Cuadernos de Literatur a deL C aribe e Hi spanoamér iCa • i ssn 1794-8 290 • no. 22 • JuLio -diCiem bre 201 5 • 107 - 122
Las masculinidades de los
hombres homosexuales
Masculinity in Male Homosexuality
en Plata quemada,
de Ricardo Piglia
in Plata quemada,
by Ricardo Piglia
John William Archbold*
Universidad del Atlántico, Colombia
DOI: http://dx.doi.org/10.15648/cl.22.2015.7
Recibido: 13 de marzo de 2015 * Aprobado: 24 de abril de 2015
* Licenciado en Ciencias Sociales, Estudiante de la Maestría en Literatura Hispanoamericana y del Caribe de la
Universidad del Atlántico. Es periodista cultural, colabora con diversos medios de carácter local y nacional. Su
área de interés son los estudios de varones y masculinidades aplicados a la crítica literaria. Esta es su primera
publicación de carácter especializado.
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Resumen
El artículo propone un análisis de la no-
vela Plata quemada (1997) de Ricardo
Piglia desde los postulados de los Es-
tudios de varones y masculinidades. A
partir de estos, se revisa la función que
cumple el imaginario en torno al rol de
género masculino, específicamente en
lo que concierne al origen y desarro-
llo de la violencia. También se examina
la influencia del falogocentrismo en el
hombre homosexual y la influencia de la
mujer en la construcción y disputa de los
roles de género en estos individuos. El
objetivo central es ver la manera en que
la cultura patriarcal y heterosexista está
presente en el varón homosexual como
en el resto de la sociedad, proyectándo-
se tanto en su visión del mundo como
en sus dinámicas de comportamiento, y
también como un factor coercitivo en su
relación con los individuos y colectivos
que lo circundan.
Palabras clave
Masculinidad, Homosexualidad, Violen-
cia, Falogocentrismo, Poder.
Abstract
In this article, the author proposes an
analysis of the novel Plata quemada
(1997) by Ricardo Piglia, from the pos-
tulates of Men and Masculinity Studies.
Through these, we examine the purpose
of the imaginary about the role of male
gender, with regard to the origin and de-
velopment of violence. We also study the
influence of the concept of phallogocen-
trism in the homosexual man, and the
influence of women in the construction
and dispute of masculine roles. The cen-
ter goal is to review how the patriarchal
and heterosexist culture is present in
the homosexual male as well as in the
rest of the society, projecting itself in his
vision of the world and in his behavior
dynamics, and also as a coercive factor
in his relationship with other individuals
and groups around him.
Keywords
Masculinity, Homosexuality, Violence,
Phallogocentrism, Power.
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Considerar que Plata quemada (1997)
1
, la tercera novela del escritor argentino
Ricardo Piglia, está inserta dentro del catálogo de la literatura homoerótica la-
tinoamericana, podría ser una armación bastante discutible. Sin embargo, las
características concretas de la historia recreada en la obra sugieren cierta lia-
ción con esa categoría. Hugo Achugar (1999) en su artículo “Apuntes sobre la
construcción de un nuevo espacio en la literatura homoerótica latinoamericana”,
nos permite inferir que esta denominación es un ejercicio de reconocimiento que
busca combatir el silenciamiento de la condición homoerótica de ciertas obras y
escritores, estimulando la investigación de estas problemáticas en el horizonte
literario. En el caso concreto de esta obra, y aunque el autor maniesta que su
intención no era la de retratar la historia de una pareja de homosexuales, sino
reconstruir el relato de un asalto bancario perpetrado por un grupo de maleantes
entre los que se encontraban dos individuos con esta orientación (Berg, 2001), la
narración nos aporta una perspectiva superior del plano personal, social y cultu-
ral de estos dos personajes, a los que, en todo caso, se les concede una atención
especial (Torres Gutiérrez, 1999). Esto haría posible armar que ese ejercicio de
reivindicación al que se reere Achugar es efectivamente el mismo reto que asu-
mió Piglia pues el autor no se limita a señalar la orientación sexual de los hom-
bres, sino que además lleva a cabo una detallada recreación de la misma, huma-
nizando los factores que convergen en el universo personal de los protagonistas.
Como Piglia explica en el epílogo del libro, le tomó poco menos de tres décadas
reconstruir los hechos acaecidos después de presenciar el asalto a un carro trans-
portador de valores en la primavera de 1965. Para lograrlo, el escritor se internó
en una profunda investigación, más periodística que literaria, que le aportó una
perspectiva cercana a la de la historia. Sin embargo, como él mismo lo admite,
la tendencia ccional triunfó y, en algunas ocasiones la historia real se convierte
solo en una convención para desarrollar una trayectoria propia (Vásquez, 2001),
en la que decide, por ejemplo, estructurar más complejamente las personalidades
de “los mellizos”, Marcos “el Gaucho” Dorda y Franco “el Nene” Brignone, su
particular relación y especialmente sus modos de asumir un lugar en el mundo.
Aunque no son pocos los estudios literarios que han surgido en torno a la obra,
causa extrañeza observar que estos suelen ignorar las consonancias directas de la
1 La obra resultó ganadora del Premio Planeta de novela en el año 1999, frente a un jurado encabezado por Mario
Benedetti. Luego fue llevada al cine en el 2001 por Marcelo Piñeyro. El lme obtuvo dos galardones en los
premios Goya. Esto, y la reputación de Piglia como teórico literario, hicieron que la novela despertara el interés
de la crítica especializada desde su publicación.
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presencia de la homosexualidad en la historia y se circunscriben a otros aspec-
tos. Por mencionar algunos, tenemos el trabajo de María Coira (1999), el cual
analiza los elementos ideológicos que constituyen los parámetros estructurales
de la novela negra y cómo esta muestra un desarraigo de las nociones tradiciona-
les de crimen para dar lugar a nuevas adhesiones en las que se pueden observar
elementos que no suelen estar presentes en las obras canónicas de este género.
La homosexualidad aparece como uno de esos elementos, pero no es abordada
en especíco, ni tampoco son tenidas en cuenta sus implicaciones concretas.
Por otro lado, Julio Premat (2002) anota que la novela implementa un argot del
mundo del hampa bonaerense y que este es uno de los mecanismos a través del
cual se logra una mayor verosimilitud textual; el empleo de la oralidad fortalece,
pues, el punto de vista estético de la misma. Este trabajo evade por completo la
posibilidad de que en la obra se utilicen terminologías propias de la comunidad
homosexual, y la relación que podría establecerse entre estos y el contexto crimi-
nal. Sandra Garabano (2003) también se preocupa por ese dispositivo narrativo y
más concretamente por su posible articialidad, sin tampoco establecer este tipo
de conexión.
Ricardo Piglia: La escritura y el arte nuevo de la sospecha (Mesa Gancedo,
2006) es una antología de ensayos en la que distintos autores reexionan sobre el
trabajo teórico y creativo de Piglia; en ella encontramos varios textos que men-
cionan y estudian el argumento de Plata quemada, sin que la homosexualidad de
los protagonistas sea siquiera mencionada. Por su lado, Edgardo H. Berg (2001)
realiza un ensayo en el que expone un análisis losóco de los factores que
componen el proceder criminal en la novela, pero en ningún momento señala la
posibilidad de que la homosexualidad, o la pugna de los valores masculinos que
esta sugiere, sean factores que entren en juego. En Colombia, encontramos, entre
otros, una tesis de la Maestría en Estudios Literarios de la Universidad Nacional
(Valderrama Rengifo, 2013) en la que se arma que Plata quemada es un ejer-
cicio de reconstrucción histórica auxiliado por la creación ccional y que como
tal establece los cimientos de una perspectiva social y por supuesto literaria; sin
embargo, la percepción social de la homosexualidad que es proyectada en la
novela no es tenida en cuenta. Conrmamos así lo señalado por Achugar (1999):
los estudios literarios han estado poco interesados en desarrollar investigaciones
enfocadas al análisis de la homosexualidad, tendencia que vemos presente en los
estudios en torno a la novela del escritor argentino.
Por esta razón, en el presente ensayo analizaremos los elementos de la mas-
culinidad maniestos en Plata quemada, concretamente en sus dos protagonis-
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tas: Marcos y Franco. Nos apoyaremos en los postulados de Elisabeth Badinter
(1993) y otros teóricos de los Estudios de varones y masculinidades para analizar
sus características y comprender con mayor profundidad la recreación del hom-
bre homosexual que proyecta Piglia, y especialmente, la inuencia de la cultura
patriarcal y heterosexista en esta construcción.
Armamos que, a pesar de que la homosexualidad comúnmente se sitúa como
una disidencia del rol de género masculino tradicional; en la novela se demuestra
que este continúa dominando incluso expresiones sexuales que no son compa-
tibles con el patriarcado hegemónico, a pesar de los visibles choques que esto
conlleva. En otras palabras, a través de la relación entre el “Gaucho” y el “Nene”
se expone que la hegemonía de los esquemas patriarcales y heterosexistas tiene
dominios tan extensos, que denen incluso los marcos en los que se desarrolla
una expresión sexual contraria a su propio régimen.
Un primer hecho que llama la atención en la novela es la prominencia que tienen
“los mellizos”. En gran parte del relato el narrador focaliza los hechos desde la
perspectiva de alguno de los dos y, en ciertos casos, de ambos, como si efectiva-
mente se perlaran como una unidad. Si bien Piglia no abusa de la orientación
sexual ni de la relación existente entre los dos maleantes para desarrollar su re-
lato –pues la obra se enfoca en los datos y hechos relevantes del asalto, la huida
y la persecución–, brinda una atención especial a estos dos personajes. Esto es
curioso si tenemos en cuenta que la historia, como nos explica el narrador en el
epílogo, le fue referida en primera persona por Blanca Galeano, la amante de “El
Cuervo” Mereles, uno de los secuaces de la banda de Malito y quien acompaña
a “los mellizos” hasta el nal. Es imposible no preguntarse en esta instancia por
qué la novela le otorga un mayor protagonismo a unos personajes que se encuen-
tran más lejanos de la fuente primaria.
La elección de Piglia puede corresponder a la necesidad de contextualizar la
historia con medio de la realidad social de aquel entonces. Nos podemos hacer
esa idea al revisar la investigación de Jorge Salessi, titulada Médicos, maleantes
y maricas. Higiene, criminología y homosexualidad en la construcción de la na-
ción Argentina (1995). En este libro se aborda el condicionamiento político que
se le dio a las consideradas “desviaciones sexuales”. Según explica Salessi (1995,
p.179), existía un mecanismo que buscó “controlar, estigmatizar y criminalizar
una visible y compleja cultura de homosexuales y travestis extendida en todas las
clases sociales del Buenos Aires del periodo”. En la Argentina de aquel entonces
era necesario crear y reforzar desde la institucionalidad unos parámetros de na-
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ción y sociedad, para lo que se patrocinaron unos modelos establecidos mientras
se despreciaban otros. Piglia busca reejar esa realidad con todo el peso social y
cultural. Muestra de ello está en las constantes anotaciones que hace la policía, en
las que equipara la homosexualidad con ciertos estilos de vida indeseables: “Los
que huyeron son sujetos peligrosos, antisociales, homosexuales y drogadictos”
(p.64). También demuestra cómo este condicionamiento estaba guiado por una
intencionalidad política de segregación. Al inicio, una de las primeras hipótesis
tras el robo es que los maleantes pueden pertenecer a una organización de la re-
sistencia peronista, y los más conocidos militantes de estas fueron los primeros
sospechosos. Así pues, en la elección de los protagonistas de la historia, Piglia se
enlista en un ejercicio de vindicación de sus realidades, mostrando la compleji-
dad de otros ámbitos y formas de vida que obligan al lector a realizar un ejercicio
de comprensión menos procesado por el discurso hegemónico.
El efecto de la construcción de este aparataje ideológico tendrá consecuencias
concretas sobre todos los individuos, tanto receptores del mensaje como sujetos
del mismo. Por eso es importante tener claro el contexto histórico-social de los
individuos, pues sus acciones van a estar reguladas por el medio que los precede.
La marginación social que sufren los homosexuales y que Piglia reeja a través
del discurso del medio circundante es un factor denitivo, que mantiene a los
personajes en la exclusión y el relego. La respuesta de ellos se hará maniesta
en la oposición a los convencionalismos que los rodean, oposición que guía sus
actuaciones. Foucault (1987) anotaba que la intervención del otro es un factor
clave para la denición del ser. En este caso, cuando esa mediación parte de un
proceso agresivo que menoscaba, excluye y niega al individuo, este responde re-
plicando esa acción por medio de la competencia. Tratar de superar al otro es una
manera de negarlo y, por ende, de armarse a sí mismo. Por ejemplo, para Dorda
y Brignone, rechazados desde el discurso social y cultural por no representar el
modelo perfecto de masculinidad que la sociedad exige, surge la necesidad de
armarse en torno a esa oposición. La violencia, al ser una expresión que exige
fuerza y valentía, bastiones esenciales de la masculinidad hegemónica, se con-
vierte en el mecanismo más inmediato que les permite reclamar un lugar en el
mundo y la igualdad ante sus congéneres; les brinda la potestad de promulgar sus
propias reglas pero, ante todo, rebatir ante la opinión pública cualquier cuestio-
namiento sobre su devenir varón alejado del modelo del estereotipo patriarcal y
heteronormativo.
El aspecto social más importante de esta novela es la violencia descarnada que
se vive de principio a n y de la que nadie puede salvarse, ni siquiera los mismos
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perpetradores, pues en el epílogo se nos informa de la muerte de Dorda. Elisabeth
Badinter (1993) tiene su propia explicación para esa violencia aparentemente
natural en el macho. Según ella, los hombres viven una presión social constante
al verse en la obligación de demostrar su masculinidad. Uno de los mecanismos
históricamente establecidos mediante el cual el hombre deende la superioridad
de su género y su pertenencia al mismo es la lucha, un concepto introducido por
Badinter para denominar el recurso mediante el cual el hombre reacciona en
contra de su dimensión femenina, maniesto en la competencia física, y por ende
violenta, hacia los demás hombres. Es el modo en que pone a prueba su poderío
en una mutilación progresiva de su propia feminidad latente. En el caso de Dor-
da, sus manifestaciones violentas vienen desde la infancia, cuando descuartizaba
a los pollitos de su madre, y se fortalecen con la adolescencia y su padecimien-
to mental. Es interesante que el recrudecimiento del comportamiento de Dorda
coincida con sus primeras experiencias sexuales con hombres: “Dorda siempre
quiso estar en la gracia de Dios e incluso su madre declaró que había querido
ser sacerdote […] pero cuando fue, se lo levantó un linyera en el camino y ahí
empezaron sus desdichas” (p.57). Los hospitales psiquiátricos a los que llega a
ser internado y donde continúa teniendo contactos sexuales con hombres siguen
manteniendo esa conexión entre el ejercicio de su homosexualidad y su compor-
tamiento errático. En el caso de Brignone, acepta que tras su entrada injusta a la
cárcel inician sus contactos sexuales con otros hombres y también su exposición
a la violencia: “En la cárcel me hice puto, drogadicto, me hice chorro, peronista,
timbero, aprendí a pelear a traición, a partirle la nariz de un cabezazo a tipos
que si los mirás torcido te parten el alma” (p.63). Con esto nos queda claro que,
apoyados en la perspectiva de Badinter (1993), la violencia es el mecanismo de
lucha que “los mellizos” tienen a su alcance. Con ello intentan combatir su pro-
pia homosexualidad y tratan de demostrarle a los demás y a sí mismos que no han
perdido la fortaleza y la valentía que los certica como hombres.
“Los mellizos” logran inscribirse dentro del mundo del hampa a pesar de su ho-
mosexualidad y el carácter público de su relación. Ellos no la ocultan, todos sus
compañeros lo saben, y aunque Malito menciona explícitamente que no le gusta
trabajar con putos, percibe desde el inicio a Franco y a Marcos como personajes
propicios para conarles un lugar dentro de una operación tan delicada como la
que viene ejecutando. Malito logra ver a “los mellizos” de esta forma porque han
adoptado unos estándares que los acercan al ideal heterosexual. Como menciona
Eric Lamien en entrevista con Didier Eribon (2000), persiste una discrimina-
ción discreta que tolera a los homosexuales siempre y cuando estos borren las
huellas que los identican como tal. Muchos se acogen a este trato para lograr
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la aceptación social, creyendo que con ello pueden mantener un equilibro entre
su identidad homosexual y masculina, sin percibir que al adaptarse se convierten
en reproductores de las normas sociales tradicionales. Fiel a este discernimien-
to, Piglia nos muestra a unos personajes que son aceptados en la medida que se
muestran asimilados por el modelo de masculinidad imperativo. En este sentido,
la lucha de la que nos habla Badinter, no solo se convierte en un mecanismo para
reclamar una posición, sino que también sirve como un dispositivo adaptativo
que les permite camuarse entre las más duras normas del patriarcado. Es decir,
no se independizan de la sociedad que los otricó; por el contrario, se unen a ella,
reduciendo las características que los convierten en alteridad. Con esto agregan
a su concepción de masculinidad unas exigencias adicionales en la conducta se-
xual que, como veremos más adelante, los mantendrán inmersos en esa constante
necesidad de vindicar su condición de varones.
Piglia juega en su obra con las apariencias y los estereotipos desde el principio.
Mientras describe a Dorda como un hombre grande, fuerte y pesado, Brignone
es retratado como un personaje delgado y pálido, incluso de aspecto frágil en
algunos instantes. Pero en su interacción sentimental y sexual, la balanza tiene
una perspectiva distinta: “Son dos pero actúan como una unidad. El cuerpo es el
Gaucho, el ejecutor pleno, un asesino psicótico; el Nene es el cerebro y piensa
por él” (p.49). Incluso, se nos expone que Brignone ejecuta un rol de protector,
y esa dominancia penetra el ámbito sexual. El Gaucho, aunque no es afeminado
en lo absoluto, ha sido el parte pasivo en las relaciones sexuales, mientras que el
Nene se deja ver como el sujeto activo e incluso presume las dimensiones de su
miembro viril, al igual que los muchos hombres y especialmente mujeres que ha
desvirgado.
Esta deliberación de los roles sexuales tiene una amplia importancia en cómo
estos dos sujetos se denen a sí mismos a partir del ejercicio de su sexualidad.
En el caso de Dorda, podemos observar varios ejemplos en los que este factor
cumple una función tanto de validación como de automenosprecio. Cuando está
describiéndole al psiquiatra aquella noche de ingreso al manicomio en donde
fue violado por tres enfermeros, anota: “-Una verga de este tamaño –hacía el
gesto Dorda–, no es por alabarme” (p.52). Más adelante deja claro cuáles son los
motivos por los que podría regodearse: “Hay que ser muy macho para hacerse
coger por un macho” (p.52). Dorda relaciona la fuerza y la resistencia con vir-
tudes masculinas que él ejerce desde su estadio y que, por tanto, lo dignican.
Sin embargo, al mismo tiempo, reside en su interior un cuestionamiento de su
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masculinidad que está ligado a su rol sexual. El que un hombre fuese penetrado
por otro tenía una connotación de humillación extrema en el imaginario del bajo
mundo. Esto puede evidenciarse en una acción de Malito antes de matar a un
hombre que lo había traicionado: “Lo hizo arrodillar y le hundió la cara en el
barro y dicen que le bajó los pantalones y lo violó mientras el cana se sacudía
con la cabeza enterrada en el agua” (p.17). El narrador realiza esta descripción
cuando quiere dar cuenta del calibre del personaje que es Malito, su peligrosidad.
Malito no es homosexual, así que violar al hombre es en él un estricto acto de
violencia que no guarda ningún compromiso de carácter sexual. Es una forma de
reducir al otro, de reclamar su honor, una acción más signicativa que el hecho
mismo de asesinarlo.
Todo lo anterior implica que en el orden masculino, el falo puede constituirse en
un bastón de poder e incluso un arma capaz de agredir. Este factor aporta lógica
a la relación de prominencia y sujeción moral guiada por roles sexuales entre
dos sujetos homosexuales, demostrando que el hombre en general, y especial-
mente el homosexual, también está sujeto al orden falogocéntrico que regula las
dinámicas del patriarcado. Según Jacques Derrida, citado por Madrid Ramírez
(2000, p.405), la “falicidad es un atributo del ente en cuanto al ente, es decir, de
la existencia misma participada de cada cosa y en férrea contradicción con la
nada”. Aunque Dorda tenga un pene, el hecho de que sea penetrado por otro del
mismo modo que una mujer, hace tambalear el poder y alcance de su presunta
falicidad, lo rebaja, equiparándolo, en su percepción –y probablemente también
en la apreciación social– a una mujer. Esta situación es algo que le produce una
angustia que conuye con su propio estado mental. Según el Manual diagnóstico
y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Estadounidense de Psi-
quiatría DSM - IV, las alucinaciones relacionadas con trastornos esquizoides son
particulares en cada individuo, y están directamente relacionadas con sus miedos
e inquietudes más profundas (Asociación Americana de Psiquiatría, 2001). Las
voces que escucha Dorda en sus alucinaciones son femeninas, mujeres que se
burlan de él menoscabando su hombría, un cuestionamiento del que él, muy en
el fondo, estaba convencido:
Le decían Guacha, a veces las voces lo llamaban así, las mu-
jeres, al Gaucho Dorda, vení Guacha, Yeguita, y él se quedaba
quieto, sin moverse, para que nadie oyera lo que estaba dicien-
do, triste, mirando el aire, con ganas de llorar pero sin llorar para
que nadie se diera cuenta de que era una mujer. (p.50)
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El profundo sufrimiento de Dorda por no ser capaz de defender su masculinidad
ante sí mismo, contrasta con la aparente seguridad del Nene, quien ha creado en
torno a sí sucientes mecanismos de defensa como para alejarse de la exposición
que sufre su amante. Siendo también él parte activo de la relación, es también
quien ejecuta un rol de protector y decide las acciones que ejecutarán. Por lo tan-
to, aunque no hay una imposición autoritaria y violenta del poder por parte del
Nene, el orden falogocéntrico sigue primando en una relación entre dos hombres,
deniendo las perspectivas de poder que cada uno tiene de sí mismo y frente al
otro. Esto alimenta el sentimiento de superioridad del uno y el complejo de infe-
rioridad del otro, creando una tensión dentro del orden masculino parametrizada
substancialmente por el desempeño sexual.
Pero no solo la corporalidad y la estructura ideológica del medio se constituyen
en factores denitorios en la construcción del rol de género, también la interac-
ción social interviene, y en este aspecto vale la pena analizar la relación con el
sexo opuesto. Monique Wittig (2006) considera que la construcción del género,
tanto masculino como femenino, pende de una interdependencia en la cual se
denen patrones de lo que es lícito en el comportamiento de uno con respecto
al otro. De modo que la mujer tiene una inuencia importante en la caracteriza-
ción de lo masculino, muchas veces actuando como árbitro para que los hombres
cumplan con los esquemas de comportamiento que la heteronormatividad les ha
impuesto. Partiendo de este razonamiento, en lo que tiene que ver con las interac-
ciones que individuos homosexuales tienen con mujeres, es importante constatar
que cada uno de los modos de relacionarse tiene inuencia sobre estos cimientos
que persisten en la denición de cualquier hombre como tal, en especial teniendo
en cuenta que el imaginario popular ve la homosexualidad masculina como una
distancia con el varón y al mismo tiempo una cercanía inexorable con su alte-
ridad genérica, la mujer. Al respecto Badinter (1993) propone que es necesario
revisar el papel que juega la madre en la denición del varón. Analizando sus
propias variantes sobre el complejo de Edipo, la teórica considera que la madre
es precisamente el punto de referencia desde el cual el niño dene lo que implica
ser varón, tratando de marcar una distinción entre su madre y sí mismo, convir-
tiendo a esta en una referencia inversa de lo que debe llegar a ser.
Con respecto a Dorda, vemos que conserva con su “nada madre”, como suele
llamarla, una relación problemática porque esta intuía su “naturaleza perversa” y,
de algún modo, trataba de condicionarlo reprendiendo sus acciones. El fantasma
de la madre no se pierde en ningún momento y aparece como único referente fa-
miliar inuyente e importante en la vida del personaje, la sola gura de autoridad
capaz de doblegar sus impulsos. Aunque no conocemos los detalles de la interac-
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ción de Dorda con su madre, podemos pensar que todavía lucha con ese proceso
de diferenciación, pues siempre va en contravía del deseo de la madre. Ella le
decía que terminaría mal y él no hace mucho por desmentirla: se conduce directo
a esa instancia porque este quizá es el único modo en el que logrará distanciarse
de ella. Acogiendo el punto de vista de Badinter, podemos decir que Dorda lucha
contra los valores que representan a su madre como una estrategia para rechazar
en denitiva la feminidad que puede proyectarse en sí mismo.
Mientras tanto, Franco Brignone, el Nene, guarda una relación distinta con las
mujeres, habilitada especialmente por su bisexualidad. A diferencia de Dorda,
ha mantenido contacto sexual con mujeres y los sigue sosteniendo aun estando
con él, aunque también con otros hombres por medio de la prostitución, todo con
el consentimiento de Dorda, quien por causa de sus padecimientos mentales no
siempre puede complacerlo sexualmente. La relevancia que tienen estas relacio-
nes para Franco queda clara en el cuarto capítulo donde, ya en Montevideo, has-
tiado del encierro, empieza a frecuentar las zonas de tolerancia, donde se prosti-
tuye como siempre por cualquier centavo y sin ninguna necesidad. Allí conoce a
Margarita, una chica con la que forja una íntima relación que se constituye en un
escape de toda la situación que vive: “Mientras estuviera con ella solo iba a tener
que acompañarla y dejarse llevar y estar con la mujer un tiempo, lejos del gaucho
Rubio, del mellizo, lejos del Cuervo por un rato, como un tipo normal” (p.74).
Estar con una mujer es para el Nene un modo de validarse ante los demás: “[…]
y le gustaba que lo vieran con ella algunos de los hombres que habían sido sus
clientes y habían estado con él la noche antes” (p.71). Su interés por Margarita no
tenía ningún compromiso sexual, solo quería fraternizar con ella y utilizarla para
tomar distancia de los homosexuales que lo rodeaban: “Siempre había querido
tener una hermana, una mujer joven y hermosa, en la que pudiera conar y a la
que estuviera obligado a mantener lejos de su cuerpo. Una mujer de su edad con
la que exhibirse sin que nadie supiera que era su hermana” (p.72).
Pero la férrea franqueza de este personaje femenino lo convierte en una especie
de némesis para Franco. Ella misma declara después: “Como todos los que re-
presentan el papel masculino con otros hombres, el Nene era muy quisquilloso
en la cuestión de su masculinidad” (p.72). Es por eso que desde el principio, las
afrentas verbales tan violentas de esta chica lo amedrentan: “El Nene estaba tan
acostumbrado a ngir y a que todos le mintieran, que se alucinó y tuvo miedo.
No le gustaba que las mujeres lo encararan y le dijeran que era un puto” (p.71).
El Nene se siente afectado por esta situación. Margarita lo controvierte en todas
las armaciones con las que intenta disimular su atracción por los hombres, y por
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eso este llega a sentir la necesidad de revalidarse a través de otra táctica: el sexo.
Cuando trata de coaccionarla para que tengan relaciones, esta responde de forma
enfática, acusatoria y dejándolo sin alternativas: “Todos ustedes están todo el
tiempo diciendo siempre que son machitos y lo hacen con mujeres para demos-
trarlo y cuando lo hacen entre ustedes dicen que solo es por plata. Por qué no lar-
gas todo si realmente quieres dejarlo […]” (p.79). El Nene se siente descubierto
ya que sus interacciones sexuales con hombres distintos a Dorda siempre están
mediadas por el dinero, porque este es su mecanismo personal para no admitir
la necesidad que lo incita, el gusto que estas le generan. Como último recurso,
recurre a una mentira que arroja una verdad:
Estoy casado, mi mujer es maestra y vivimos en la calle Liniers,
tengo dos hijos. […] Mi mujer es una santa, mis hijos son unos
cerditos. Solo me entiendo con mi hermano, tengo un hermano
mellizo ¿Te hablé de él? Le dicen El Gaucho porque vivió mucho
tiempo en el campo, en Dolores… Tiene problemas neurológi-
cos, es muy callado y oye voces que le hablan. Yo lo cuido y lo
quiero a él más que a mi mujer y a mis hijos ¿Eso tiene algo de
malo? (p.79).
Badinter (1993) anota que una de las muchas razones que impulsan al hombre
a dominar a una mujer y a depender de la liación monogámica, es querer dis-
tanciarse de ella. El mejor modo de no proyectarse como una mujer consiste en
poseer una. El Nene pretendía acercarse a Margarita para fraternizar, pero al ser
encarado por ella tuvo que utilizar su potencia sexual (otro factor virilizante)
para acallar los cuestionamientos. Él no tiene y no desea tener una mujer, pero
ya que su foco de autopercepción está mediado por la manera en que lo ven los
otros, crea una cción alterna en la que quiere convencer a Margarita de que tiene
una mujer, de que la puede tener a ella, porque él no es una mujer. Sin embargo,
en medio de ese intento de defensa y a pesar del camuaje que se impone, aoran
sus verdaderos sentimientos: su amor por Dorda.
Ese amor existe entre ambos y es correspondido: “Se acordaba Dorda y lo quería
al Nene. No podía expresarse, pero era capaz de dar la vida por Brignone” (p.56).
Este es el punto de quiebre absoluto para la perfomancia que ambos ejecutan,
condicionada por el temor y el conicto que genera el contexto en el que es-
tán inmersos, en tensión con sus realidades personales. Nos queda claro a partir
de estas rupturas que su comportamiento no corresponde a una caracterización
esencial, sino a un articio asimilado desde la conguración cultural. Entre ellos,
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cuando no están sometidos a la presión de otros individuos, nunca hay un intento
de ngir lo que son, pueden admitirlo con perfecta sinceridad, a pesar de no po-
derlo expresar verbalmente:
[…] al único hombre que había querido y que lo había defendido
siempre y lo había tratado como a una persona, mejor que a
un hermano, como a una mujer lo había tratado el Nene Brig-
none, que lo entendía cuando no podía hablar y decía siempre,
el Nene, lo que el Gaucho sentía sin poder expresar, como si le
leyera el pensamiento. (pp.153-154)
El Nene y Dorda cuando están juntos se saben fuertes por el complemento y
apoyo que constituyen el uno para el otro. Su relación es evidente y pública, ellos
la admiten sin reservas
2
, y ello se constituye en una liberación que los emancipa
en más de un aspecto y les reporta seguridad. Para ambos, el único punto en el
que podían deshacerse del impulso de lucha y violencia, ese eterno sentimiento
de irreconciabilidad, era cuando lograban procurar un espacio en el que solo
cupieran los dos:
Y el Gaucho lo dejaba hablar y le decía que sí, a veces incluso le
agarraba la mano en la oscuridad, los dos despiertos, fumando,
boca arriba en la cama, en alguna pieza, en algún hotel, en al-
gún pueblo de la provincia, escondidos, guardados los mellizos,
tomados de la mano, rajando de la taquería, con las pistolas en
el piso envueltas en una toalla, el auto escondido entre los ár-
boles, parando un poco la marcha, tratando de descansar y de
calmarse, dejar de rajar por lo menos una noche, dormir en una
cama. (p.66)
La preocupación del uno por el otro, la dependencia que forjan, se maniesta
hasta en el momento nal, en el que el Nene agoniza en los brazos de Dorda y
no deja de preocuparse por su destino: “No aojés Marquitos –dijo el Nene. Lo
había llamado por el nombre, por primera vez en mucho tiempo, en diminutivo,
2 Incluso son capaces de cierto “activismo gay”: cuando Malito dice que no le gustaba trabajar con “putos”
porque en su juicio hablaban demasiado, el Nene se despoja de su prominencia machista y reere la historia
de un travesti que se hizo matar antes de soltar una palabra. Este hecho llama la atención porque, a pesar de la
diferenciación que busca el Nene por medio de su comportamiento, al mencionar este episodio demuestra cierto
aprecio por el círculo marginado del que intenta diferenciarse.
JoHn WiLLiam arCHboLd
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como si fuera el Gaucho quien precisara consuelo” (p.148). Al nal, en el instan-
te de su muerte, la novela llega a un clímax sorprendente al detallar el único acto
carnal explícito entre ellos a lo largo de la novela: “Y después se alzó un poco, el
Nene se apoyó en un codo y le dijo algo al oído que nadie pudo oír, una frase de
amor seguramente, dicha a medias o no dicha tal vez, pero sentida por el Gaucho
que lo besó mientras el Nene se iba” (p.148).
Al nal del enfrentamiento con la policía, cuando ya no le quedan fuerzas para
seguir, Dorda se deshace de su afán de resistencia, de esa ebre violenta con la
que buscaba distanciarse de su madre, y se aferra a lo único que realmente le
importaba: cuando la policía logra entrar al apartamento y lo encuentran, “Dorda
estaba vivo, con la espalda apoyada en el respaldo destrozado de la cama, abra-
zado al Nene como quien sostiene una muñeca en brazos” (p.163). En la escena
nal de la novela, mientras lo transporta la ambulancia, al tiempo que parece
establecer una tregua con la vida, Dorda piensa en lo único que le importa: “Iba
entonces ahora a reunirse con el Nene Brignone, en el campo abierto, en el trigal,
en la noche tranquila” (p.164).
A lo largo de este ensayo hemos buscado demostrar cómo Plata quemada de
Piglia no se limita a la exposición de una nueva tipicación de maleantes, sino
que muestra una caracterización muy completa de hombres que son fruto de un
sistema en el que la segregación es un mecanismo de construcción de la identidad
y al mismo tiempo de ruptura, iluminando un verdadero panorama del vivir y el
sentir del hombre homosexual y su relación con la sociedad, una relación aliena-
da por la inuencia de la normatividad cultural imperante.
Analizar esta obra desde los estudios de las masculinidades nos permite reali-
zar un hallazgo muy importante, al denir el modo en que dicha segregación se
convierte es un aliciente para la violencia. La lucha, desde la conceptualización
de Badinter, es un ejercicio que se congura ante las necesidades y condiciones,
y en el caso de “los mellizos”, genera una explosión de agresividad y desprecio
cuyas ondas equiparan la intensidad del debacle que los ha dominado. Pero una
de las conclusiones que debemos tener en cuenta es la que podemos extraer desde
la cita de Derrida y el análisis que suscitó desde el texto de la novela: la simbolo-
gía falogocéntrica, que tanto se ha explorado desde el feminismo, también tiene
su efecto en el varón y en las relaciones entre varones. La falicidad y el poder
que esta enmarca cimientan una jerarquía entre hombres heterosexuales y homo-
sexuales y las nociones de lo que se tiene como más cercano a lo masculino y a lo
femenino. Esto crea también rupturas dentro del orden homosexual y se convier-
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te en un estímulo para que los mismos individuos busquen un distanciamiento
de lo que se considera propio de esa manifestación. Entre hombres, la falicidad
sigue siendo una referencia de dominación, sigue estando en pugna y continúa
siendo un referente denitivo en las relaciones de poder.
El relato de Piglia también nos ayuda a detallar la manera en que la mujer interac-
túa en la construcción del género masculino, los órdenes en los que se establece
esa simbiosis y su impacto inmediato. La interacción de los personajes principa-
les de la novela con mujeres, especialmente las madres y esposas/parejas, permi-
te que entendamos la función simbólica que estas ejecutan dentro del patriarcado
en la construcción de su identidad de género (Badinter, 1993), siendo el propio
concepto de lo femenino la principal referencia para la denición particular de
lo masculino.
Finalmente, la conclusión principal que podemos extraer de la obra de Piglia y
este análisis desde la teoría de varones y masculinidades consiste en que los hom-
bres homosexuales como Dorda y El Nene son tan susceptibles a los esquemas
patriarcales como los hombres heterosexuales, puesto que la denición de ambos
opera desde el mismo fundamento. Los homosexuales también se constituyen en
cuerpos movilizados por estereotipos heteronormativos que ejecutan funciones
similares, aunque al nal impacten en objetivos distintos. La teoría de Elisabeth
Badinter ha sido fundamental para dilucidar los choques y pugnas que orientan
las dinámicas de la masculinidad. Según ella, ser hombre, en diversas ocasiones,
puede ser tan difícil y doloroso como ser mujer, sobre todo cuando se actúa sobre
una base que no concuerda de lleno con los esquemas más básicos del modelo
patriarcal.
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