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luis cHaRRy
cuadeRnos de liteRatuR a del c aRibe e Hi sPanoaméR ica • i ssn 1794-8 290 • no. 23 • eneRo -Junio 2016 • 181 - 199
Aunque parezca un oxímoron o una renada licencia poética, lo cierto es que una
de las grandes fantasías eróticas de Virgilio Piñera fue la disolución matrimonial
del yo y el cuerpo, cuyo clímax nupcial no se encuentra localizado en un momen-
to especíco de su obra sino en diversos momentos: La carne de René, “Discurso
a mi cuerpo”, Cuentos fríos, por mencionar apenas los ejemplos más visibles, los
puntos culminantes donde la disolución (o mejor: la anulación) casi se consoli-
da
1
. Esta disolución se convertiría al mismo tiempo en una obsesión, una obse-
sión altamente productiva en materia literaria ya que Piñera intentó combatirla
desde dos frentes de guerra en apariencia antagónicos: la poesía y la prosa. Por
su pertinencia para este ensayo quisiera referirme inicialmente a “Discurso a mi
cuerpo” antes de pasar a analizar con mayor profundidad ciertos aspectos del yo
y el cuerpo en Cuentos fríos. Paralelamente, abordaré la ardiente descomposición
de la carne, ya que sin duda es el motivo complementario (la “materia prima”
del litigio en cuestión) del universo literario de Piñera. Así, pues, las preguntas
iniciales realmente serían: ¿cómo se estructura el conicto entre el yo y el cuerpo
en Cuentos fríos de Virgilio Piñera y cuáles son los antecedentes fundamentales
de este conicto?
Yo acuso: escenas inaugurales de un juicio contra el cuerpo
¿Qué es “Discurso a mi cuerpo”? ¿Qué hay ahí?¿Qué es, pues, “Discurso a mi
cuerpo”? ¿Qué hay ahí? En principio se trata de un elegante prontuario estilístico
donde el “yo” de Piñera levanta una serie de cargos en contra del “cuerpo” de
Piñera. El yo acusa y el cuerpo recibe las acusaciones con la misma imperturba-
1 En este sentido las palabras de Antón Arrufat (1994) son esclarecedoras: “Es claro que Piñera no estaba de
acuerdo con su cuerpo. Más tarde llamará a este desacuerdo un real ‘divorcio’. Divorcio que no implica por
supuesto matrimonio previo. Esto es indudable: Piñera se consideraba un hombre feo, de boca sin atractivo,
aco, de mentón hundido y frente prominente, y había comenzado a perder el cabello, lo que consideraba her-
moso eran sus ojos y sus manos, de los que hacía gala. Si para cualquiera considerarse feo, tener una relación
desacordada con su cuerpo, constituye una desdicha, lo es más para un homosexual. El homosexual tiene el
mito de la belleza, y vive en perenne conquista del cuerpo. En el comercio sexual del mundo, en el erotismo,
el cuerpo de Piñera se hallaba en desventaja” (p.26). Esta exclusión generada por las “falencias del cuerpo”
tuvo un correlato histórico (e histérico) en el mismo “corpus literario” de la obra de Piñera, tal como lo ilustra
por ejemplo aquella anécdota de exclusión encarnada en el Che Guevara y reproducida hasta la saciedad en
múltiples artículos académicos y periodísticos; cito la versión de José Quiroga (1995): “According to the Span-
ish writer Juan Goytisolo, and as recounted by Guillermo Cabrera Infante, when Ernesto “Che” Guevara saw a
volume of Virgilio Piñera’s Teatro completo in the Cuban embassy, he hurled it against a wall: ‘How dare you
have in our embassy a book by this foul faggot!’, he shouted, to an astonished and at that time, fairly closeted,
Goytisolo” (p.168). La anécdota anula de paso, como bien sostiene Quiroga (1999) en otro ensayo, cualquier
lectura de la obra de Piñera enclaustrada exclusivamente en los connes de la homosexualidad: “At this point
in time, when the competition over Piñera’s body and legacy is part of a general ‘coming to terms’ with the
history of homosexualities and revolution, it is important to be aware of the gains and losses of visibility as it
colludes with the designs of a state that can be repressive at one point, and proclaim liberation and ‘rectication’
at another” (p.121).