Sección: Reseñas
Publicado: 2018-01-01

Caballero Arias, Hortensia. Desencuentros y encuentros en el Alto Orinoco: incursiones en territorio yanomami, siglos XVIII-XIX. Ediciones Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, Caracas: Venezuela, 2014

  • William Roa Barraza Docente Titular adscrito al Programa de Historia. Facultad de Ciencias Humanas. Universidad del Atlántico
La obra que hoy nos ocupa plantea inspeccionar los factores históricos y geográficos en torno a las representaciones construidas en el contexto colonial y poscolonial sobre los yanomami en el Alto Orinoco, entre 1750 y finales del siglo XIX
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Roa Barraza, W. (2018). Caballero Arias, Hortensia. Desencuentros y encuentros en el Alto Orinoco: incursiones en territorio yanomami, siglos XVIII-XIX. Ediciones Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, Caracas: Venezuela, 2014. Historia Caribe, 13(32), 213-217. https://doi.org/10.15648/hc.32.2018.9

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Caballero Arias, Hortensia. Desencuentros y encuentros en el Alto Orinoco: incursiones en territorio yanomami, siglos XVIII-XIX. Ediciones Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, Caracas: Venezuela, 2014

DOI: http://dx.doi.org/10.15648/hc.32.2018.9

La obra que hoy nos ocupa plantea inspeccionar los factores históricos y geográficos en torno a las representaciones construidas en el contexto colonial y poscolonial sobre los yanomami en el Alto Orinoco, entre 1750 y finales del siglo XIX. En ese orden de ideas la autora analiza cómo se fueron configurando las imágenes de un indio indomable, aguerrido e inaccesible por parte de los occidentales. Como objetivo principal, el libro reconstruye los desencuentros y encuentros que los expedicionarios, viajeros y aventureros europeos y criollos sostuvieron con estos grupos indígenas en el período abordado.

La estructura del texto está dividida en cuatro capítulos, los cuales hacen referencia a la otredad como eje central del discurso sociohistórico. En los dos primeros capítulos, se realiza un estudio rápido de la situación actual de la familia lingüística yanomami la cual tuvo varias acepciones y grafías que durante mucho tiempo fueron utilizadas por los expedicionarios y viajeros. De hecho, debido su desconocimiento y escasos contacto solo fue hasta después de mediados del siglo XX cuando el término yanomami se empleó.

Cabe señalar, que Caballero Arias afirma que en la actualidad estos grupos indígenas han experimentado diversos cambios socioculturales que han incidido en sus actividades de subsistencia y visión del mundo. Los cambios más importantes son el uso constante de las vías fluviales con embarcaciones de aluminio y motores fuera de borda, la apertura de nuevos caminos por la selva, y sobre todo, la sedentarización de sus comunidades en lugares que no estaban ocupados por estos grupos durante el siglo XIX.

De igual manera, hace referencia a las visiones eurocéntricas del colonizador, el cual utilizó criterios teleológicos para justificar la conquista y cristianización de los nativos indígenas, y con ello la imposición de las <<ideas de la civilización occidental>>. Por consiguiente, el encuentro entre Europa y América, representó para los occidentales un reto filosófico, tecnológico y ontológico, el cual puso en evidencia la inconsistencia de las teorías del Medioevo.

Los siguientes capítulos, a nuestro padecer, son los más importantes. En el tercero, Explorando el Orinoco colonial, hace una síntesis de la conquista en la Guayana europea entre el siglo XVI y el siglo XVIII. Específicamente, discurre en torno a los procesos de conquista que ocurrieron a lo largo del Bajo, Medio y Alto Orinoco, y los imaginarios europeos que se fueron instaurando o construyendo en esta región.

Con lo que respecta a su argumentación, según la autora, los dos primeros siglos de conquista y colonización en esta área tuvo un lento proceso de ocupación territorial y poblamiento no indígena. Esta dinámica comenzó con la expedición de Diego de Ordaz en 1531, a quien la Corona entregó una capitulación para la conquista y poblamiento de Guayana. No obstante, solo fue a partir de la expedición de Antonio de Berrío y de Sir Walter Raleigh que este espacio se convirtió e identificó como la región de El Dorado. De ahí que los españoles efectuaran expediciones en su búsqueda, y al mismo tiempo difundieran las ideas y representaciones que esta región estaba habitada por indios caníbales. Con esta línea de pensamiento, se ponen en marcha las misiones cristianas de adoctrinamiento en la provincia de Guayana, iniciadas en la segunda mitad del siglo XVII y profundizadas en el siglo XVIII. Fue precisamente la orden de los jesuitas la que logró establecer varios asentamientos en la región del Alto Orinoco, pues, si bien es cierto Berrío estableció en el siglo anterior el primer centro hispano en Guayana, la penetración y conformación de asentamientos y pueblos de misión siempre fueron esporádicos.

Sin embargo, según la autora, realmente la región del Alto Orinoco fue reconocida y explorada con la Real Expedición de Limites, bajo los reinados de Fernando VI (1746-1759) y Carlos III (1759-1789), que aunque no alcanzó su objetivo principal que era establecer los límites entre España y Portugal permitió la organización y fundación de pueblos que impulsaron la penetración en áreas aún no exploradas. Por consiguiente, las fundaciones fueron valiosas para las siguientes expediciones, y específicamente, para la primera y la tercera ya que fueron las que se direccionaron al Alto Orinoco superior con el propósito de ubicar cacahuales silvestres y registrar las vías fluviales que los llevarían hasta el origen del río Orinoco.

Además, la investigadora señala que Alexander von Humboldt, aseguró que la primera expedición fue atacada de manera violenta por indios guaribas que impidieron su avance hasta la cabecera del Orinoco, pero la autora precisa que no existe ninguna fuente documental en los archivos que den detalles de dicho episodio. En cuanto la tercera expedición indica que se obtuvieron conocimiento de los indios guaribas, información indirecta debido a que fue suministrada por otro grupo indígena que se encontraba en conflicto con los yanomami.

En el último capítulo, Viajeros y exploradores del siglo XIX, Caballero Arias, analiza las narrativas con respecto a la presencia de este grupo indígena, distingue de dónde se obtuvo u originó la información que fue registrada por viajeros y expedicionarios. En tal sentido, afirma que el alemán Humboldt realizó sus observaciones particularmente en la villa de La Esmeralda donde trató de distinguir con rigurosidad científica entre lo que él observó al contactar a una familia guaica que se encontraba en la villa y los informadores orales. En síntesis, su visión era que estos indios eran agresivos, temibles y desconfiados que impedían el paso a los europeos de seguir hacia las fuentes del Orinoco y siempre estaban dispuestos atacar a los pobladores de La Esmeralda.

Por otra parte, explica que el explorador Robert Schomburgk, los ubicó principalmente en la sierra Parima. Los describió como una tribu aguerrida, valiente que viven de la cacería y cuando ésta era escasa, viven de la pesca y de comer tortugas y caimanes. Para la navegación utilizan pequeñas canoas que son construidas con árboles y el uso del fuego. Aunque la autora aclara que Schomburgk, realizó estas aseveraciones por medio de sus guías y algunos informantes, es decir, nunca de manera directa como sí lo hizo Humboldt.

Por el contrario la investigadora asegura que Richard Spruce, presenta una visión distinta debido a que este afirmó que mestizos fueron recibidos de manera amigable en un campamento yanomami. Otro aspecto que resalta es que este explorador identificó a sus colaboradores y expuso que el curso del río Orinoco va mucho más del raudal Guaharibos. Asimismo, destacó la captura de un indio de esta etnia por varios hombres del pueblo de Monagas, lo que permitió al viajero obtener información de su apariencia física, establecer que cada hombre debía tener una sola mujer y conocer sus ritos funerarios. Según la autora, Spruce, también obtuvo información que le proporcionó aparentemente el Gobernador del pueblo, este le comunicó que las casas eran de forma anular y con techo bajo e inclinado ligeramente hacia afuera, entre otros aspectos.

Posteriormente, llegó el explorador oficial del gobierno de Venezuela Francisco Michalena y Rojas, quien para Caballero Arias tenía como propósito primordial la expansión de la frontera y la consolidación de la identidad y soberanía nacional venezolana. En todo caso este viajero tuvo la curiosidad de conocer acerca de los indios guaharibos señalando que indígenas del pueblo Santa Isabel le manifestaron que estos eran tranquilos y que no existía ningún peligro para ir más allá del raudal.

Para finales del siglo XIX aún no se conocían las fuentes del Orinoco, esto ocasionó la llegada de más exploradores, como el francés Jean Chaffanjon, para investigadora este realizó elucubraciones de un indígena barbudo, antropófago, blanco y abominable. A pesar que nunca llegó a tener contacto con algún miembro de este grupo. Las últimas exploraciones en este siglo las realizaron Guillermo Escobar y Guillermo Level, aventureros venezolanos que coincidieron con la explotación del caucho y el balatá. La particularidad de estas exploraciones era la captura de indígenas para forzarlos a trabajar en las minas de caucho.

Con la entrada del siglo XX, la explotación cauchera continuó, hecho que afianzó la imagen del indio bravo e indomable, asimismo, se realizaron nuevas expediciones que buscaban conseguir los orígenes del Orinoco. Finalmente, en 1951 la expedición franco-venezolana llegó a remontar las anheladas fuentes después de dos meses de navegación y así establecer las coordenadas de su nacimiento.

A manera de epílogo, es necesario apuntar que el libro a través de un análisis sociohistórico permitió acercarnos a la mirada que los europeos construyeron durante mucho tiempo acerca del grupo indígena yanomami, pero de igual manera es una invitación para realizar futuras investigaciones que permitan conocer aspectos aún desconocidos, pues el desencuentro con los occidentales conllevó a este conglomerado étnico a conservar relativamente su integridad y autonomía.

William Roa Barraza
Historiador de la Universidad Atlántico
Magister en Historia de las Américas,
Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, Venezuela.
wiroba2009@hotmail.com