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Un silencio que habla: Las sonoridades narradas del Chandé en el Caribe seco colombiano
Cuadernos de Literatura del Caribe e Hispanoamérica • ISSN 1794-8290 • No. 24 • Julio-Diciembre 2016 • 87-107
En cuanto a las sonoridades narrativas
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, tenemos que son el reejo de
múltiples formas de ver, sentir, pensar, actuar, imaginar y proyectar el sen-
tido del lugar a través del acto creativo que acompaña el desenvolvimiento
de las personas. A este respecto, consideramos que las sonoridades narra-
tivas del Gran Caribe, son formas de re-presentar las diferentes vivencias
que las personas han escenicado en un contexto. Se trata de un modo de
poner a circular la voz para romper el silenciamiento o tal vez cultivarlo
desde el silencio sabio
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, es decir, la sabiduría que se cultiva desde una
autogestión del silencio, vivido como posibilidad creadora o acción gene-
radora de prácticas, escenarios, actuaciones y proyecciones. En efecto, las
sonoridades narrativas son el arte del sonido, vinculado a la experiencia de
signicación donde las palabras son empeladas para la armación y rea-
rmación cultural. De ahí que tomamos las narrativa como una forma de
“organizar y dotar de sentido a la experiencia personal y colectiva” (Abril,
2007, p.137).
Las narrativas son cultivadas como parte de un querer decir, hacer decir
y saber decir a partir de las palabras que son empeladas para sembrar los
sonidos del mar, los ríos, las ciénagas, las sabanas, los valles, las monta-
ñas, las selvas, los desiertos, los caños, los arroyos, los cerros, las aves, los
animales de monte y la gente que se sitúa en los escenarios de producción
narrada que se desprende de los contenidos de la memoria de los lugares.
Estas construcciones se convierten en la posibilidad que tienen los pueblos
de situar la acción en el contexto, y con esto llegan a generar un tipo de
conocimiento que parte de la relación con el territorio, la memoria y las
narrativas encarnadas en el cuerpo. También se puede decir que las sono-
ridades narrativas son una forma de imaginar región, una forma de poner
a circular los sentidos que dan cuenta de la experiencia nombrada como
parte del Caribe, el cual se vive desde diferentes experiencias que, en este
caso, no son las centralizadas en las narrativas del paisaje humano que se
desprende del mundo urbano de las principales ciudades que son promo-
cionadas como representativas de lo Caribe.
A continuación, seguiremos con la experiencia del diálogo comunitario,
donde lo central es la posibilidad de establecer un proceso de compresión
de la escenicación retraída en el silencio que se cultiva en algunos luga-
19 Para el caso de América Latina, Isabel Aretz (1977) aborda los cuentos con canto y los cuentos cantados” (p.270). A
nivel de los estudios de la oralidad de la Costa Pacíca, Francisco Perea, ha venido proponiendo las “narrativas cantadas”,
especícamente en el departamento del Chocó en Colombia.
20 Esta categoría se diferencia a los planteamientos que ponen al silencio en una consideración negativa como, por ejemplo, el
tratamiento que hace Fernand Braudel, quien arma, “siempre hay algunas regiones a las que no llega la historia mundial, zonas
de silencio y de serena ignorancia” (citado por Villa 2012). Otra perspectiva que debo mencionar es la que desarrolla Jacques
Derrida a propósito de “la voz que guarda silencio” (citado por Villa 2012), donde emplea una perspectiva fenomenológica
para abordar la conguración de la voz en un tiempo de acción y proyección. Para una mejor comprensión del silencio como
categoría de generación de posibilidades se puede consultar a Villa, 2012.