desalineación y búsqueda de las raíces ancestrales, muy asociado al enunciado
dialógico que propone el lósofo ruso del lenguaje Mijail M. Bajtin, es decir, el
que simultáneamente contiene la voz propia y la voz ajena (Bubnova, 2006).
Cesaire muestra a África como punto de retorno al pasado y encuentro con la
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identidad. Franz Fanon por el contrario, indica que no hay que buscar ningún
pasado, pues este no puede guiar en la actualidad. La solución de los pueblos
negros, a diferencia de lo que formula Cesaire, no está en asumirse como ne-
gros, pues esa es precisamente la trampa del racismo, hay que a rmar lo negro
superando lo negro para convertirse en ser humano. Estos son dos intelectuales
negros en París, pensando el Caribe desde París. Glissant, por su parte, intenta
construir una nueva idea de Antillanidad y de Caribeñidad desde las islas, y para
ello piensa la historia de una manera distinta a la tradicional. Es decir, asumien-
do que la historia de su natal Martinica está por descubrirse, y rechazando los
parámetros occidentales que la conciben como una extensión de la historia de
Francia, este autor introduce nuevos conceptos y metáforas que se consideran
aportes a nuevos paradigmas neocoloniales. Para él, la historia del Caribe está
hecha de fragmentos no de períodos, pues asumiendo fragmentos es que se aleja
de los grandes esquemas. A través de la metáfora del rizoma construye el Caribe
como una relación múltiple, una multirrelación en sus palabras, que más que ser
plural tiene un comportamiento que se expande sin orden, que se construye bajo
un sistema de relaciones abiertas, relaciones que hacen de cada isla una apertura
(Glissant, 2005). El pensamiento contemporáneo se nutre de la clara intención
de Glissant de tomar distancia de la Historia celebrada por los imperios, una
Historia que se escribe así, con H mayúscula y que ha hecho de la nuestra una
no historia. Él cree en las historias con minúscula, que es la propia de las gentes
Caribe, que han tenido que vivir sin tener conciencia de ella, historias que se en-
cuentran, que son transversales, subdérmicas, subterráneas. Esa es precisamente
la historia construida a partir de lazos comerciales y de conexiones culturales,
una historia llena de vínculos e integraciones (Glissant, 2006).
Glissant se revela como un verdadero icono de interpretación y explicación de la
identidad. En lo que él llama Conciencia Antillana y Tiempo Antillano, encaja la
diversidad del Caribe, una diversidad impresa en su condición de impureza, de
pueblos errantes y culturalmente mezclados. Desde el repoblamiento de la Trata
y el subsiguiente mestizaje hasta las diásporas recientes, se representan esos he-
chos catalogados por Glissant como de aperturas, rupturas y de relaciones múlti-
ples. Este es un discurso que invita a repensar y reformular la memoria histórica,
al tiempo que le otorga al Caribe su verdadero sentido de región. Con Glissant se
reelabora el concepto de criollización, reformula (desde la perspectiva de Fanon)
las categorías de conciencia y alineación en el Caribe, introduce la categoría de
caos y de la errancia para estudiar el Caribe, así como las metáforas del rizoma
y de la multirrelación para de nir el Caribe, con las cuales sustenta que la histo-
ria del Caribe es, en esencia, una historia subterránea, así como la de Brathwait
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es submarina. La “Negritud” se entiende entonces como el concepto con el cual
emergen en el medio intelectual estos escritores jóvenes que se encontraban en
París. El desarraigo y la distancia los puso de frente con las ideas heredadas e
impuestas de la cultura occidental.
Hacia 1935, el ya mencionado León-Gontran Damas presenta en Cuba una con-
ferencia en la que sostiene que la negritud signi caba que “el negro no solo debía
convertirse en un actor histórico y cultural y que no debía seguir siendo un objeto
de dominación ni un consumidor de cultura” (Racine, 1979, 24). Tras su muerte
en Nueva York en 1978, fue reconocido como participante y animador de aquel
grupo de jóvenes que desde los años treinta se dio a la tarea de incorporar la cul-
tura negra a la historia de la humanidad. Adicionalmente, la negritud se asocia a
una fuerza estética y literaria, cultural y simbólica que determinó una tendencia
entre artistas e intelectuales de descendencia africana. Fue tal su impacto que
revitalizó la necesidad y el interés de enfatizar lo positivo de la herencia cultural
africana en las sociedades que negaban su valor.
Años después, el relevo es asumido por movimientos como la “Antillanidad”
(Antillanité) y luego por la Criollidad antillana (Creolité). “Ni europeos, ni afri-
canos, ni asiáticos. Nosotros nos declaramos créoles”. El Elogio de la creolité
(1986), el texto fundador de la corriente literaria del mismo nombre, condensa lo
que sus autores Juan Bernabé, Patrick Chamoiseau y Raphael Con ant plantean
como vector para rede nir la identidad del pueblo martiniqueño, mirándose a sí
mismos desde adentro, sin la mirada exterior-exógena históricamente presente
en las islas del Caribe. Es un texto que empieza a circular hacia 1989, justamente
en el contexto en que se vuelve a pensar la nación, lo que pertenece a la nación y
la americanidad, la antillanidad se propone como una cultura emigrada y multi-
rracial. No obstante, es importante precisar que antes de Chamoiseau o Con ant,
fue Edouard Glissant el escritor que logra imponer la noción de créolisation en el
mundo antillano francófono.
Caribe antillano-Caribe colombiano
La poesía negra del Caribe hispanohablante de la primera mitad del siglo XX
también se ocupa de los problemas de la historia caribeña propios de la afroan-
tillanidad. Sin embargo, muchos caribeñistas o caribeñólogos se siguen pregun-
tando ¿por qué en República Dominicana no han surgido o prosperado movi-
mientos artísticos o antropológicos reivindicadores de la raza y la cultura negra
proporcionales al Indigenismo en Haití, al Negrismo en Cuba o a la Negritud en
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Martinica? En 1936 surge un movimiento, quizá el único que ha planteado la rei-
vindicación del componente negro, racial y cultural en la República Dominicana;
es el movimiento de Los Nuevos, en torno a una revista que se llamó de la misma
manera. No obstante, este movimiento, en medio de las tenazas de la dictadura
trujillista, inclinó sus voces de protesta hacia los problemas sociales y políticos
de la isla. La visibilización de la problemática racial en el campo literario, tendría
que esperar a Manuel del Cabral, entrados los años 40, escritor blanco al cual le
adjudican muchos de sus estudiosos y críticos que exotiza al negro.
Estas conexiones del Caribe insular se articulan con las producciones del Caribe
colombiano en la prosa y poesía de Jorge Artel (1909-1994) y Manuel Zapata
Olivella (1920-2004). Jorge Artel, seudónimo de Agapito de Arcos, más errante
y bohemio que abogado, padeció también el desarraigo y el exilio y su poesía se
une a las voces de protesta social y rescate de las raíces ancestrales.
Para Zapata Olivella, quizá el escritor colombiano más leído y traducido en el
exterior después de García Márquez, “la rebeldía de los genes del hombre colom-
biano” tiene su origen en las raíces étnicas y culturales afro. Para este médico,
novelista, antropólogo, cuentista y periodista, en un contexto de altos índices de
analfabetismo en Colombia, los escritores estaban llamados a ser los voceros
de las masas iletradas. Precisamente el tomo XIII de la Biblioteca de Literatura
Afrocolombiana (2010), que publicó el Ministerio de Cultura
1
, es una compila-
ción de las obras de Manuel Zapata Olivella que muestra cómo sus obras repre-
sentan la reasunción de la cultura popular y el aporte de los afrodescendientes a
la historia y vida espiritual y cultural del mundo occidental.
Figuras antillanas como Edouard Glissant, René Depestre, Jacques Stéphen
Alexis se surten como los abanderados del rechazo a la deculturación efectuada
por los imperios. Sus producciones representadas en poemas, novelas, dramas,
teatro, ensayos, ha sido escuela e interlocución de autores como Frantz Fanon
(Martinica)
2
y Aimé Cesaire, al tiempo que el mismo Glissant se ha nutrido y ha
compartido el reconocimiento de los clásicos Eric Williams, y C. L. R. James.
En los años 50, el pensamiento Caribe está sustentado en construcciones a partir
de la cultura de Fanon y de Cesaire y a partir de la economía de Williams y de
1 Biblioteca que consta de 18 títulos (libros) autoría de los escritores afrocolombian@s más destacados de los
últimos 200 años, entre los que se encuentran Manuel Zapata Olivella, Oscar Collazos, Candelario Obeso, entre
otros.
2 Autor de Pieles negras, Máscaras blancas (1968). Cuba: Ensayos Inst. del Libro.
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James, a la vez que se está dando un movimiento para hacer de las islas del Ca-
ribe una unidad.
Este rechazo evidencia aquellos ecos que, desde el campo literario hispanófono,
re ejan los versos de Artel y Zapata Olivella en el Caribe Colombiano, José
Martí y Nicolás Guillén en Cuba, Manuel del Cabral en Santo Domingo y Palés
de Matos en Puerto Rico, quienes sellan en sus escritos todo un compromiso so-
cial y político que trascendió su propia época y contexto, y siguen articulando la
unidad del Caribe aún en su diversidad. Cabe precisar que la poesía de Guillén se
considera un instrumento de reivindicación negra, pero también de los procesos
de mestizaje y transculturación, con aseveraciones como que el «color cubano»,
no es ni negro, ni blanco sino mestizo, cualidad que comparte toda América La-
tina. Cada uno de sus versos y poemas representan formas de resistencia frente a
los valores culturales europeos. Guillén exhibe en su obra poética el léxico de los
negros y el rescate de todo tipo de rituales africanos. Así lo evidencia Motivos de
son (1930), Songoro cosongo (1931) o Balada de los dos abuelos (1934).
Por supuesto, la corriente literaria del negrismo no es exclusiva de escritores
afro, ya que blancos y mestizos también se sumaron con obras in uyentes y de
calidad, tanto en la novelas como en poesía. Volviendo a Cuba, por ejemplo, se
destacan autores como Alejo Carpentier con su primera novela Ecueyamba-o
(1933), y con El reino de este mundo (1949) revitalizan el afrocubanismo.
Aunque nuestro espacio de análisis se concentra en el Caribe, vale la pena preci-
sar que en otros puntos de América Latina, el negrismo también cobró presencia
en el pensamiento de intelectuales. Tal es el caso de la obra de Rómulo Gallegos
en Venezuela con su obra Pobre negro (1952), novela que recrea la devastación
del país tras la llamada Guerra Federal y la abolición de la esclavitud, rica en
expresiones del pueblo afro del Caribe.
En Ecuador, la literatura afro se asume como herencia del movimiento del realis-
mo social de los años 30. En este campo se sobresale la novela Juyungo (1942)
de Adalberto Ortiz, quien combinando realismo y mito, relata la lucha del negro
por sus derechos y su rechazo a la dominación del blanco. También en el caso
ecuatoriano encontramos a Nelson Estupiñán Bass, con su novela Cuando los
guayacanes orecían (1954), una denuncia frontal a la explotación del negro
sometido por el concertaje, al tiempo que muestra cómo el racismo y la discrimi-
nación forman parte de la sociedad ecuatoriana.
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Contextos sociopolíticos: Ideologías de inferiorización del negro, literatura
de reivindicación afro
Volviendo al ámbito colombiano, el plano ideológico sustentado en la política,
cuenta para 1928 con la publicación de 225 páginas con las que el conserva-
dor Laureano Gómez aspira a resolver los Interrogantes sobre el progreso en
Colombia (1928). Según Gómez, la región Caribe se había formado por “el es-
píritu del negro rudimentario”, lo que le hace concluir “que permanece en una
perpetua infantilidad” (Gómez, 1928, 16). Este y otros juicios negativos de di-
cha región, surgen en el contexto del mayor ímpetu del movimiento intelectual
mundial identi cado como eugenesia, la ciencia del mejoramiento de los linajes,
el cual asociaba los problemas del desarrollo de la Nación a la “inferiorización”
promovida por razas “incivilizadas”. No pocos intelectuales de las décadas de
1910 y 1920 encontraban en la mezcla con descendientes de africanos, la expli-
cación al poco progreso del país. Jorge Eliécer Gaitán, por ejemplo, no escapó a
la in uencia de este pensamiento eugenista, llegando a plantear en 1924 que “la
gente colombiana de raza mestiza era más susceptible a la in uencia extranjera
y por lo tanto menos inclinada hacia el progreso nacional” (Gaitán, 1963, 22).
En este mismo contexto sociopolítico de los años treinta del siglo XX colombia-
no, hacia 1938, Alfonso Romero Aguirre a rma que por esos años, en “Cartage-
na escaseaban los liberales de posición social y que ser liberal casi equivalía a
ser negro y plebeyo” (Romero, 1938, p.72). Quizá un caso que demuestra esta
aseveración, es el de Francisco de Paula Vargas, nombrado por Alfonso López
Pumarejo gobernador de Bolívar en 1948 y posteriormente Senador. Este afro-
descendiente getsemanicense padeció, en distintos grados y escenarios, mar-
ginamientos y desprecios por su condición sociorracial; pero ello no limitó la
prestancia política y acogida liberal que logra en el contexto lopista y en las las
gaitanistas.
Pero mientras estos y otros políticos de ascendencia popular llegaban a ocupar
importantes cargos a nivel de Ministerios o del Senado, al punto de ser identi-
cados como exponentes de una movilidad o ascenso social promovido por la
educación (Flórez, 2010), desde la base social misma, la organización de la gente
negra en Colombia despunta hacia 1940. El día negro en Bogotá se instaura en
la agenda del movimiento desde 1946 casi que al lado de la fundación del Club
Negro de Colombia y del Centro de Estudios Afrocolombianos. Varios de sus mi-
litantes logran años más tarde, la investidura de congresistas. Con ello se rati ca
entonces que la mitad del siglo XX es el marco en el que emerge una generación
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de personas negras, convocadas por el interés común a la condición de la gente
negra en el país. Lo que Pietro Pisano llama el liderazgo político negro en Co-
lombia 1943-1964 (Pisano, 2012), en directa relación y liación con el partido
liberal.
Para nalizar, no es desconocido que la consolidación de los Estado-nación a
nales del siglo XIX, en el Caribe y América Latina, buscó fortalecer el proyecto
de nación homogénea, “blanca” y europea que las élites imaginaban. Tal pro-
yecto (amparado en ideologías liberales e iluministas, yuxtapuestas a corrientes
evolucionistas, raciales y positivistas en torno al “progreso” y la “civilización”)
moldeó discursos y prácticas políticas que buscaron ordenar e incorporar una
población heterogénea en una ciudadanía indiferenciada. Quienes no encajaban
en el marco del “ciudadano ideal” eran objeto de todo tipo de prácticas de exclu-
sión. Colectivos de indígenas, afrodescendientes e inmigrantes considerados in-
deseables fueron, por tanto, receptores de políticas nacionales y locales variables
excluyentes y discriminatorias.
La ansiosa búsqueda de una “blanquitud nacional” que negó e invisibilizó la
diversidad interior, fue uno de los motores que inspiró e impulsó las produccio-
nes literarias afros, exponentes de las luchas sociales y culturales de los pueblos
afrodescendientes. Comparar estas expresiones, en sus semejanzas y particulari-
dades permite ampliar los márgenes de comprensión sobre las conexiones de es-
tas posturas, así como las diversas formas de resistencia y negociación de grupos
subalternizados difundidas en su pensamiento literario.
Re exiones nales
Sin pretender homogeneizar un Caribe diverso en sociedades, geografías, len-
guas y sistemas políticos, el gran campo de su literatura permite observar con
claridad los re ejos y expresiones culturales de la construcción de identidad. En
el caso de la literatura afrocaribeña, es evidente la reescritura de las historias na-
cionales, individuales y colectivas que narran sus luchas épicas y sus rebeliones
en contra del poder colonial. Ese mismo poder que construyó una fuerte tradi-
ción de inferioriozación de lo negro, se convirtió en el eje de autorrede nición y
autorreconocimiento, de reacción y de reasunción de lo afro en el discurso lite-
rario caribeño.
Los resultados de este análisis nos permiten demostrar la importante interacción
entre la historia, la cultura y la literatura caribeña de la primera mitad del siglo
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DIÁLOGO DE INTELECTUALES REIVINDICANDO LO AFRO:
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XX. La visión que se vehicula de la población negra del Caribe a través de la
literatura, revela que en Colombia el proceso de la movilización de la población
negra por sus derechos llega de forma muy tardía, al lado de la invisibilización
política de las élites negras del país. Hoy parece haber un consenso interdiscipli-
nario según el cual la categoría raza desde el punto de vista biológico, no existe
y es entendida como una construcción histórica y social que justi có discursos
clasistas y elitistas como el de los intelectuales y cientí cos que en 1920 se die-
ron a la tarea de analizar los problemas de la raza en Colombia (Muñoz, 2011).
Desde un plano historiográ co, uno de los más agudos investigadores de este
campo, Tzvetan Todorov, planteó desde nales de los años ochenta en el libro
Nosotros y los otros, en coautoría con Ettiene Balivar, buena parte de los funda-
mentos del multiculturalismo y la diversidad humana. Debatiendo y dialogando
con autores clásicos, Todorov aborda el etnocentrismo, el cienti cismo y el re-
lativismo; y analizando los conceptos de raza, racismo, racialismo, nación, na-
cionalismo, entre otros, introduce re exiones y cuestionamientos a los orígenes
y efectos de la radicalización de tales categorías, llevando sus cuestionamientos
a lo que se ha asumido como exotismo. A partir de esta postura teórica pode-
mos entender el diálogo con la literatura “afro”. Ambos caminos nos llevan a
sustentar que las relaciones históricas han estado marcadas por la dominación.
Por supuesto, esta expresión así trazada no es una novedad. Lo interesante es
mostrar con ella que en el mismo contexto de nuestro objeto de estudio, se revela
un humanismo crítico que intentaba superar los problemas multiculturales de su
mundo. Todorov no respondió la gran pregunta de su obra: ¿cómo vivir?, pero
nos recordó lo que aquellos intelectuales buscan con la reivindicación de lo afro:
que la humanidad es una, pero múltiple y diversa.
La gura del negro en el Caribe encierra una simbología de múltiples pero re-
lacionadas connotaciones: es la representación de la opresión, del esclavo, del
cimarrón que huye de la plantación o de la hacienda y lucha por la libertad, es el
impulsor de movimientos de insurrección, de independencias y de la igualdad.
En el contexto del período entreguerras del siglo XX, la crisis de los valores
occidentales sacude las sensibilidades enunciadas por las voces negras. Los in-
telectuales, con su producción literaria tuvieron una importancia crucial y deter-
minante en ese proceso valorativo y educativo. La mayoría de los descendientes
africanos soñó, durante generaciones, con el regreso a África, con el retorno a
los orígenes, pero el hombre caribeño debía reinventar la reasunción de su raza
en una tierra y cultura diaspórica y trasplantada. Establecieron puentes entre el
pasado revalorado y un futuro de autodeterminación. En este sentido, los intelec-
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tuales del Caribe antillano y del Caribe colombiano parecieron unirse en diálogo,
en una sola voz de reivindicación de lo afro, desde la primera mitad del siglo XX.
Por ello y para nalizar, la interpretación de las literaturas nacionales logra la
visibilización y el reconocimiento de los aportes que los intelectuales afrocari-
beños han realizado desde sus escritos, difundiendo con ellos no solo su pensa-
miento, sino ante todo, importantes procesos de resistencia cultural que siguen
mereciendo relecturas y resigni caciones.
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Cómo citar este artículo: Vanegas Beltrán, M. (2017). Diálogo de intelectuales rei-
vindicando lo afro: Literatura Afrocaribeña en la primera mitad del siglo XX. Cua-
dernos de Literatura, (25), 155-169. DOI: http://dx.doi.org/10.15648/cl.25.2017.9
MURIEL VANEGAS BELTRÁN
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