Sección: Artículos
Publicado: 2014-07-09

En contra de Dios, la religión y la Iglesia. Ateísmo, Antiteísmo y Anticlericalismo en el discurso anarquista chileno (1899-1913)

  • Marcelo Alejandro Bonnassiolle Cortés Investigador del Centro de Documentación e Investigación de Historia Reciente, Escuela de Historia de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (Chile) y de la Universidad de Santiago de Chile (Chile).

    El autor es estudiante del programa de Magíster en Historia de la Universidad de Santiago de Chile (Chile) y Licenciado en Historia con mención en Estudios Culturales de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (Chile). Entre sus publicaciones recientes tenemos: “La representación de la represión, el sufrimiento y el dolor del pueblo chileno. Cine, exilio, política e historia: El caso de la película “Il Pleut sur Santiago”, de Helvio Soto Soto (1975)”, en Historia y Sociedad No. 27 (2014). Entre sus temas de interés están los de la historia social y política de Chile y América Latina, siglos XIX y XX, violencia política y conflictividad social y militancia, grupos y colectivos políticos. 

Palabras clave: (en) Anarchism, Atheism, Antitheism, Anticlericalism, God, Religion.
Palabras clave: (es) Anarquismo, Ateísmo, Antiteísmo, Anticlericalismo, Dios, Religión.

El anticlericalismo anarquista chileno fue una mezcla de antiteísmo, ateísmo y crítica a todo lo relacionado con la Iglesia y lo religioso; formó parte y definió la cultura política anarquista del periodo ya que fue el resultado de una forma de entender la realidad social sustentada en la complicidad de la Iglesia con el poder del Estado, la oligarquía y el capitalismo. Dicho discurso tuvo una doble función pues denunció esta complejidad Iglesia-Estado-capital y atacó las prácticas culturales del clero y todo lo que lo rodeaba. 

The Chilean anarchist anti-clericalism, was a mix of anti-theism, atheism and critique everything about the Church and religion, was part and defined the political culture anarchist of period as it was the result of a way of understanding social reality supported by the complicity of the church with the power State, oligarchy and capitalism. This speech had a dual role as one hand denounce this complexity church-State-capital and other cultural practices attacked the clergy and everything around him. 

O anticlericalismo anarquista chileno foi uma mistura de antiteísmo, ateísmo e critica a tudo o ligado à Igreja e à religião; fez parte e definiu a cultura política anarquista do período, visto que foi o resultado de uma forma de entender a realidade social sustentada na cumplicidade da Igreja com o poder do Estado, a oligarquia e o capitalismo. Este discurso teve um papel duplo na medida em que denunciou esta complexidade Igreja-Estado-capital e atacou as práticas culturais do clero e tudo ao seu redor. 

L’anticléricalisme chilien fut un mélange d’antithéisme, athéisme et de critique vis-àvis de l’église et l’ordre religieux. Il fit partie de la culture politique anarchiste de cette période-là tout en la définissant. Il fut le résultat d’une façon de comprendre la réalité sociale, fondée à l’époque sur la complicité de l’église avec le pouvoir de l’État, l’oligarchie et le capitalisme. Ce discours anticlérical a eu une double fonction car il a dénoncé la complexe relation église-État-capital et a attaqué les pratiques culturelles du clergé et son entourage. 

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Cómo citar
Bonnassiolle Cortés, M. A. (2014). En contra de Dios, la religión y la Iglesia. Ateísmo, Antiteísmo y Anticlericalismo en el discurso anarquista chileno (1899-1913). Historia Caribe, 9(25), 71-116. Recuperado a partir de https://investigaciones.uniatlantico.edu.co/revistas/index.php/Historia_Caribe/article/view/1226

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En contra de Dios, la religión y la Iglesia. Ateísmo, Antiteísmo y Anticlericalismo en el discurso anarquista chileno (1899-1913)

Marcelo Alejandro Bonnassiolle Cortés*

* Investigador del Centro de Documentación e Investigación de Historia Reciente, Escuela de Historia de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (Chile) y de la Universidad de Santiago de Chile (Chile). Correo electrónico: mbonnc@gmail.com. El autor es estudiante del programa de Magíster en Historia de la Universidad de Santiago de Chile (Chile) y Licenciado en Historia con mención en Estudios Culturales de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (Chile). Entre sus publicaciones recientes tenemos: “La representación de la represión, el sufrimiento y el dolor del pueblo chileno. Cine, exilio, política e historia: El caso de la película “Il Pleut sur Santiago”, de Helvio Soto Soto (1975)”, en Historia y Sociedad No. 27 (2014). Entre sus temas de interés están los de la historia social y política de Chile y América Latina, siglos XIX y XX, violencia política y conflictividad social y militancia, grupos y colectivos políticos.

Recibido: 30 de marzo de 2014

Aprobado: 25 de mayo de 2014

Modificado: 30 de junio de 2014

En contra de Dios, la religión y la Iglesia. Ateísmo, Antiteísmo y Anticlericalismo en el discurso anarquista chileno (1899-1913)

Resumen

El anticlericalismo anarquista chileno fue una mezcla de antiteísmo, ateísmo y crítica a todo lo relacionado con la Iglesia y lo religioso; formó parte y definió la cultura política anarquista del periodo ya que fue el resultado de una forma de entender la realidad social sustentada en la complicidad de la Iglesia con el poder del Estado, la oligarquía y el capitalismo. Dicho discurso tuvo una doble función pues denunció esta complejidad Iglesia-Estado-capital y atacó las prácticas culturales del clero y todo lo que lo rodeaba.

Palabras clave: Anarquismo, Ateísmo, Antiteísmo, Anticlericalismo, Dios, Religión.

Against God, religion and the church. Atheism, Antitheism and Anti-clericalism in the Chilean anarchist discourse (1899-1913)

Abstract

The Chilean anarchist anti-clericalism, was a mix of anti-theism, atheism and critique everything about the Church and religion, was part and defined the political culture anarchist of period as it was the result of a way of understanding social reality supported by the complicity of the church with the power State, oligarchy and capitalism. This speech had a dual role as one hand denounce this complexity church-State-capital and other cultural practices attacked the clergy and everything around him.

Key words: Anarchism, Atheism, Antitheism, Anticlericalism, God, Religion.

Contra Deus, a religião e a Igreja. Ateísmo, antiteísmo anticlericalismo no discurso anarquista chileno (1899-1913)

Resumo

O anticlericalismo anarquista chileno foi uma mistura de antiteísmo, ateísmo e critica a tudo o ligado à Igreja e à religião; fez parte e definiu a cultura política anarquista do período, visto que foi o resultado de uma forma de entender a realidade social sustentada na cumplicidade da Igreja com o poder do Estado, a oligarquia e o capitalismo. Este discurso teve um papel duplo na medida em que denunciou esta complexidade Igreja-Estado-capital e atacou as práticas culturais do clero e tudo ao seu redor.

Palavras-chave: Anarquismo, Ateísmo, Antiteísmo, Anticlericalismo, Deus, Religião.

Contre Dieu, la religion et l’église. Athéisme, antithéisme, et anticléricalisme dans le discours anarchiste chilien (1899-1913)

Résumé

L’anticléricalisme chilien fut un mélange d’antithéisme, athéisme et de critique vis-à-vis de l’église et l’ordre religieux. Il fit partie de la culture politique anarchiste de cette période-là tout en la définissant. Il fut le résultat d’une façon de comprendre la réalité sociale, fondée à l’époque sur la complicité de l’église avec le pouvoir de l’État, l’oligarchie et le capitalisme. Ce discours anticlérical a eu une double fonction car il a dénoncé la complexe relation église-État-capital et a attaqué les pratiques culturelles du clergé et son entourage.

Mots-clés: anarchisme, athéisme, antithéisme, anticléricalisme, Dieu, religion.

Introducción

Después del fracaso de la primera internacional y la muerte de Karl Marx en 1883, el anarquismo y las ideas libertarias –con sus particulares y variadas representaciones– se convirtieron en el componente dominante de la izquierda internacionalista y radical1. Lo anterior permitió que los ácratas se constituyeran desde ese momento en una fuerza política importante en países tales como Francia, España, Italia y en gran parte de Latinoamérica, siendo los principales exponentes del ideario anarquista los pensadores europeos Pierre Proudhon, Mijaíl Bakunin y Piotr Kropotkin2.

El ideario anarquista del período –entendido como una teoría política y desde la perspectiva de estos autores– buscó obtener la emancipación del hombre frente a cualquier tipo de organización dominante y organizada jerárquicamente que limitase forzadamente su libertad. De ahí que el discurso ácrata atacara y denunciara constantemente al Estado, la Iglesia y el sistema económico capitalista, ya que estos eran comprendidos por los difusores de la idea –nombre dado por los ácratas a su doctrina– como la representación y sustento de un sistema autoritario de dominación de clase y opresión social3. En este sentido el anarquismo de fines del siglo XIX y comienzos del XX debe entenderse no tanto como la visión de una sociedad nueva, futura, ideal –rasgo que compartía con otras ideologías de la época– sino más bien como el rechazo radical y absoluto de toda mediación social y de toda práctica política representativa4. De esta manera, el principal objetivo de la praxis anarquista era derrocar el sistema de dominación burgués a través de la destrucción del Estado, ya que solo la destrucción definitiva del aparato estatal y de sus órganos de control y represión social podrían garantizar a la humanidad la recuperación de la condición natural de libertad que le fuera arrebatada en el devenir histórico5.

Generalmente en Chile los estudios sobre el anarquismo suelen priorizar su dimensión política, resaltando sus dinámicas organizacionales, al igual que de intervención y participación de su accionar frente al Estado6, de igual manera, se ha estudiado ampliamente su dimensión cultural y su discurso moral y regenerador, sin embargo, en lo que respecta al tema de la concepción anarquista anticlerical se le ha otorgado poca importancia y ha sido escasamente abordado por los estudios sobre el anarquismo7. En este sentido los aportes existentes se han centrado en la religiosidad obrera-popular. Sin embargo, el anticlericalismo ocupó un lugar central en el discurso de los anarquistas chilenos durante la primera década del siglo XX8.

A partir de lo anterior, es que este artículo busca introducirnos y dar cuenta de la relación del anarquismo con el tema de la religión y el clero, postulando que el anticlericalismo ácrata fue una mezcla de antiteísmo, ateísmo y crítica a todo lo relacionado con la Iglesia y lo religioso, formando parte y definiendo la cultura política anarquista del período. Esta concepción anticlerical fue el resultado de una forma de entender la realidad social de los anarquistas sustentada en la complicidad de la Iglesia con el poder del Estado, la oligarquía y el capitalismo. Dicho discurso tuvo una doble función, ya que por un lado denunció esta complejidad Iglesia-Estado-capital y por otro atacó las prácticas culturales del clero y todo lo que lo rodeaba. De allí que el discurso anarquista estuvo marcado por los ataques a la idea de Dios y los cuestionamientos de su existencia, al igual que ataques en contra de la Iglesia, el clero y toda la institucionalidad religiosa. Sin embargo, el discurso anticlerical se quedó solamente en ataques discursivos por medio de la prensa y conferencias y no en ataques de acción directa y propaganda por el hecho iconoclasta y anticlerical.

1. Anarquismo, Cuestión Social y la influencia política-espiritual de la Iglesia Católica

Frente a un Estado oligárquico marcado por un sistema parlamentario (1891-1925) y un escenario caracterizado por la pobreza, un descontrolado proceso de urbanización y abruptas desigualdades sociales provocadas por la expansión del capitalismo industrial, se configuraron desde fines del siglo XIX diversos elementos que empeoraron las malas condiciones de vida del trabajador urbano y de los sectores populares; dichas condiciones de vida estuvieron marcadas por las enfermedades, la falta de vivienda, el alcoholismo, la prostitución y los bajos salarios, todos los cuales se convirtieron en síntomas de profundas complicaciones sociales, lo que posibilitó que la “Cuestión Social”, prontamente se convirtiera en una “Cuestión Política”9.

Bajo este contexto en América Latina en general y en Chile en particular y frente a un escenario de masiva inmigración europea –principalmente a países como Argentina, Brasil y Uruguay– es que se afianzaron en la región nuevas corrientes políticas e ideológicas que impulsaron la proletarización de la clase obrera (socialismo/comunismo y anarquismo). Estas nuevas corrientes ideológicas sindicaban la ilusión marxista de una nueva sociedad socialista y motivaron una paulatina radicalización y el surgimiento entre los trabajadores de conciencia política. En este sentido, los partidos de izquierda y los movimientos obreros fueron elegidos como campo de acción política lo que motivó que el surgimiento de la conciencia política adquiriera una óptica clasista, y muchas veces radical, entre los trabajadores10.

Así, los ideales anarquistas se expandieron con rapidez impulsando la organización obrera, la revolución social y un agresivo discurso anticapitalista, antiestatal y anticlerical. En Chile el anarquismo se afianzó desde fines del siglo XIX y marcó, junto con grupos socialistas, la actividad obrera asociativa durante las primeras décadas del XX introduciendo novedosas ideas y, en ciertos aspectos, radicalmente opuestas a las existentes. En las ciudades de Santiago y Valparaíso rápidamente el anarquismo se consolidó como movimiento ideológico en los circuitos obrero-populares convirtiéndose en el elemento más dinámico y exitoso del movimiento obrero organizado11, llegando incluso a fundar –en 1919– la sección chilena de la anarco-sindicalista norteamericana Industrial Workers of the World (IWW)12.

Los anarquistas –como también socialistas/comunistas–, por medio de la organización de conferencias y mítines, al igual que del impulso de su prensa escrita y la edición de libros, propaganda y volantes, promulgaron los postulados de la idea, y la organización y emancipación de los trabajadores13. Por lo anterior es que tempranamente se leyeran y se reprodujeran en la prensa los escritos de los teóricos europeos clásicos como Pierre Proudhon, Mijaíl Bakunin y Piotr Kropotkin, como también los de Sébastien Fauré, Errico Malatesta, Ricardo Flores Magón, Luigi Fabbri, Pietro Gori, Augustin Hamon, Élisée Reclus, Rudolf Rocker y León Tolstoy14.

También los anarquistas dirigieron un gran número de huelgas y crearon diversas instancias organizativas como centros de estudios sociales, bibliotecas populares, sociedades de resistencia y conjuntos filarmónicos, los que les permitieron apostar por un ordenamiento social antagónico al dominante, de esta manera los ácratas impulsaron la aplicación de un discurso moral-cultural, el internacionalismo, el pacifismo, el antimilitarismo, la emancipación de la mujer y el anticlericalismo, al igual que la huelga insurreccional, y un discurso retórico de violencia revolucionaria a través de la propaganda por el hecho y la acción directa15.

La Iglesia Católica, por su parte, ha ocupado desde la construcción del Estado-Nación un lugar privilegiado y gran influencia política y espiritual, declarándose el catolicismo como la religión oficial del Estado. Esta, sin embargo, desde mediados del siglo XIX se venía enfrentando al conflicto catolicismo-liberalismo en donde se disputaban los valores espirituales que debían regir a la sociedad16.

Los liberales impulsaban la mayor participación estatal y atacaban a la Iglesia Católica ya que deseaban poner fin al clericalismo, es decir, a la influencia de la Iglesia Católica en los aspectos políticos y sociales del país17. El clero, por su parte, centró su accionar en influir doctrinaria y culturalmente en la sociedad para preservar la tradición católica, siendo su principal aliado el Partido Conservador, quienes iniciaron junto con la Iglesia una defensa frente a los ataques secularizadores y la descatolización de la sociedad. Para esto la Iglesia constantemente inició campañas de instrucción religiosa y utilizó la prensa, principalmente La Revista Católica –dirigida por el clero de la arquidiócesis de Santiago– para sopesar estos ataques y de esta manera intervenir activamente en las discusiones públicas, ampliando sus márgenes de influencia ya no solo a los sermones dominicales en los templos sino día a día llegando a un número mayor de fieles.

Así, frente a un profundo escenario de miseria impulsada por el capitalismo industrial, un Estado incapaz de dar solución a las problemáticas sociales, una Iglesia Católica ineficiente solo preocupada de su doctrina, una creciente politización de la clase obrera –la cual inició constantes demandas de mejoras a sus problemáticas– y una clase dirigente inquieta frente a esta politización popular es que se impulsaron profundos debates políticos para encontrar soluciones a los problemas ligados a la “Cuestión Social”.

Surgen así tres tendencias, una liberal laica impulsada por el Partido Radical para quienes la “Cuestión Social” era un problema estructural de la sociedad generada por el capitalismo industrial, la explotación y la carencia de ayuda hacia los sectores empobrecidos, lo que posibilitaba la exacerbación del conflicto de clases. En este sentido, el culpable era el Estado y su incapacidad de impulsar una adecuada legislación social. La segunda tendencia impulsada por la Iglesia Católica –y a partir de la promulgación de la Encíclica Rerum Novarum (1891) en Roma– fue de adherir a la línea social cristiana que veía la “Cuestión Social” como una crisis moral y daba énfasis a la responsabilidad que correspondía a los sectores acomodados y ricos en el cuidado y bienestar moral y espiritual de los desvalidos mediante el impulso de la beneficencia y caridad. Mientras que la última tendencia surgió desde la misma clase obrera, ya que los anarquistas, socialistas/comunistas promulgaban que las problemáticas sociales eran responsabilidad del sistema capitalista y del Estado liberal, por lo cual solo ellos serían capaces de impulsar los cambios revolucionarios e instalar una nueva sociedad sin miseria y explotación18.

Bajo esta compleja coyuntura es que los anarquistas impulsaron un fuerte discurso anticlerical sustentado en las raíces sociales y culturales relacionadas con las malas condiciones de vida, con la organización familiar, con las relaciones de género, con las prácticas religiosas y con los postulados teóricos, ideológicos y doctrinarios provenientes de Europa. En este sentido es que el anticlericalismo anarquista será entendido como un conjunto de ideas, discursos, actitudes y comportamientos que se manifiestan críticamente a las instituciones eclesiásticas y hacia su personal (curas, frailes, monjas), al igual que como cuestionador y descalificador de sus dogmas, creencias, ritos y devociones, rechazando así toda su intervención en los aspectos políticos, sociales y espirituales de la sociedad19.

2. La teoría anárquica europea frente a la idea de Dios y la confabulación de la religión con el Estado moderno y el capital

¿Qué elementos componen el anticlericalismo de los anarquistas? Frente al problema de la existencia de Dios el discurso ácrata fue siempre radical. Los teóricos anarquistas decimonónicos heredaron toda la tradición crítica a la religión propia de su época, suscribiendo a los argumentos esgrimidos por David Hume, por el positivismo comtiano o por la izquierda hegeliana, principalmente Ludwig Feuerbach, al igual que de la crítica nietzscheana de la religión y de Dios que enfatizaba en la erradicación de la idea de Dios en el pueblo20. El liberalismo por su parte –tanto en Europa como en América Latina– desde sus orígenes se caracterizó por la condena a la situación preeminente de la Iglesia proponiendo su reforma, su sujeción a los poderes del Estado y el aminoramiento de su influencia. La Iglesia, en tanto, al no querer aceptar las críticas al orden de sus cosas y el papel que ocupaba en la sociedad como institución privilegiada, se encasilló en las posturas antiliberales, mientras que los liberales encontraron un modo de expresión en el anticlericalismo21.

La concepción anarquista sobre la idea de Dios –influenciada por todo lo anterior– implicó comprender que Dios no es simplemente el opio del pueblo, que desaparecerá por su propio peso una vez establecida la revolución social, ya que la idea de Dios es generadora en sí misma de sumisión y esclavitud, por lo cual no bastaba solamente con ser ateos y renegar la existencia de Dios ya que era preciso ser antiteos y luchar constantemente contra esta idea de Dios y todo lo que implica22. Uno de los primeros tratados anarquistas que abordó en extenso el tema de Dios y la religión fue la obra de Mijaíl Bakunin titulada Dios y el Estado (1882), la cual explica el lugar histórico de la religión y su relación y confabulación con el Estado político moderno, ambas instituciones eran vistas por Bakunin como organismos negativos para la humanidad ya que son los pilares en que se sustenta la tiranía, la opresión y el autoritarismo. De ahí el rechazo a toda legislación y autoridad, ya que actúan en provecho de las minorías y en contra de los intereses de la mayoría sometida. En lo que respecta a la confabulación religión-Estado, Bakunin declaraba que:

“Primeramente es la rebelión contra la tiranía del fantasma supremo de la teología, contra Dios. Es evidente que en tanto tengamos un amo en el cielo, seremos esclavos en la tierra. Nuestra razón y nuestra voluntad serán igualmente anuladas. En tanto que creamos deberle una obediencia absoluta, y frente a un Dios no hay otra obediencia posible, deberemos por necesidad someternos pasivamente y sin la menor crítica a la santa autoridad de sus intermediarios y de sus elegidos: Mesías, profetas, legisladores, divinamente inspirados, emperadores, reyes y todos sus funcionarios y ministros, representantes y servidores consagrados de las dos grandes instituciones que se imponen a nosotros como establecidas por Dios mismo para la dirección de los hombres: de la Iglesia y del Estado. Toda autoridad temporal o humana procede directamente de la autoridad espiritual o divina. Pero la autoridad es la negación de la libertad. Dios, o más bien la ficción de Dios, es pues, la consagración y la causa intelectual y moral de toda esclavitud sobre la tierra, y la libertad de los hombres no será completa más que cuando hayan aniquilado completamente la ficción nefasta de un amo celeste”23.

Según Bakunin la riqueza, el poder económico y la opresión política de las masas son los términos inseparables del reino de la idealidad divina sobre la Tierra. De ahí que parte importante de sus escritos fueran en contra de la idea de Dios, declarando que “Si Dios existiese realmente, habría que hacerlo desaparecer”24. Sin embargo, sus escritos no solo circularon bajo una concepción antiteísta, ya que también incorporó elementos del ateísmo a su pensamiento debido a que para él todas las religiones, con sus dioses, sus semidioses, sus profetas, sus mesías y sus santos, habían sido creadas “por la fantasía crédula de los hombres no llegados aún al pleno desenvolvimiento de sus facultades intelectuales”, en consecuencia el cielo religioso no era otra cosa –según Bakunin– que “un milagro donde el hombre, exaltado por la ignorancia y la fe, vuelve a encontrar su propia imagen, pero agrandada y trastocada, es decir divinizada”25. Los cristianos, por su parte, eran interpretados por este pensador como no-hombres ya que según él no tenían conciencia de la humanidad y porque al no respetar la dignidad humana en sí mismos, no podían respetarla en otro y no respetándola en otro, no puede respetarla en sí26.

Para Bakunin si se quería acabar con el Estado y el autoritarismo necesariamente había que acabar con la idea de Dios ya que mientras las raíces de la creencia en Dios quedasen intactas producirán nuevos retoños en la Tierra; de igual manera, según expresaba este pensador, mientras tuviéramos un amo en el cielo, tendremos un amo en la tierra27. De ahí declarase que:

“No reconozco autoridad infalible” y que “Una fe semejante sería fatal a mi razón, a mi libertad y al éxito mismo de mis empresas; me transformaría inmediatamente en un esclavo estúpido y en un instrumento de la voluntad y de los intereses ajenos”28.

Pierre J. Proudhon por su parte también desarrolló una visión anticlericalista y radical, según él, los mandamientos cristianos, las prácticas del clero y la Iglesia se contradecían con la realidad de los trabajadores y su imperio de necesidades29. Citando los escritos de Pablo Luis Courrier, Proudhon destacaba que desde que la humanidad entró en el período de la civilización el pueblo solamente ha rezado y pagado:

“Reza por sus príncipes, por sus magistrados, por sus explotadores, por sus parásitos. Reza, como Jesucristo, por sus verdugos. Reza por aquellos mismos que, por su estado, debieran rezar por él. Y después paga a aquellos por quienes reza. Paga al gobierno, la justicia, la policía, la nobleza, la corona, la renta […] Paga por todo: por ir y venir, comprar y vender, beber y comer, respirar, tomar el sol, nacer y morir. Paga hasta para que le den permiso para trabajar. Y ruega al cielo que, al bendecir su trabajo, le dé cada día con qué pagar más. El pueblo no hizo nunca más que rezar y pagar; creemos que ha llegado el momento de hacerle filosofar un poco”30.

Según Proudhon, el primer deber de los hombres inteligentes y libres era erradicar incesantemente la idea de Dios de su espíritu y de su conciencia”31. De lo anterior es que declarase:

“Niego por lo tanto la supremacía de Dios sobre la humanidad, rechazo su gobierno providencial, cuya falta de existencia está suficientemente acreditada por las alucinaciones metafísicas y económicas de la humanidad y en una palabra, por el martirio de nuestra especie, declino la jurisdicción de ser supremo sobre el hombre; le quito sus títulos de padre, de rey, de juez, de bueno, de clemente, de misericordioso, de caritativo, de remunerador, de vengador. Todos esos atributos de que se compone la idea de Providencia, no son más que una caricatura de la humanidad, inconcebible con la autonomía de la civilización y además desmentida por la historia de sus aberraciones y catástrofes. Mas porque Dios no puede ser concebido como Providencia porque le quitamos ese atributo tan importante para el hombre”32.

Piotr Kropotkin –otro de los principales pensadores anarquistas– en su escrito La Moral Anarquista (1898) también realizó un llamado a eliminar todo lo que en la sociedad del período impedía el libre desenvolvimiento de la humanidad y de todo lo que falseaba el juicio de los hombres, es decir, el Estado, la Iglesia, el juez, el clérigo, el gobierno y el explotador33. De ahí el llamado de Kropotkin para que las grandes causas de la depravación como el capitalismo, la religión, la justicia y el gobierno dejasen de existir. Según este autor las religiones “mutilan la moral de los hombres” y la Iglesia vinculada con los jueces y el Estado amenazaba a los hombres “con el infierno para moralizarles”, pero al final terminaban desmoralizándolos y hundiéndolos en el oscurantismo34. De igual manera surgieron otros pensadores anarquistas como la escritora Voltairine de Cleyre, Sébastien Fauré, Augustin Hamon, Élisée Reclus y Errico Malatesta, quienes apoyaron y complementaron constantemente este pensamiento y discurso ya que –al igual que los pensadores antes expuestos– también buscaron la destrucción del Estado, la religión y el capital35.

Frente a lo expuesto anteriormente podemos ver que el discurso teórico-anarquista de Pierre Proudhon, Mijaíl Bakunin y Piotr Kropotkin, en lo referente a la relación Estado, capital e Iglesia y a la idea de Dios, circuló entre el ateísmo y el antiteísmo radical, ya que se planteaba que la creencia en Dios es el principio básico de la sumisión de la humanidad a ideas y principios rectores y superiores a su vida y existencia propia, tanto en una óptica moral-personal como política. De ahí la importancia, por una parte, de renegar de la existencia de Dios y, por otra, de luchar en contra la idea de Dios, ya que ven a lo religioso-clerical como una forma de esclavitud para el hombre y una de las columnas fundamentales sobre las que se sustenta la opresión, el autoritarismo y la tiranía.

En este sentido, para la teoría anárquica decimonónica no habría una reconciliación posible con la idea de Dios y si realmente se quería liberar a los seres humanos se debía erradicar cualquier asomo de creencia, pues eso lleva siempre aparejadas una sumisión y una esclavitud36. Desde esta perspectiva Dios y la religión le quitaban la autoestima y el orgullo a la humanidad impidiéndole comprender que son las propias personas las encargadas de dar sentido a su existir.

De lo anterior es que las clases dominantes utilizan a su conveniencia la idea de Dios y las prácticas de la religión y el clero, ya que las masas se sacrificaban, humillaban y sometían frente a la creencia en una divinidad y en la búsqueda de seguridad y perdón, obteniendo de esta manera, las clases dominantes y el clero, una masa “creyente y humillada”, “respetuosa y obediente”, e “ignorante y gregaria” 37, que al justificar la obediencia a un ser supremo justifica también la obediencia al Estado y los gobiernos, vinculando así la enseñanza religiosa con el poder político. De allí la crítica ácrata ya que según su interpretación eran las masas ilusas las que creen ver en sus constantes enemigos –que las reprimen e inculcan la ignorancia, la esclavitud y la miseria– un apoyo y un ofrecimiento del cielo como forma de optar a la salvación moral y espiritual.

Por lo expuesto es que la concepción anarquista anticlerical fue el resultado de una forma de entender e interpretar la realidad social sustentada en la complicidad de la Iglesia con el poder del Estado, la oligarquía y el capitalismo. De ahí las críticas por parte de los anarquistas a todo lo religioso-clerical ya que las ideas y enseñanzas morales del evangelio cristiano no coincidían con las prácticas del clero marcadas por el acaparamiento, el lujo, la avaricia y la usura en contra de los desposeídos y los pobres a los que la Iglesia decía proteger.

3. Iglesias, clérigos, frailes, curas y monjas bajo la pluma del vituperio anárquico-anticlerical

Si la actitud de los anarquistas ante Dios circuló entre el ateísmo y el antiteísmo radical, la actitud frente a la Iglesia –especialmente la Católica– fue de condena, rechazos, ataques, críticas y burlas por parte de un accionar discursivo ácrata radical que hizo de la Iglesia su principal objetivo. Pero ¿por qué los reiterados ataques a la Iglesia, al clero y todo lo relacionado con los aspectos religiosos por parte de los anarquistas?

En 1882 Mijaíl Bakunin afirmaba que el cristianismo es de por sí la religión por excelencia ya que expone y manifiesta en su plenitud la naturaleza propia de los sistemas religiosos que son el empobrecimiento, el sometimiento y el aniquilamiento de la humanidad en beneficio de la divinidad. De ahí que realizara un llamado a diferenciar entre moral cristiana y las prácticas de la Iglesia y del clero, ya que una cosa es la doctrina de Cristo, apartada de todos los intereses de esta Tierra, y otra cosa es esta misma doctrina practicada por la Iglesia, brutalmente materialista, desde que se empezó a constituir como potencia38. Influenciados por esta reflexión, los ácratas intentaron liberar al pueblo de todo prejuicio religioso, social, político y moral, como los cultos, las ceremonias, el lujo, la autoridad, el orgullo, la gula, la mentira y la falsa caritativa39. De ahí que los clérigos, los curas, los frailes, las monjas y toda institución y prácticas de carácter eclesiástico-religioso fueron objeto de reprobación moral, de cuestionamientos de sus dogmas religiosos y de críticas por su vinculación con el Estado y el capital.

Según Lucía Prieto el anticlericalismo forma parte y define la cultura política de determinados grupos en los que la concepción anticlerical es el resultado de una forma de entender la realidad social y de aplicar códigos éticos40. Félix Moriyón, por su parte, ha destacado que para los ácratas era necesario atacar a la Iglesia, pues su influencia era especialmente nociva para la liberación del pueblo y suponía un sólido pilar para el mantenimiento del sistema opresor y explotador del capitalismo, junto al ejército o la policía. Esta actitud anticlerical estuvo unida a la actitud ácrata antijerárquica y crítica de la idea de Dios, lo que llevaba a ver a la Iglesia como inculcadora del fatalismo y de la dependencia respecto de la humanidad con poderes superiores41. Esto fue ampliamente destacado desde las páginas de los periódicos libertarios así, por ejemplo, en 1899 Magno Espinoza –uno de los principales anarquistas chilenos del período– en el periódico El Rebelde señalaba que:

“Nosotros nos limpiamos el culo con los papeles en que los gobernantes escriben sus leyes y, con mucha satisfacción, con el papel de la Constitución de esta república de frailes y de soldados… de explotadores y bandidos ¡Abajo la Constitución! No más códigos ni leyes”42.

Desde las columnas de El Ácrata se destacaba que el gobierno y los capitalistas roban las riquezas que el obrero produce, a las grandes compañías y fábricas donde se emplea la fuerza de los trabajadores les conviene fanatizar, envilecer y mantener los cerebros en el oscurantismo; estos una vez en el poder dictan leyes en su provecho y en desmedro de los obreros se reparten las riquezas de la nación “de la misma manera que los buitres se devoran una red” y para esto hay que mantener la ignorancia y la Iglesia era la encargada de esta labor43. El periódico La Antorcha por su parte fue mucho más enfático y consideraba que:

“La autoridad política representada por el Estado es un fenómeno resultante de la apropiación privada de los medios de producción cuya transformación en propiedad social implica necesariamente la suspensión del Estado y la negación de todo principio de autoridad. Porque creemos que la suspensión de todo yugo económico y político seguirá necesariamente de la opresión moral caracterizada por la religión, la caridad, la prostitución, la ignorancia y la delincuencia. Queremos al individuo libre de toda imposición o restricción económica, política y moral, sin más límite a su libertad que la libertad igual de los demás”44.

La revista ácrata La Idea surgió solamente con la intención de combatir al clericalismo, según esta publicación “la religión católica es la religión de la esclavitud y del apocalipsis”45. La actitud ácrata de ver a la Iglesia y la religión al servicio de la dominación y de las clases poderosas se sustentaba en que la clerigallada –como apodaba el periódico La Batalla al clero– y toda otra institución religiosa se enriquecían indiscriminadamente cada vez más mientras los obreros y trabajadores sufrían de hambre y de miseria46. De ahí la necesidad de que los anarquistas se despreocupasen –según lo escrito en La Protesta– de “la falsa creencia en Dios y de todo el enjambre de supersticiones religiosas” ya que solo así se podría lograr la emancipación de los trabajadores47.

El historiador Manuel Lagos ha identificado en el anticlericalismo ácrata tres líneas de interpretación que lo sustentan. La primera es el rechazo a la moral conformista proyectada y enseñada por la Iglesia Católica ya que esta infunde en los pobres el desprecio de los bienes materiales, el desprecio a la imprescindible satisfacción de sus necesidades materiales, con el fin de ofrecerles el cielo y que, como legado de miseria, queden muertos para sí y para los goces de la tierra enseñándoles la paciencia y el perdón de las ofensas e injusticias, al igual que la conformidad con los males anejos a esta vida y a la diferencia de clases y condiciones48.

Un segundo sustento del anticlericalismo ácrata es el impulso del oscurantismo que proyecta la Iglesia marcado por el miedo y la ignorancia de las épocas primitivas. La Iglesia era vista como enemiga del progreso científico-cultural, carente de ética y difusora del fanatismo que esclaviza a las personas y mata la vida con sus predicamentos sobre el sufrimiento y la resignación49. Con respecto al oscurantismo y al clero el periódico La Alborada declaraba que los “frailes son los enemigos de la luz, por consiguiente enemigos de todo hombre intelijiente que ilumina los cerebros de los demás”50.

El clero, los curas, los frailes y las monjas fueron vistos por los ácratas como los encargados de ejecutar la labor de dominación de la Iglesia y sus prácticas en la sociedad. Dichas prácticas eclesiásticas-clericales corresponden al tercer sustento del anticlericalismo ácrata identificado por Manuel Lagos, ya que es el clero el que traiciona el verdadero evangelio cristiano al no seguir una vida humilde, tal cual como lo había hecho Cristo en la tierra, y privilegiar los lujos, el acaparamiento y la vida fácil a costa de los demás51.

Desde las páginas de la prensa anarquista es posible identificar el desarrollo de un discurso radical marcado por violentos ataques, críticas, burlas, rechazos y condenas a todo lo que tuviera relación con el clero y sus prácticas. Así, por ejemplo, según lo escrito por el articulista del semanario La Batalla, “la mano negra del clericarismo” es la que aconsejaba al pueblo la resignación, mientras el rico aprovecha esa oportunidad para explotar a los obreros52. La revuelta, por su parte, en un artículo titulado “¡Yo Acuso!”, señalaba que la Iglesia y el clero son los encargados de pervertir a la sociedad:

“Acuso a los hombres de la Iglesia de pervertir las sociedades, de ofuscar los cerebros, de enloquecer las voluntades. Curas de todas las iglesias, defensores de todos los dogmas, propagadores de todas las fees, conservan con su astucia las mentiras seculares sobre las cuales reposa la supremacía y la opulencia de la que gozan los haraganes. Ayudados de sus cómplices, que son los normalistas y los frailes ellos se apoderan de la inteligencia racional”53.

Los conventos, según los anarquistas, eran un antro de la corrupción de-
senfrenada de los sacerdotes y de la ignominia, un lupanar de baja estopa, donde se rinde culto al vicio en su más repugnante desnudez54. La revista La Idea consideraba a los frailes como farsantes que humillaban a la población ya que viven rodeados de pan y alegría mientras que en el hogar de los trabajadores “falta todo”, de ahí que según esta publicación los trabajadores tenían que “romper el lazo estúpido de la fe” 55. El periódico La Protesta, por su parte, era más enfático y en el artículo ¡Oye fraile! realizaba una radical crítica a la labor de los frailes en la sociedad:

“Tú que vives engañando a la tonta humanidad. Tú que con sagacidad vas la mentira inculcando. Tú que vives explotando así descaradamente su dinero al inconsciente; tú, grandísimo haragán, ¡aprende a ganarte el pan con el sudor de tu frente! Deja la cruz y el rosario, si es que tienes corazón: tira la teja a un rincón y arroja al fuego el breviario; deja ese confesionario en donde a la niña inocente perviertes, impunemente, sí, grandísimo haragán, ¡aprende a ganarte el pan con el sudor de tu frente! Deja en paz el purgatorio que ya te ha dado bastante, no engañes en adelante con ese cielo ilusorio para todo hombre irrisorio, que no sea un inconsciente, no embrutezcas a la gente como lo haces, haragán, ¡aprende a ganarte el pan con el sudor de tu frente! No castigues EL PECADO, ni tampoco lo perdones, porque esas atribuciones ninguno te las ha dado. Deja de robar, malvado, como robas actualmente, vive, en fin, holgadamente y, por último, haragán, ¡aprende a ganarte el pan con el sudor de tu frente!”56.

La revista La idea, se burlaba de los frailes que habitaban el convento franciscano de Santiago ya que estos se ganaban la vida entonando canciones míticas y otras sarandijas. Los frailes del convento, según la publicación, tenían rostros lujuriosos y sonrisas sexuales y se sentaban en las bancas a conversar con las beatas de rostro santurrón, el articulista de La Idea se preguntaba ¿si las paredes de los claustros y conventos hablaran? Y agregaba “qué cosas mundanas nos contarían a los profanos que no creemos en el mentido e inmoral voto de castidad de que hacen alarde los curas y frailes” 57.

De igual manera las monjas y las beatas también fueron vistas por los ácratas como mujeres sin pudor y sin conciencia influenciadas por el “soplo fatal” de los curas, La Idea publicaba, por ejemplo, un artículo firmado por El Diablito Rojo, quien entre críticas y burlas atacaba las prácticas de las monjas:

“A la iglesia volais apenas trina el avecilla al despuntar la aurora i ni lumbre dejais en la cocina, como cumple el deber de una señora. A misa apenas la campana llama correis sin mantillas ni zapatos, sin haber arreglado ni la cama, ni comprado pellejos a los gatos. A las doce marchais con la novena i el rosario enredado en vuestra mano; no conforméis seguis con la trecena para bien el pontífice romano. Por la noche asistís al…ejercicio…a que tierno os invita vuestro padre, para hacer con delicia el sacrificio, de salir con las tocas de la madre. Pero luego después arrepentidas comprendéis mohinas i enojosas que sobran para el cura las queridas i faltan para el hombre las esposas”58.

A través de una mezcla entre crítica clerical y poesía el anarquista Marceliano Rivera escribía desde las columnas de La Idea el artículo titulado “Al infierno con ellos”:

“Al infierno con esos religiosos que van los testamentos a husmear, con menosprecio vil de la pobreza que Jesús predicó a la humanidad. Al infierno con ellos enseguida. Al infierno con esos sacerdotes que execran a quien sea liberal, con el piadoso fin de que les dejen a las jentes volver a achincharrar. Al infierno con ellos, al galope que está oliendo mal. Al infierno con esos frailecillos que a las damas procuran visitar i no con un propósito laudable, si no con un propósito carnal. Al infierno con ellos ahora mismo que aquí sobrando están […] al infierno con esos religiosos que fingiendo a los niños educar, cometen asquerosos atropellos que merecieran pena capital […] Al infierno con esos sacerdotes que su amor no pudiendo dominar, con sus medias naranjas se escabullen sin que Dios les importe ni un real. Al infierno con ellos sin demora que son calamidad”59.

Otro anarquista, Justo Burgos Meyer, realizaba desde las columnas de El Marítimo, una radical crítica y un fuerte llamado a los obreros para que estos se alejaran de la Iglesia:

“Pueblo detente! No entres al palacio donde moran el lujo i la riqueza; donde vive borracho de grandeza un hombre que predica la humildad; porque ahí se incuban bajo el calor de una moral insana, entre la bondanidad de la sotana, el vicio, la mentira i la maldad. Pueblo detente! No entres a la iglesia, infecto lodazal en donde el cura revuelve la inmundicia mas impura. Dentro del confesionario vergonzoso, que se asemeja a una caverna oscura, como lascivo sátiro está el cura que espera con brutal pasión, a tus hijas, las místicas doncellas, almas confiadas, almas candorosas que se arrodillan dulces i piadosas sin sospechar ahí su perdición. En esa armazón sucia i funesta, en esa negra i fetida garita donde incuba sus crímenes ¡Oh pueblo! tu deshonra; el lobo que de oveja disfrazado sueña que eres carnero i que entregado a su torpe codicia estas al fin. Alejate de allí, pueblo, si quieres que no mueran tus santas rebeldías, que allí intentan vencer tus santas enerjias con el alma traidora de la fe, la fe ¿sabes lo que es?, es la ignorancia que difunden los frailes sin ronrojos, negra venda que cae sobre los ojos del creyente infeliz que nada ve! Antes que verte manso i reducido, i cual dócil rebaño conducido al que han dado en llamar templo de dios, cuando solo es altar de mentira, antro horrible de pútridas pasiones que enardecen los viles corazones de estos que finjen ir al cielo"60.

De esta manera los ácratas intentaron construir una sociedad sin religiones y atacar las prácticas religiosas de la sociedad. La religión era interpretada por los ácratas como “una forma de esclavitud moderna” 61, mientras el clero era visto como “infame, torpe y corrompido” 62. De lo anterior es que los anarquistas realizaran un reproche ético y generalizado de la ineptitud de los curas, frailes y monjas para conformar su vida a los valores que cabría esperar rigiesen su conducta. De ahí que a través de la prensa los ácratas denunciaran las malas costumbres, como la introducción de mujeres a los conventos, la entrega al placer de la gula y las orgías sexuales63. De este modo, la lujuria y la avaricia, secundadas por un cortejo de otros defectos (glotonería, pereza, ignorancia, brutalidad), constituyeron los motivos predilectos del vituperio anticlerical64. Por lo anterior es que probablemente lo que más indignase a los ácratas chilenos era la falta de coherencia entre las enseñanzas de la Iglesia y las prácticas clericales, al igual que su vinculación con el autoritarismo estatal y la dominación capitalista.

4. La Iglesia Católica, el Clero y el problema anarquista

¿Reaccionó la Iglesia Católica a los ataques anarquistas? ¿Fue el anticlericalismo anarquista un problema para la Iglesia Católica? Frente a la oleada de ataques e insultos la Iglesia Católica no se quedó indiferente y también inició desde las páginas de la prensa Católica profundos debates sobre el problema del impulso de ideas anticlericales por parte de los anarquistas y de defensa de las prácticas del clero, al igual que de los sacerdotes, curas y monjas. Así, desde las páginas de la Revista Católica y semanarios como La Hojita Volante y La Buena Lectura, la Iglesia intervino activamente frente a los debates públicos y políticos traspasando los espacios de la misa y el sermón dominical.

De esta manera la doctrina anárquica fue tempranamente vista como una amenaza ya que era considerada como una ideología “pestífera y envenenada”, mientras que sus impulsores eran vistos como “los apóstoles del error” ya que propagaban “tres horribles gangrenas”: una corriente de falsa ilustración; una corriente de falsa fraternidad y una corriente de falso bienestar. De esta manera se inculcaba a los trabajadores el desprecio por el sacerdote y sus enseñanzas, ya que el catolicismo es –según La Hojita Volante– sumisión y servilismo, de igual manera se impulsa el odio hacia los ricos que son tiranos a los cuales hay que derribar debido a que la actual sociedad es el infierno65. Desde las páginas de La Hojita Volante los anarquistas fueron enfáticamente criticados así, por ejemplo, el día 22 de junio de 1900, este periódico titulaba un artículo sobre los anarquistas como “Alerta, el mal y su peligro”:

“Los anarquistas sin en su mano estuviera, destruirían este mundo y el otro; El Ácrata habla contra el ejército, contra la ley, la sociedad, contra la relijion. Habla horrores. Pero dicha toda esta predica cae actualmente en el vacío […] por el momento las nefastas doctrinas anárquicas nos tienen sin cuidado, ellos más bien que al presente se dirigen al futuro. Siembran ahora para cosechar después. Más que de los hombres pues, hay pues que cuidar de los niños, evitar que alguna semilla caiga en sus mentes impresionables e irreflexibles y jermine fatalmente. Hay que velar por la niñez y como los padres de familia dejan mucho que desear, desgraciadamente en versación sobre estas materias ¿Quién mejor que nuestras escuelas? [Escuelas Católicas] para llevar esta enorme misión de previsión social. Ellas pueden al disertar sobre relijion, sobre moral y urbanidad poner discretamente en tabla este asunto procurando despertar el alma y en la imaginación de sus alumnos una aversión saludable por aquella barbaridad, la misma obra pueden hacer los señores curas y rectores de iglesias en sus catecismos dominicales”66.

De igual manera este periódico culpaba a los propios trabajadores de su miseria destacando que en Chile no existían por ahora las causas aparentes del socialismo, las cuales son la injusticia, la desigualdad y el desequilibrio entre el trabajo y el salario; según esta publicación en la actual sociedad quien trabaja y es honrado, “fácilmente viene a ser más rico que los que elevan traza de serlo y tan solo es pobre el que no quiere trabajar o malgasta en la taberna su dinero y salud”. Así –y en total desconocimiento de la labor cultural de los anarquistas– el alcoholismo y la ignorancia religiosa eran la causa perfecta para la proliferación de las ideas ácratas entre los trabajadores:

“Estos monstruos no esperan pretextos y de donde quieran se agarran para sus monstruosidades. Eso mismo de que los bebedores pasan sus días en la miseria ¿no es una gran chacota para la anarquía? ¿Son acaso raros esos desgraciados? y que mejor convivencia para la secta anárquica que ofrecer a los ilusos bebedores un porvenir lleno de bodegas y tabernas en las que ellos pueden echarse a nado en el licor. Viva pues la anarquía gritarían todos ellos. Viva la anarquía, Viva el socialismo, todos seremos iguales cuando estemos llenos de alcohol hasta los ojos. He aquí el gran enemigo ¡El Alcohol! Ahí nadan los microbios anárquicos. Pero hay otro peligro no menos fatal y es la ignorancia religiosa de muchos obreros, los cuales no aprendieron en la escuela que no tienen amigos fuera de la religión […] En muchos talleres no se respeta el domingo, en vez de alabar a Dios se blasfema… se bebe, hay un fuerte elemento de fermentación para la anarquía. No parecería posible que mañana esos artesanos, aunque petulantes y descreídos, se atrevan a empuñar el revólver y el cuchillo asesino a sangre fría, a preparar incendios y explosiones de dinamita […] después cuando la dinamita, el fuego, el petróleo estén almacenados en esos pobres corazones sin esperanza, porque sin religión, porque no ruegan a Dios, porque no reverencian al sacerdote símbolo de la autoridad”67.

Las mujeres por su parte, al querer trabajar atentaban contra su lugar social y divinamente asignado ya que abandonaban el hogar, la familia y la crianza de los hijos. Según el periódico La Buena Lectura la labor de una buena madre y mujer cristiana consistía en quedarse en el hogar:

“Como madre cristiana podrá allí educar el alma de sus hijos tratando de elevar su carácter por medio de santos y generosos ideales, preparándolos así para las luchas que tendrán que sostener más tarde en pro de la religión y la patria. Esa misma madre inspirada por una piedad ferviente cuidara de mantener por medio de su palabra en el seno de su familia pura e indestructible la sagrada llama de la fe. El ejemplo de la Virgen iniciando a la mujer en el espíritu de sacrificio y amor a la iglesia hará de ella si llega el caso una víctima inmolada a la verdad de sus santas creencias”68.

De igual manera la familia era considerada como lo más importante después de la religión ya que era la “fuerza motriz de la sociedad”. Según La Hojita del Hogar de la familia salía el orden, la grandeza y la prosperidad de la patria, debido a que ella transmitía a la nación su vitalidad. En este sentido, según la visión de la Iglesia Católica, la familia, la patria y la sociedad doméstica y civil estaban estrechamente unidas y los ataques, adelantos y decadencias de una son el progreso y retroceso de la otra. Así, los ataques anarquistas a la patria y a la Iglesia, al igual que las ideas emancipadoras de la mujer constituían una aberración al ordenamiento social y espiritual de la nación:

“El día en que se arroja la religión del hogar doméstico, cae al suelo la diadema de autoridad que ceñia la frente del padre y de la madre, y quebrantase el cetro de mando que tenían en sus manos. La familia entonces se trueca en sentina de inmoralidad y desorden, en fragua nefasta donde forjanse los criminales de la patria, los malhechores de la humanidad. Por el contrario, ¡qué encantadora es la familia cristiana!”69.

Según daba cuenta la Revista Católica la coyuntura política y social del período hacía que fueran “tiempos peligrosos, cada día más graves, para las almas”, de ahí que la principal labor de la Iglesia Católica y el clero fuera la ilustración católica de los trabajadores, mediante el inculcamiento de la fe, la fraternidad y la caridad del Evangelio70. Sin embargo, la Iglesia no solo se enfocó en atacar al anarquismo, ya que también se hizo cargo de responder a las críticas efectuadas a los sacerdotes preguntándose, por ejemplo, ¿Qué sería de la sociedad sin el sacerdote católico que la instruye?:

“Causa religiosa indignación la saña anticlerical con que se ataca continuamente al sacerdote católico sin embargo ¿Quién es el que hace progresar a las naciones en su adelanto espiritual y material? ¿Quién armoniza tanta diversidad de opiniones e ideas esparcidas en el seno de la sociedad? El sacerdote y nadie más que el sacerdote […] ¿Cuándo el sacerdote católico ha sido altanero, infatuado y orgulloso? ¿No le hemos visto por ventura casi siempre desperdiciar las riquezas, honores, títulos y dignidades para entregarse a una vida solitaria y austera que ha edificado y convertido a los corazones más duros y empedernidos? ¿Quién sino el sacerdote a pesar de sus pocos recursos contribuye con ellos a levantar de la postración y miseria a aquel huérfano desvalido, a aquella madre desamparada, a aquel padre relegado por sus hijos al olvido, a aquel pobre mendigo despreciado por las personas que se precian de caritativas? Muchos son los que conocen las palabras fraternidad, caridad, compasión, pero muy pocos los que las practican. Solo el sacerdote es el que proporciona el bálsamo santo del consuelo considerando a todos los hombres como hermanos, hijos de un mismo padre y redimidos por el mismo Redentor”71.

La Iglesia Católica también impulsó su doctrina social cristiana apuntando a que, dadas las actuales condiciones sociales, la clase obrera era “un poder formidable” que los enemigos del catolicismo quieren usar “para hacer el mal” y que, por lo mismo, la Iglesia debe aprovecharlos para hacer el bien. Según un artículo titulado “La clase obrera”, publicado en el periódico La Buena Lectura, “las sectas enemigas del catolicismo” (anarquismo y socialismo) no tienen otro objeto que “descatolizar” y “descristianizar” a los obreros mediante el impulso de sus doctrinas desvirtuadas:

“Lo doloroso es tener que confesar que en gran parte lo han conseguido, no hay que disimularlo. Las clases trabajadoras andan hoy en su generalidad fuera del recto sendero. Ciegas y Sordas a la voz inminente de la Religión que las llama a dejarse extraviar por mentirosos apóstoles de ideas nuevas a quienes parece haber confiado el infierno tan desastrosa misión y ya palpamos los funestos efectos, un descarado ateísmo en las costumbres, los lazos de familia relajados […] El sacerdote es para estos infelices objeto de horror o de sangrienta refriega: el amo siempre un tirano, la esposa una pobre esclava, los hijos carga insoportable, la sociedad un enemigo. Falta Dios y faltando Dios ¿Quién ha de llenar este inmenso vacío, sino el demonio su enemigo?72.

En este sentido, para el clero era urgente la necesidad de reconstruir “sobre los cimientos indestructibles de la fe” la moral de los obreros y el sistema valórico cristiano ya que solo así la Iglesia Católica podría rectificar estos “conceptos equivocados que invaden al pueblo trabajador” 73. De igual manera, y a raíz de lo anterior, es que la Iglesia intentó acercarse a los trabajadores a través de la denuncia de la “Cuestión Social” y la creación de sociedades de obreros cristianos como la Sociedad de Obreros de San José o la Cooperativa del Pan. Desde las páginas de La Revista Católica fueron constantes las denuncias sobre las condiciones de vida de los trabajadores:

“El obrero vive casi siempre abrumado bajo el peso del trabajo, urgido por las necesidades y obligaciones de un hogar amado y oprimido por afanes, poco menos que infructuosos, de un porvenir que casi siempre divisa oscuro y de una vejez que ya asoma rodeada de escasez y miseria”74.

También la Iglesia realizó un llamado a los trabajadores a acudir a los templos e Iglesias ya que allí se podrían educar moral y espiritualmente, alejándose así de la influencia de las ideologías que lo corrompen.

“El templo católico, como concepto ideal, responde a la más íntima, a las más profunda de las palpitaciones y anhelos del ser humano: la creencia en Dios […] El templo católico es la única escuela, la catedra única donde la humanidad ha aprendido y donde puede siempre aprender. En el templo católico aprendemos desde luego el dulce y mágico secreto de levantar nuestros corazones hasta la presencia de Dios, perdonando a nuestros enemigos, a nuestros ofensores y dejando arrebatar nuestras almas en alas de misteriosas armonías. El templo católico es también la escuela de la más alta poesía, porque en él aprende el hombre a cultivar sus más poéticos sentimientos: el amor a Dios, el amor a la esposa, el amor a la patria, el sentimiento religioso, el humano y el político. Por eso bendito sea el templo católico”75.

De igual manera la Iglesia impulsó el Credo del Obrero:

“Creo en Dios padre que nos sacó de la nada; en Dios hijo que nos redimió con su sangre; en Dios espíritu santo que nos alumbra con sus luces y nos conforta con sus gracias. Creo en la Divina Providencia que vistiendo el lirio y alimentando al pajarillo se cuida diariamente de cubrir nuestra desnudez y de mantenernos con los frutos de la tierra. Creo que Jesucristo al trabajar en el taller de Nazareth en el modesto oficio de carpintero, nos enseñó el ejemplo divino de que el trabajo, lejos de envilecer nos dignifica. Creo el primer deber social el trabajo. Creo que el pueblo no es soberano, sino súbdito ligado con el vínculo de la cristiana obediencia al que manda en nombre de Dios. Creo que al pueblo le interesa más que a nadie estar bien gobernado, siéndole indiferente por una monarquía o una república, porque en aquella y en esta ha de trabajar para vivir. Creo que nuestro señor Jesucristo es el único salvador de la sociedad y que debemos apoyar todo lo que a Él acerque y combatir todo lo que Él nos aparte porque fuera de Él no puede haber buena educación para los hijos, buen orden para las familias, paz segura para la nación, ni salud para los cuerpos, ni tranquilidad para las almas”76.

Sin embargo la respuesta de la Iglesia no solo se quedó en ataques a los anarquistas y en el desarrollo de una campaña de acercamiento de los trabajadores ya que también enfrentaron a los anarquistas a nivel teórico, el arzobispo Enrique de Silva, por ejemplo, publicó un artículo titulado “Ricos y Pobres” en donde aceptaba que en la actual sociedad existían personas que gozaban de extrema riqueza y otras que vivían en la miseria, pero se preguntaba si era cierto –tal como se preguntaban los socialistas y los anarquistas– ¿que exista una clase que haya usurpado y se haya reservado para sí la posesión de las riquezas dejando a la otra en los horrores de la indigencia y la pobreza? Según el arzobispo esta afirmación de los anarquistas y socialistas era:

“una insigne falsedad y una grosera mentira [debido a que] la clase de ricos y la clase de pobres no forman una raza o una casta que tenga vinculado el monopolio de las riquezas o de la pobreza para sí y para sus ascendientes y descendientes. No, los ricos, de hoy son tal vez aquellos mismos que eran pobres diez o veinte años hace. Los ricos de mañana pueden ser los que hoy sufren en la indigencia y en la pobreza. Los ricos de hoy, mañana o dentro de algunos años serán tal vez hombres de modesta posición y quien sabe con grandes necesidades. Para convencerlos de esto basta dar una hojeada a nuestro rededor; las fortunas cambian de dueño a cada momento; nada más inconstante: en cada ciudad son muy conocidas por sus riquezas familias que hace pocos años comían el pan del obrero, en cambio otras que llamaron grandemente la atención, hace poco más o menos diez o doce años, han bajado de la opulencia a la oscuridad y comen el pan del obrero, sufriendo las consecuencias de la pobreza ¿Dónde está esta clase exclusivamente dueña de las riquezas y esta otra perpetuamente condenada a la escasez?¿Dónde están los privilegiados herederos y los infelices desheredados? ¿Dónde están? Solamente en la enferma imaginación de aquellos hombres revolucionarios que quieren levantar al pobre contra el rico”77.

Bajo estos argumentos la Iglesia también desarrolló una campaña para que los jóvenes se acercaran a las bondades de Dios y la religión ya que, según publicaba La Hojita del Hogar, en los actuales tiempos “sin religión no había educación”. En este sentido, la Iglesia Católica impulsó un discurso en el que se priorizaba a la religión sobre la ciencia, el cual –y como se vio con anterioridad– permitió que los anarquistas respaldaran y fundamentaran su anticlericalismo ya que, según ellos, la Iglesia promulgaba el oscurantismo:

“La inteligencia está sedienta de verdad y esta sed de saber atormenta todas las clases, atormenta al obrero y al campesino ignorante, como al filósofo más docto. Mas el hombre no aspira a saber todo, ciertas cosas son para él, indiferentes. En efecto poco le importa el camino de los astros, la armonía de los números, la composición química de los elementos, lo que le interesa y le debe interesar, es el saber, de donde viene, quien sea y adónde va. La ignorancia de todo lo demás poco le importa, pero la incertidumbre de esas cuestiones vitales lo atormenta continuamente ¡Cuantos pobres que despedazados por la duda revelan el estado de sus almas en términos que da compasión! ¡Y cuantas penas no veríamos si estos desgraciados nos las revelaran! Ahora bien estas cuestiones tan graves quien puede resolverlas? ¿Quién puede dar la paz? La ciencia, no en verdad, la filosofía tampoco, como lo atestiguan los grandes errores cometidos por la razón abandonada a sí misma. Eso que la ciencia ignora, la filosofía discute lo enseña el catecismo. El niño que a los ocho años sabe el catecismo es más sabio que tantos académicos y doctores de la Sorbona […] Podemos de aquí colegir que solo la religión eleva el espíritu, porque ella sola comunica, sin temor de equivocarse las verdades más sublimes y más necesarias” 78.

Según la visión de la Iglesia Católica bajo este período la Iglesia estaba sumida en los ataques políticos contra el catolicismo. Sin embargo, según declaraba La Hojita del Hogar, la Iglesia siempre resiste y triunfa ya que a pesar de que muchas veces la fuerza material estuviera del lado de sus adversarios la fuerza moral y la fuerza divina estaba con ellos:

“En medio de la tempestad desencadenada contra la iglesia, la esperanza vive en el fondo de las almas católicas. Parece que tenemos la visión, por así decirlo del Espíritu Santo, perpetuada en la sociedad católica, multiplicando en ella, las maravillas del cielo, del apostolado y de la caridad. La fuerza material está del lado de nuestros adversarios, pero la fuerza moral, digo poco, la fuerza divina está con nosotros. Más que nunca la iglesia es la tierra prometida de los grandes caracteres, la patria de almas bien templadas, el inagotable plantel de santos. Las Órdenes religiosas, el clero, los obispos, el pontífice… Eso es la vida, el fervor, la fe, la apostólica constancia de las primeras edades cristianas, es el polo del Cenáculo esparcido por el mundo entero, refrescando, purificando las almas y mugiendo ya el rededor de los imperios de la fuerza, como la tempestad precursora de grandes ruinas y fecundas reparaciones ¡Oh que bueno es sentirse cristiano a la hora presente; que bueno estar en el arca de la verdad en este diluvio de todos los errores, que bueno hallar sobre la roca de Pedro un refugio, encontrar la dichosa seguridad de la fe, un abrigo contra las tentaciones del escepticismo y la ignominiosa idolatría de la fuerza! Cristianos no apaguéis, Unión y esperanza católica”79.

Como se ha visto, para la Iglesia Católica el anarquismo y las otras corrientes ideológicas que impulsaban la educación y politización de los trabajadores se convirtieron en un problema y una amenaza ya que cuestionaban los dogmas y el accionar del clero. A raíz de esto la Iglesia desarrolló una labor discursiva en la que impulsó la contrainformación y el acercamiento de los trabajadores hacia las enseñanzas de la Iglesia y el clero. De igual manera, la Iglesia al aceptar la problemática obrera, impulsar su doctrina social cristiana e iniciar campañas de educación y adoctrinamiento moral intentó constituirse como una alternativa a las ideologías revolucionarias y la politización popular.

5. Odiamos a los falsos apóstoles y a todo lo que contribuye al sostenimiento de la actual sociedad

¿Fue el discurso ácrata anticlerical concomitante con prácticas de acción directa y propaganda por el hecho? El historiador Igor Goicovic ha destacado que las manifestaciones específicas de violencia adoptadas por los anarquistas a escala internacional fueron de dos tipos: la huelga insurreccional y el terrorismo individual (propaganda por el hecho). En la primera, el enfrentamiento callejero con la fuerza pública, el sabotaje productivo, el saqueo de los bienes y propiedades de la burguesía y la destrucción de los recintos simbólicos del poder burgués (edificios gubernamentales, cuarteles policiales e Iglesias), aparecen como las intervenciones más frecuentes. Mientras que el segundo rasgo característico es el atentado individual o colectivo contra representantes del sistema de dominación. En este caso, el puñal, el revólver y, más tarde, la dinamita, se constituyeron en los recursos materiales más frecuentes en manos de los anarquistas (acción directa)80.

El actuar ácrata de la propaganda por el hecho se sustentaba en la base de que el impacto de una acción determinada es mucho más eficaz y tenía una mayor relevancia y repercusión social, por lo cual instruía a través del ejemplo al pueblo en su accionar; la acción directa, por su parte, tenía como finalidad el uso de cualquier táctica o método que estuviera dentro de su alcance para resolver determinados asuntos de forma inmediata y era opuesto a la utilización de tácticas indirectas, como la negociación con el Estado y la elección de representantes en busca de solucionar problemas en un largo plazo81.

Tanto en Chile como en América Latina la acción violenta anarquista fue mínima y no llegó a tener nunca la adhesión ni el impacto mediático como ocurrió durante la última década del siglo XIX en Europa, particularmente en Francia. Según Igor Goicovic en Chile la retórica de la violencia anarquista estuvo sistemáticamente presente en la prensa, no obstante, las conductas violentas estuvieron regularmente reservadas a la intervención colectiva de las masas, especialmente en contextos huelguísticos, de mítines y de asonadas callejeras; mientras que las acciones de propaganda por el hecho quedaron reservadas a algunos atentados esporádicos que no llegaron a convertirse en escalada82.

Para nuestro período de estudio –en relación con el tema anticlerical– se desarrollaron constantes disputas entre obreros y sacerdotes, las cuales dieron origen a interpelaciones polémicas en plazas y calles sobre la existencia de Dios y la sociedad socialista83. De igual manera se realizaron apedreos a Iglesias y Catedrales, como los desarrollados a la Catedral de Santiago luego de finalizadas las conferencias dadas por la anarquista española Belén de Sárraga en febrero de 191384. Sin embargo, el desarrollo de acciones directas y de propaganda por el hecho anticlerical no fue una constante de los anarquistas chilenos y más bien fueron hechos aislados ya que estos enfocaron su discurso teórico y práctico en la educación-información a los trabajadores para que estos tomasen conciencia sobre las abusivas prácticas del clero y los engaños de la religión. En este sentido el discurso ateo, antiteísta y anticlerical de los anarquistas se quedó bajo los márgenes de la educación y el llamado a la toma de conciencia y no pasó a materializarse en atentados sacro-fóbicos y anticlericales85.

Según Manuel Lagos la intención ácrata anticlerical fue delimitar su espacio cultural haciendo ver al conjunto de la sociedad que no todos eran católicos o creían en Dios, además, de esta manera hacían ver a las personas que estas creencias eran absurdas e irracionales y que era el temor y el miedo lo que en definitiva no permitía el libre pensamiento86. Como parte de su labor educativa e informativa los ácratas reprodujeron en la prensa constantes reflexiones sobre el tema de Dios y la religión, al igual que los escritos teórico-filosóficos, principalmente de Bakunin. Tierra y Libertad fue uno de los periódicos que más columnas dedicó a estas reflexiones y, en septiembre de 1905, en sus páginas se leía “La idea de Dios implica la abdicación de la razón y de la justicia humana; es la negación más decisiva de la libertad humana y conduce necesariamente a la esclavitud de los hombres, así en teoría como en la práctica. Miguel Bakunin” 87.

En lo que respecta a las prácticas de educación e información, José Santos González Vera en sus memorias recordaba que los anarquistas vendían los periódicos “sin Dios ni ley” en las puertas de la Iglesia88. El semanario anarquista El Marítimo, por su parte, realizaba un llamado a la toma de conciencia del proletariado y a luchar por su libertad en contra de instituciones como la Iglesia y el agobio del capital:

“Indigna pensar la torpeza rayana en servilismo, con que producen la generalidad de los hombres en la actual sociedad. La relijion i el dinero aparentan dominar el mundo i creen ser los únicos poderes a quienes deben rendir acatamiento todos los hombres. ¡Que torpeza! ¡Que locura! ¡como si la humanidad no tuviese mas misión que la de doblegarse constantemente ante la impostura y el capitalismo! Yo hombre no debo nada a ningún hombre, soi libre, mi único objeto es la vida, i si algo tuviese que agradecer seria a la naturaleza, origen íntimo de todo lo que existe. La actual sociedad con todos sus atributos i ligaduras, con sus disputas i fanáticos, con sus privilejiados de todas categorías, subsiste, engañando a la plebe, a la canalla, a la sometida, i esta, ilusa i confiada, cree ver en sus constantes enemigos a los que han de reprimirla i llenarla de ignorancia. Respeta a sus explotadores con timidez e hipocresía, perpetuando asi su propia esclavitud i miseria. Esto hai que combatirlo a todo trance. Vivimos para vivir. Luchamos por la vida. Vivir es luchar i la lucha es vida”89.

En el periódico La Batalla el ácrata Abel Cruz llamaba a odiar y luchar por la justicia y el derrumbe de la actual sociedad antagónica:

“Sí, yo odio, porque odiar a los que a mí me odian, me consuela […] el odio hace justicia y engrandece. Odiar todo lo que contribuye al sostenimiento de la actual sociedad con su régimen tiránico, es justicia. Luchar encarnizadamente por derrumbar la base en que descansa esta agónica sociedad, egoísta e inquisidora, engrandece, sublimiza. Por eso odio a los hipócritas que se cubren con el traje, según ellos, de la pureza, y son eternos zánganos, los explotadores de conciencias que corrompen a la niñez desde el púlpito y el confesionario. Odio a la burguesía inhumana porque es la causante de todas las necesidades y miserias que afligen al pueblo trabajador: porque esclaviza y oprime, porque explota y roba. Odio a la tiranía, porque su única divisa es asesinar, con sus ejércitos de diestros discípulos, se lanzan con sables y metrallas tratando de acallar la voz de los hambrientos que se rebelan en contra de las injusticias y atropellos, o cuando exijen pan o libertad. Odio a los que se dicen representantes del pueblo porque jamás han servido los intereses o defendido a los trabajadores; los odio, porque lucran con los ideales, y se preocupan únicamente en llenar sus bolsillos, en satisfacer sus bestiales apetitos, y en llenar también sus panzas como pipas […] Odio a los falsos apóstoles que se dicen de ideas progresistas, porque son frailes […] les odio por cobardes y embaucadores. Con nuestro odio romperemos todos los obstáculos, incendiaremos la actual sociedad con los rayos de la luz y la razón, y sobre sus escombros se edificará la sociedad futura que albergará igualitariamente a todos los trabajadores que sufren y humildes que hoy viven oprimidos”90.

Más radical era el discurso del semanario Tierra y Libertad, que llamaba a fomentar “la moral sin Dios” para crear una nueva humanidad, “conforme a la lei de la solidaridad” y en contra del antagonismo de intereses y a favor del mutuo progreso moral e intelectual de la humanidad:

“[…] los revolucionarios de la nueva vida no dudamos que la moral de la solidaridad humana hundirá en el torbellino del progreso a la moral relijiosa… alla donde sucumbe el error, lo inicuo y lo injusto; y el amor a Dios y a la patria burguesa, focos constantes de odios, de esclavitud, de esplotaciones y guerras, será remplazado en el corazón humano por el amor de la humanidad”91.

La Idea, por su parte, a través de la realización de comparaciones entre lo que dictaba y era la doctrina cristiana y las prácticas del clero, intentaba crear conciencia social entre los trabajadores sobre la conducta del clero.

“Cristo nació i murió pobre, el fraile nace pobre i muere rico. Cristo dijo que todos los hombres eran hijos iguales de Dios, el fraile dice que algunos tienen el derecho a ser los amos i los más la obligación de ser esclavos. Cristo quería que lo acompañase el que era pobre, el fraile quiere que lo acompañe tan solo el que tiene dinero para aprovecharse de él. Cristo instruía al pueblo ignorante, el fraile sume al pueblo en la ignorancia. Cristo estimaba i acariciaba la infancia para educarla, el fraile la acaricia i estima para corromperla i esplotarla. Cristo abrazó a Magdalena después de arrepentida, el fraile abraza a las vírjenes puras… para inculcarle satisfacciones anjelicales. Cristo predicaba i enseñaba la relijion del amor, el fraile impone la fe por la fuerza, la cárcel, la tortura i la hoguera. Cristo buscaba las ovejas para redimirlas, el fraile las busca para esquilarlas, Cristo sacó a los mercaderes del templo, el fraile es peor que el comerciante, porque lo toma todo i no da nada. Cristo lloró en el huerto, el fraile ríe en la Iglesia”92.

Finalmente, los ácratas no plantearon el ateísmo y el antiteísmo como algo obligatorio para el proletariado, pero sí lucharon por expandir una concepción crítica de la religión y sus prácticas sociales. Su llamado anticlerical fue un grito exacerbado para la toma de conciencia y educación del proletariado y no a la destrucción violenta sacro-fóbica e iconoclasta anticlerical. La idea de destruir para construir una sociedad enteramente nueva atravesó el discurso ácrata, pero ellos apelaron a destruir los cimientos ideológicos que sustentaban la dominación religiosa, de ahí que para los libertarios era necesaria la erradicación del Estado, el capital, la idea de Dios, la religión y todas las instituciones y prácticas clericales.

Comentarios finales

El discurso de los anarquistas chilenos tuvo raíces sociales y culturales relacionadas con las malas condiciones de vida, con la organización familiar, con las relaciones de género, con las prácticas religiosas y con los postulados teóricos, ideológicos y doctrinarios provenientes de Europa y fue en contra de Dios, la religión y la Iglesia y circuló entre el ateísmo, el antiteísmo y el anticlericalismo. Dios fue interpretado como principio básico de la sumisión de la humanidad, de ahí la importancia dada por los anarquistas a renegar de la existencia de Dios y luchar en contra de la idea de Dios, ya que todo lo religioso-clerical implicaba una forma de esclavitud para el hombre y una de las columnas fundamentales sobre las que se sustenta la opresión, el autoritarismo y la tiranía.

De lo anterior es que el anticlericalismo fue el resultado de una forma de entender la realidad social sustentada en la complicidad de la Iglesia con el poder del Estado, la oligarquía y el capitalismo y dicha interpretación formó parte y definió la cultura política anarquista. El discurso ácrata, ateo, antiteísta y anticlerical, por una parte, se dedicó a denunciar la complejidad Iglesia-Estado-capital y, por otra, a atacar, cuestionar y descalificar los dogmas, creencias, ritos, devociones y cualquier práctica cultural del clero y todo lo que lo rodeaba. De igual manera rechazó toda intervención de la Iglesia Católica en los aspectos políticos, sociales y espirituales de la sociedad. Sin embargo, el anticlericalismo anarquista se quedó bajo los márgenes de la educación y el llamado a la toma de conciencia del proletariado y no pasó a materializarse en atentados sacro-fóbicos y anticlericales de acción directa y propaganda por el hecho anticlerical y tampoco de destrucción iconoclasta generalizada de carácter sacro.


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