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Los concerts en el archipiélago, que en su versión diurna encontraban algunas
restricciones temáticas (como también al uso del tambor debido a la fuerte tra-
dición bautista y al régimen esclavista en las islas), usualmente se constituían
en la noche en escenarios de performances contestatarias y más abiertas a las
expresiones como el baile y la mofa –por medio de calipsos– de los políticos
continentales y élites locales (Silva, 2013).
Durante las décadas siguientes al Puerto Libre y ante las restricciones implícitas
impuestas por las élites locales sobre las músicas locales/regionales en espacios
radiales y turísticos en el archipiélago, se puede decir que existió un desarrollo
de la música local vinculado a la necesidad de reivindicar “lo propio isleño”
mediante eventos en vivo. En efecto, la música sirvió a los sanandresanos como
vehículo para la expresión de identidades sociales distintivas frente a los recién
llegados vistos como “invasores”, en un contexto histórico que provocó una cri-
sis de identidad manifestada a partir de su diferencia, su Otro, en este caso el
paña o continental inmigrante
6
. Estas tensiones darían paso a la construcción
de sujetos etnizados y políticos a partir de la constitución de la identidad isleña-
raizal, la cual encontraría más adelante un marco de reconocimiento jurídico por
medio de la Constitución de 1991
7
.
A nales de la década del ochenta, mientras se extinguían los concerts y se de-
terioraba la arquitectura de las casas tradicionales (en buena medida debido al
proceso de modernización que reemplazó las antiguas casas por edicaciones en
cemento), surgían agrupaciones de reggae como The Rebels que hacían giras a
lo largo del país buscando contrarrestar, de alguna forma, la casi nula promoción
musical de y en las islas al interior del país, como también la mirada exotizadora
(y racismo discreto) del turista
8
. Estos nuevos aires de los sonidos anglocaribe-
6 Al respecto, Benitez Rojo (1998) explica el término a partir de la novela Los pañamanes (1979) de Fanny Bui-
trago de la siguiente manera:
“El término Spanish man, con el cual los isleños (de San Andrés) designaron a los recién llegados, pasó a signi-
car algo más que forastero, algo más que intruso; para el antiguo súbdito inglés –blanco, negro o mulato– Spa-
nish Man signicaría hombre oprobioso, descastado, en resumen, lo más bajo a lo que la condición humana pu-
diera descender. Al sustituir Colombia a España en el dominio de las islas, el término se aplicaría con renovado
desprecio a los colombianos que, luego del ruinoso período independentista, emigraban al lugar con ánimo de
echar raíces. Con los años, por vía de la apocopación caribeña, Spanish man devendría en “pañaman” (p.245).
7 A propósito, Inge Valencia (2011) ha señalado que existe en las islas una relación ambivalente con el Estado y
la manera de concebir la “colombianidad” de los isleños, a partir del “[...] conicto generado por la integración,
sea esta impuesta, como lo fue desde la Constitución de 1886, o negociada como aparentemente lo ha sido desde
1991” (p.52).
8 En una entrevista a El Tiempo, Sauce, integrante del grupo The Rebels, señalaba: ‘A veces sentimos que no nos
quieren, por ser diferentes a ustedes los continentales’. Con justicado malestar agregaba, ‘a ratos nos faltan al
respeto’ (El Tiempo, 1987, 5B).
diVa maRcela Piamba tulcán, eduaRdo antonio silVa
cuadeRnos de liteRatuR a del c aRibe e Hi sPanoaméR ica • i ssn 1794-8 290 • no. 23 • eneRo -Junio 2016 • 143 - 161