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falogocéntricos se conforman a partir de la militarización de la sociedad impues-
ta por el trujillato, que promovió la exaltación y adopción de ciertos aspectos de
la vida militar, “[...] ejemplicada por medio de la masculinidad y el machismo,
por medio de los cuales un hombre demostraba coraje, fortaleza y poderío se-
xual” (Peguero, 2004, p.83)
7
. De manera similar, en Cuba la revolución y el ré-
gimen de Fidel Castro trajeron consigo la instauración de posturas reaccionarias
y extremas hacia la sexualidad, que resultaron, entre otras cosas, en el rechazo
de comportamientos que no representaran la nación cubana y en la incorporación
de una homofobia agresiva a la agenda sociopolítica del castrismo (Bejel, 2001).
Estos nuevos esquemas identitarios en Cuba y República Dominicana son here-
deros de la idea de los Hombres Nuevos: por un lado el macho alfa, barbudo y
rebelde, con cigarro y fusil en mano, hijo del castrismo y, por otro, el “benefac-
tor” de mano de hierro, varonil a ultranza y seductor natural de todas las muje-
res, en el caso del trujillato. Estas identidades hegemónicas obligaban a aquellos
hombres cuyas orientaciones sexuales no se ceñían a las convenciones sociales
aparentes de las islas a entablar relaciones homoeróticas de manera subrepticia
8
,
y por medio de transacciones monetarias de tal manera que el agente hegemónico
no atente contra su propia identidad ni la de los suyos. Este estado de la cuestión
se exacerba en la República Dominicana, donde la homosexualidad “[...] parece
estar escondida entre los intersticios de un orden social y sexual basado en jerar-
quías de clase: hombres casados y adinerados, turistas vacacionando y buscando
una ‘piel bonita de chocolate’, y los hombres jóvenes y pobres que les ofrecen sus
servicios” (Rodríguez, 2009, p.208)
9
. De hecho, lo anterior se aanza en la que
ha sido, históricamente, la posición judeocristiana de la prostitución. Es decir, la
relación comercial condena y degrada a la persona que ofrece su cuerpo, mien-
tras que absuelve de falta o pecado al que la contrata. Esta noción, perpetuada en
una sociedad conservadora como la dominicana, se extiende no solo a la prosti-
tución entre hombre y mujer, sino tambien a la ejercida entre sujetos queer. Es
importante aclarar que únicamente hago uso del término “prostitución” en este
momento por ser este una sinécdoque de cualquier tipo de transacción sexual y
monetaria entre dos o más sujetos; a pesar de ello, considero que este término es
7 “[...] exemplied [by] masculinity and machismo, where by a man displayed courage, strength, and sexual
prowess”.
8 Aunque en muchos casos esto sucedía con el beneplácito de las superestructuras estatales, por ejemplo, las que
Reynaldo Arenas llama “locas regias”, en Antes que anochezca (1992).
9 “[...] seems to be hidden within the underground recesses of a class-based hierarchical sexual and social order:
wealthy married men, vacationing tourists searching for ‘pretty chocolate skin’, and the young, poor men that
service them both”.
Cuadernos de Literatur a deL C aribe e Hi spanoamér iCa • i ssn 1794-8 290 • no. 22 • JuLio -diCiem bre 201 5 • 53 - 6 7
La transaCCión erótiCa Como empoderamiento deL suJeto queer Caribeño
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Sirena Selena veStida de pena, de mayra santos Febres