Desenmascarando al padre:
Unmasking the Father:
Migración y discurso
decolonizador del
sujeto dominicano de la
diáspora en Drown de
Junot Díaz
Migration and Decolonizing
Discourse of the Diasporic
Dominican Subject in Junot
Díaz’s Drown
Carlos Yushimito del Valle*
Universidad de Brown, Estados Unidos
Recibido: noviembre 21 de 2014 * Aprobado: diciembre 3 de 2014
Cuadernos de Literatur a deL C aribe e Hi spanoamér iCa • i ssn 1794-8 290 • no. 21 • enero -Junio 2015 • 61 - 82
* Carlos Yushimito del Valle (Lima, 1977). Recibió el título de Master of Arts en Hispanic Studies por la Villanova
University de Pennsylvania. Termina actualmente sus estudios de Doctorado en Brown University, donde lleva
a cabo investigaciones sobre globalización, diáspora latinoamericana en los Estados Unidos y cosmopolitismo
en la narrativa latinoamericana del siglo XXI. Su último libro se titula Subjetividades amenazadas. Una relec-
tura de la crisis social en la narrativa breve de Alonso Cueto, Guillermo Niño de Guzmán y Jorge Valenzuela
(Lima: Cuerpo de la metáfora editores, 2013). Correo electrónico: carlos_yushimito_del_valle@brown.edu
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desenmasCarando aL padre: migraCión y disCurso deCoLonizador deL suJeto dominiCano de La diáspora en
Drown de Junot díaz
Resumen
Este trabajo se centrará en dos ideas
alrededor del proceso migratorio desa-
rrolladas por Junot Díaz en Drown. La
primera es la narrativa de la migración
del padre que se configura a través de la
evocación de Yunior –narrador de varias
de las historias del volumen–, como una
mitología fundacional sobre el nuevo
suelo estadounidense. Partiendo de los
modelos discursivos de la representa-
ción cultural latinoamericana propuestos
por Julio Ortega (1992), observaremos
la narrativa de la virtualidad del migrante
potencial, su discurso de carencia (tan-
to en el suelo natal como en el proceso
del exilio) y la utopía de la abundancia
significada por el “sueño americano”. La
segunda idea que desarrollaremos nos
ha sido sugerida por las varias mani-
festaciones de lo que leeremos en el
texto como una crisis de la hospitalidad
presente en el marco migratorio y en el
proceso de los encuentros, fricciones,
abusos, accidentes y reparaciones entre
el sujeto dominicano migrante y el nuevo
espacio de acogida. Concluiremos que a
la nueva agencia mediadora del migran-
te de segunda generación corresponde
emprender un proceso narrativo “deco-
lonizador”, que opera desde la desmiti-
ficación de la figura paterno-nacional y
sus prácticas fundacionales en el nuevo
territorio.
Palabras clave
Migración, Decolonización, Junot Díaz,
Virtualidad, Diáspora, Hospitalidad.
Abstract
This paper will focus on two ideas
about the migratory process devel-
oped by Junot Díaz in Drown. The first
is a father migration narrative config-
ured through the evocation of Yunior
–narrator of several of the short stories of
the volume– as a foundational mythology
in the new American territory. Based on
the discursive models of the Latin Amer-
ican cultural representation proposed
by Julio Ortega (1992), we will observe
the narrative of the virtuality of the po-
tential migrant, his counter-discourse of
scarcity (both in the homeland and dur-
ing the process of exile) and the utopic
discourse of abundance signified by the
“American dream”. The second idea is a
crisis of hospitality presented in the im-
migration context and in the process of
encounters, frictions, abuses, accidents
and reparations between the Dominican
migrant and the host country. We will
conclude that the second-generation mi-
grant assumes, according to Díaz, a new
mediator agency in order to undertake a
“decolonizing” narrative process which
operates from the demystification of the
paternal-national figure and his founding
practices in the new land.
Keywords
Migration, Decolonization, Junot Díaz,
Virtuality, Diaspora, Hospitality.
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Como ha observado la crítica (Paravisini-Gebert, 2000; Riofrio, 2008; Koy,
2012), el primer libro del escritor dominicano Junot Díaz titulado Drown (1996)
reúne un conjunto de relatos interconectados unos con otros, lo que le da, a pesar
de su independencia estructural y su clara liación paratextual, apariencia de no-
vela; tal como, por otra parte, el propio autor ha manifestado que debe ser leído
el volumen e incluso la totalidad de su obra
1
. Fragmentado en el tiempo, el relato
central –la vida doméstica de Yunior de las Casas, alter ego del escritor– no sigue
una narrativa lineal, sino que va construyéndose a partir de viñetas que se inician
en la infancia del personaje en Santo Domingo (de 1968 a 1977, este último año
de su migración), continúa durante su niñez y adolescencia en New Jersey (1980-
1990) y “concluye” en un presente adulto (los años 90) desde el cual se evocan o
reconstruyen, casi siempre en primera persona, las memorias propias y familia-
res y las tramas vecinales que terminan por organizar una saga privada sobre la
migración dominicana en la costa oriental de los Estados Unidos
2
.
Tales vínculos afectivos en la obra de Díaz operan activamente en la construc-
ción de la identidad del sujeto migrante dominicano, y son, llevados al terreno
íntimo del hogar o del vecindario, signicantes poderosos al momento de narrar
los conictos relacionados con la memoria nacional, el proceso de migración y el
asentamiento en el nuevo país de acogida. La “maldición” del fukú que persigue
a Óscar Wao y a su familia en The Brief Wondrous Life of Oscar Wao (2007) –esa
inevitable historicidad de lo dominicano como un determinismo transnacional
del que no puede escaparse– es, como veremos en este trabajo, tan central como
las estructuras ideológicas que moldean la subjetividad diaspórica a partir de
discursos de masculinidad y racialización heredados del propio colonialismo do-
minicano. La constante dislocación emocional de la familia –siempre a partir de
la ausencia temporal o denitiva del padre–, la imposibilidad o fragilidad de las
1 Véase la entrevista a Ross Scarano (2012): “My idea, ever since Drown, was to write six or seven books about
him [Yunior] that would form one big novel. You connect This is How You Lose Her to Drown to The Brief
Wondrous Life of Oscar Wao, and you can read this thing”. (“Mi idea, incluso desde Drown, fue escribir al
menos seis o siete libros sobre él [Yunior] que conformarían una sola novela. Serías capaz de leer toda esta cosa
conectando This is How You Lose Her a Drown, y esta, a la vez, a The Brief Wondrous Life of Oscar Wao”, mi
traducción).
2 La diégesis de Drown puede segmentarse en dos momentos: el primero se inicia con la historia de la migración
del padre, Ramón de las Casas (“Negocios”), continúa con la vida de los hermanos, Rafa y Yunior, en la Re-
pública Dominicana (“Ysrael”) y concluye con el regreso del padre (“Aguantando”) con cuya reunicación se
gestiona la migración de la familia completa a los Estados Unidos. El segundo momento, espacialmente locali-
zado en este último país, empieza con la infancia de Yunior, ya en New Jersey (“Fiesta, 1980”), y continúa con
el relato aleatorio de varias historias sobre su adolescencia y juventud (“Aurora”, “Boyfriend”, “Edison, New
Jersey” y “How to date a Browngirl, Blackgirl, Whitegirl, or Hale”). Dado que muchas veces los relatos de
este periodo de juventud, aunque narrados en primera persona, no dan referencia alguna sobre la identidad del
protagonista, es solo posible inferir que el narrador es Yunior o, en todo caso, su hermano Rafa.
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relaciones sentimentales y las dinámicas de marginalidad y violencia que articu-
lan al vecindario étnico de New Jersey, proyectan una crítica doble: por un lado a
la herencia autoritaria nacional; y por otro, a las prácticas biopolíticas estadouni-
denses que reducen a sus minorías a un orden jerárquico subalterno.
La experiencia migratoria del sujeto enunciador (gurado por Yunior) funciona
como contrapunto a lo que de aquí en adelante denominaremos “discurso funda-
cional del padre”. Como parte de la racionalidad de la migración, esto funciona
como una continuidad de valores y conductas transfronterizas en los que, tanto
la historicidad como el peso de la memoria afectiva de la migración, se fusionan
alrededor de la sensibilidad neoliberal del nuevo destino. El padre, gura de
autoridad y proyecto exitoso de migración, como se observará en el análisis del
relato “Negocios”, opera no solo como agente del desplazamiento familiar sino
también –en tanto depositario de la herencia colonizadora primigenia–, como
modelo resultante de un largo proceso de desigualdad en la propia historia domi-
nicana, lo que se ha examinado extensamente en relación a la obra de Díaz desde
los estudios de género y raza (Kunsa, 2013; Figueroa, 2005; Heredia, 2010).
En tal sentido, opuesto a la virtualidad del exilio como un proyecto individual
triunfante, es posible observar la apertura de un “tercer espacio” que se despliega
en el territorio tanto geográco como subjetivo del texto y que ocupa, de manera
consistente, la centralidad misma de la enunciación. Ahí en el intermedio de esa
cultura parcial o latente, “tejido contaminado pero conectivo entre culturas, a la
vez imposibilidad de la inclusividad de la cultura y límite entre ellas” (Bhabha,
2011, p.96), Homi Bhabha ha localizado el desarrollo de una nueva “agencia
intersticial” (2011, p.102), sobre la que es capaz de articularse una subjetividad
híbrida, in-between, que desestabiliza las narrativas hegemónicas nacionales y
las desvía hacia “la articulación de un espacio y tiempo fronterizos y no domés-
ticos de la cultura” (Bhabha, 2011, p.97).
Inserta en dicho lugar de mediación, la práctica discursiva de Junot Díaz adquie-
re una funcionalidad evidente al emplazar, sobre la experiencia del exilio y su
posterior asentamiento, una política postcolonial de escritura:
You come to the United States and the United States begins im-
mediately, systematically, to erase you in every way, to suppress
those things which it considers not digestible. You spend a lot of
time being colonized. Then, if you’ve got the opportunity and the
breathing space and the guidance, you immediately –when you
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realize it– begin to decolonize yourself. And in that process, you
relearn names for yourself that you had forgotten. (en la entrevis-
ta con Céspedes y Torres-Saillant, 2000, p.894)
3
El re-aprendizaje que supone la lectura hace de la escritura una “guía” que tiene
como función mostrar a su narratario la borradura de su identidad, inscribiendo
de este modo en él una consciencia histórica sobre el doble colonialismo que
lo afecta, proceso necesario para adquirir una verdadera agencia decolonizada.
Ramón Figueroa ha sostenido que la narrativa de Díaz es representativa de un
nuevo tipo de migrante dominicano posterior a 1965 que establece vinculaciones
de tipo estratégico con “otros grupos marginados, cuyo discurso de reivindica-
ción y crítica de los mecanismos de mantenimiento del poder adoptan y adaptan
a sus circunstancias” (2005, p.738). Esta diversicación, tal como puede obser-
varse en relatos como “Aurora”, “Boyfriend” y “Edison, New Jersey”, no anula,
según creemos, una lectura crítica que desde los discursos de raza y clase apunte
a minar las propias estructuras de poder heredadas que se trasplantan a la nueva
tierra, adaptándose o simplemente sustituyéndose por otras.
Si en los relatos de infancia (“Aguantando”, “Ysrael”) la presencia fantasmal,
reconstruida e idealizada atemporalmente por las imágenes fotográcas del pa-
dre ausente es una presencia virtual contenida en la promesa de la migración a
los Estados Unidos, en el contacto real, materializado en el nuevo país (“Fiesta,
1980”), se pone de maniesto su naturaleza hostil, por cuanto se realiza desde la
institucionalización del rol disciplinario que caracteriza la relación familiar. En-
tender el proceso decolonizador inherente a la política de la escritura propuesto
por Junot Díaz pasa necesariamente por la desmiticación de la gura del padre
migrante, que encarna esa doble aliación nacional y autoritaria, dominicana y
estadounidense, así como las narrativas que se reproducen.
La gura de Yunior en el texto no solo es constitutiva de dicha cualidad intersti-
cial o paradójica señalada por Bhabha, sino también decolonizadora a la manera
de contrapunto. Tal como ha armado Stuart Hall, todo proceso de identicación
que congura una imagen aparentemente estable de sí mismo, opera siempre
3 “Llegas a los Estados Unidos y los Estados Unidos empiezan inmediata, sistemáticamente, a borrarte en todo
sentido, a suprimir aquellas cosas que considera no digerible. Pasas mucho tiempo siendo colonizado. Luego, si
tienes la oportunidad, te das un respiro y la guía necesaria, inmediatamente –una vez que lo comprendes– em-
piezas a decolonizarte. Y en ese proceso, reaprendes los nombres por tí mismo, los nombres que has olvidado”
(mi traducción).
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por oposición, “construyéndose a través de la diferencia, no al margen de ella”
(2011, p.16). En tal sentido, Yunior debe leerse en Drown de forma especular al
padre, siendo a la vez reejo y rechazo de los patrones paternos. En la virtualidad
de lo entre-medio, el personaje “enrostra” (es decir, da rostro) dialógicamente
al padre, imaginando así su historia y con ello proporcionándole a su narrativa
una perspectiva histórica que le permite insertarla en una genealogía propia, a la
vez contradictoria y autocrítica. Tal como observaremos con mayor detalle en
las páginas que siguen, puede armarse que toda la narrativa familiar del texto
–la narrativa del hijo migrante– consistirá en tratar de desenmascarar al padre,
o mejor dicho, en llenar el vacío mítico de su rostro ausente; lo que equivale,
en última instancia, a completar dicho espacio latente con su propia imagen na-
rrada. Siendo el proceso de migración esencial para entender esta dinámica de
identicación, exploraremos cómo la crisis se representa por medio del uso de
la hospitalidad, en cuanto parte de un proceso de encuentros, fricciones, abusos,
accidentes y reparaciones a través de la nueva agencia mediadora que deviene en
el reconocimiento y la memoria decolonial.
La fundación narrativa del padre
El relato de la migración del padre que se nos presenta en “Negocios” inicia
con una “deslealtad” amorosa
4
y concluye con la reconciliación de Ramón y la
esposa legítima, cinco años después, cuando este retorna a Santo Domingo para
reunicar a la familia y llevarla consigo a suelo estadounidense. La reparación
simbólica de la historia familiar puede ser vista así como una suerte de expiación
de la culpa paterna: comprende el peregrinaje y el sacricio físico (la precarie-
dad laboral, el padecimiento corporal); la superación de tentaciones surgidas en
la geografía extranjera (el olvido, la segunda familia) y el reconocimiento nal
no solo de la deuda económica sino también de esa otra deuda “moral” contraída
con la familia que, a lo largo del relato, será siempre una elipsis latente e irresuel-
ta en la subjetividad paterna.
“Negocios” se ubica, por lo tanto, en el ámbito mítico de los relatos fundaciona-
les: uno en el que la historia de la migración de Ramón de las Casas, reconstruida
por su hijo menor, es en parte una narrativa miticada de éxito y sacricio; y por
4 “Papi had been planning to leave for months, hustling and borrowing from these friends, from anyone he could
put the bite on. In the end it was just plain luck that got his visa processed when it did. The last of his luck on the
Island, considering that Mami had recently discovered he was keeping with an overweight puta had met while
breaking up a ght on her street in Los Milloncitos” (“Negocios”, p.163).
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otra, una narrativa ambivalente, que uctúa entre la admiración y el desencanto,
para jarse posteriormente en la resignación objetiva que solo permite revivir
las huellas del progenitor como un evento sobrenatural: “a whirlwind, a comet,
a war” (p.207).
A diferencia de Yunior, el perl del padre migrante se congura como el de un
individuo categórico y enérgico, poseedor de una enorme fortaleza física y una
voluntad irrompible orientada a la consecución del éxito en la nueva comunidad.
Dicha determinación, como se observa en el cuento “Ysrael”, permea temprana-
mente la imaginación infantil de los hermanos, constituyéndose en un esquema
de masculinidad ejemplar: “Rafa spit. You have to get tougher. Crying all the
time. Do you think our papi’s crying? Do you think that’s what he’s been doing
the last six years” (p.14). La fuerza muscular del padre funcionará como una
sinécdoque de la experiencia migrante y de su capacidad para sobreponerse y
adaptarse a la adversidad en la nueva tierra
5
. En la reformulación social de dicha
fuerza física podemos localizar, simbólicamente, el sentido miticador de gran
parte del discurso del exiliado exitoso y, sobre todo, el del retornante al país de
origen bajo los signos de la abundancia. En el cuento “Aguantando” que relata el
retorno del padre a Santo Domingo, podemos observar cómo dicho discurso se
maniesta claramente a través de la imaginación de los hijos:
Rafa used to think that he’d come in the night, like Jesus, that
one morning we’d find him at our breakfast table, unshaven and
smiling […]. He’ll be taller, Rafa predicted. Northamerican food
makes people that way. He’d surprise Mami on her way back from
work; pick her up in a German car […]. He’d have gold on his
fingers, cologne on his neck, a silk shirt, good leather shoes. The
whole barrio would come out to greet him. (p.87)
La fuerza y la bonanza exhibidas como signos físicos y sociales que los locales
leen en el padre corresponden con un “excedente” de representación de lo ame-
5 Dos imágenes permiten vericar este hecho en el relato: la primera ocurre en el primer hotel en el que Ramón se
hospeda, nada más llegar a Miami: “Papi pushed himself through the sit-ups and push-ups that kept him kicking
ass until his forties. / You should try these, he told the Latina [que limpiaba la habitación]. They make work
a lot easier. / If you had a job, she said, you wouldn’t need exercise” (“Negocios”, p.169). La segunda ocurre
tiempo después cuando, luego de su matrimonio con Nilda, consigue la residencia legal en el país: “He regained
his health and liked to show Nilda how his tríceps and bíceps could gather in prominent knots with a twist of
his arm. He bought his shirts in size medium so he could ll them out” (“Negocios”, p.186). La fuerza corporal
masculina será un factor que atraviese la experiencia misma de la migración, a la vez perdida y recuperada en
el proceso de adaptación y asimilación a la nueva cultura.
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ricano, esa promesa mesiánica que solo puede materializarse con una mediación
testimonial, dado que al discurso de la abundancia americana solo se accede a
través de las marcas –de los síntomas– inscritas sobre el cuerpo del testigo retor-
nante. Oculto, al mismo tiempo, late en él un contradiscurso de penurias y pri-
vaciones extremas, sufridas en el destino idealizado por quienes no han logrado
cruzar aún las fronteras.
Marcada por esta dialéctica entre la utopía y la distopía –registrada en las clásicas
narrativas del éxito y del fracaso de las expediciones fundacionales en la Améri-
ca hispánica (Pastor, 1984)–, la migración dominicana a los Estados Unidos pue-
de ser leída, por lo tanto, como una variante de la representación “fundacional”
del Nuevo Mundo
6
, y creemos, a través de los tres modelos discursivos, que Julio
Ortega (1992) ha elaborado en torno a la representación de la historia cultural
latinoamericana
7
. La abundancia en la narrativa de la migración de Junot Díaz
desborda al texto, habita siempre en los márgenes; su materialidad solo puede
expresarse por medio de mediaciones metonímicas, puesto que, para quienes no
viven en suelo americano, se realiza a través de la economía de las remesas, del
mismo modo como la ropa de origen “extranjero” inscribe sobre el cuerpo de los
hijos la presencia material del padre. Rafa, por ejemplo, quien mejor asimila el
modelo masculino y autoritario del padre –esa dominicanidad que, por contraste,
Yunior no posee–, viste una camisa y unos pantalones que su padre le envía desde
New York por Navidad cada vez que sale al campo a conquistar chicas (“Ysrael”,
p.13). Tales síntomas de solvencia, enfatizados por la carencia del lugar sobre el
cual se proyectan, se constituyen a lo largo del texto en formas de poder, autori-
dad y seducción. Algo que, una vez en suelo americano, se volatiliza, dado que
excede al migrante. Como nos muestra la trayectoria de Ramón, narrada en “Ne-
gocios”, la narrativa del “sueño americano” está siempre por hacerse, emplazada
al nal de una larga serie de inacabables sacricios, más como virtualidad que
como un hecho tangible.
6 Este paralelo entre la migración dominicana y el pasado colonizador español puede establecerse en el relato
imaginario de Ramón en Miami: “Within an hour he was asleep. He was twenty-four. He didn’t dream about
his family and wouldn’t for many years. He dreamed instead of gold coins, like the ones that had been salvaged
from the many wrecks about our island, stacked high as sugar cane” (“Negocios”, p.169). La alusión al oro y a
la caña, fuentes de explotación colonial, se insertan en el relato del discurso capitalista de Ramón centrado en el
enriquecimiento material asociado con los recursos de la nueva geografía.
7 Estos modelos discursivos, como se recordará, son tres: “El discurso de la abundancia, que genera una versión
fecunda de las formas y del sentido; el discurso de la carencia, que contrapone una versión defectiva, donde la
negatividad despoja la forma y escatima el sentido; y el discurso de lo virtual, que proyecta una versión alterna
y supone una realidad por hacerse” (Ortega, 1992, p.11).
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“Think only of today and tomorrow” se dice a sí mismo Ramón (“Negocios”,
p.173) durante su estancia en Miami, y esa lógica de la proyección e insatisfac-
ción que anula la perspectiva del pasado, parece transmitir la dinámica del deseo
impuesto por la lógica del capitalismo tardío, que, tal como ha armado Bauman,
se sostiene por la “abrumadora demanda de un cambio constante” (2013, p.19).
Si la abundancia de la modernidad –que el descubrimiento colombino del Nue-
vo Mundo inaugura– se basaba en la idea del progreso, de la permanencia y la
solidez material, en este periodo que Bauman denomina “modernidad líquida”
–una modernidad que se vuelve inestable, que se desborda a causa del proceso de
“modernización obsesiva y compulsiva que se propulsa e intensica a sí misma”
(Bauman, 2013, p.17) –, el objetivo del presente ya no es sino una proyección
desprovista de estabilidad y por lo tanto pura promesa virtual: para su lógica
política ya no existe, consecuentemente, la utopía como destino sino como un
proceso en sí mismo (Bauman, 2013, p.31).
A diferencia del discurso de la abundancia, el relato de la carencia colma la re-
presentación dentro y fuera del espacio de acogida; y es tanto parte del origen
como del proceso migratorio mismo, lo que le da continuidad y materialidad
al presente así como una perspectiva histórica. “Aguantando” –cuya forma del
gerundio ya da cuenta de la temporalidad inconclusa y progresiva, a manera de
tiempo límbico que propone el relato– narra a través de la mirada de Yunior los
meses previos al retorno del padre y describe con mucho detalle la situación de
precariedad en la que viven tanto la madre como los hijos:
We didn’t eat rocks but we didn’t eat meat or beans, either […].
When me and Rafa caught our annual case of worms it was only
by skimping on our dinners that Mami could afford to purchase the
Verminox […]. We each had one pencil and if we lost that pencil,
like I did once, we had to stay home from school until Mami could
borrow another one for us. Our professor had us share school
books with some of the other kids and these kids wouldn’t look
at us, tried to hold their breath when we were close to them […].
Mami worked at Embajador Chocolate, putting in ten-, twelve-
hour shifts for almost no money at all. (“Aguantando”, pp.70-71)
Dicha precariedad material, como contradiscurso al de la abundancia ultramari-
na, no se resuelve, sin embargo, en la experiencia del migrante, para quien las
condiciones de marginalidad, vulnerabilidad física y laboral siguen siendo rea-
lidades cotidianas, ajenas todas ellas a los signos de opulencia exhibidos por el
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país de acogida y, en particular, por la ciudad global que lo encarna. El discurso
de carencia se desplaza geográcamente a la metrópoli solo para enfatizar, del
mismo modo como lo hacían en dirección contraria las marcas industriales sobre
la pobreza rural, la negatividad de todo aquello que se le promete y disemina
desde el centro mismo de poder que signica la ciudad de New York.
Ambos discursos de carencia conviven en el universo de Drown como realidad
concreta; pero solo el de Ramón, es decir, el del migrante silenciado por la inco-
municación y el aislamiento, es capaz de diluirse bajo los signos extraterritoria-
les de una abundancia virtualizada en la proximidad o bien metonimizada en la
lejanía. El discurso de la virtualidad emerge dialógicamente entre los intersticios
de dicho entrampamiento para completar los vacíos propios de la abundancia
americana; y es tan poderoso, por su parte, que esa construcción simulada se ma-
terializa en el desplazamiento mismo, en el deseo que pone en marcha a los suje-
tos, transformándose en uno más de los factores de la migración. La virtualidad,
abierta entre la abundancia y la carencia –dos formas que el migrante emplea
para “ver e interpretar” el nuevo espacio (Ortega, 1992, p.13)– inaugura a partir
de ambos discursos una instancia textual que traza una identidad de lo posible y
que es, nalmente, la de la asimilación
8
.
La virtualidad sin rostro
El lugar más radical de la virtualidad en el libro lo ocupa, simbólicamente, Ys-
rael, un joven desgurado que vive cerca del pueblo de Ocoa, al que los dos
hermanos, Yunior y Rafa, han ido a parar un verano. Ysrael –al que se dedica dos
relatos en Drown–, es por sí mismo un personaje otante, polisémico, y el modo
como es representado formalmente, digno de atención. Para empezar, su historia
es la única que está contada en tercera persona (“No Face”); y la que posee, junto
a la del relato del padre, resonancias míticas (“Ysrael”):
Ysrael was a different story. Even on the side of Ocoa people had
heard of him, how when he was a baby a pig had eaten his face
off, skinned it like an orange. He was something to talk about,
a name that set the kids to screaming worse than el Cuco or la
Vieja Calusa. (“Ysrael”, p.7)
8 “Papi wanted a negocio of his own, that was his dream […] While most of the men around him were two times
broke, he had seen a few, fresh off the boat, shake the water from their backs and jump right into the lowest
branches of the American establishment. That leap was what he envisioned for himself, not some slow upward
crawl though the mud” (“Negocios”, pp.190-191).
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Animado por la curiosidad de la historia, Rafa, de nueve años, decide realizar
entonces un viaje en autobús con la única nalidad de ver el rostro de su padre y
lleva con él a su hermano menor, de seis años, quien posteriormente relatará el
episodio. “Ysrael” desarrolla varios de los temas centrales que estarán presentes
en el resto del libro, dos de ellos, como ha observado John Riofrio, el rol de la
masculinidad como modelo de conducta entre los personajes y la pérdida del
valor de la empatía en las relaciones comunitarias (2008, pp.23-31). Como parte
de un discurso de lo virtual, el encuentro con Ysrael puede ser leído, asimismo,
como una búsqueda simbólica del rostro ausente del padre, en la que ambos
hermanos, en particular Yunior, entreverán las marcas de su futura condición
migrante.
Para empezar, es signicativa la treta que emplea Rafa para viajar gratis en el au-
tobús, es decir, “ilegalmente”, engañando para ello al cobrador de la guagua. Su
accionar recuerda aquí al de su padre, quien, según se nos relata en “Negocios”,
intenta conseguir los recursos necesarios para su viaje “hustling and borrowing
from his friends, from anyone he could put the bite on” (p.163). El destino del
recorrido es la nca donde habita Ysrael –señalemos el sentido bíblico de su
nombre: “tierra prometida”–; a quien, a su vez, encuentran jugando con una co-
meta de “material extranjero” (p.23) y vestido como ellos con ropas norteame-
ricanas (p.15). En “No Face” nos enteraremos de que Ysrael aprende inglés con
un sacerdote anglosajón, el padre Lou, quien a su vez lo protege y educa (p.154),
y que, al igual que Ramón, dedica asimismo mucho tiempo a disciplinarse mus-
cularmente:
He goes to the guanábana tree and does his pull-ups, nearly fifty
now, and then he picks up the café dehuller and holds it to his
chest for a forty count. His arms, chest and neck bulge and the
skin around his temple draws tight, about to split. But no! He’s
unbeatable. (“No Face”, p.153)
Su discurso físico y super heroico –semejante en ello a aquel en el que se refugia
Óscar Wao– parece enraizarse en el modelo enérgico que, por extensión, se re-
plica al del migrante triunfante. Pero a diferencia de Ramón, Ysrael es un sujeto
interrumpido, deformado; su rostro, simbólicamente arrancado por las fauces del
cerdo, revela una identidad mutilada, solo parcialmente reconstruida en derredor
de los signos constitutivos de la “dominicanidad” que enraíza a los sujetos. De
ahí que su viaje a Norteamérica donde, según arma a los hermanos, fue para
que se le practicara una cirugía, haya sido transitorio y aparentemente inútil. La
expectativa clínica depositada en la medicina norteamericana, así como el deseo
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de su curación –alentada por el mediador de ambos espacios que es el padre Lou–
se convierte en un discurso de lo virtual utópico, proyección permanente, pero al
mismo tiempo, aplazada e incierta:
The doctor checks his eyes, his ears, and then listens to his
breathing. Everything looks good, Lou.
I’m glad to hear that. Do you have a ballpark figure?
Well, the doctor says. We’ll get him there eventually. (“No Face”,
p.141)
El discurso de lo virtual que representa Ysrael propone una versión alternativa
al de la carencia literal del rostro, oculta por la también precaria careta de tela;
una que se sostiene en la fe, en la ciencia y la tecnología y la materialidad que
permitiría el desplazamiento al espacio de la abundancia clínica, en oposición
a una ausencia de identidad o de identidad emasculada. La urgencia enunciada
al médico (“No Face”, p.158), así como la seguridad que expresa al hablar de
la competencia de los médicos norteamericanos (“Ysrael”, p.17), proyectan el
deseo de su curación, tal como, por otra parte, podría armarse que el deseo de
curación “económica” acompaña el anhelo migratorio de sujetos como Ramón.
No obstante, en el orden hipermasculino nacional, su naturaleza incompleta lo
hace víctima de abusos y maltratos, borrando de este modo los signos restantes
de su propia identidad –aquella que intenta remarcar con los ejercicios físicos–,
feminizándolo. Como bien ha señalado Riofrio, la escena del maltrato en la que
uno de los muchachos que lo hostiga grita: “We’re going to make you a girl”
(“No Face”, p.159), en clara alusión a una violación simbólica, no solo muestra
la brutalidad sobre los más débiles, sino también la fragilidad de una sociedad
que se ve a sí misma amenazada por el miedo a mostrarse vulnerable y compasi-
va (Riofrio, 2008, p.30).
Este lugar de masculinidad interrumpida, extendida a la migración (a la cura)
siempre postergada, por lo tanto paralizada, supone un lugar indenido, virtual,
entre el espacio límbico de la tierra natal y el extranjero sublimado. Observemos
aquí que este mismo lugar vacilante es el que Ramón experimenta durante su
primer viaje de retorno a Santo Domingo, cuando, en compañía de su segunda
esposa, Nilda, visita su tierra natal y al sentirse “un turista” teme haber “perdido”
su rostro dominicano (“Negocios”, p.198). Sin embargo, a diferencia de Ysrael
tiene la posibilidad de vestir una máscara funcional, una identidad nueva en otra
tierra, con una familia recuperada, que le permita reimaginar el futuro: “A plan
was forming. Here was the place to move his familia if it came from the island.
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Quiet and close to his job. Most important, the neighborhood would not know
him or the wife he had in the States” (“Negocios”, p.196).
Sin los vínculos familiares, ni los recursos, ni la posibilidad del desplazamiento
denitivo, Ysrael, a diferencia de él, es virtualidad pura, promesa inacabada de
curación y migración, lo que en su imaginario se proyecta como una unidad sé-
mica. De allí que el relato “No Face”, que resume perfectamente el discurso de lo
virtual en Drown, esté escrito en presente –es decir, detenido hasta en el tiempo
con el que es enunciada su historia–, a diferencia de la narrativa del padre que,
al emplazarse en el pasado, puede ser sometida a una relectura “desmiticadora”
por parte del hijo.
Negociación con lo impredecible
El viaje a la nca de Ysrael también permite que los hermanos, futuros migrantes
en tierra estadounidense, se instruyan en la negociación de las leyes de la hos-
pitalidad en un contexto de crisis que luego veremos ampliado a la experiencia
de su padre, Ramón. Dado que Rafa y Yunior han dejado el territorio familiar de
Ocoa y se encuentran en suelo extraño, el hermano mayor solicita, como parte
del plan que ha trazado para desenmascarar a Ysrael, la empatía hospitalaria de
este último. A n de ganarse su conanza y, a la vez, distraerlo, le pide ayuda
para orientarse en el pueblo, utilizando como excusa a su hermano pequeño y
subrayando su condición de forasteros:
Listen up, Rafa said. My hermanito’s not feeling too well. Can you
show us where a colmado is? I want to get him a drink.
There’s a faucet up the road, Ysrael said […].
We’re not from around here. We can’t drink the water.
[…]
The water here is probably better than up in the mountains, he
said.
Help us out, Rafa said in a low voice.
Ysrael pointed down a path. Just go that way, you’ll find it.
Are you sure?
I’ve lived here all my life. (“Ysrael”, pp.15-16)
Posteriormente, el mismo Ysrael se ofrecerá a acompañarlos hasta la tienda, don-
de Rafa le compra una cola a su hermano menor. Al regreso, luego de una corta
charla en la que descubren que, al igual que ellos, su padre vive en New York,
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aprovechando un descuido, Rafa le rompe una botella en la cabeza y examina
con detenimiento su deformidad bajo la careta. La escena apunta, entonces, a
un develamiento: ambos hermanos traspasan un discurso virtual, hasta entonces
miticado por las voces del pueblo, y observan –tras el viaje realizado y tras la
máscara discursiva– no solo la realidad del rostro vacío, sino también su propia
condición carente y vulnerable. La imagen parece despertar una mayor empatía
en Yunior, quien durante el viaje de retorno, frente al escepticismo de su herma-
no, se identica con la esperanza narrativa de Ysrael. De ese modo, el simbolis-
mo de la escena no deja de proyectarse hacia su futura condición migrante y su
propio lugar inestable en la violencia del desplazamiento (en la resolución futura
del padre que aquí precede la del hermano mayor). Nuevamente este viaje es una
anticipación ejemplar: en su encuentro con Ysrael el lugar de su futuro emplaza-
miento sobre la nueva tierra no le es únicamente comunicada por la revelación
del rostro –reejo de ese sí-mismo que será también cuando ocupe su lugar sin
rostro en el exilio americano–, sino a través de la trayectoria propiamente traza-
da. Pero lo que deseamos observar, en particular, es el paralelo entre las acciones
de Rafa ante la hospitalidad ofrecida por Ysrael y las que marcarán el recorrido
migrante de Ramón durante su asentamiento en los Estados Unidos
9
.
Como se observa en “Negocios”, la historia de migración de Ramón de las Casas
no solo debe su “ejemplaridad” a su propia fortaleza individual –a esa identidad
masculina que lo hace sobreponerse a la carencia y que se adapta a la virtualidad
del discurso neoliberal norteamericano–, sino también a los lazos vecinales y
culturales que lo ayudarán a lo largo de su proceso de establecimiento. A falta de
una hospitalidad institucional –esa mediación que Paul Ricœur, al examinar las
dinámicas de una “sociología del vecino”, denominó socius (citado por Ruther-
ford, 2007, p.75)–, el proceso de incorporación al nuevo espacio de acogida se
facilita prioritariamente debido a la acción privada, lo que Ricœur ubica en la
asistencia proporcionada por la categoría del “prójimo”. Mientras este último
mantiene lazos de “mutualidad” e identicación con el otro, lo que le permite
9 Debe tenerse en cuenta aquí, a n de entender su importancia virtual sobre la posterior migración, el diálogo
que mantienen los dos hermanos con Ysrael a lo largo de la escena. Todo él gira en torno a los vínculos que los
une a la migración (la ausencia) común del padre y las posibilidades de que el mismo Ysrael lo haga en el futuro
(p.24). Ante ello Rafa maniesta reiteradamente no creer en él (“Rafa sniggered. You’re lying […]. They’re
lying to you. They probably just felt sorry”, p.17), idea que, desplazada posteriormente hacia la curación, se
rearma en el viaje de retorno: “A muscle uttered between his jawbone and his ear. Yunior, he said tiredly.
They aren’t goint to do shit to him” (p.19). Como ha observado John Riofrio, la escena puede ser leída como
un pasaje de formación, en el que el modelo hipermasculinizado del padre, que Rafa ha asimilado, intenta im-
ponerse sobre Yunior, al negarle la empatía incluso a quien demuestra tener vínculos bastante próximos (2008,
pp.22-33).
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desarrollar una función de apoyo personal por encima de toda mediación; la fun-
ción del socius se circunscribe siempre a funciones burocráticas y, por lo tanto,
impone determinados procedimientos al visitante (Rutherford, 2007, pp.74-76).
Si bien para Ricœur ambas instancias, la del socius y la del prójimo, requieren
de una relación dialéctica que les permita intercambiarse, buscando una unidad
de intención hacia una respuesta ética caritativa (Rutherford, 2007, pp.74-75), lo
cierto es que las experiencias migratorias usualmente son mediadas por institu-
ciones sociales y por representaciones sociales antes que por prácticas directas:
In an increasingly instrumentalised public world, it becomes har-
der to establish a relationship to the neighbour. Increasingly it can
only occur in its interstices and on its margins. People turn away
from public realm to the warmth and intimacy of authentic perso-
nal exchanges and encounters’ in the private realm. (Rutherford,
2007, p.75)
10
No obstante, el universo migrante de “Negocios” contradice dicha dinámica, pre-
sentando, en el marco de la fragilidad de las estructuras sociales y económicas
del nuevo espacio, una ausencia de socius y, por el contrario, una activa red
de mutualidad social directa que funciona tanto desinteresada como simbióti-
camente: es decir, como parte de un sistema de respaldo recíproco. Este tipo de
interacción en el extranjero se facilita por lo que Inderpal Grewal ha denominado
“transnational connectivities”, un conjunto de redes, tecnologías y conexiones
diversas que, a partir de fenómenos del asentamiento de diásporas previas y los
medios de comunicación, dinamizan no solo el ujo migratorio sino también el
intercambio de imaginarios entre las metrópolis y los lugares de origen (2005,
pp.22-23).
Aunque Ramón llega a Miami en su primer viaje –debido a que es un destino
económicamente más accesible–, su objetivo es trasladarse en cuanto pueda, tal
como arma, a New York, ciudad que a diferencia de la primera, contiene ya para
la época en que migra (nes de la década de 1970) una considerable comunidad
10 “En un mundo público cada vez más instrumentalizado, se vuelve difícil establecer una relación con el vecinda-
rio. Cada vez más ello solo puede ocurrir en sus intersticios y en sus márgenes. La gente abandona los espacios
públicos por la intimidad y calidez de los encuentros e intercambios más íntimos de los espacios privados” (mi
traducción).
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dominicana establecida
11
. La llegada de Ramón a Miami, sin más pertenencias
que su vestimenta y sus utensilios de higiene, se observa como una reinven-
ción personal en el nuevo territorio, siendo el único inconveniente cultural que
encuentra el de la lengua. De allí que la gura del taxista que se comunica con
él en español, lo acoge en la terminal del aeropuerto y lo ayuda a llegar a un
hotel, orientándolo, sea el primer “prójimo” con el que se encontrará Ramón y
el modelo de mediación que determinará su red de conectividad vecinal hasta el
momento de su naturalización.
Que sea la lengua española la que establezca, desde el comienzo, este vínculo
hospitalario, resulta signicativo dado el contexto de homogeneización al que,
basado en la lengua, se ha impreso a las diferentes naciones latinoamericanas
simplicándolas –bajo la lógica asimilacionista estadounidense– a un único gru-
po étnico-racial, lo “hispano”. Desde ese punto de vista, como ha observado
Christopher Koy, “these Dominican characters do not enjoy the advantages Cu-
bans have of refugee status nor can they obtain American citizenship as effort-
lessly as Puerto Ricans” (2012, p.73)
12
, lo que no solo los fuerza a una acultura-
ción más rápida sino que también los invisibiliza en el magma de esa totalidad
migrante contradictoria, con cuyas mayorías no comparte más que una misma
lengua, sin embargo convertida, más allá del marco de catalogación, en un
vínculo de afectividad vecinal
13
.
De allí, en parte, que su negociación hospitalaria esté siempre en un permanente
estado de crisis. En Miami, donde reside con tres guatemaltecos, se entera de que
uno de ellos, Eulalio –quien actúa de mediador entre los residentes y el propieta-
11 Como señala Ramón A. Figueroa, tanto el perl migratorio como la cantidad de dominicanos exiliados se bi-
furca a partir del año 1966. El primer grupo, previo a dicho año, viaja a causa de razones políticas (la dictadura
de Trujillo y la inestabilidad posterior a su caída); mientras que el segundo lo hace como resultado del deterioro
de la economía doméstica de la isla (2005, p.738). Un dato interesante es que entre 1966 y 1976 más de un
millón de dominicanos recibió visados de turistas, siendo probable que una gran cantidad de ellos permaneciera
posteriormente de forma ilegal en el país (Daniels, 2002, p.377). El perl de migrante de Ramón encaja en
dicha narrativa histórica. Los focos de migración se han concentrado desde entonces en la ciudad de New York,
en particular en ciertos enclaves: Upper West Side, Manhattan; Queens; el norte de New Jersey y Long Island
(Daniels, 2002, p.377). El censo de 1980 calculaba en un cuarto de millón a los inmigrantes dominicanos esta-
blecidos en los Estados Unidos, sin contabilizar a los ilegales.
12 “Estos personajes dominicanos no disfrutan de las ventajas que los cubanos recibieron gracias a sus estatus de
refugiados, ni del mismo acceso fácil a la ciudadanía estadounidense que tuvieron los migrantes portorriqueños”
(mi traducción).
13 Un ejemplo de este tipo de hospitalidad lingüístico-vecinal ocurre en Miami, a la salida de un bar, donde Ramón
apenas ha podido relacionarse con los otros (véase el simbolismo, tal vez involuntario, del verbo face-off, tanto
“confrontación” como “rostro-retirado”; lo que recuerda al esquivo extrajerizante Ysrael en “No Face”): “Oc-
casionally drunkards would stop at his Spanish and invite him to a house where men and women were drinking
and dancing. He liked those parties far better than the face-offs at the bars” (“Negocios”, p.173).
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rio gracias a su mayor dominio del inglés–, vive gratuitamente del alquiler de los
otros. El abuso de Eulalio desarticula así un ambiente comunal solidario, de res-
ponsabilidades equitativas, lo que volverá a experimentar más adelante, una vez
instalado en New York. Es en esta ciudad donde la idea de concertar un matrimo-
nio por conveniencia le es sugerida por un amigo del trabajo, quien además hace
de intermediario entre Ramón y un tramitador ilegal: “a portly balding blanco
named el General” (p.178). Animado por su entorno, entrega 800 dólares a una
mujer de aparente origen cubano, al que el tramitador llama “Flor de Oro” –como
se sabe, sobrenombre de la hija del dictador Trujillo–: “That isn’t her real name,
of course, el General assured Papi. I like to keep things historical” (p.180). Tanto
la frase como el sujeto que la enuncia, revelan la posición de vulnerabilidad po-
lítica en la que se encuentra Ramón, y la inscribe, adicionalmente, en una genea-
logía de abusos e intervenciones históricas que anuncia la estafa que sobreviene.
El totalitarismo que revela el nombre –General–, así como la descripción feno-
típica del sujeto, se inscribe además en un marco fuertemente racial, asociado
con la crítica que Junot Díaz ha desarrollado contra el poder hegemónico blanco
norteamericano y la naturaleza policial/militarizada de su Estado. Poco antes de
su llegada a New York, Ramón ha debido enfrentar, accidentalmente, a dos o-
ciales federales que se ofrecen a llevarlo en su coche. Esa escena marca no solo el
ingreso simbólico de Ramón a los riesgos criminales de la ilegalidad –su visado,
según nos enteramos, ha expirado cinco semanas antes–, sino también a una lec-
tura ocial que, al igual que los censos, anula su singularidad y lo incorpora a la
categoría homogénea de lo “hispano”, en la cual, ser dominicano, portorriqueño
o cubano es, para las autoridades estadounidenses, una unidad indiferenciada
14
.
Esa es también la única intervención del socius estatal en el relato; y es suma-
mente reveladora porque, en tanto actor institucional, su faceta inhospitalaria se
limita al control y a la vigilancia, y a la “autorización” ambivalente de los recur-
sos humanos utilitarios, en cuya lógica de mano de obra extranjera, lo “hispano”
se convierte en una etiqueta biopolítica intercambiable.
Entretanto, Ramón es despedido de la agencia de limpieza donde trabaja y expul-
sado de su casa luego de lanzar al amigo mediador desde lo alto de una escalerilla
14 La escena permite observar el “signicante otante” de lo “hispano” para el Estado policial y el grupo racial
hegemónico, del cual Díaz se burla sarcásticamente: “Where the hell you from pal?” / Miami […] / Are you a
musician or something? / Yes, Papi said. I play the accordion. / […] Shit, my old man played the accordion but
he was Polack like me. I didn’t know you spiks played it too. What kind of polkas do you like? / Polkas? / Jesus,
Will, the driver said. They don’t play polkas in Cuba (“Negocios”, p.176).
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de madera. Debido a que el socius delega, más allá de su mera función policial, la
tarea de la incorporación y asimilación a los propios migrantes, el estado de pre-
cariedad de la legalidad en práctica se contagia inevitablemente a las relaciones
sociales, haciendo asimismo precarios los lazos de conanza y solidaridad entre
los propios vecinos de la diáspora.
En este contexto de crisis surge Nilda, una dominicana residente, a la cual Ra-
món conoce de modo fortuito en un autoservicio de New York. Este encuentro
tiene varias connotaciones que deben observarse a la luz de ciertas ideas críticas.
Al estudiar la hospitalidad como una práctica que transforma a un sujeto en un
host y a otro en un guest (metaforizados a través de la imagen de la nación como
un hogar), Mireille Rosello ha observado que las diferentes leyes hospitalarias,
que dieren según las culturas y el contexto histórico, revelan tres tipos de crisis:
a) cuando el host no cumple con las reglas de dar; b) cuando el host es maltratado
en lugar de protegido; y c) cuando el guest abusa del host en lugar de respetarlo
(2001, pp.8-9).
El matrimonio con Nilda, que le da a Ramón la residencia estadounidense, luego
de un dicultoso proceso de seducción, y la posterior reunicación con su fami-
lia, sitúa a esta representación de la hospitalidad claramente desde la metáfora
señalada por Rosello, tan estrechamente, de hecho, que, llevado al ámbito do-
méstico, la legalidad del estatus se llega a confundir con la lealtad sentimental.
Uno de los puntos más problemáticos de la dinámica entre guest y host es que, en
tanto ujo de poder, estas dos categorías pueden ser reconguradas (2001, p.18).
En otras palabras: si bien el Estado tiene el privilegio de determinar la hospitali-
dad desde un punto de vista legal, el poder delegado a sus ciudadanos asimismo
está sujeto a una constante negociación. De este modo, Nilda, que en su momen-
to fue un guest, ahora en tanto host está autorizada a asumir el riesgo de “apro-
piarse de un territorio y de un cuerpo” (Rosello, 2001, p.62), extendiendo sobre
sí y sobre Ramón el derecho sobre la legalidad en el Estado. Pero no solo eso,
convertida en socius de Ramón, además, Nilda asume el riesgo –condición sin la
cual no es posible el fenómeno hospitalario, según dejó dicho Derrida (Rosello,
2001, p.12)– al darle acogida no solo “legal” sino también “afectiva” a través del
vínculo matrimonial. Es bajo ese marco que hay que leer la tercera crisis de la
hospitalidad (el abuso del host) y la constitución del asentamiento migratorio que
posteriormente permite la reunicación familiar original a costa de la violación
del respeto y la empatía de la segunda familia.
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La recuperación simbólica de Ramón, vulnerable en su posición de huésped ile-
gal y de las constantes crisis hospitalarias que sufre, será, como no podía ser de
otra manera, física. Recobrada su subjetividad masculina, Ramón instala a Nilda
en un rol dependiente y servicial, mientras que, a la par que se empodera a través
de su nuevo estatus legal, hace otro tanto en el “hogar” doméstico: “Although he
wore a ring, Papi didn’t act the part of the husband. He lived in Nilda’s house,
shared her bed, paid no rent, ate her food” (“Negocios”, p.186). En cierto sentido,
extrapolando la imagen, se podría armar que, pese a llevar el “anillo”, es decir,
poseer la legalidad, no asume todavía poderes como ciudadano. Para que esto
ocurra, hará falta que intervenga su amigo Jo-Jo, que se congura en el relato
como una especie de supraconciencia (en español, su sobrenombre ha sido tra-
ducido literalmente como un super ego: “Yo-Yo”). En abierta proyección de su
culpa latente, Ramón lo escuchará hablarle constantemente sobre la lealtad que
le debe a su familia dominicana (p.191); además de verlo como a un host hospi-
talario, un “economic mediator” (Grewal, 2005, p.6):
With a regularity that proved instructional, Jo-Jo had Papi dri-
ve him to Kennedy to meet one or the other relatives Jo-Jo had
sponsored to come to the States to make it big […]. Jo-Jo would
enter a berserk frenzy when his relatives stumbled through the
arrival gate, dazed and grinning, bearing cardboard boxes and
canvas bags. There would be crying and abrazos. (“Negocios”,
pp.192-193)
Tales imágenes consiguen que Ramón se identique con él (“It was a simple
matter for Ramon to rearrange the faces of the arrivals and see his wife and his
children there”, p.193) y empiece, a través de dicha reconstitución del discurso
de lo virtual, a imaginar la reunicación de su familia, primero retomando el
envío de las remesas interrumpidas, y más tarde disponiendo el plan que le per-
mitirá abandonar a Nilda y a su familia “norteamericana”. La vista de un barrio
completo en plena construcción, que su camarada Chuito le descubre en New
Jersey –en los márgenes de New York–, y donde, según le asegura, podrá tener
en el futuro un empleo estable y cómodo, le ofrece, una vez más, la posibilidad
de refundar su propia vida.
Hará falta, sin embargo, un último fracaso comunitario para que Ramón decida
desligarse de los vínculos residuales que lo unen al ámbito doméstico que le ha
permitido formalizar su nueva identidad migrante. Tras sufrir un accidente labo-
ral, Ramón planea iniciarle un juicio a la fábrica para la cual trabaja: “He had
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dreams, fantastic dreams of gold rings and a spacious house with caged tropical
birds in its rooms, a house awash with sea winds” (“Negocios”, p.202). La abun-
dancia, abierta como posibilidad, incluso como un apoderamiento del espacio
–convirtiendo la virtualidad del “sueño americano” en una jaula que captura la
utopía del exotismo caribeño– esta vez está acompañada por la legalidad de su
estatus (“I’m not illegal, he said. I’m protected”, p.202). Pero su visión se diluye
al no contar con el respaldo de los abogados a los que recurre. En represalia, al
retornar a sus labores, no solo no le es concedido el aumento salarial que le co-
rresponde, sino que lo degradan, asignándole un turno rotatorio menor.
Reconocer su posición subordinada en el sistema nacional, para el que la obten-
ción de la ciudadanía no elimina las jerarquías raciales ni de clase, lo enfrenta
con Nilda, contra quien proyecta su frustración y concreta la ruptura denitiva
de su parentesco. La virtualidad de su asimilación, con ella como host, se percibe
en crisis: no solo su poder –simbólicamente masculino– en el país de acogida
languidece, sino que también amenaza, como ya ha sentido en su viaje subrep-
ticio a Santo Domingo, con minar su identidad primaria (“he felt like a tourist”,
p.198) y su capacidad de control sobre su propia gente (“For nearly four years
he’d not spoken his Spanish loudly in front of the Northamericans and now he
was hearing it bellowed and ung from every mouth”, p.198). Como le dice a Jo-
Jo: su primera familia es el vínculo con la tierra natal y, por lo tanto, traerla con
él es percibido “as a regenerative force that could redeem his fortunes” (p.204).
Empezar de nuevo en el barrio de New Jersey, anónimamente, con la familia
original, no es un nuevo acto fundacional, sino el aanzamiento de su propia
identidad migrante sobre la base de sus valores nacionales reconstituidos. En
tal sentido, su discurso (in)hospitalario es autoritario; fractura la empatía de la
mediadora que le dio acogida, para asimilarse, virtualmente, como autoridad na-
cional en un nuevo territorio, suturando así la rotura de su autoestima patriarcal.
Uno de los principios del riesgo, de la aceptación incondicional de lo imprede-
cible, ha armado Derrida, es que no puede ser personal sino colectivo: “As for
politics, it starts where I have no right to favor risky situations, to take risks for
others” (citado por Rosello, 2001, p.13). La visita de Yunior, años más tarde, a
Nilda, no es solo una reparación de la empatía rota por el padre, sino también un
testimonio de dicho riesgo social asumido tempranamente por Nilda. El padre,
que ha abandonado asimismo a la familia de Yunior –tal como ya se anuncia en
“Fiesta, 1980”–, es visto entonces por el hijo como un evento natural destructivo
(p.207): elemento disruptor, por lo tanto, no solo doméstico, sino colectivo, para
esa nación que, desde el derecho y el lugar discursivo, asume él ahora inevitable-
mente como un hogar propio.
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Siguiendo en ello a Mireille Rosello, el rol del mediador es entender por qué
falla o fracasa la hospitalidad (2001, p.82); y es, en cierto modo, la tarea que
emprende Yunior, simbólicamente reunido con Nidia al nal de “Negocios”, al
articular una memoria común y reescribir la trayectoria del padre, desmiticán-
dola; devolviéndole al lenguaje sus contradicciones, y por lo tanto su función
política (Barthes, 2012, p.239). Testigo de la fuerza del padre, continuidad de las
pulsiones nacionales sobre el nuevo territorio, Yunior y Nilda tienen entonces la
posibilidad de evaluar y enunciar, desde su vulnerabilidad, un nuevo espacio de
encuentro, no exento de fricciones ni discrepancias. A este espacio que Kwame
A. Appiah llama cosmopolita (2006) y Derrida, “space of translation” (“espacio
de traducción”) (citado por Rosello, 2001, p.84) pertenece el horizonte ético del
texto, lugar en el presente desde el cual emergen la virtualidad de la experiencia
migrante así como sus futuras reinterpretaciones.
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