Cuadernos de Literatur a deL C aribe e Hi spanoamér iCa • i ssn 1794-8 290 • no. 22 • JuLio -diCiem bre 201 5 • 187 - 194
Reseña
Rivera, Marilyn (2015). Masculinidades y transgresiones en la obra de Mayra
Santos Febres.
San Juan: Isla Negra Editores, Colección Visiones y Cegueras, 219 pp.
ISBN: 978-9945-581-39-3
Julio Penenrey Navarro*
Universidad del Atlántico, Colombia
DOI: http://dx.doi.org/10.15648/cl.22.2015.11
Recibido: 15 de marzo de 2015 * Aprobado 23 de abril de 2015
Marilyn Rivera (1973) realizó sus estudios en
Hunter College y es Doctora en Literatura del Gra-
duate Center de la Universidad de la Ciudad de
Nueva York. Ha publicado artículos de investiga-
ción en distintas revistas de crítica literaria, entre
ellas OtroLunes: Revista Hispanoamericana de
Cultura, LL Journal e Hybrido: Arte y Literatura.
En la actualidad, Rivera colabora como catedrática
auxiliar en el Departamento de Lenguas Modernas
en Borough of Manhattan Community College,
CUNY. Masculinidades y transgresiones en la
obra de Santos Febres es su primer libro, resultado
del trabajo de investigación adelantado en su tesis
doctoral. Publicado en marzo de 2015 en la Colec-
ción Visiones y Cegueras de Isla Negra Editores; el
volumen ha sido presentado en eventos internacionales como la Feria Internacio-
* Julio Penenrey Navarro es Magíster en Literatura Hispanoamericana y del Caribe de la Universidad del Atlán-
tico. Miembro del Grupo de Investigación Literaria GILKARÍ. En la actualidad se desempeña como profesor
de Literatura en la Universidad del Atlántico. Se desenvuelve en los estudios literarios hispanoamericanos
y caribeños, los estudios queer y de género. Entre sus publicaciones se encuentra el artículo “Carnaval de
Sodoma de Pedro Antonio Valdez: Retratos y vestiduras travestis (Perífrasis, 10, 2014). Correo electrónico:
juliopenenrey@hotmail.com
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nal del Libro de Santo Domingo 2015 y en la Gran Feria del Libro Hispana/La-
tina en New York del mismo año.
Rivera aborda en su estudio las distintas representaciones de las masculinidades
en la obra literaria de la escritora puertorriqueña Mayra Santos Febres (1966). La
investigación consiste en analizar cómo las subjetividades masculinas contesta-
tarias o disidentes resisten al orden inquisitorial y autoritario de la masculinidad
dominante. La propuesta relaciona el concepto de género con los de etnicidad,
clase social, cuerpo, nación e imperialismo, lo que le otorga al trabajo rigor teóri-
co y un acercamiento más complejo al objeto de estudio. Desde los Men’s Studies
–Estudios de las masculinidades–, la autora examina en la producción literaria de
Santos Febres el proceso de desautorización a la masculinidad dominante, que en
Puerto Rico encuentra sus antecedentes más cercanos en las obras de Manuel Ra-
mos Otero, Luis Rafael Sánchez, Rosario Ferré, Ana Lydia Vega y Luis Negrón.
El libro está estructurado en tres capítulos. En el primero, “Aproximaciones teó-
ricas a las masculinidades”, se propone un acercamiento a la “masculinidad”
como categoría de género. Rivera aclara que, como efecto de la segunda ola del
feminismo, surgió en la década de los ochenta los Estudios de las masculinida-
des con el objetivo de denir el “ser hombre” e identicar los elementos cons-
titutivos del devenir varón. Esta necesidad encuentra sustento, luego de que los
estudios feministas reivindicaran el rol de la mujer como la gran desconocida e
invisibilizada por la sociedad y por sus aparatos, tal vez para aclarar que el otro
gran desconocido es ese “hombre”, que en manos del feminismo de la segunda
ola se reduce a la gura del patriarca. Evidentemente, las masculinidades no es-
tán reducidas a esta sola gura de poder. El término “masculinidades”, semejante
al de “feminidades”, sugiere la multiplicidad de un constructo social y político.
De los ochenta en adelante, anota la autora, el objetivo trazado por los Men’s
Studies fue asumido también por disciplinas como la psicología, la sociología,
la antropología, el psicoanálisis, la biología y la losofía. Sin embargo, aunque
sus resultados han arrojado aportes signicativos, la mayoría de sus conclusiones
son contradictorias entre sí. Desde la perspectiva de Rivera, esa imposibilidad
de encontrar normas invariables para denir “lo masculino” se debe a que esta
categoría se niega a la denición pues está en constate desarrollo. Las masculini-
dades –el “Eterno masculino”– no poseen caracteres unívocos ni concretos; por
el contrario, como todo producto sociocultural, están conguradas para cambiar
y mutar de forma ilimitada.
Así, apoyada en la línea construccionista del feminismo y de los Men’s Studies,
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en su análisis Rivera toma distancia de las posturas esencialistas con las que muy
seguido son revisitadas las categorías de género. Masculinidades y feminidades,
explica, son nociones de orden social –Paul B. Preciado las denomina “cciones
políticas”– producto de unas relaciones de género que a la vez están inscritas
en una andamiaje ideológico y cultural. En ese sentido, las masculinidades, con
mayor o menor intensidad, portan la herencia del pensamiento patriarcal-hetero-
sexual y, por ende, están construidas para actuar en oposición a las feminidades,
su contrario irracional, frágil y subordinado. En un ensayo de Monique Wittig,
“La categoría de sexo” (1982), recogido en el libro El pensamiento heterosexual
y otros ensayos (2006), la activista francesa apunta que las mujeres son las víc-
timas mayores de la dominación masculina. La armación es acertada, porque
Wittig es consciente de que no son las únicas. Para Rivera, “llegar a ser hombre”,
aspirar a la masculinidad, desear la hombría y la virilidad en su conjunto, im-
plica un acto de violencia. Es decir, la masculinidad, como categoría de género,
actúa en los cuerpos y en las subjetividades de los individuos como máquina de
guerra diseñada para imponer y conquistar, no para conciliar. En otras palabras,
varias líneas del feminismo describen a los hombres como los amos del sistema;
sin embargo, según los estudios de las masculinidades, ellos serían las víctimas
menores del mismo régimen que reproducen. Apoyada en las investigaciones
de Raewyn Connell, Michael Kimmel, Rafael L. Ramírez, Víctor García Toro,
Félix Jiménez, entre otros, la autora naliza la primera parte del capítulo con la
consideración de que los tipos de masculinidades surgen de acuerdo al grado de
proximidad de los hombres con relación a la visión que se tenga de “lo masculi-
no” en una determinada cultura.
En la segunda parte del capítulo, Rivera analiza las implicaciones sociales, po-
líticas y de género presentes en el hecho de “ser hombre en Puerto Rico”. La
aproximación teórica que realiza en este apartado es pertinente para el trabajo de
investigación, si se considera a la literatura como un sistema de representación de
la sociedad y del hombre. Desde esta lógica, estudiar las representaciones de las
masculinidades puertorriqueñas en la obra literaria de Santos Febres le exige a
la investigadora conocer las características del referente real que el texto cita, es
decir, aquellos hombres de carne y hueso determinados por las condiciones histó-
ricas y políticas de la isla. Para ello, la autora se apoya en los planteamientos de
Félix Jiménez (Las prácticas de la carne: Construcción y re-presentación de las
masculinidades puertorriqueñas, 2004) para reexionar sobre la nueva concep-
ción de la masculinidad en Puerto Rico, luego de la ocupación estadounidense en
1898. Rivera se muestra de acuerdo con Jiménez (2004) en que la colonización
de la isla por parte de los Estados Unidos trajo consigo no solo un proyecto po-
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lítico y económico, sino que también impulsó otro relacionado con el cuerpo. El
colonialismo, además de ser un sistema de explotación político-económico, es un
régimen ideológico que se posiciona en los cuerpos y en las subjetividades. Así,
a esta estructura social le interesa subordinar al cuerpo negro, por considerarlo
miserable y decadente, para imponer otro, blanco, militar y viril. Esa llamada
“militarización higiénica extranjera” en la isla legitima al cuerpo higienizado,
militarizado y blanqueado, mientras que al cuerpo negro, masculino o femenino,
como era de suponerse, se le discrimina y violenta. El análisis de Rivera toma
en cuenta esas variables históricas y políticas, imposibles de eludir en un trabajo
de esta envergadura, y en los apartados siguientes las aprovecha para analizar las
dinámicas de los personajes masculinos de la escritora puertorriqueña.
En el segundo capítulo, “Masculinidades en perspectiva”, la investigación avan-
za hacia el análisis de las obras que conforman el corpus de estudio. En la prime-
ra parte se abordan los personajes masculinos presentes en la novela Cualquier
miércoles soy tuya (2002): Julián Castrodad, Tadeo, el Chino Pereira y Bimbi.
Para Rivera, interpretar estas formaciones masculinas en los relatos requiere te-
ner presentes distintas variables: las relaciones de poder, la clase social, la edu-
cación, las experiencias de vida de cada sujeto, sus concepciones del mundo,
la nacionalidad, e incluso el color de piel. Pese a las diferencias, todos ellos
comparten un escenario común, el motel Tulán, sitio de trabajo y de cofradía que
marca por siempre sus vidas, pues, según la autora, el motel “resulta ser un lugar
propicio para dar paso al despliegue de masculinidades y de concepciones de
ellas, así como para comparar la opacidad entre ellas con relación a otras” (p.84).
Las dinámicas homosociales en las que están envueltas la vida de los personajes
masculinos resignican el hecho individual de “ser hombre” en los relatos, y les
permite a ellos desarrollar estrategias de choque para combatir la discriminación,
la marginalidad y la invisibilización a la que pueden estar sometidos.
La heterosexualidad, lo explica Preciado (2011), como régimen político, regu-
la las prácticas sexuales, traza las simetrías del cuerpo sexuado, naturaliza lo
permitido y condena a la vez lo abyecto. En esta segunda parte del capítulo, ad-
quiere importancia para la investigación el análisis de algunas prácticas sexuales
representadas en el libro de cuentos El cuerpo correcto (1996), tildadas por el
sistema normativo como aberrantes o monstruosas. De las situaciones trabajadas
por la autora, llama la atención la descrita en el relato “Resinas para Aurelia”.
Lucas, personaje principal, es un inmigrante en Puerto Rico, trabaja la jardinería
y le apasiona experimentar con las resinas que obtiene de los árboles. Mantie-
ne una relación sentimental con Aurelia, una prostituta de la cual se enamora y
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con quien inicia un noviazgo. Cuando ella muere en una inundación –el relato
sugiere que también pudo ser asesinada, pero no hay claridad en los hechos–, él
rescata su cuerpo, lo preserva con resina y mantiene relaciones sexuales con el
cadáver. En este punto, la autora anota: “Me inclino a pensar que Lucas rompe
radicalmente con la masculinidad hegemónica al desvincularse de la incesante
necesidad de denirse por medio de un ocio que lo posicione como poderoso y
de una sexualidad alterna” (p.102). En páginas siguientes continúa: “Si el valor
más signicativo de la moralidad sexual masculina es demostrar su virilidad y no
su amor, […], entonces Lucas se ha desvinculado de esa inclinación masculina
tradicional. Por su parte, además de haberse dedicado a su ocupación de jardine-
ro y enamorado de una prostituta, también disfruta su sexualidad con un cadáver”
(p.104). Para Rivera, Lucas desafía la masculinidad hegemónica tradicional por
varias razones: es un jardinero, ama a una prostituta, no quiere conformar una
familia convencional pero, sobre todo, porque mantiene relaciones íntimas con
el cadáver de su exnovia, un acto perverso para la normatividad. El acercamiento
crítico de la autora es válido, pero la situación central del cuento puede ser inter-
pretada en vía contraria. La autora deja de lado lo mucho que el personaje tiene
de lo hegemónico tradicional. La relación con el cadáver lo transforma en un
sujeto dominador que desplaza al cuerpo femenino a una condición de objeto se-
xual en el cual descargar su deseo. La acción de preservar el cadáver de la novia
no la justica el amor porque para el personaje esto parece estar justicado por
el poder masculinista. De aquí hasta el nal de este apartado, la autora maniesta
que en este y en otros cuentos del libro, el cuerpo, la sexualidad, el deseo y el
placer son fuentes de conocimiento, instrumentos epistémicos desde los cuales
los personajes, masculinos y femeninos exploran la vida y la muerte. Tal arma-
ción puede rastrearse en muchas de sus acciones: renuncian a los preceptos de la
sociedad patriarcal-heterosexual-machista-blanca, toman distancia de la mascu-
linidad hegemónica y validan la formación de otras subjetividades.
El último capítulo, “Aprendiendo a ser hombre”, agrupa los análisis de las obras
Pez de vidrio (1994), Nuestra señora de la noche (2006), Sirena Selena vesti-
da de pena (2000), Fe en disfraz (2006) y Tratado de medicina natural para
hombres melancólicos (2011). De la compilación Pez de vidrio (1994), Rivera
analiza cuatro cuentos –“Hebra rota”, “La escritora”, “La oreja de Van Gogh” y
“Proyector-circo francés”–, con el propósito de evidenciar la manera en que la
familia nuclear custodia y reproduce los principios del sistema sexo-género y
legitima la masculinidad hegemónica como paradigma. La institución familiar,
en compañía de otros aparatos de vericación (escuela, religión, clínica, medios
de comunicación, etc.) refuerza las conductas y los roles estereotípicos de la he-
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terosexualidad. Apoyada en el concepto butleriano de “libreto”, Rivera explica el
modus operandi del sistema dominante para imponer sus políticas, sus máximas
performativas. Reproducidas por la institución familiar, la masculinidad y la fe-
minidad funcionan como categorías prediseñadas, mapas trazados y obligatorios.
Algunos personajes de estos relatos están presionados a cumplir con las premisas
de este sistema de colonización (casos de Yetsaida y de la mujer escritora en los
dos primeros cuentos), pero otros desisten de la norma para tratar de desarrollar
sus propias subjetividades (los dos protagonistas de los dos últimos relatos, uno
lector y otro fotógrafo).
La novela Nuestra señora de la noche (2006) transcurre en el más emblemático y
tradicional prostíbulo de Ponce, el Elizabeth’s Dancing Place y está basada en la
vida de la prostituta puertorriqueña Isabel Luberza Oppenheimer, conocida tam-
bién como Isabel La Negra. En esta parte del capítulo, Rivera estudia el contexto
del burdel como espacio transgresor de las políticas sociales y de género. Este
escenario, entendido como una institución de la normatividad, maquinaria hete-
rosexista y tecnología de iniciación sexual masculina, se haya tergiversado en la
novela de Santos Febres porque es repensado como microcosmo a partir del cual
poner a prueba o negociar las representaciones masculinas. A su vez, el burdel
sirve de marco para redenir las dinámicas sociales, el circuito de raza, género
y clase social. Anota Rivera: “[…] es dentro del Elizabeth’s Dancing Place que
la piel se despoja de signicantes para comunicarse desde la descentralización
que circunda el mundo exterior. Es también el lugar que reclama un punto medio
entre la exuberancia y la escasez para recontextualizar la realidad en un nuevo
espacio semántico, multidimensional” (p.153).
Otra de las secciones del capítulo se ocupa de los personajes travestis de Sirena
Selena vestida de pena (2000), novela representativa de la escritora puertorri-
queña. En este aparte, Rivera aborda la gura del sujeto travesti a partir de los
planteamientos de Severo Sarduy en su conocido ensayo La simulación (1982).
A pesar del limitado apoyo bibliográco y de la brevedad en el tratamiento de
la temática, se logran algunas conclusiones. Desde la perspectiva de Sarduy, la
gura del travesti es entendida como articio o realidad simulada que sobrepasa
los límites de lo copiado. Todo en él, en su proyecto, es una copia, la imitación de
un referente (hombre-mujer) inexistente. Sirena Selena, personaje principal de la
obra, evidencia esa ilusión articiosa. Sin embargo, la propuesta interpretativa
de Rivera sugiere que la novela de Santos Febres debe ser leída, primero, desde
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las relaciones de solidaridad (¿sororidad?) tejidas entre Sirena y sus mentoras
artísticas, Valentina Frenesí y Marta Divine, y segundo, a partir de la hermandad
y los cuadros familiares creados entre estos personajes.
Las dos secciones siguientes son breves y por su tratamiento, el nal del capítulo
parece presuroso. De la novela Fe en disfraz (2006) Rivera expresa que recrea la
relación amorosa y sexual entre dos historiadores, Martín Tirado y Fe Verdejo,
por medio de la valoración del placer y la exploración corporal y sexual que ex-
perimentan los dos protagonistas. Asocia los roles genéricos (masculino y feme-
nino) a la misma función cumplida por la máscara, el disfraz o el atuendo, para
explicar el proceso de “devenir hombre” o “devenir mujer” como pose obligato-
ria y limitada. El capítulo concluye con un análisis corto de Tratado de medicina
natural para hombres melancólicos (2011) que, en palabras de Santos Febres, es
un libro con consejos de una mujer vieja para hombres. Estos se encuentran frus-
trados, angustiados y melancólicos ante las exigencias de la contemporaneidad,
a causa de un paradigma patriarcal que hoy por hoy se difumina. Rivera arma
que la masculinidad hegemónica, el imaginario del macho pseudo-dios es, en
la posmodernidad, una construcción anacrónica, sin sentido, y por ello, debe
desaparecer.
Con su libro Masculinidades y transgresiones en la obra de Mayra Santos Fe-
bres (2015) Marilyn Rivera permite concluir, además, que la literatura latinoa-
mericana y caribeña requiere apremiantemente de un trabajo de desintoxicación,
es decir, las manifestaciones literarias de estos contextos deben trazar nuevos
senderos, distintos al de seguir legitimando la masculinidad dominante, la obje-
tualización, la opresión y violencia contra la mujer, la discriminación, invisibili-
zación y abyección de las sexualidades Otras. La obra de Santos Febres aporta a
esa inmensa labor, y Rivera atina en señalarlo. Así como es necesario borrar de
las producciones literarias a la mujer sumisa, abnegada, dependiente, seductora
pero no puta, preocupada por los hijos pero interesada a la vez en verse bien,
exitosa a medias por temor de opacar a su marido, también urge desdibujar las
representaciones masculinas como las del hipermacho pensante, frío, racional
y vencedor que tanto aora en la literatura de América Latina y del Caribe. En
lugar de ello, como lo expresa Virginie Despentes en Teoría King Kong (2007),
sería interesante darle paso a las representaciones de aquellos hombres “que no
tienen ganas de proteger, […] los que querrían hacerlo pero no saben cómo, los
que no saben pelearse, los que lloran con facilidad, los que no son ambiciosos, ni
competitivos, los que no la tienen grande, ni son agresivos, los que tienen miedo,
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los que son tímidos, vulnerables, los que preeren ocuparse de la casa que ir a
trabajar, los que son delicados, calvos, demasiado pobres como para gustar, los
que tienen ganas de que les den por el culo, los que no quieren que nadie cuente
con ellos, los que tienen miedo por la noche cuando están solos” (p.10).
Trabajos de esta naturaleza trazan unas coordenadas teóricas y críticas puntuales
para interpretar y valorar la obra literaria de una de las más sobresalientes escri-
toras contemporáneas del Caribe. La rigurosa investigación académica de Ma-
rilyn Rivera, el acertado apoyo teórico y bibliográco y la adecuada perspectiva
de estudio, dan cuenta de un análisis serio, apegado a la verdadera función de la
buena crítica literaria: la de acercar el lector a la obra. La investigación aporta,
sin dudas, a la inmensa tarea de repensar nuestras producciones culturales del
Caribe y de América Latina con los aparatos metodológicos apropiados.
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