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pequeño, y junto a su hermano, al cine del pueblo. Mientras que la interioridad
del cine simboliza el útero materno, la experiencia solitaria es similar a la de
un artista en el proceso de creación de su obra. La oscuridad y la protección del
anonimato, unido al estímulo visual de las imágenes cinematográcas ofrecen
al narrador el entorno idóneo para las experiencias sexuales o eróticas
8
. En un
claro gesto especular y narcisista, el protagonista intenta conseguir una imagen
de sí y busca la armación de su identidad a través del otro o la otra que le sirve
de reejo o es una proyección de su ser. El varón se vuelve voyeur y se recrea en
las guras femeninas deseadas. Como han demostrado Lauretis (1984) y Mulvey
(2000), la cinematografía pone en escena no solo imágenes, sino que transmite
también formas del imaginario que establecen formas de identicación y vehi-
culizan el deseo. Al respecto advierte Lauretis (1984, p.137): “The cinematic
apparatus, in the totality of its operations and effects, produces not merely ima-
ges but imagining. It binds affect and meaning to images by establishing terms
of identication, orienting the movement of desire, and positioning the spectator
in relation to them”
9
.
Unido a la búsqueda del placer estético y a las formas de identicación, este
“pícaro” va al cine con sus amigos varones en busca de aventuras sexuales. Sin
embargo, mientras que las películas promovían imágenes de actrices americanas
y europeas, él tiene encuentros sexuales con cubanas, muchas de ellas negras
y mulatas de baja extracción social. En estos encuentros se da una clara identi-
cación especular en la que el protagonista contrapone el “amor fugaz por las
mujeres” con “la pasión eterna” por el cine, como él mismo reconoce: “Mi amor
fugaz por las mujeres se alió a mi pasión eterna, el cine, y me hice un cateador,
un rascabucheador, un tocador de damas en los cines” (p.126). En este pasaje, el
personaje marca la diferencia entre el placer físico que proveen ellas y el goce
estético que se deriva de la cinematografía. De esta manera, se subraya la divi-
sión genérica binaria que asocia lo masculino con el intelecto y lo femenino con
el cuerpo y la naturaleza. Como en todas las representaciones masculinistas de la
subjetividad femenina, la mujer aparece silente.
8 Hago la diferencia entre experiencias sexuales y eróticas ya que es importante. El cine le ofrece al narrador
una experiencia erótica, como la escritura le ofrece a Cabrera Infante también una forma intensa de erotismo.
El autor ha señalado el erotismo que contienen las palabras. Como se sabe, entre las acepciones del erotismo
están la exaltación del amor en el arte y la actividad sexual con el componente, no solo físico, sino imaginario
y mental. A pesar de las descripciones sexuales sumamente grácas, que algunos lectores y críticos asocian con
las novelas pornográcas o las novelitas de relajo, aquí el rico lenguaje, la intensa elaboración imaginativa y el
nivel literario de la novela, la apartan de la pornografía.
9 “Los mecanismos de la cinematografía, en la totalidad de sus operaciones y efectos, produce no solo imágenes
sino formas del imaginario. Aúna afectos y signicado a las imágenes al establecer términos de identicación,
orientar el movimiento del deseo y posicionar al espectador en relación a estos” (mi traducción).
eLena martínez
Cuadernos de Literatur a deL C aribe e Hi spanoamér iCa • i ssn 1794-8 290 • no. 22 • JuLio -diCiem bre 201 5 • 91 - 1 06