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(Díaz, 2005, p.13), demostrando el despliegue de un pathos trágico que niega la
trascendencia a través de la religión o de la poesía.
En 1946 Piñera viajó a Argentina
3
, sufragado por una beca otorgada por la Comi-
sión Nacional de Cultura de Buenos Aires, y estrechó vínculos, aunque siempre
esquivos, con un grupo de escritores nucleados en torno la revista de mayor legi-
timación en ese tiempo: Sur (1931-1970). La relación con Jorge Luis Borges fue
respetuosa, aunque especialmente tuvo trato con José Bianco y el hijo de Mace-
donio Fernández, Adolfo de Obieta; con este último Piñera ya tenía una relación
epistolar que databa de 1942 (2011b, p.43). Además conoció a Victoria Ocampo,
fundadora y mecenas de Sur, y a los escritores Ernesto Sábato, Eduardo Mallea,
Vicente Fatone, Ezequiel Martínez Estrada y Adolfo Bioy Casares, estrechamen-
te vinculados a dicha publicación (Piñera, 1990, s/p). La cultura literaria porteña
le concedió al autor de La isla en peso una interlocución que hasta entonces no
había tenido en la isla, debido a que desde la década de los años treinta la fi cción
se había consolidado como uno de los paradigmas estéticos de Sur
4
. Por entonces
el autor de Aire frío incursionaba asiduamente en el género cuentístico, lo que
signifi có un respiro, ya que para el origenismo, la poesía ocupaba la cumbre de
los géneros
5
.
El largo periplo porteño de Piñera que se extendió, aunque de manera intermi-
tente, hasta 1958, concretó su deseo de ruptura con lo que consideraba el padeci-
miento de cierto provincialismo cultural en su país; ruptura que se amplió en un
programa de confrontación de la «alta cultura» porteña, representada nada menos
que por Sur. Este programa lo emprendería al lado de quien sería su mejor amigo
en la Argentina: el escritor polaco Witold Gombrowicz, quien cumplía un exilio
3 La primera residencia porteña de Piñera fue de febrero de 1946 a diciembre de 1947. Su profesor Aurelio Boza
Masvidal, de la Universidad de La Habana, le había ayudado a conseguir dicha beca. En esta etapa además
recibió la encomienda de conseguir colaboraciones para Orígenes, a solicitud de su director, José Lezama Lima.
Gracias a este papel de mediador, en las páginas de Orígenes aparecieron colaboraciones de Witold Gombrowicz,
Juan Rodolfo Wilcock, Adolfo de Obieta, Graziella Peyrou, Carlos Cordaroli, Macedonio Fernández y el cuba-
no-argentino Humberto Rodríguez Tomeu (Kanzepolsky, 2004, p.107). La segunda permanencia fue de abril de
1950 a 1954, y la tercera de enero de 1955 a noviembre de 1958 (Espinosa, 2011, p.128).
4 Nancy Calomarde señala que la presencia de otros géneros como el ensayo y la crítica de corte académico, tam-
bién tenían presencia en la publicación; no obstante, los “mecanismos productivos de la fi cción” le permitieron
llegar a su punto más alto de visibilidad y legitimidad (2010, p.177).
5 Es interesante reparar en el hecho de que Piñera únicamente publicó crítica, poesía y teatro en Orígenes. A
diferencia, en Anales de Buenos Aires (1946-1948), revista que dirigía Borges y, en cierto sentido, orbitó en
torno a Sur, Piñera publicó los relatos “En el insomnio” (10) y “El señor ministro” (15-16) en 1946 y 1947
respectivamente. Entre 1955 y 1958 fi guraron en las páginas de Sur “El enemigo” (236), “La carne” (242),
“La caída” (242), “El infi erno” (242), y “La gran escalera del palacio legislativo” (N. 251). Además su cuento
“En el insomnio” fue incluido en la antología editada por Bioy Casares y Jorge Luis Borges, Cuentos breves y
extraordinarios (1955).
CUADERNOS DE LITERATURA DEL CARIBE E HISPANOAMÉRICA • ISSN 1794-8290 • NO. 25 • ENERO-JUNIO 2017 • 91 - 107
RITMO Y MATERIALIDAD EN LA CUENTÍSTICA DE VIRGILIO PIÑERA (1947)