Cuadernos de Literatur a deL C aribe e Hi spanoamér iCa • i ssn 1794-8 290 • no. 21 • enero -Junio 2015 • 199 - 208
Reseña
Moreno, Francy. (2014). La invención de una cultura literaria: Sur y Oríge-
nes. Dos revistas latinoamericanas del siglo XX. México: UNAM, CIALC-
CONACyT. Serie Literatura y ensayo en América Latina y el Caribe, 10
Mariana Ozuna Castañeda
1
Universidad Autónoma de México, México
Las preguntas en torno a la cultura literaria que se
debatió y consolidó en Sur y Orígenes llevan a
Francy Moreno a desarrollar una metodología de
indagación que responda sensiblemente a las di-
cultades y obstáculos que de manera imprevista
plantean objetos de cultura dinámicos como lo son
las revistas literarias. La metodología nos revela
las preguntas: ¿Dónde, cuándo, por qué, para qué,
se inventa una cultura literaria? Las respuestas es-
parcidas se hallan en este agudo libro. El primer
asunto que la autora nos plantea es que ambas re-
vistas son objetos de la cultura literaria que legiti-
maron programas de institucionalización de la lite-
ratura durante su periodo de aparición: Sur de
1931-1970; Orígenes 1944-1956. Y de ahí la com-
plejidad de las aproximaciones: a lo largo del texto las revistas son objetos cultu-
1 Mariana Ozuna Castañeda es Doctora en Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, profesora de
carrera de la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas desde 2008. Se ha especializado en la literatura
mexicana del siglo XIX, sobre todo en las relaciones entre géneros menores y el espacio y opinión públicos.
Entre sus publicaciones más recientes se encuentra la antología de Manuel Payno Todo el trabajo es comenzar
(México: FCE, 2012); y el ensayo “Mier en su escritura” (en Begoña Pulido Herráez (Ed.). La revolución y la
fe. Fray Servando Teresa de Mier. Una antología general. México: FCE, 2013). Próximamente aparecerán “El
Gallo Pitagórico: tradición clásica y oralidad en la crítica moderna de Juan Bautista Morales”, para el proyecto
“Historia de la literatura mexicana” del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, dentro de la
sección Siglo XIX coordinada por la Dra. Esther Martínez Luna; y “Docencia universitaria. Prosumidores en
la Cultura Digital”, en la obra colectiva Las Humanidades Digitales, para la Red de Humanidades Digitales
(RedHD) del Instituto de Investigaciones Bibliográcas de la UNAM. Es profesora invitada de la Maestría en
Diseño y Producción Editorial de la UAM Xochimilco para temas de retórica y diseño; desde 2006 desarrolla
la línea de investigación sobre la retórica epistolográca y sus relaciones con otros géneros: novela, periodismo
literario dieciochesco y el ensayo. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores, nivel I.
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rales, se mueven con y en la cultura local, y con y en la cultura latinoamericana,
Dos marcos culturales que aparecen constantemente referidos y analizados en el
libro de Moreno. Esto implicó comprender las singularidades sociopolíticas de la
literatura en cada una de las latitudes –La Habana y Buenos Aires–, al tiempo que
comprender las redes de comunicación e intercambio que conformaban los dife-
rentes campos y las fuerzas del campo literario latinoamericano que, a su vez, era
denido en términos de tensiones político-sociales en el marco de la organiza-
ción occidental tras las guerras mundiales, y de cara a un mundo donde la indus-
tria del espectáculo se entronizaba. Moreno elabora las realidades políticas, cul-
turales, materiales, sociales locales y latinoamericanas de manera integral, lo que
pone al lector frente a un texto que se esfuerza constantemente por mostrar los
hilos que parecen jalonear a ambas revistas. La invención de una cultura literaria
de Moreno entrelaza estas realidades y en movimientos de zoom in y zoom out
nos aproxima a lo micro para luego ordenarlo en lo macro, así logra que palpe-
mos las tramas personalísimas (esas que se tejen en el chismorreo, en los episto-
larios, en la vida privada y semipública, en las amistades y roces, y nalmente
enemistades) para comprender lo macro (las tomas de posturas, los aparentes
alejamientos del programa original, los cambios de contenido, etc.).
De suerte que Francy Moreno decide problematizar a ambas publicaciones a par-
tir de su presentación editorial. Pero la autora no se introduce en la interpretación
de los propios textos, sino que los rodea, evidenciando las condiciones de enun-
ciación de ambos, para lo cual precisa de decirnos quiénes eran Victoria Ocampo
y Lezama Lima en 1931 y 1944, respectivamente. Se hace necesario conocer a
estos individuos en sus correspondientes entornos culturales y vitales, y apuntar
las implicaciones de los lugares de enunciación elegidos por cada uno: Ocampo,
una mujer de la “nobleza de renta” se aventura a fundar una revista entre amigos
de élite; mientras que Lezama inicia Orígenes desde la consecuencia de un tra-
bajo estético y ético previo, desde la continuación de sus cavilaciones respecto a
quién es Cuba. Motivaciones distintas, pero un momento estético compartido, el
momento en que lo que era literatura, lo que era arte, lo que era bello, se colmaba
de ambigüedades. Por un lado, la cultura de masas, proveniente de la industria
de espectáculos sostenida en los medios masivos de comunicación y producción;
los procesos de democratización de la literatura (alfabetización, incremento de
escolaridad) y la realidad social organizada, cuya fusión con el arte se venía de-
batiendo con treguas y pequeñas batallas ganadas desde principios del siglo XIX
en América Latina. Así, tanto Sur como Orígenes en sus editoriales se plantan
ante este momento para levantar un cerco a la ambigüedad y a la realidad social:
el arte anda en los límites de lo físico (así comprendo la carta de Ocampo donde
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se declara el “amor al continente americano”); el arte está para Lezama “entre los
que buscan sin encontrar y encuentran sin buscar”.
Hilando no, la autora convierte a la información –biográca y anecdótica– en
capitales simbólicos que se ponen en juego en las empresas culturales, donde los
individuos y sus avatares resultan tan esenciales como los contextos políticos y
económicos. Una vez aquilatadas las diferencias de los sujetos, el texto hace un
zoom out para mirar a los grupos alrededor de ambas revistas. De nuevo, la apro-
ximación no es obvia, Moreno no se pregunta uno a uno por los colaboradores,
por sus trayectorias, no cae en la atractiva facilidad de pensar que sumando los
individuos se llegará a un total. La autora pasa del quién al dónde, y así revela y
hace pertinentes las condiciones materiales en que se realizaban ambos proyec-
tos: por un lado, de manera sucinta nos reere los esquemas de reunión cultural
vigente en la época, algunos de los cuales formaban parte de la larga tradición de
academias, parnasos, liceos y demás tipos de asociaciones que, como sabemos,
van de la mano del desarrollo cultural-político y literario en América y otras lati-
tudes. De nuevo se hace un acercamiento a los espacios vivos de Sur y Orígenes:
Para la formación de Sur, los espacios de reunión fueron San
Isidro y Villa Ocampo; para los origenistas el estudio de Mariano
Rodríguez, la morada de Lezama en La Habana y más adelante
la casa cural de Bauta. Todos esos lugares de encuentro se con-
virtieronen emblemáticos de los grupos de amigos. Los invitados
internacionales comenzaron a tomarse cada vez más en serio
las visitas que hacían a ellos conforme se acrecentaba la fama
de las revistas o de sus colaboradores. Fueron entonces más
serias las charlas que analizaron problemáticas trascendentales
del grupo Sur, también, más solemnes las reuniones de los ori-
genistas.
En el caso de los colaboradores de Sur, la posición central en
la vida cultural porteña y el sólido respaldo económico que tenía
la empresa, se refleja en su participación destacada en la SADE
y en otros espacios de legitimación. También en las benéficas
condiciones materiales que proporcionaron al proyecto no solo
una secretaría de redacción, sino dos quintas culturales para
encuentros fortuitos y como espacios de trabajo. Las disposicio-
nes de los origenistas eran más precarias y reflejo de ello fueron
la inconstancia de los proyectos editoriales que precedieron a
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Orígenes y la insistencia en la marginalidad de la escena públi-
ca, que se manifestó hasta en palabras de legitimación y apoyo
como las de la filósofa María Zambrano, quien afirmó que el gru-
po era “lo secreto que despierta”. (pp.88-89)
Pareciera obvio que el sostén nanciero se reejaría en los alcances y calidades
de Sur, y que lo precario haría lo suyo de la misma forma con Orígenes; sin em-
bargo, la investigadora no cede a este impulso. Lo primero que hay que destacar
es pues la metodología para exponer, problematizar, es decir, anudar lo informa-
tivo y cultural con sus consecuencias y efectos estéticos. De qué manera, las for-
mas son susceptibles de ir más allá de ellas, de transformar. En este sentido, cabe
resaltar cómo la autora articula los quiénes (Ocampo y Lezama) y sus perles
sociales, con los espacios y los modelos de legitimación: desde el centro social y
las cenas-discusión patrocinadas por Ocampo en sus diversas propiedades, o bien
desde la marginalidad económica y social de Lezama. Los espacios que estudia
Moreno se dejan ver fundamentales no por su valor anecdótico o de monumento,
sino porque evidencian formas de concentración y organización de los bienes
culturales: las casas, talleres, locales, estudios, se densican en términos demo-
grácos, sí, pero también en términos estéticos, nos muestran dónde convergen
quiénes y cómo, espacios que dieron forma a proyectos y transformaron las re-
des y maneras de sociabilizar; quizá, esos puntos geográcos hacen las veces
de pivotes que irradian rayos, iridiscencias, que a veces no llegan lejos, que con
el tiempo se extinguen. ¿Adónde iluminan los rayos de Sur y Orígenes? Como
astrónoma que sigue los rastros luminiscentes de los cuerpos celestes muertos,
Moreno encuentra en su natal Colombia los efectos y restos vitalizadores de estas
luces en la segunda mitad del siglo XX. Pero esa es otra investigación.
El apartado “La tensa calma” del segundo capítulo representa para mí un extre-
mo de lo “micro” en la forma de problematizar. En él se aprecia el pensar sutil
de la investigadora, la suavidad con que pisa y su sigilo analítico: hurga en las
contradicciones y facciones dentro de las propias revistas. En Sur el acuerdo po-
día enunciarse así: “la literatura era el campo privilegiado de la experiencia, y la
civilización se basaba en saber ‘cómo leer’” (p.122); esto presuponía:
Que la obra literaria debía expresar los testimonios y las expe-
riencias de vida del escritor, por eso se hablaba de literatura
realista; por el otro, se enfatizaba en que la literatura era básica-
mente un artificio y se exploraban diversos recursos formales, en
este caso se defendía la prosa de ficción. La primera tendencia
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se ajustaba a las preferencias estéticas de Victoria Ocampo y
Eduardo Mallea; la segunda, a las de Jorge Luis Borges y Adolfo
Bioy Casares. (pp.116-117)
La autora va siguiendo el incremento de la participación de Borges en las páginas
de Sur, y cómo mientras en algún momento la revista da cabida a sus relatos y a
otras formas de su escritura, conforme este y su estética ganan presencia y auto-
ridad más allá de la revista, Borges y su idea de lo literario se convierten en una
fuerza. Pero no es este autor solo quien “toma” las páginas de la revista. En su
investigación Francy Moreno comprende el funcionamiento tanto de Sur como
de Orígenes como el funcionamiento de las relaciones entre quienes pensaban,
se reunían y hacían las publicaciones, en este sentido, al ajustar el microscopio
analítico, no es Borges quien toma la revista, sino José Bianco y una nueva idea
de lo que ha de ser la literatura y la función del autor que se distancia de los gusto
de Ocampo:
Bástenos por ahora resaltar que durante los años 40, la estética
defendida por Borges, en compañía de Bioy Casares y Silvina
Ocampo fue ganando espacios protagónicos en las páginas de
Sur y desplazando ensayos de interpretación, textos de corte
testimonial, así como de tipo psicológico. Para que esto fuera po-
sible, el secretario de redacción de la revista fungió como bisagra
entre las dos fuerzas en tensión y el empoderamiento de la fic-
ción en las páginas de Sur coincide con el cambio de sus gustos
literarios. Hasta cierto punto, Bianco coincidió con la directora de
la empresa editorial y con Mallea en la noción según la cual la li-
teratura debía hablar sobre el alma y el pensamiento del escritor,
sin embargo, en los años 40, con Borges, Bioy Casares y Silvina
Ocampo, él comenzó a simpatizar con la idea según la cual es-
cribir implicaba un deber crítico que autorizaba a los autores a
jugar con el carácter artificial de la escritura [...] poco a poco sus
criterios privilegiaron “las posibilidades de invención que brinda
al escritor la naturaleza arbitraria del hecho literario”. (p.123)
La transformación manifestada como disidencia también se halla en el corazón
de Orígenes; en su caso, asevera la autora, es el enfrentamiento entre Lezama y
Piñera. El cuidado de Francy Moreno la lleva a ubicar esta divergencia en una
publicación anterior, Espuela de plata (1939-1941): Lezama “estaba convencido
de la función mítica de la poesía, en el sentido fundacional, y del papel rector
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de la gura del poeta en la sociedad. Piñera buscaba crear una literatura que
polemizara, que se construyera críticamente, y su postura estaba atravesada por
el escepticismo y la inclinación hacia ciertas estéticas grotescas” (p.124). En el
tercer número de Espuela de plata se halla el germen de la diferencia: mientras
en un poema Lezama exalta la ciudad nocturna rodeada por el mar, La Haba-
na, ahí mismo aparecen poemas de Piñera, quien llama a la poesía “suicidio de
palabras”, y en lugar de exaltar la condición insular de Cuba, se reere al agua
como a “una trampa muerta de silencio vivo” (p.125). Para evidenciar aún más
el proceso de distanciamiento ético-estético entre Lezama y Piñera, Moreno cita
una carta del segundo de mayo de 1941, donde, furioso, perla su oposición
ideológica tanto a Lezama como a Ángel Gaztelu.
Considero preciso recapitular sobre las múltiples herramientas y el trabajo diver-
so y riguroso que sostiene la investigación de Francy Moreno: la investigadora
se adentró en las páginas de ambas revistas; luego sus pesquisas la llevaron a leer
y ahondar en la obra de algunos de sus protagonistas, a la lectura de epistolarios
y archivos; no dejó de lado el marco político-social local y latinoamericano, in-
cluso trasatlántico –España presente en América–; de vuelta a las publicaciones,
problematiza sus contenidos, a sus colaboradores, sus estéticas distintas y en
ocasiones opuestas, y de nueva cuenta sale de Orígenes para comprender Oríge-
nes, acude a Espuela de plata y sendos poemas de Lezama y Piñera la iluminan.
Y al ampliar el radio de su rigor, la disidencia dentro de la revista cubana revela
sus mayores alcances, de lo micro a lo macro, en términos de uno de los proce-
sos dentro del campo literario latinoamericano, a saber, la profesionalización del
escritor literario:
las diferencias al interior del origenismo no fueron únicamente de
orden estético y de creencias religiosas, ellas se extendieron a
otros asuntos. Sucede que la mayoría de los poetas origenistas,
en diálogo con figuras como Juan Ramón Jiménez, veían una
amenaza en la profesionalización del escritor. No les agradaba
que la creación poética fuera un oficio remunerado, cercano al
periodismo, así como tampoco vieron con buenos ojos el trabajo
académico. Piñera, en cambio, creía que la literatura debía ser
un oficio como cualquier otro y esto produjo desencuentros [...].
(p.127)
Y cuando parece que ha quedado zanjado el tema de la diferencia y sus conse-
cuencias, Moreno vincula a dos personalidades de Orígenes: José Rodríguez Feo
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y Piñera. El primero, según documenta la autora, había sido atacado por Lezama,
quien rechazaba la carrera académica de Rodríguez Feo en los Estados Unidos;
su rechazo se cifra en una pregunta retórica y la consecuente condena: “¿Por qué
tienes tanto gozo en prolongar tu etapa didáctica? Creo que acabarás en profesor”
(p.129). Y es que Piñera y Rodríguez Feo se han movido hacia temas excéntricos:
Ellos compartían el gusto por el humor y lo grotesco y esto lo
confirman artículos como una nota a Papeles de Reciénvenido
de Macedonio Fernández hecha por Rodríguez Feo, que alaba
la estética del absurdo del autor porteño [...]. Y son precisamente
el gusto compartido por el humor y las estéticas del absurdo y lo
grotesco lo que ellos deciden profundizar cuando, como respues-
ta a la disputa con Lezama, Rodríguez Feo comienza a imprimir
junto a Piñera la publicación anti-origenista Ciclón [...]. (p.129)
Así, avanzando y replegándose, Moreno logra algo que hace plenamente de la
lectura de este libro un gusto: analiza sus objetos vivos y dinámicos, e imprime y
obliga a su análisis a ser igualmente vivo y dinámico, lo que signica tremendo
esfuerzo a base de citas precisas, de eruditas notas, de certeros contrastes y saltos
y vueltas, evitando el facilismo. Sur y Orígenes se desentrañan ante nosotros sin
perder su integridad como producciones culturales.
No es poca cosa precisar los aspectos que distanciaron del continente lezamiano
la península de Piñera y Rodríguez Feo; si bien las temáticas dispares pueden
resultar en desacuerdos, la profesionalización de la labor literaria evidencia una
ruptura más profunda, que tiene que ver no solo con la concepción misma de
literatura, sino con las tensiones y reorganizaciones jerárquicas en términos de
conocimiento y valía que tanto la literatura como la escritura sufrían en aquellas
décadas a manos de la industria del entretenimiento y el espectáculo. Este proce-
so, junto con el del academicismo de los literatos, será determinante para el futu-
ro de la disciplina, de los intelectuales, del quehacer literario y sus producciones.
En el capítulo nal “El universalismo y dos revistas en contacto”, la investiga-
dora peina las páginas de Sur y Orígenes para conocer y reconocer la presencia
de otras tradiciones, su difusión y jerarquía, en este ujo que viene de Europa o
de Norteamérica y del resto de América Latina; en esta labor, la autora también
completa el perl institucionalizador de ambas revistas. No se trata solo de di-
fundir autores de otras lenguas, y tradiciones, sino que en ese gesto se adivina la
fuerza política de hacer canon para América Latina. Según el estudio de More-
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no, William Faulkner es traducido y publicado en Sur ya que tanto la Nouvelle
Revue Française como la editorial Gallimard y París como capital cultural eran
las fuentes de su universalidad, y la editorial francesa había ya acogido al esta-
dounidense. Para el caso cubano es diferente: para Lezama serán los poetas del
modernismo anglosajón, autores españoles y algunos sectores latinoamericanos
sus manantiales: T. S. Eliot, Wallace Stevens y William Carlos Williams; Pedro
Salinas y Vicente Aleixandre (p.141). Mientras Sur llevaba su universalismo a
la producción de panoramas de la literatura francesa, inglesa o estadounidense,
también se ocupaba de lo contemporáneo canadiense, japonés o israelí; Orígenes
prefería obras en castellano.
Estos procesos de canonización de autores de tradiciones distintas también afec-
ta el lugar político de las dos revistas, se colocan como guías, mentoras para
América Latina: fuerzas hegemónicas de la cultura en una clara dirección, de
arriba hacia abajo. Al leer este apartado del libro, se ofrecen explicaciones a la
preferencia, casi condicionante, que hay aún en nuestros días de la crítica y teoría
francesa en Sudamérica. El universalismo de que hablaban Ocampo y Lezama no
es tan universal, se concentra, pues, en Francia y España.
De la lectura atenta sobre las tradiciones congregadas en ambas revistas, Moreno
concluye que si bien ni Sur ni Orígenes fueron latinoamericanistas, “Latinoamé-
rica fue su lugar común de enunciación que condicionó las relaciones que las dos
revistas tejieron entre sí” (p.143). Mientras para otras publicaciones periódicas,
el tema y los autores eran latinoamericanos, y su propósito era dar a conocer y
poner en circulación la producción local, Latinoamérica como lugar de enuncia-
ción en Sur y Orígenes implicaba “hablar desde ahí” sobre la modernidad cul-
tural, de manera que “el perl modernizante” es el que acerca a ambas revistas.
Los apartados postreros, “De Sur a Orígenes” y correlativamente “De Orígenes
a Sur”, son en cierto sentido concentrado de las estrategias esgrimidas por los
proyectos para hacerse de “prestigio” atrayendo autores reconocidos, o bien atra-
yéndose tradiciones reconocidas, como parte de la difusión y posicionamiento de
las publicaciones. El estudio de Moreno revela el papel sustantivo del círculo de
amigos de Ocampo y de José Rodríguez Feo como corresponsal para Orígenes
en términos de la difusión de ambos proyectos en el continente americano; por
otro, estos apartados registran minuciosamente los intercambios, inuencias, dis-
tancias, diferencias, y disidencias en ambas revistas, al tiempo que justiprecian
el papel que jugaron en el horizonte cultural latinoamericano a lo largo de sus
trayectorias:
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En América Latina, donde la formación en literatura a lo largo del
siglo XX se caracterizó por el autodidactismo en medio de com-
plejos procesos de profesionalización de la escritura y de la len-
ta emergencia de nuevos sectores sociales que se convirtieron
en lectores literarios, la revista y la editorial Sur fueron algo así
como formaciones de formación que llegaron a tener autoridad
de escuelas y se convirtieron en referencia obligada, se estuvie-
ra o no de acuerdo con sus criterios. (p.146)
Esta idea de formación debe comprenderse en un sentido amplio y profundo.
Sur y Orígenes hacían uir textos, ideas estéticas, interpretaciones dentro de
marcos paradigmáticos de lo que debe ser la literatura, y sobre todo en el caso
de la empresa de Ocampo, que se encontraba vinculada con la industria editorial
Sudamericana, se trataba también de poner en circulación libros. En Orígenes,
Moreno señala que la red de tránsito de colaboraciones se tendía sobre todo hacia
México, y que la revista atraía a autores célebres gracias a que estos acudían a
las universidades estadounidenses; en este sentido, la funcional infraestructura
académica de los Estados Unidos facilitó la labor de Rodríguez Feo y llevó obras
y autores a las páginas del proyecto cubano (p.161).
Para caracterizar el impulso modernizante de Sur y Orígenes, que al mismo tiem-
po que las acerca las separa, dados los derroteros dispares que siguieron como
proyecto, Francy Moreno se cobija bajo las imágenes geográcas que Nancy Ca-
lomarde emplea para comprender el dinamismo de ambas revistas: Sur se corres-
ponde con lo uvial “en la medida en que se dene en el uir hacia el otro, en el
puro movimiento, en el ímpetu de pensar la cultura en el diálogo”; mientras que
Orígenes se corresponde con lo marítimo, “el movimiento oceánico pareciera,
como el origenismo, conducir siempre hacia lo profundo, en un viaje que integra
lo diverso solamente para resignicarlo en la busca del mito de la insularidad”
(p.138). Moreno piensa sobre la base de estas correspondencias y las prolonga:
la revista argentina es el lugar de la conuencia de diversas voces, de distintas
fuentes, “a la vez que transportar múltiples materiales que a su vez extendía por
dilatadas rutas” (p.138); Orígenes era un océano “cuyas olas dejan materias en
las orillas pero también recogen tesoros para llevarlos a la profundidad” (p.138-
139). Lo espacial como fondo para pensar dos productos dinámicos como son las
publicaciones en cuestión, permite pensar en términos continentales los circuitos
literarios y de esta manera, se vuelve imprescindible para el método de Moreno
el contexto político-social.
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La investigación y la cavilación constante de Francy Moreno la llevan a hurgar
en correspondencias diversas para hallar verdaderos encuentros, ausencias e in-
tercambios que explican la presencia de origenistas en Sur, así como la presencia
de colaboradores del proyecto de Ocampo en Orígenes. No son las revistas las
que se acercan sino las personas; Piñera se desplaza a Buenos Aires, y Pedro
Henríquez Ureña reside en Buenos Aires, al tiempo que es amigo y mentor de
José Rodríguez Feo. Henríquez Ureña media entre Sábato y Rodríguez Feo, y así
los colaboradores de Sur llegan a Orígenes, y Piñera se suma a los colaboradores
del proyecto porteño mientras se mantiene cercano a Lezama... No haré aquí una
síntesis que sería abigarrada de estas coincidencias no solo en espacio y tiempo,
sino en modernidad estética entre sujetos, coordenadas y proyectos. El lector de
estos últimos apartados palpará la entraña de los objetos culturales, esa entraña
que late en las relaciones humanas, en sus amistades y enemistades –Lezama
contra todos–.
Después de una prosa analítica densa, aparece un breve “Epílogo”, en él se recu-
pera la gura de José Ortega y Gasset, cuyo pensamiento atravesaba ambas re-
vistas y que, para 1955, sería derribada, a juzgar por Moreno en Ciclón, el nuevo
proyecto de Piñera y Rodríguez Feo, donde se publica un texto de Witold Gom-
browicz que demiticaba al poeta, mientras que Borges colaboraría con ironía
y sarcasmo en el dossier dedicado a la muerte de Ortega y Gasset (pp.186-187).
En La invención de una cultura literaria: Sur y Orígenes. Dos revistas latinoa-
mericanas del siglo XX, el lector hallará un modelo de método y de pensamiento
para quien esté interesado no en la interpretación de los textos, sino en las pro-
blemáticas que los empujan por el mundo y los conictos con que esos textos
abren el mundo. El pensamiento de Francy Moreno no se conforma con explicar,
sino que asume la complejidad como ventaja y virtud, y su escritura no se nos da
fácilmente: el ritmo de plegarse y desplegarse crea espirales cuyo trazo se aleja
peligrosamente de su centro, salta a lo político y luego a lo privado. Está también
el sistema de citas que satura de otras voces la propia voz de la investigadora,
para gravitar de nuevo al eje de ideas, lo que exige un lector atento, dialogante,
ávido. Como dicen que decía Lezama: “solo lo difícil es estimulante”.
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