Cuadernos de Literatura del Caribe e Hispanoamérica • ISSN 1794-8290 • No. 24 • Julio-Diciembre 2016 • 51-65
Testimonio y literatura
en Insensatez, de
Horacio Castellanos
Moya
Testimony and
Literature in
Insensatez, by Horacio
Castellanos Moya
Las pesadillas están ahí todavía:
The Nightmares are Still There:
José Sánchez Carbó*
Universidad Iberoamericana Puebla, México
DOI: http://dx.doi.org/10.15648/cl.24.2016.4
*Doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Salamanca. España. Coordinador de la licenciatura en Literatura
y Filosofía y la maestría en Letras Iberoamericanas de la Universidad Iberoamericana Puebla, México. El artículo publicado
en este número es resultado del proyecto de investigación “La literatura y los discursos del poder y la resistencia”. Entre
sus publicaciones más recientes se cuentan los artículos “El cuento mexicano reciente en el sistema literario (1979-2014):
las contradicciones de un práctica masiva” (2014); Narrativa vitral contemporánea. Relatos integrados en la literatura
hispanoamericana, 1990-2013, de 2015; “Vigilar ante todo a los forjadores de mitos. Literatura, poder y resistencia”, de 2016.
Correo electrónico: jose.sanchez.carbo@iberopuebla.mx
¿Cómo citar este artículo?
Sánchez Carbó. J. (julio-diciembre, 2016). Las pesadillas están ahí todavía: Testimonio y literatura en
Insensatez, de Horacio Castellanos Moya. Cuadernos de Literatura del Caribe e Hispanoamérica, (24),
51-65. doi: http://dx.doi.org/10.15648/cl.24.2016.4
Recibido: 15 de abril de 2016 * Aprobado: 30 de mayo de 2016
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Las pesadillas están ahí todavía: Testimonio y literatura en Insensatez de Horacio Castellanos Moya
Cuadernos de Literatura del Caribe e Hispanoamérica • ISSN 1794-8290 • No. 24 • Julio-Diciembre 2016 • 51-65
Abstract
This article studies the relationship
between ideology, testimony and liter-
ature in Horacio Castellano’s novel In-
sensatez (2004). The main objective of
this study is to analyze the ideological
position of the protagonist as well as
the criteria followed in the selection of
real testimonies included in the Gua-
temala nunca más report (1998). The
protagonist reads the testimonies from
a literary perspective that has no moral
or ideological point of view, and there-
fore is not attached to the process of
reconciliation. The fact that the protag-
onist undermines and questions texts
closely related to the memory genre
(Sarlo, 2010; Calveiro, 2006; Richard,
2002), shows that Insensatez, as we
attempt to demonstrate, is proposing
a new and creative approach to testi-
monial and meta-testimonial literature.
From this viewpoint, this novel stands
for a dierent way of writing and read-
ing testimonial literature because it
explores reality without any ideological
view, as much of the Hispano-Ameri-
can literature does.
Keywords
Armed conict, works of memory, tes-
timonial literature, Latin American nov-
el, meta-testimonial literature.
Resumen
En este artículo se abordarán las re-
laciones entre ideología, testimonio y
literatura visibles en la novela Insen-
satez (2004) del escritor Horacio Cas-
tellanos Moya. El objetivo es analizar
la posición “ideológica” del protagonis-
ta de la novela así como los criterios
establecidos por el escritor para la
selección de testimonios reales conte-
nidos en el informe Guatemala Nunca
más (1998). Partimos del supuesto de
que Castellanos Moya, al subvertir y
cuestionar las operaciones y posibili-
dades de tratamiento de los trabajos
de la memoria (Sarlo, 2010; Calveiro,
2006; Richard, 2002), en Insensatez
propone nuevas formas de creación y
percepción de la literatura testimonial
y metatestimonial. Acorde a un nuevo
contexto esta novela materializa otra
manera de escribir y de leer la litera-
tura testimonial: explora la realidad sin
el ropaje ideológico característico de
la tradición hispanoamericana de la li-
teratura comprometida.
Palabras clave
Conicto armado, trabajos de la me-
moria, literatura testimonial, novela
latinoamericana, literatura metatesti-
monial.
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El Acuerdo de Paz Firme y Duradera, rmado por el gobierno y la guerrilla
en 1996, cerraba formalmente el conicto armado en Guatemala y abría un
difícil proceso de reconciliación y restauración del tejido social. Este pe-
riodo de cerca de tres décadas cobró la vida de miles de civiles que fueron
asesinados, torturados, violados, desaparecidos, detenidos o amenazados
principalmente por los militares, las Patrullas de Autodefensa Civil (pac) y
los grupos contrainsurgentes. Los años más cruentos, con 18 mil víctimas,
se vivieron de 1980 a 1983, en las gestiones presidenciales de Romeo Lu-
cas García (1978-1982) y Efraín Ríos Mont (1982-1983). Al poco tiempo
de este histórico acuerdo de paz dos instituciones presentaron dos infor-
mes sobre el genocidio y la violación sistemática de los derechos humanos
con el objetivo de contribuir a la reconstrucción de la memoria histórica y
a la reconciliación con justicia.
Años después, el escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya publicaba
Insensatez (2004), una novela heterodoxa y sobrecogedora, con tintes au-
tobiográcos, en la que incorpora parte de los testimonios contenidos en el
informe Guatemala: Nunca más (1998). Castellanos Moya, como muchos
escritores, sufrió las consecuencias de la guerra civil en El Salvador, expe-
riencia que ha reejado en varios relatos. Siendo joven, en 1979 consiguió
los medios para radicarse en Canadá; en cambio, para la mayoría de sus
amigos que no tuvieron la oportunidad de abandonar su país, como señala
el mismo escritor, “sólo estaba el túnel del clandestinaje, el combate en las
calles, la tortura y la muerte” (Castellanos, 2010, p.17). Castellanos Moya
regresaría más tarde a su país para colaborar con sus compañeros en movi-
lizaciones aunque pronto volvería a exiliarse, esta vez en México, donde se
radicó diez años trabajando como jefe de redacción de la agencia de noticias
de la guerrilla salvadoreña y luego como periodista. También vivió una tem-
porada en Guatemala y actualmente radica en Estados Unidos.
La indenición estética de Insensatez, señalada por Sánchez Prado (2010),
está marcada por el anonimato tanto del protagonista como del lugar de
la trama, por la imposibilidad de las palabras para retratar el horror y por
la incapacidad del escritor de “cumplir con su mandato social de media-
ción y construcción de la verdad” (p.80). Esta indenición, consideramos,
también es extensiva al modo en el que Castellanos Moya trata en Insen-
satez los testimonios del informe. De ahí que calicativos como neopoli-
cial (Pezzé, 2011) o novela negra (Jastrzębska, 2012), sean conceptos que,
como veremos, simplican la apuesta narrativa de Castellanos Moya.
Sánchez Prado (2010), por su parte, preere hablar de una especie de “na-
rrativa post-testimonial” (p.81) que “apuesta al desmontaje radical del in-
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telectual como gura necesaria para la articulación de lo político” (p.81)
y a la reivindicación del derecho de los escritores centroamericanos a “la
escritura literaria como una forma de superar tanto el imperativo revolu-
cionario como el imperativo testimonial” (p.82). En otras palabras, esta
novela reacciona en contra de “los paradigmas críticos en torno a la litera-
tura centroamericana” (p.84). Y agrega que:
aunque su tema latente son los indígenas asesinados, el centro
de la novela es la reexión obsesiva del narrador. De esta ma-
nera, la novela no sólo apuesta por la evasión del imperativo
realista sino que, de manera más determinante, es parte de un
intento de representación de una experiencia histórica general-
mente excluida por el paradigma testimonial […] Castellanos
Moya concede de nuevo a la narrativa el poder de explora-
ción experiencial despojado por la expectativa testimonialista.
(p.85)
Coincidimos con Sánchez Prado en que la reexión y la distante postura
del protagonista ponen “en entredicho los presupuestos de [la] relación
solidaria entre intelectual, subalterno y movimientos sociales” (2010, p.3)
pero también consideramos que contribuyen a realzar el dramático deterio-
ro psicológico que sufre el protagonista por la lectura de los testimonios.
Esta novela no renuncia al imperativo realista ni reclama la autonomía de
la literatura centroamericana de la política y del pasado inmediato.
Castellanos Moya, más bien, al explorar esta realidad sin el ropaje ideoló-
gico característico de la tradición hispanoamericana de la literatura com-
prometida, propone otras formas de creación y percepción de la literatura
testimonial acorde a un nuevo contexto. Para distinguir tales propósitos
será necesario, primero, revisar las formas y los nes, es decir, los criterios
de selección, que han asumido y adoptado diversos discursos que también
tienen una base testimonial, tales como la Historia, los trabajos de la me-
moria, la literatura testimonial, metatestimonial o de la posmemoria, para,
en segundo lugar, contrastarlos con la novela de Castellanos Moya.
Memoria, testimonio y literatura
Los testimonios recusan las versiones ociales; exponen las injusticias co-
metidas y encubiertas por el Estado u otros grupos hegemónicos a través
de un sinnúmero de estrategias de censura, control y sometimiento. La re-
valoración y legitimación de este tipo de discurso fue posible, hace apenas
unas décadas, por un conjunto de condiciones socio-históricas, ideológicas
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y conceptuales en el contexto de la cultura occidental. Los testimonios ad-
quirieron credibilidad al conocerse las experiencias de los sobrevivientes
de los campos de concentración así como de las dictaduras latinoameri-
canas. Y en lo ideológico y conceptual fueron cuestionadas tanto la razón
estructural como las concepciones que denían a la ideología sencillamen-
te como un “depósito oscuro de impulsos o mandatos que el sujeto nece-
sariamente ignoraba” (Sarlo, 2006, p.22). Esta coyuntura originó lo que
Beatriz Sarlo ha denominado como el “giro subjetivo” o la “resurrección
del sujeto”. Así se fue restaurando la conanza en el sujeto y la verdad de
la subjetividad que había sido minada por la hegemonía de discursos lo-
sócos, académicos o cientícos de corte positivista, marxista, psicoanalí-
tico o estructuralista. Estas coordenadas sociales y conceptuales alentaron
la escritura de la literatura no ccional, autobiográca, historias de vida,
memorias, relatos identitarios o literatura testimonial (Sarlo, 2006, 49).
Pero con ellas aparecieron cuestionables “apologías del testimonio como
‘sanación’ de identidades en peligro” (Sarlo, 2006, p. 68).
Existen dos tipos de testimonio según el destinatario al que están dirigi-
dos (Calveiro, 2006); y agregaríamos, de acuerdo al espacio en el que son
emitidos. Desde esta perspectiva, el testimonio realizado ante organismos
defensores de los derechos humanos o instituciones encargadas de impar-
tir justicia sirve como evidencia en un proceso penal. Por otra parte, el
testimonio realizado ante entrevistadores profesionales tiene el n de re-
construir la historia y recuperar la memoria de experiencias de injusticias
sufridas (Calveiro, 2006, p.80).
El testimonio, en singular, al ser revalorado como expresión de saber y co-
nocimiento de una parte de la realidad requiere muchas veces, como se men-
cionó, de una multiplicidad de ellos. La identicación de constantes relacio-
nes y conexiones entre diversos testimonios otorga la veracidad y la cona-
bilidad necesarias para la validación de una “verdad socialmente construida”
(Calveiro, 2006, p.79). La multiplicidad de testimonios al ser ordenada ayu-
da a cubrir muchos vacíos de los hechos históricos, ya que es frecuente que
la víctima que ha compartido su experiencia se quede con la impresión de
que su testimonio está incompleto. Esta sensación sobre la relación impre-
cisa o estrecha de los hechos vividos, en principio, debe ser atribuible a la
imposibilidad humana de poder aprehender la realidad en su totalidad, pero,
en estos casos, dicha sensación es acentuada porque los victimarios realizan
acciones de ocultamiento de registros, evidencias y archivos.
Esta multiplicidad testimonial es recuperada, ordenada y sistematizada por
el discurso de la Historia y por los trabajos de la memoria. La Historia se
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ocupa de “la visión de las víctimas, de los vencidos, de los otros” (p.83)
para explicar procesos que “se maniestan en una sociedad, no sólo de
los resistentes” (p.83); mientras que los trabajos de la memoria organizan
dichos materiales “para la identicación, el juicio y el castigo de los res-
ponsables” (p. 84) así como para contrarrestar “tanto el silencio como los
discursos del Estado” (p.84).
Asimismo, estas operaciones de sistematización han sido empleadas para
constituir otro tipo de discurso, en este caso, desde el ámbito de lo literario,
el cual ha sido particularmente atendido en el contexto hispanoamericano
desde la década de los sesenta. Las políticas culturales del gobierno cuba-
no contribuyeron a la legitimación e institucionalización del testimonio,
al punto de ser considerado por algunos críticos como un género genui-
namente latinoamericano (Maldonado, 2006, p.126). La publicación de
Pasajes de la guerra revolucionaria (1960), de Ernesto “Che” Guevara, la
promoción del premio al testimonio por parte de la Casa de las Américas
en 1970, así como el éxito de la novela Biografía de un cimarrón (1966)
y la resonancia en el campo cultural del ensayo “La novela-testimonio:
socio-literatura” (1969), ambos textos de Miguel Barnet, no sólo validaron
esta modalidad discursiva sino que abrieron la discusión sobre la función
del autor, la especicidad del género y la concepción tradicional de lite-
ratura (García, 2014, 67). Esta reexión permitió reconocer que las obras
inscritas en este horizonte se caracterizan por la co-presencia de un testigo
directo de un periodo histórico y de un autor o “gestor” que trabaja con el
testimonio dotándolo con atributos literarios. De estos mínimos comunes
se han desprendido denominaciones que buscan reconocer distintas formas
de tratar, presentar o representar los testimonios, tales como “testimonio”
y “neotestimonio” (Beverly y Zimmerman, 1990), “novela testimonio”,
“novela autorial de intención testimonial” y “novela testimonial” (Sklo-
dowska, 2002), “posmemoria” (Sarlo, 2006) o “metatestimonio” (Osorio,
2011; Pereda, 2008).
Los textos de la “posmemoria” y el llamado “metatestimonio” se distin-
guen de obras como Biografía de un cimarrón (1966) o Me llamo Rigober-
ta Menchú y así me nació la conciencia (1983), caracterizadas porque un
autor-mediador realiza una transcripción pormenorizada y transparente del
relato de un testigo directo de un periodo histórico. El concepto de “posme-
moria” ha sido relacionado con los trabajos de “la memoria de la genera-
ción siguiente a la que padeció o protagonizó los acontecimientos” (Sarlo,
2006, 126); y el de “metatestimonio” con las reelaboraciones poéticas de
testimonios y experiencias propias (Pereda, 2008, p.42). Los textos de los
hijos de las víctimas de la dictadura argentina, cuya materia prima han sido
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los testimonios de los padres así como las experiencias individuales, tienen
la doble intención de denunciar las injusticias del periodo militar y de re-
cuperar o recongurar la identidad individual (Osorio, 2011, p.168; Sarlo,
2006, p.147). En el metatestimonio, la transcripción transparente y porme-
norizada es sustituida por una creación poética inteligible que es capaz de
condensar una multiplicidad de experiencias (Pereda, 2008, p.44). Tanto
los trabajos de la posmemoria como la literatura metatestimonial están de-
nidos por la subjetividad del enunciador, por “la implicación subjetiva en
los hechos representados” (Sarlo, 2006, p.130), ya sea por el tratamiento
literario o los propósitos ubicables en los ámbitos de lo íntimo o privado.
Son narraciones apegadas a la realidad aunque controladas artísticamente
(Sarlo, 2006, p.164), escenicadas y dramatizadas (Pereda, 2008, p.44).
Para Nelly Richard la relación entre estética y memoria, literatura y tes-
timonio, permite abordar aspectos que la historia y los trabajos de la me-
moria, por compromisos ideológicos u ociales, no contemplan. Los dis-
cursos del arte y la literatura recogen “vocabularios de lo incompleto”,
le otorgan al recuerdo “volumen expresivo”, en otras palabras, permiten
“recordar por los huecos de la representación, por las fallas del discurso
social y sus lapsus; por todo lo que entrecorta la sintaxis ordenadora de las
recapitulaciones ociales con el fuera-de-plano de motivos truncos, de se-
ñales difusas y visiones trizadas” (1994, p.191, cursivas en el original). El
tratamiento artístico y literario de los testimonios contrarresta los efectos
de las “lógicas ociales” (1994, p.191) tendientes a normalizar, racionali-
zar, objetivar y ritualizar la memoria. Richard agrega que:
Para evitar esta jeza del recuerdo, la memoria debe selec-
cionar y montar, recombinar, los materiales inconclusos del
recuerdo, experimentando sin cesar nuevos enlaces fragmen-
tarios entre sucesos y comprensiones. Lo fragmentario y lo in-
concluso son modos (benjaminianos) de honrar a las víctimas
desde la crisis de la palabra y la imagen, desde los fragmentos
sin pertenencia, desconciliados, que vagan en las orillas de las
recomposiciones lineales del pasado. Recoger estos fragmen-
tos evitando la juntura forzada, profundizando más bien en la
desarmonía y el conicto, en la aspereza de sus bordes, es una
cuestión tanto ética como estética. (1994, p.192).
Sintetizando lo expuesto hasta ahora, podemos advertir que para la His-
toria los testimonios son sólo una fuente documental, entre otras tantas,
necesaria para explicar procesos históricos; y para los trabajos de la me-
moria, los testimonios son fundamentales para identicar culpables en jui-
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cios legales o para construir la memoria colectiva de un pasado violento.
Para la literatura, los testimonios son fuente y fundamento para denunciar
o reconstruir con criterios estéticos y políticos situaciones de injusticia
sistemática. Estas tres grandes apropiaciones y construcciones de la ver-
dad desde lo cientíco-académico, jurídico-moral y ético-estético cum-
plen una función social amplia (jurídica, moral o pública) para recuperar la
memoria histórica, dignicar a las víctimas, restaurar lazos comunitarios,
reconciliar y mantener la paz o contrarrestar el silencio, en situaciones
donde hubo guerras, dictaduras y crímenes de lesa humanidad. A diferen-
cia de los tres usos de los testimonios mencionados, las implicaciones del
discurso de la posmemoria y metatestimonial, en cambio, se sitúan en el
ámbito de lo individual, “en su dimensión psicológica más personal […]
el carácter no ‘profesional’ de su actividad” (Sarlo, 2006, 130) y el control
artístico (Sarlo, 2006, p.164).
Testimonios sobre el genocidio en Guatemala
Tras el Acuerdo de Paz Firme y Duradera en Guatemala, se publicaron los
informes Guatemala: Nunca más (1998) y Guatemala: Memoria del silen-
cio (1999). El primero, elaborado por la Ocina de Derechos Humanos del
Arzobispado (odhag) en el marco del Proyecto Interdiocesano de Recupe-
ración de la Memoria Histórica (remhi), recopila y sistematiza testimonios
de víctimas y de testigos de asesinatos y masacres perpetrados básicamen-
te en comunidades rurales, con el n de prevenir tales brutalidades, con-
tribuir a la justicia y eliminar los “sistemas e ideologías que convierten la
obediencia en una virtud y el horror en un medio para conquistar sus nes
sociales” (Ocina, 1998, p.3). A pesar del acuerdo de paz, el 26 de abril
de 1998, dos días después de la presentación de dicho informe, el obispo
Juan José Gerardi, responsable del Proyecto, fue asesinado en la Casa Pa-
rroquial de San Sebastián. Al año siguiente, la Comisión para el Esclareci-
miento Histórico, con el apoyo de la Ocina de Servicios para Proyectos
de las Naciones Unidas, presentaba el informe Guatemala: memoria del
silencio (1999), cuyo propósito era “dejar constancia del reciente pasado
sangriento de Guatemala” (Comisión, 1999, p.16) puesto que “la gravedad
de los reiterados atropellos que sufrió el pueblo todavía no ha sido asumida
por la conciencia nacional” (Comisión, 1999, p.16).
Ambos informes, en lo general, buscaban contribuir en el proceso de re-
conciliación, rechazar la violencia y recuperar la memoria; pero se distin-
guían por ciertas concepciones y nes que conviene destacar. El informe
Guatemala: Nunca más (1998) ponderaba el valor afectivo de los testimo-
nios, puesto que el derecho a contar experiencias, a veces, no sin temor o
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desconanza, permitió el reconocimiento y la dignicación de las vícti-
mas, elevar su autoestima e incluso dar esperanza. Desde esta perspectiva,
para el equipo que elaboró Guatemala: Nunca más (1998), los testimonios
de las víctimas tuvieron un “efecto positivo de descarga afectiva y de po-
der hacer algo con su sufrimiento” (p.1). En cambio, los colaboradores de
Guatemala: memoria del silencio (1999) argumentaron que el rigor aca-
démico y cientíco orientó la elaboración del informe, ya que buscaban
“esclarecer con toda objetividad, equidad e imparcialidad las violaciones
a los derechos humanos y los hechos de violencia” (p.15, las cursivas son
nuestras) y “hacer pública la verdad” (p.16) para la reconciliación. Puede
discernirse en consecuencia que estos informes constituyen dos formas de
concebir el valor de los testimonios y la memoria colectiva; el primero,
atendiendo a las implicaciones en el sujeto (subjetividad, recuperación,
dignicación); el segundo, trabajando en la construcción del discurso (his-
toria, verdad, objetividad).
En la novela de Castellanos Moya, un escritor, cuyo nombre nunca es men-
cionado, es contratado por el Arzobispado de una nación centroamericana
para corregir un extenso informe sobre las masacres perpetradas por los
militares en contra de la población campesina e indígena. Si bien no es
mencionado el nombre del país, varios hechos, como veremos, lo ligan con
la historia reciente de Guatemala. La novela, en lo social, denuncia atroci-
dades del pasado y la vigencia de los poderes que las perpetraron al tiempo
que, en lo particular, ahonda en las secuelas psicológicas del sujeto que lee
los testimonios de las víctimas y sobrevivientes de estas atrocidades.
Al atender la multiplicidad testimonial desde esta situación, Horacio Cas-
tellanos Moya subvierte y amplía operaciones y posibilidades de trata-
miento, hasta entonces, reconocidas en los trabajos de la memoria y la lite-
ratura testimonial. En este sentido, cobran relevancia las tensiones plantea-
das entre la dimensión social e individual, perceptibles tanto en la nalidad
social de recordar para impedir que tales hechos se repitan como en la
intención individual de querer olvidar para no revivir el dolor; así como en
la dimensión literaria y desideologizada desde la que se leen los testimo-
nios. Castellanos Moya articula esta denuncia social con la singular posi-
ción de un escritor ajeno a compromisos morales, ideológicos, religiosos
o solidarios. Para representar lo primero retoma testimonios del informe
Guatemala: Nunca más (1998) y los inserta en un contexto de transición
en el que la represión es vigente; respecto a la posición del protagonista,
no obstante que lee los testimonios desde una perspectiva literaria y de que
ningún interés moral o ideológico lo liga al proyecto de reconciliación con
justicia, sufre graves consecuencias psicológicas.
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En Insensatez (2004) son perceptibles los procesos de identicación y se-
lección de testimonios y el tratamiento literario, como sucede en los tra-
bajos de la memoria, la literatura testimonial y metatestimonial. Pero la
novela de Castellanos Moya (2004), en los niveles extratextual y textual,
establece claras diferencias con ellas. En un nivel extratextual, los criterios
éticos y estéticos orientan las operaciones de selección e identicación de
testimonios del informe Guatemala: Nunca más (1998). Los testimonios
seleccionados por Castellanos Moya (2004), por un lado, buscan denun-
ciar los crímenes, la violencia y la crueldad ejercida por el ejército sobre
comunidades indígenas, y revivir el sufrimiento físico, mental y emocional
de los sobrevivientes; por otro, motiva una lectura estética de las frases por
la sintaxis, las palabras o las imágenes empleadas.
En el nivel textual, tales consideraciones éticas y estéticas se repiten, no
obstante la indiferencia del protagonista frente a los trabajos de la me-
moria en los que colabora se convierte en otra propiedad signicativa. El
narrador se describe como un escritor ateo que desconfía de los “poetas
izquierdistas vendedores de esperanza” (Castellanos Moya, 2004, p.41),
la Iglesia, los vegetarianos, los militantes de corrientes en boga y los fa-
náticos de la corrección política. No profesa ningún tipo de compromiso
o simpatía ideológica, religiosa o humanitaria alguna, como es frecuente
en las personas que colaboran en los trabajos de la memoria o literatura
testimonial. Su aproximación es estrictamente profesional, lee y corrige el
voluminoso informe porque recibirá cierta cantidad de dólares. Para él, “el
cumplimiento de un pago está por encima de cualquier otro valor” (Caste-
llanos Moya, 2004, p.37).
Como habíamos adelantado, las operaciones y posibilidades de tratamien-
to comunes en los trabajos de la memoria y la literatura testimonial son
subvertidas o cuestionadas, pero sin dejar de denunciar. El protagonista
reconoce que para los indígenas “recordar los hechos que ahí relataban
signicaba remover sus más dolorosos recuerdos, pero también entrar en
una etapa terapéutica al poder confrontar su pasado, orear esos fantasmas
sanguinarios que acechaban sus sueños” (Castellanos Moya, 2004, p.30).
Si bien estéticamente le cautivan las frases tampoco olvida que se trata de
testimonios de sobrevivientes. Sabe que las frases apuntadas en su libreta
son “cápsulas concentradas de dolor” (30) que expresan “toda la desola-
ción después de la masacre” (p.31) y evidencian “el grado de perturbación
mental de los sobrevivientes” (p.82).
Estos fragmentos testimoniales no sólo son leídos por el protagonista a
partir de un marco de valoración poético; también enriquecen la trama de
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la novela o, en algún caso, los considera posibles argumentos para nove-
las futuras. A su parecer, los testimonios poseen “una riqueza expresiva
digna de la mejor literatura” (Castellanos Moya, 2004, p.68). Que siempre
los sueños allí están todavía, por ejemplo, es “una frase al mismo tiempo
luminosa —por su sugerencia de signicados— y terrible —porque en
verdad se refería a la pesadilla del terror y de la muerte” (2004, p.122).
En una reunión con los principales responsables del proyecto, repite esta
frase tres veces para que los forenses “convirtieran los huesos recién des-
enterrados en palabras” (2004, p.122) pero ninguno de ellos comprende su
“trascendencia” (2004, p.122).
Con los testimonios desea hacer un collage literario pues la “calidad poé-
tica era demasiada” (Castellanos Moya, 2004, p.43). Otro testimonio, que
trata el caso de un funcionario del registro civil que es torturado, mutilado
y decapitado por negarse a entregarle al ejército el libro en el que constan
los nombres de los difuntos del pueblo, podría ser el argumento de una
novela que le gustaría escribir. Sin embargo, termina por desechar la idea
porque “a nadie en su sano juicio le podría interesar ni escribir ni publicar
ni leer otra novela más sobre indígenas asesinados” (2004, p.74).
El narrador alterna pasajes autobiográcos y las actividades que realiza
como corrector con la reexión sobre su trabajo y el proyecto en el que
trabaja. La lectura del informe y la continua sospecha le generan al escri-
tor una psicosis paranoica. En este sentido, la novela subraya que nadie
queda inmune ante tales atrocidades. De ello da cuenta la primera frase de
la novela: “Yo no estoy completo de la mente” (Castellanos Moya, 2004,
p.13), dicha por un indígena kachikel que fue obligado por los militares a
observar el asesinato de su familia. Por extensión, la frase también descri-
be el estado general de la población que vivió o sobrevivió a este régimen
de terror así como del propio protagonista y de todos aquellos que cola-
boraron en el informe (catequistas, traductores y demás profesionales que
clasicaron y analizaron los testimonios).
Es consciente que trabajar con tales testimonios puede ser psicológica-
mente dañino para una personalidad compulsiva como la suya, de hecho,
puede detonar su paranoia. Intenta mantener la cordura y evitar el miedo,
pero conforme avanza la novela encuentra o imagina evidencias de una
conspiración orquestada en su contra. Ya para cuando su equilibrio mental
se deteriora, los límites de lo real con lo imaginario se disuelven, situación
que alcanza al mismo lector porque carece de otra perspectiva con la cual
se pueda contrastar lo relatado.
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Cuadernos de Literatura del Caribe e Hispanoamérica • ISSN 1794-8290 • No. 24 • Julio-Diciembre 2016 • 51-65
El escritor sospecha que es víctima de una conspiración y una persecución.
Su inseguridad se hace evidente en los lugares públicos, desconfía de las
personas que lo rodean. Reconoce el peligro al que se expone. Imagina que
será emboscado por sicarios en una calle atestada de gente; o deduce que
el periodista que lo acusa de “soplón” es un emisario del Estado Mayor
Presidencial. Incluso siente que los responsables del informe se reúnen
para conspirar contra él. Comienza a sumergirse en una “espiral paranoi-
ca” (Castellanos Moya, 2004, p.85) por lo que cualquier mirada, pregunta
o conversación detona su pánico.
Por su estado mental y emocional, los responsables del informe preeren
trasladarlo a la casa de retiro espiritual, en la periferia de la ciudad. Este
asilamiento reconforta por poco tiempo al escritor, ya que, sin concluir la
corrección del informe, decide trasladarse a Alemania. Pero esa pesadilla
viaja con él, lo acompaña en todo momento al límite de creer que el gene-
ral Octavio Pérez Mena, el genocida, “masacrador de indígenas” (Castella-
nos Moya, 2004, p.128), lo persigue hasta ese lugar. Esta serie de hechos
carecerían de sentido si sólo fueran considerados delirios paranoicos de un
sujeto profundamente afectado por el miedo y el terror, pero la noticia del
asesinato del obispo responsable de la elaboración del informe cuestiona
tales certezas. Esta es una muestra de que el régimen de violencia y temor
impuesto por los militares en el pasado continúa haciendo estragos en la
población. Estas estrategias represivas se perpetúan con los crímenes, con
el hostigamiento y la perturbación mental.
Conclusiones
En Insensatez, el escritor-personaje piensa que “a nadie en su sano juicio
le podría interesar ni escribir ni publicar ni leer otra novela más sobre indí-
genas asesinados” (2004, 74). Confrontado este supuesto con la realidad,
la novela no sólo fue escrita y publicada en una editorial comercial sino
que ha sido leída por miles de lectores. Cabe preguntarse, entonces, ¿por
qué a pesar del drama y la crudeza de lo relatado, esta novela cumple con
el proceso literario de producción, reproducción-distribución y consumo?,
¿qué motivos encontró el escritor para justicar y concretar su proyecto? y
¿qué respuestas pretenden encontrar los lectores al leerla?
En Recuento de incertidumbres. Cultura y transición en El Salvador, Cas-
tellanos Moya (1993) plantea que recuperar y abordar la historia reciente a
través de la cción es un síntoma de desarrollo cultural, de recomposición
moral e intelectual así como una forma de renovar el lenguaje puesto que
provee al país de versiones integradoras, heterogéneas e incluyentes. Este
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ejercicio de libertad política y estética contribuye a restituir y rehabilitar el
tejido social desbaratado por formas de poder autoritario o sistemas doc-
trinarios. La literatura ayuda “a ‘preservar la memoria’, a que la nación
no olvide sus taras, esa irracionalidad que nos condujo a la conagración”
(Castellanos, 1993, p.75).
En este marco, Insensatez cumple con la responsabilidad social de preser-
var la memoria y de renovar el lenguaje con el que se mira el pasado. Su
discurso constituye, sin duda, una denuncia social al igual que la literatura
testimonial y comprometida anterior a ella. Asimismo, refrenda la versión
de que el ejército y los paramilitares cometieron el mayor número de crí-
menes en contra de la población civil, en su mayoría indígena. No obstan-
te, a través de las estrategias mencionadas, subvierte las convenciones de
un género literario y el discurso que lo había normalizado y ritualizado
según intereses políticos e ideológicos. No persigue establecer la verdad
histórica sino atraer la atención sobre el drama y el dolor de los sobrevi-
vientes, darle voz a los cuerpos y humanizar los informes. Los comentarios
correlativos sobre el potencial literario de los testimonios y el collage testi-
monial (la acción de extraerlos del contexto del informe para insertarlos en
el de la novela) apuntan hacia esta dirección. La pretensión de objetividad
y el profesionalismo del mediador de la literatura testimonial tradicional,
en Insensatez, son reemplazados por la subjetividad y la vulnerabilidad de
un escritor que sugiere una lectura alterna. Ni la indiferencia ideológica
ni el interés económico personal lo dejan inmune: las pesadillas allí están
todavía.
La novela ocupa un lugar destacado en la transformación de la narrativa
centroamericana. La tradición literaria urbana y modernizadora con tintes
cosmopolitas que se proyectaba en la década de los sesenta se vio inte-
rrumpida por el autoritarismo, las revoluciones y las guerras civiles. En
este clima adverso se presentó un realismo literario comprometido con el
discurso de la izquierda. Pero ante el quiebre ideológico provocado por el
declive de la Unión Soviética, la derrota electoral del gobierno sandinista
en 1991 y los acuerdos de paz en El Salvador y Guatemala, un conjunto de
obras centroamericanas abrió una nueva etapa en la historiografía literaria,
la más reciente, en la que podemos ubicar Insensatez. En estas obras pri-
ma el espacio del individuo, la introspección y la desilusión. Castellanos
Moya explica que algunos críticos la han identicado como literatura del
desencanto:
quizá como una manera de diferenciar estas nuevas obras de
aquellas que se habían producido a partir de la revolución cu-
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bana, en las que se denunciaba la violencia represiva de los Es-
tados y se justicaba la violencia de las fuerzas subversivas a
partir de una supuesta ética revolucionaria. Ahora, en las obras
del nuevo periodo, no había buenos ni malos, ni razón históri-
ca de respaldo: la violencia campeaba desnuda de ideologías
(2010, p.55).
En este sentido es una propuesta alternativa a la literatura comprometida,
creada en el marco de la polarización ideológica y los movimientos de
liberación nacional, que como tal conlleva la revisión de términos, funcio-
nes y propósitos de la literatura en contextos de violencia.
Si bien el concepto de ideología del que habla Castellanos Moya es res-
tringido, la postura del protagonista refuerza el sentido crítico respecto a
los profesionistas, voluntarios y escritores que trabajan con testimonios.
La novela simboliza las dicultades y contradicciones de procesos de res-
tauración en los que muchos sujetos quedan con traumas imborrables, no
se hace justicia cuando son identicados los culpables y se siguen come-
tiendo crímenes en contra de las acciones emprendidas para consolidar una
paz con justicia. Desafortunadamente, cuando Guatemala despertó todavía
estaba allí la pesadilla encarnada en una élite económica, política y militar
que profundiza la injusticia social y la desigualdad.
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