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un dolor, la muda violencia del vivir, amar y matar o morir.” (2009, p.180). Ese
desplazamiento produce un encuentro de capas sociales, una subversión en la
tranquilidad de los raizales y en los valores que se invierten ante la atónita apa-
rición de grandes masas de campesinos sacudidas por la violencia partidista y la
asunción de vocablos nuevos, de sentimientos e ideologías nuevas; desde esta
perspectiva se entiende el sentido del fi nal del cuento. En una pared aparecen
los letreros con un alto sentido político y en donde se cruzan las consignas de iz-
quierda como “Camilo vamos bien”, con lo popular como “Aracely es la reina”.
Otra voz de la marginalidad es el humor caribeño, o mejor, el mamagallismo,
del cual García Márquez es el padre. Sobre el humor dice Macedonio Fernández
(1988, p.122) que es esa exhibición de facultad de ingenio y su juego inofensivo
con el lector. Esa facultad de ingenio se evidencia en el cuento “Los misterios
gozosos”. Se llama Onissa, dice el narrador, y cuenta la llegada de la muchacha
de un pueblo remoto del Caribe y el encierro en una pieza en donde atiende a los
clientes. Tal parece que el encierro, como todos los personajes de Lo amador, es
el autocastigo que ella se impone a la desgracia de ser en el barrio: bruja, puta o
santa, tal como la recuerdan. El título del cuento juega con el sentido de santa, de
mujer piadosa, rezandera, tal como lo insinúa el título de los misterios gozosos,
pero el goce del misterio está en su ofi cio de puta, pues cuando abren la pieza, al
costado de la peluquería, encuentran: “estampas de arcángeles, santos, artistas de
cine y cantantes, pegados con almidón, cubrían las paredes hasta el techo” (1980,
p.79). El humor es juego con el lector, quien descifra la vida amarga de Onissa
desde su encierro y desde la alusión a la música a través de esa letra del tango
“Melodía de arrabal” que dice: “Barrio plateado por la Luna, rumores de milonga
es toda mi fortuna”. Aquí está el ingenio humorístico del escritor, pues apela al
rumor, o como lo expresa Julio Olaciregui:
Quiso ante todo aprovechar la oralidad, la subversión del lengua-
je popular, el humor, el erotismo de la gente de la calle, común y
corriente como se dice, del pueblo, regresar a la ciudad de su in-
fancia, al puerto, a los muelles, al mercado, a sus islas, meterse
en los barrios donde viven las modistas, contar historias de mu-
chachas que sueñan con ser cantantes, hablar de mecánicos, de
ladrones, de sirvientas, de boxeadores, de putas. (2009, p.180)
La subversión del humor está en lo narrado por el periodista que cuenta a su
antojo quién es Onissa, cómo llega al barrio y con quién la ven de noche. Es el
poder de la palabra para la deformación de los recuerdos, es el juego con la pa-
HERNANDO MOTATO C.
CUADERNOS DE LITERATURA DEL CARIBE E HISPANOAMÉRICA • ISSN 1794-8290 • NO. 25 • ENERO-JUNIO 2017 • 51 - 71