“¡Me caso y me voy!”: migraciones transnacionales femeninas desde el Caribe hispánico hacia Italia

"I get married and i leave!": Female transnational migrations from the hispanic caribbean to Italy

  • Verónica Del Carmen Bossio Blanco Universidad del Norte. Instituto de Idiomas. Programa de Extensión

    Licenciada en Lengua y Cultura Italiana para extranjeros. Instituto de Idiomas de la Universidad del Norte, Barranquilla
    (Colombia), programa de extensión. Puerto Colombia. Correo electrónico: vdbossio@uninorte.edu.co.

Palabras clave: (en) Autoethnography, marriage, identity, integration, afrodescendant women
Palabras clave: (es) Autoetnografía, matrimonio, identidad, integración, mujeres afrodescendientes

El presente artículo abre un espacio de análisis y reflexión, desde un enfoque de género, sobre la relación que el binomio matrimonio-migración tiene sobre las dinámicas de (re)construcción identitaria y la integración en contexto de destino. Mediante una técnica autoetnográfica, a través de mi perspectiva de mujer afrodescendiente del Caribe hispánico que contrajo matrimonio con un italiano y que migró a Italia, dialogo con la experiencia de otras tres mujeres en condiciones similares a la mía. Los resultados muestran que algunas creencias ideológicas nos unen en el concepto de matrimonio y que el mismo no es un fin para dejar los respectivos países de orígenes. Sin embargo, emerge que todas hemos vivido, con facetas diferentes, la estructura de poder basada en el heteropatriarcado transnacional lo cual, de cierta manera, nos condicionó en la decisión de migrar. Finalmente, la fluidez identitaria se ha enfrentado, de un lado con nuestras raíces africanas, invisibilizadas por cada una de nosotras según etapas y circunstancias distintas; de otra parte, por ser el fruto del mundo colonial que aún mantiene su huella con sus paradigmas de dominio hegemónico-racial. También el fenómeno de la integración en lugar de destino se ve ligado a esta lógica, implicando, en algunos casos, un acercamiento al contexto italiano desde una posición de subordinación, principalmente social, cultural y económica.

This article opens a space for analysis and reflection, from a gender perspective, on the relationship that the marriage-migration binomial has on the dynamics of reconstruction of identity and integration in the context of destiny. Through an autoethnographic technique, through my perspective of an afro-descendant woman from the Hispanic Caribbean who married an Italian and who migrated to Italy, I also relate my experience with the one of three other women in similar conditions to mine. The results show that we share some ideological beliefs in the concept of marriage and that it is not a reason to leave the countries where we were born. However, it emerges that we have all lived, from different perspectives, the power structure based on the transnational heteropatriarchy which, in a certain way, conditioned us in the decision to migrate. Finally, identity fluency has faced, on the one hand, our African roots, made invisible by each one of us according to different stages and circumstances; on the other hand, because it is the fruit of the colonial world that still keeps its mark with its paradigms of hegemonic-racial domination. The phenomenon of integration instead of destination is also linked to this logic, implying, in some cases, an approach to the Italian context from a position of subordination, mainly social, cultural and economic.

Cómo citar
Bossio Blanco, V. D. C. (2019). “¡Me caso y me voy!”: migraciones transnacionales femeninas desde el Caribe hispánico hacia Italia. Collectivus, Revista de Ciencias Sociales, 6(1), 135-154. https://doi.org/10.15648/Coll.1.2019.8

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Recibido: 10/09/2018

Aprobado versión definitiva: 26/09/2018


¡ME CASO Y ME VOY!”: MIGRACIONES TRANSNACIONALES FEMENINAS DESDE EL CARIBE HISPÁNICO HACIA ITALIA


"I GET MARRIED AND I LEAVE!": FEMALE TRANSNATIONAL MIGRATIONS FROM THE HISPANIC CARIBBEAN TO ITALY

ABSTRACT


Verónica Del Carmen Bossio Blanco*

DOI: http://dx.doi.org/10.15648/Coll.1.2019.8


RESUMEN

El presente artículo abre un espacio de análisis y reflexión, desde un enfoque de género, sobre la relación que el binomio matrimonio-migración tiene sobre las dinámicas de (re)construcción identitaria y la integración en contexto de destino. Mediante una técnica autoetnográfica, a través de mi perspectiva de mujer afrodescendiente del Caribe hispánico que contrajo matrimonio con un italiano y que migró a Italia, dialogo con la experiencia de otras tres mujeres en condiciones similares a la mía. Los resultados muestran que algunas creencias ideológicas nos unen en el concepto de matrimonio y que el mismo no es un fin para dejar los respectivos países de orígenes. Sin embargo, emerge que todas hemos vivido, con facetas diferentes, la estructura de poder basada en el heteropatriarcado transnacional lo cual, de cierta manera, nos condicionó en la decisión de migrar. Finalmente, la fluidez identitaria se ha enfrentado, de un lado con nuestras raíces africanas, invisibilizadas por cada una de nosotras según etapas y circunstancias distintas; de otra parte, por ser el fruto del mundo colonial que aún mantiene su huella con sus paradigmas de dominio hegemónico-racial. También el fenómeno de la integración en lugar de destino se ve ligado a esta lógica, implicando, en algunos casos, un acercamiento al contexto italiano desde una posición de subordinación, principalmente social, cultural y económica.

Palabras clave: Autoetnografía, matrimonio, identidad, integración, mujeres afrodescendientes.


Abstract

This article opens a space for analysis and reflection, from a gender perspective, on the relationship that the marriage-migration binomial has on the dynamics of reconstruction of identity and integration in the context of destiny. Through an autoethnographic technique, through my perspective of an afro-descendant woman from the Hispanic Caribbean who married an Italian and who migrated to Italy, I also relate my experience with the one of three other women in similar conditions to mine. The results show that we share some ideological beliefs in the concept of marriage and that it is not a reason to leave the countries where we were born. However, it emerges that we have all lived, from different perspectives, the power structure based on the transnational heteropatriarchy which, in a certain way, conditioned us in the decision to migrate. Finally, identity fluency has faced, on the one hand, our African roots, made invisible by each one of us according to different stages and circumstances; on the other hand, because it is the fruit of the colonial world that still keeps its mark with its paradigms of hegemonic-racial domination. The phenomenon of integration instead of destination is also linked to this logic, implying, in some cases, an approach to the Italian context from a position of subordination, mainly social, cultural and economic.

Keywords: Autoethnography, marriage, identity, integration, afrodescendant women.


  1. Introducción

Entre las propuestas de investigación etnográfica posmodernas (Zubiria Mutis, 2014), se han destacado aquellas vinculadas con la auto etnografía (Blanco, 2010, 2012a, 2012b; Feliu, 2007; Feliu y Gil-Juárez, 2011; Street, 2003). A través de esta innovadora y heterodoxa técnica de investigación estudio, desde mi perspectiva de mujer afrodescendiente del Caribe hispánico que contrajo matrimonio con un italiano y migró a Italia, desgrano las problemáticas por las cuales tres mujeres, en circunstancias similares a la mía, se enfrentaron a la hora de casarse con una pareja italiana y emigrar a Europa. La migración parece un desplazamiento lineal (Díez Jiménez, 2010c); sin embargo, en territorio de destino suelen surgir algunas representaciones sociales que difieren del propio contexto de origen (Díez Jiménez, 2015a).

Desde mi propia experiencia, analizo varios factores sobre el hecho de haber ido a vivir a otro continente luego de haberme casado con un hombre italiano, de tez blanca, ojos azules y cabellos dorados. En este entonces, era una chica de apenas 19 años, originaria de un pueblo del Caribe colombiano. Fue en un día de enero cuando conocí el que hoy es mi esposo: un chico muy joven, con tan solo 18 años y una mirada encantadora. En ese momento todo surgió espontáneamente. Tenía algunos perjuicios y ciertos temores por el hecho de que el fuera extranjero, pero con su simpatía, sinceridad, nobleza, humildad y sencillez, logró ganarse mi confianza y también mi corazón. ¿Qué le llamo la atención de mí? Él sostiene que fue mi sencillez, pero también el hecho de ser “tan preciosa” por mi color de piel ébano, por mi sonrisa y por mi humildad. Estas características quizás fueron las que más le atrajeron. Aun así, muchas personas de mi pueblo lo veían como ese “príncipe” que se había enamorado de la “pobre princesa”, poniéndome a mí bajo una condición a priori de subordinación imaginaria hacia él. Con esta representación, ¿acaso no se me atribuye el papel de subalterna1? Recuerdo que muchas personas solían comentar: “¡se casó con un italiano, que afortunada que es!” ¿Por qué en ese caso la fortuna es solo la mía y no viceversa o de ambos? ¿Por qué no pasa lo mismo entre parejas europeas? ¿Por qué esa subordinación imaginaria (Bolívar Rangel, 2017) no viene atribuida, por ejemplo, a una mujer italiana que se compromete con un hombre español? Aun así, había pocas personas que no compartían este concepto de “fortuna” en coincidencia con mi matrimonio. Me recuerdo que, antes de emprender mi viaje hacia Italia, la responsable de la empresa donde yo trabajaba me dijo: “pon siempre atención, está bien que confíes, pero cuídate... conserva siempre bien escondidito tu pasaporte”. Esto me enseñó que muchas veces nos dejamos llevar por los estereotipos positivos y negativos haciendo asumir a la otra persona algunas condiciones que no le corresponden. Si miro hacia el pasado, mi sueño nunca fue casarme con un extranjero e irme a vivir a otro país. En realidad, no idealicé ni tenía ningún imaginario sobre Italia. Seguramente, conocer otras culturas me llamaba la atención, pero mi motivo principal, en ese momento, era sobre todo poder compartir con la persona amada. Lo que sí puedo decir es que, al criarme desde muy pequeña en un entorno de valores cercano al catolicismo, concebí siempre el matrimonio como un vínculo basado en el amor hacia la otra persona. Por esta razón también puedo afirmar que nunca vi las nupcias como un tiquete a ese, supuestamente, mundo idílico. Al llegar a Italia, mi condición étnica y racial no fue un problema o tal vez no lo percibí de manera evidente. Sin embargo, la subordinación imaginaria descrita anteriormente se verificó también en lugar de destino con facetas diferentes al lugar de origen.

Al radicarme nuevamente en mi país natal, he podido comprender algunos aspectos y modos de vivir de mi proceso migratorio que en Italia nunca había analizado. Inicialmente, comencé a tomar conciencia sobre mi pertenencia étnica, auto reconociéndome como mujer afrocolombiana. Esto debido a varias circunstancias que viví al retornar en el Caribe colombiano. En realidad, nunca antes, había sentido esa necesidad, pero a través de algunos procesos personales aprendí a aceptarme, a valorarme y a auto reconocerme como tal. De hecho, sigo indagando sobre el origen de ciertos comportamientos asumidos en esa época migratoria a la luz de las nuevas perspectivas que despertaron una mayor conciencia personal sobre el peso de mis raíces africanas, mezcladas seguramente, como en grandísima parte del contexto Caribe, con cepas indígenas y, finalmente, europeas. En mérito a estas últimas puede resultar curioso el hecho de que mi apellido, según Julie Parra Benítez (2017), tenga origen italiano.

Por las razones descritas anteriormente, esta auto etnografía la iniciaré considerando el matrimonio como un elemento en común que conllevó la migración de otras tres mujeres del Caribe hispánico, originarias de Colombia, República Dominicana y Cuba2. Además, exploraré la fluidez identitaria vinculada al proceso migratorio (Díez Jiménez, 2015b) en sus varias trayectorias (origen, tránsito3, destino y eventuales retornos), teniendo en consideración el componente étnico-racial negro de estas tres mujeres. Finalmente, trataré de evidenciar los fenómenos relacionados con nuestro proceso de integración en la sociedad italiana.


  1. Matrimonio y migración

Fue un domingo 9 de enero de hace aproximadamente 10 años, ese día en que le pedí permiso a mi madre para asistir a la ceremonia religiosa que celebraba el fin del noviciado de algunos amigos. Yo, una chica humilde y trabajadora que laboraba en el negocio de mi madre. En ese momento, con mi familia, nos encontrábamos en condición de desplazados por el conflicto armado interno4. Por lo tanto, durante la semana estaba en el pueblo y los fines de semana me regresaba a la ciudad. Ese día, para mí, fue de celebración: mis amigos cumplían parte de su gran sueño, el de convertirse en sacerdotes. Me dirigí hacia la escuela donde se realizó la ceremonia, había muchas personas. Ahí encontré mi amiga Jennifer del grupo juvenil y fue una experiencia muy linda porque compartimos de manera comunitaria. De repente, cuando estaba finalizando la celebración presentaron a algunas personas que habían venido de Italia para conocer la comunidad, fue en ese momento que vi a ese chico rubio, maravilloso, con sus cabellos rizados y una cámara fotográfica colgada al cuello. Pensé: ¡será fotógrafo! Todo quedó ahí, hasta que en la fiesta una persona desconocida para ambos nos presentó. El momento fue mágico, aunque si empezó como un juego ya que desde ese instante contrajimos matrimonio por la primera vez. Así fue: este chico desconocido hizo lúdicamente el papel del sacerdote, unos anillos de hierba y nos casó.

Finalizada la fiesta cada uno de nosotros continuó con su vida cotidiana hasta que nos volvimos a encontrar en los días siguientes y nos hicimos amigos. Él regresó a Italia y, después de casi un año, volvió a Colombia. A partir de allí, la relación tomó otro rumbo, nos hicimos novios. La idea era que yo viajara a Italia, por algunos meses, para conocernos un poco más y seguir con nuestra relación. Lamentablemente, por mi condición socioeconómica y de nacionalidad5 eso no se pudo dar como lo esperábamos. Después de tantos intentos fallidos en sacar una visa de turismo, la única opción que surgió de algunos allegados fue contraer nupcias. Para mí el matrimonio fue y sigue siendo muy importante. No es solo firmar un contrato y compartir únicamente los buenos momentos con una persona, es también construir y conformar una familia, días tras días, buscando un equilibrio, un compromiso hacia nosotros mismos; luchando en los momentos de dificultad, teniendo resiliencia y sabiduría para superarlos. Pasamos algunas semanas reflexionando sobre tal posibilidad, la situación era difícil debido al hecho que nos queríamos mucho pero no nos conocíamos suficientemente. Aun así, un día coincidimos, con mucha madurez y responsabilidad, que para nosotros era importante estar juntos, brindándonos la posibilidad de compartir y entregarnos ese gran sentimiento. Así fue, nos casamos civilmente, migré a Italia y después de un año, aproximadamente, confirmamos nuestra unión por la iglesia. Esta etapa de mi vida fue muy complicada porque, en realidad, yo nunca había pensado irme a vivir a otro país y dejar toda mi familia, mis amigos, mi trabajo. No sabía qué esperarme de ese nuevo mundo, para algunos “idílico”, para mí solo la posibilidad de estar con la persona que amaba. De igual manera, las tres mujeres que entrevisté de Colombia, República Dominicana y Cuba, al momento de verse frente a la opción de emigrar a Italia, después de haberse casado cada una con pareja italiana, a su decir, no tenían ninguna expectativa frente a la nueva realidad que iban a encontrar. Alejandra, mujer de treinta y seis años, originaria de un pueblo del Caribe colombiano, creció en una familia numerosa, criada por la abuela materna con la cual estableció una fuerte relación. Cercana al ambiente eclesial de su pueblo, se graduó como enfermera profesional, trabajando desde muy joven con las comunidades locales. Se casó y tuvo un hijo con un hombre italiano de aproximadamente quince primaveras mayor que ella con el cual compartió por algunos años el trabajo comunitario en su tierra de origen. Se encuentra en Italia desde hace cuatro años. Para ella el matrimonio no había estado dentro de sus pensamientos ya que ella hubiese querido dedicarse al servicio de la comunidad como laica consagrada, hasta el día que se enamoró de él. Desde ese momento ella empezó a percibir el matrimonio no solo como ese lazo de unión sino también de proyección futura:


Mi proyecto de vida era totalmente diferente, para mi esposo iba a ser Jesucristo, yo iba a dedicar mis servicios a él. Pero luego al enamorarme del que hoy es mi esposo, entré en una crisis de la cual poco a poco salí y fue ahí cuando empecé a ver el matrimonio como una alianza con mucho afecto entre dos personas y pensar en tener un compañero de vida. Para mí es más que un documento firmado, yo además de un compartir físico con mi futuro esposo lo veía siempre una alianza espiritual (Historia de vida de Alejandra, 2018).


Sofía, con cuarenta y tres años, es otra de las tres mujeres entrevistadas. Ella, originaria de República Dominicana, tuvo una niña, por su inexperiencia, a muy temprana edad de la cual, sola, se hizo cargo porque su compañero la abandonó. Fue una situación difícil para ella, pero por ser trabajadora salió adelante. En diferentes etapas de su vida contrajo nupcias con dos hombres italianos de los cuales está el fruto de otras dos hijas. El matrimonio para ella en realidad no tenía ningún significado especial, ella lo veía de forma más ideologizada:


Cuando era adolescente siempre vi el matrimonio como un sueño, pero ya de adulta no quería casarme. Lo hice, pero en ese momento fue como si los otros hubiesen tomado la decisión por mí. Aun así, me lo imaginaba diferente no pensé que iba hacer como lo que viví y a lo que vivo. Me hubiera gustado que hubiese sido como el matrimonio de mis padres que estuvieron siempre juntos por más de 50 años. Curiosamente, cuando murió mi papa a los seis meses también se fue mi madre quizás por un sentido de protección…mi padre siempre protegió a mi madre, eso es lo que me esperaría del matrimonio: protección (Historia de vida de Sofía, 2018).


La última mujer entrevistada, Daniela, tiene cuarenta y dos años, nació y creció en el sur de Cuba, estudió y trabajó como enfermera profesional en su país, fue allí donde conoció un italiano y luego se casó. Después de algún tiempo, se divorció. Actualmente convive con otro hombre italiano veinte años mayor que ella con el cual tuvo dos hijos. Para ella, el matrimonio es un compromiso para toda la vida, aunque si no fue su experiencia, dice:


El matrimonio para mí, es casarte con la persona que amas, compartir los momentos de alegría, de tristeza, de dolor, es compartirlo todo, formar una familia y vivir con ella por el resto de la vida, ¡no es solo casarse por casarse! (Historia de vida de Daniela, 2018).


Interesante fue descubrir que ninguna de ellas veía en el país de destino ese mundo idílico que solió atribuirme mi contexto de origen. Para comprender el dialogo con las entrevistadas, vale la pena ampliar la descripción de aquel imaginario estereotipado descrito al principio del artículo, en donde el hombre europeo, rico, blanco, juicioso6 y fiel se convierte en el “príncipe salvador” capaz de llevar la mujer caribeña hacia un ascenso social, económico y cultural, mediante el matrimonio y la consecuente migración al “País de las Maravillas”. De hecho, dialogando con Alejandra7, pude observar que este estereotipo de la mujer que se casa con un extranjero para salir del país y mejorar su condición de vida no se verifica, sobre su experiencia me comentó:


Mi esposo me dijo, que lo mejor era irnos con nuestro hijo ya que sus padres estaban un poco enfermos y quería que estuviésemos junto a ellos. Yo por mi lado no quería dejar mi tierra, parte de mi familia, mi trabajo y mis amigos, para ir hacia un lugar culturalmente diferente con un idioma para mi desconocido. Sobre todo, sabía que no iba ser fácil, de mi parte, poner en practica mis estudios y profesión que ya tenía consolidados en Colombia. Sin embargo, él me puso entre la espada y la pared: “diciéndome, ¿tu trabajo o tu familia?”. Obviamente yo decidí por mi familia que para mí es lo más importante; pero yo en mi país lo tenía todo (Historia de vida de Alejandra, 2018).


En el caso de Sofía, su primera migración hacia Italia fue transitoria con retorno (Díez Jiménez, 2010b), mientras la segunda ha sido, hasta el momento, definitiva. Es más, debido a su primer matrimonio ella tuvo un ascenso social que le permitió vivir y ver la vida desde otra perspectiva. Después de su divorcio, su vida regresó, desde el punto de vista económico, a ser casi igual a la que tenía antes del casarse. Sin embargo, cuando se casó nuevamente y su esposo le propuso de migrar a Italia, ella se opuso porque quería permanecer en su país en el cual ya había construido un camino de vida:


Después de mi primera experiencia yo no quería saber más de migrar y dejar mi tierra. En un principio mi esposo y yo pensábamos de radicarnos en Santo Domingo y emprender un negocio de exportación de plantas hacia Italia. Estaba embarazada cuando hicimos un viaje a Italia para obtener todo lo necesario para el negocio, fue en esa ocasión donde mi esposo me obligó a quedarme. Él sostenía que acá (en Italia) el sistema de salud era más eficiente y por ende viviríamos mejor. A mí me dolió mucho porque tuve que dejar por un tiempo a mis otras dos hijas, sin mi compañía y apoyo (Historia de vida de Sofía, 2018).


Mientras para Daniela, según me comenta, este imaginario no existía. Su futuro esposo antes de casarse y migrar le había dejado claro que ese “País de la Maravillas” no existía.


Al que fue mi esposo yo lo conocí en Cuba, me propuso de hacer una experiencia en Italia, donde después de algunos meses nos casamos. Sin embargo, desde que nos conocimos el me dejó siempre claro que allá se tenía que trabajar como burros para obtener algo, que el dinero no se encontraba en el suelo. ¡Él nunca me engaño! (Historia de vida de Daniela, 2018).


Si bien a través de estos testimonios no pude corroborar la existencia de una subordinación imaginaria que vincula el matrimonio como un fin de migración hacia un contexto social “idílico”, sí logré reconocer el papel que las parejas de Alejandra y Sofía tuvieron a la hora de determinar la decisión de emigrar hacía Italia. En ambos casos, estas dos mujeres asumieron la decisión tomada por sus respectivos esposos evidenciando una relación de poder entre hombres y mujeres (Foucault, 1991) en donde las segundas aceptan los dictámenes de los primeros. Dicha dinámica migratoria, sea en mi caso que en el de Daniela, se dio de manera más consensual manteniendo, de todas formas, un desequilibrio de poder a la hora de los avances de propuestas de las respectivas parejas. Tales desniveles se dan no solo por razones económicas, sino también por causas culturales. Sobre estas últimas, más allá de las singulares experiencias de vida, resulta interesante destacar el trasfondo mítico e ideológico8 que el matrimonio representa en cada una de nosotras, basado sobre el amor eterno “hasta que la muerte nos separe.” Para estos casos, a pesar de las complejidades sociales generadas por la colonización (Riccardi, 2017), el peso de la cultura judeo-cristiana mantuvo en pie este tipo de pensamiento.


  1. ¿Cómo te identificas étnicamente? La identidad entre estupor y mestizaje

Al realizar la pregunta: “¿Cómo te identificas étnicamente?” a las mujeres en cuestión, la respuesta no fue tan obvia como pude pensar, sobre todo al interpretarla desde una perspectiva caribeña y latinoamericana. De hecho, cuando me encontraba en Italia, solo decía de ser morena por mi color de piel ébano. No era consciente ni me hacía la pregunta de cuál fuese mi identidad9 étnica o mejor, de qué manera me auto reconocía. A los italianos les parecía muy lindo mi color de piel, para ellos era como si yo hubiese pasado todo el verano en la playa y simplemente estuviese bronceada. Es más, algunas veces después de tres meses de sol y mar, algunos de ellos lograban estar muchos más negros que yo. Al igual que mi cabello, desde los once años siempre lo tuve artificialmente liso. Para algunos fue impactante el día que me lo dejaron de ver así empezando a ver mis crespos; en realidad lo fue también para mí. La decisión de alisarme el cabello la tomó mi madre quizás con buena influencia de la industria televisiva que, en Colombia, moldea y promueve patrones de estética “blanqueada” (Romero Tenorio, Zuluaga Morales, García Hernández, 2016). Sin embargo, la decisión de no volvérmelo a desrizar fue mía, no por el hecho que hubiese tomado una plena consciencia étnica sino por la salud y el bienestar del que hoy es mi hijo mayor, que se encontraba en mi vientre. Podría decir que fue una decisión de cuidado y amor. Después de un tiempo, me empezó a gustar: me sentía más libre porque, en verdad, sufría mucho cada vez que tenía que realizar ese proceso químico. Desde ahí, se me empezó a abrir otro mundo.

La cosa curiosa es que, al entrevistar las otras tres mujeres sobre este tema, el interrogante: “¿cómo te identificas étnicamente?” generó cierta sorpresa.

Alejandra, por ejemplo, a pesar de haber frecuentado en Colombia un diplomado sobre afrodescendientes, inició bromeando sobre los atributos externos que en su país le daban como “mujer del italiano”:


Muchas personas, a pesar de conocerme desde hace mucho tiempo, dejaron de llamarme Alejandra para iniciar a llamarme la <<mujer del italiano>> (Historia de vida de Alejandra, 2018).


En buena medida, se replicó aquel esquema de subordinación imaginaria, en este caso identitario y por ende cultural, citado al inicio del artículo para mi caso. A seguir, la respuesta a mi pregunta acerca de la cuestión de identidad o auto reconocimiento (Landeros Casillas, 2016) fue:


Yo tengo descendencia africana por parte de mi abuelo y por esto me sentiría afro, pero, de igual manera, tengo descendencia indígena por parte de mi abuela, de la cual aprendí a conocer y a valorar su cultura. Sin embargo, mi familia me comentó que la descendencia de mi abuelo paterno podría ser turca o española. Es por esto que me identifico como mestiza, es más yo soy un producto pluricultural (Alejandra 2018).


Sofía no sabía cómo identificarse étnicamente aun así después de conversar un poco e invitándola a reflexionar sobre sus orígenes me manifestó:


Mi familia es de origen dominicana e inglés por un lado y por el otro lado haitiano, entonces yo puedo decir de ser mestiza. El hecho curioso es que aquí en Italia muchas personas me preguntan porque me peino como negra y yo les respondo: ¡¿es que acaso me ven blanca?! (Historia de vida de Sofía 2018).


Este hecho me lo comentó sonriendo aclarándome que a ella le gustaba ser negra, asumiendo solo el color de piel como identidad étnica.


Daniela, a pesar de haber llegado de un país donde gran parte de la población es de origen africano, asoció el concepto de identidad étnica con la noción de nacionalidad, afirmando:


Mis ancestros maternos eran de origen africano y mis ancestros paternos eran haitianos, aun así, yo no sé cómo me puedo identificar, pero yo simplemente me considero cubana y basta. No me veo reflejada en mis ancestros porque creo que en Cuba existe solo la cultura cubana” (Historia de vida de Daniela, 2018).


Un fenómeno relevante que me comenta Daniela es el siguiente:


Cuando yo llegué a Italia, me fui a vivir en un pueblo del Sur, ahí las personas me miraban y luego empezaban a tocarme la piel como si hubiesen querido descubrir si mi color desteñía. Para mí eso fue muy incómodo y ofensivo (Historia de vida de Daniela, 2018).


En definitiva, Alejandra argumentó su identidad como mestiza, es decir, un “producto pluricultural”, fruto del encuentro de las culturas africanas, indígenas y árabe-española. Curioso es como en este caso se exalte consciente o inconscientemente el pilar ideológico-identitario que desde el siglo XIX fundamentó, a fases alternas, los nacionalismos en prácticamente casi la totalidad de los países latinoamericanos y del Caribe hispánico. De cierta manera, otro tipo de nacionalismo que contribuyó a la auto identificación de Daniela fue aquel relacionado con la realidad cubana. En este caso, la homogenización cultural dada alrededor de la doctrina de la Revolución10 quizás no dejó más espacio de reflexión a la entrevistada más allá del origen física de sus antepasados; borrando incluso cualquier tipo de curiosidad acerca de su propio legado cultural de descendencia africana.

El caso de Sofía, también se relaciona, de manera menos clara, al mestizaje: a partir del no ser blanca, evidenciando su origen haitiano, dominicano e inglés.

A parte el caso de Alejandra con su especificidad y limitaciones, ninguna de las otras mujeres hizo alusión a su origen africano como un rasgo identitario, étnico y por ende culturalmente significativo. Esto me hace reflexionar sobre el racismo estructural presente tanto en las sociedades del Caribe hispánico como en Italia. En el primer contexto aún se mantienen arraigados patrones jerárquicos raciales, productos de la “colonialidad del poder” (Quijano, 2000: 201); en la segunda realidad, a pesar de la formal solidez del estado de derecho, se manifiestan fenómenos más o menos latentes vinculados inclusive a la propaganda política del momento que en los últimos tiempos ha visto crecer fuerzas xenófobas y populistas.

En ambos territorios es evidente que el espacio para las negritudes, como un conjunto de culturas históricamente invisibilizadas, es aun hoy muy limitado e incluso auto-censurado por los mismos grupos humanos ligados a ellas. De hecho, este fenómeno lo he notado en buena medida en Daniela y Sofía haciéndome recordar la etapa de blanqueamiento inconsciente vivida a lo largo de mi juventud en la cual me identificaba y me identificaban con todas unas series de atributos que evadían la palabra “negro”: “morena”, “mulata”, “trigueña”, etc. La elusión frente al término “negro”, la seguí viviendo incluso en mi lugar de destino no por mi iniciativa sino por el contexto externo que solía definirme como una “chica de color” o, en el mejor de los casos como originaria de Bangladesh, Brasil y Cabo Verde. Sin duda abordar un tema tan complejo como aquel de la identidad étnica y racial no es tarea sencilla por el riesgo de caer en consideraciones ligadas a míticos determinismos culturales (Padoan, 2017). Sin embargo, algunas autoras y autores esencialistas11 poscoloniales, exaltan la componente identitaria como un elemento de cambio político y social que los grupos subalternos utilizarían de manera estratégica para su propia emancipación (Spivak, 2010).


  1. Integración y subordinación.

Como dije anteriormente, Italia era un lugar desconocido para mí, antes de conocer a mi futuro esposo. Al igual que para las otras tres mujeres en cuestión, en ese tiempo nunca había pensado ni imaginado como hubiese podido ser ese nuevo lugar de destino. Mi pareja solo me decía: “¡las personas allá son más frías!”. Esta quizás era su manera de protegerme; entonces empecé a pensar y tal vez a estereotipar a los italianos. Sin embargo, a mi llegada en Italia todo lo inicié a percibir, positivamente, de manera diferente. Tal vez porque había exagerado en mi criterio. En realidad, me sentí acogida por mi nueva familia; sin embargo, existían cuestiones culturales que para mí no eran fáciles de manejar. Me integré muy bien con los compañeros y compañeras de mi esposo, hice algunas amistades propias, muy pocas, pero de gran importancia. Eso fue debido más a un factor de carácter que a mi condición de migrante afro-caribeña-colombiana. No obstante, algunas veces me enfrenté a la típica relación de prejuicio entre Colombia y narcotráfico. En este sentido, un episodio curioso se verificó el día que fui a entregar los documentos para adquirir la nacionalidad italiana. En la oficina del municipio cerca de Roma donde residía, la funcionaria pública, mirando el certificado judicial y viendo que no contaba con ningún antecedente penal, exclamó: ¡strana faccenda (que cosa extraña)!

En ese momento inicié a percatarme de como la colombianidad en el exterior solía relacionarse con este fenómeno estigmatizante. Estas circunstancias me hacen pensar en cómo el peso histórico de estos acontecimientos pesó, y pesan aun hoy, en la construcción de la identidad colombiana en el exterior. De hecho, lo curioso es que empecé a conocer la historia de los grandes carteles del narcotráfico no en mi tierra natal sino en Europa.

Por otro lado, Alejandra y Sofía tuvieron, inicialmente, una migración transitoria e inestable. Esta circunstancia, en algún modo, les permitió descubrir la realidad italiana de manera gradual y por ende, quizás, una mejor integración12. En cambio, Daniela tuvo muchas más complicaciones porque llegó a un contexto en el cual no era común ver extranjeros y los habitantes eran en gran parte ancianos. Esto provocó en ella un desaliento y muchos problemas también a nivel familiar, llevándola al divorcio y provocando una migración interna (Díez Jiménez, 2010a) en la cual, en segunda instancia, tuvo una mayor acogida e integración:


Yo llegué a ese pueblo en el sur de Italia, donde eran todos ancianos y siempre estaban invadiendo mi privacidad, me sentía todo el tiempo observada. Es más siempre me preguntaban, para donde iba, que había comprado, que llevaba en el bolso y cosas así. Sin embargo, llegué a una nueva localidad un poco más urbana en la cual vivían personas de diferentes orígenes: latinoamericanas, africanas y asiáticos, específicamente hindúes. Fue aquí donde conocí mi nuevo compañero sentimental y hasta hoy tengo una buena relación con su familia y también mi red de amigos (Historia de vida de Daniela, 2018).


Alejandra, al llegar en una de las ciudades principales de Italia, pudo integrarse a través de la actividad artística desempeñada en un coro góspel compuesto por aproximadamente cien personas, casi todas de origen italiana. Muy orgullosa y contenta me expresa:


Me siento maravillosamente acogida, son grandes amigos y son como mi segunda familia. En este grupo he podido encontrar el apoyo, la solidaridad incondicional, la inclusión y una diversidad cultural que me ha enriquecido mucho. Sin ellos quizás todo hubiese sido diferente ya que personalmente aquí en Italia percibo que un gran porcentaje de la población está siempre triste y sufre de depresión (Historia de vida de Alejandra, 2018).


En ese sentido, para Alejandra el arte jugó un papel relevante de integración en el nuevo contexto de destino fomentando la empatía entre personas de diferentes proveniencias culturales. Adicionalmente, Alejandra, me contó una anécdota que en parte la desconcertó. Un día ella, caminando en la calle con dos mujeres de origen africano, saludó con simpatía a una persona mayor:


Yo estaba acostumbrada en mi País siempre a saludar con una sonrisa a las personas mayores, ya que estas siempre me habían tratado con respecto. Ese día las dos mujeres africanas al verme saludar a un señor con una sonrisa me dijeron ¡No te rías, van a pensar que eres una “puta”, es más, aquí tienes que bajar la cabeza! (Historia de vida de Alejandra, 2018).


Puedo leer este episodio como una conservación del rol de subalternas que las dos chicas africanas asumieron y trataron de transmitir a la amiga colombiana con el fin de cuidarla; casi como si fuera una protección frente una posible amenaza en respuesta a la ruptura de ciertos códigos culturales que el contexto citado presentó.

A pesar de lo que nosotras como mujeres del Caribe hispánico percibíamos como parte integral de una familia o de un entorno comunitario, no siempre éramos consciente de la realidad en la cual estábamos. Sofía me comentó que ella vivió positivamente su integración en el nuevo contexto de destino. Sin embargo, me comentó lo siguiente:


Mi esposo no quería que yo hablara de la cultura dominicana, no podía ni siquiera mencionar el plato típico de mi ciudad de origen, para él siempre era inferior. Es más, me prohibió que le enseñara el español a nuestra hija porque ella tenía que aprender el castellano proprio de España, por lo tanto, a mí me tocaba hablárselo a escondidas en los momentos en los cuales él no estaba (Historia de vida de Sofía 2018).


El comportamiento asumido por la pareja de Sofía evidencia una actitud de desprecio hacia el arco iris cultural de su esposa. No obstante, frente esta evidencia la mujer dominicana nunca asoció explícitamente estas acciones con un trato discriminatorio y racista. Deduzco que esto se deba más por inconciencia frente a estos temas que por lo vivido. De hecho, en nuestra entrevista subrayó la búsqueda de “protección”, entendida también como empatía por parte de su compañero sentimental. Este vació le generó un fuerte grado de descompensación psicológica alimentada, además, por un obsesivo control, por parte de su esposo, que no le permitía ni siquiera salir sola de su propia casa. En esta circunstancia, somos testigos de una subordinación sustancial (Romero Tenorio, 2014) en la cual, desde un lado el hombre occidental con una supuesta cultura hegemónica somete a la mujer hasta hacerla sentir un objeto (Riera Vázquez y Fabré Machado, 2017).

Transitando hacia la esfera laboral, para nosotras, la integración fue un poco más compleja. Al igual que yo, las otras tres mujeres, en sus respectivos países de origen, contaban con una estabilidad de empleo. Al llegar a Italia, todas encontramos dificultades en poner en practica nuestras experticias laborales. La percepción que tuve es que, por nuestra condición de migrantes, los trabajos que podíamos realizar muchas veces eran extemporáneos y poco rentables, replicando, en contexto de destino, la subordinación imaginaria de dependencia marital vista en contexto de origen y ya descrita al principio del presente trabajo.

Personalmente, aún estoy analizando si en mi experiencia migratoria hacia Italia, la subordinación imaginaria que me atribuían en mi pueblo natal hacia mi futuro esposo se replicó, de cierta forma, en lugar de destino. Quizás mediante un proceso inconsciente de auto subordinación en el cual, con el pasar del tiempo, asumí los roles impuestos por el nuevo entorno social italiano que, de cierta forma, cohibieron mi emancipación personal, haciéndome perder incluso ciertas condiciones que me eran propias, como la de mujer trabajadora, emprendedora, estudiante, entre otras.


  1. Conclusiones

A través de esta auto-etnografía pude evidenciar la relación entre matrimonio y migración desde un enfoque de género. En particular como estas intersecciones tuvieron repercusiones incluso sobre parte de los procesos de (re)construcción identitaria y de integración en contexto de destino.

Al principio del presente texto pude introducir el concepto de subordinación imaginaria que de cierta forma implica una migración hacia un contexto idílico, consecuencial al matrimonio contraído con un hombre europeo. Empíricamente pude corroborar que esta realidad idílica construida a priori por mi contexto de origen no fue esperada ni por mí, ni por las otras mujeres en cuestión. Un punto en común que se encontró fue la componente ideológica que tenemos con respecto al matrimonio basado sobre una mitificación del amor eterno que pasa, en alguna manera, incluso por un sentido de cuidado y protección recíproca. Dicho sistema de creencias puede hacernos entender como todas nosotras hemos decidido de migrar a Italia, de manera más o menos concertada con la pareja, asumiendo la iniciativa propuesta por nuestros respectivos esposos. De las entrevistas y de mi experiencia, he podido corroborar que esta decisión migratoria se dio, más que por una componente económica, por una componente cultural que aun legitima la estructura del poder según un heteropartriarcado transnacional (Riccardi, comunicación personal, 10 de septiembre de 2018).

Con respecto a la compleja cuestión identitaria pude reconocer una preminente tendencia hacia el desconocimiento implícito frente la componente étnica africana que nos une. Dicho fenómeno se dio a través de los discursos de las entrevistadas que diluyeron con matices distintas su propia afrodescendencia a través de términos relacionados con el mestizaje, la pluriculturalidad y el nacionalismo. Esta dinámica muestra como aún se mantiene un imaginario colectivo tanto en el Caribe como en Italia, arraigado a patrones culturales hegemónicos que estigmatizan la africanidad y todo lo relacionado con ella.

En última instancia, he apreciado que el proceso de integración en contexto de destino, surgido mediante el binomio matrimonio-migración, fue relativamente contradictorio y heterogéneo. Si desde un lado, como en el caso mío y de Alejandra, nuestra llegada al nuevo entorno italiano fue bastante acogedor; para Daniela y Sofía fue más problemático. Un aspecto en común fue el hecho de haber retrocedido profesional y laboralmente con respecto al contexto de origen en virtud, quizás, de una auto subordinación que tanto yo como las otras mujeres, hemos asumido por la nueva realidad de destino que nos atribuyó roles subalternizantes y de dependencia marital.


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Para citar este artículo:

Bossio Blanco, V. (2019). “¡Me caso y me voy!”: migraciones transnacionales femeninas desde el caribe hispánico hacia Italia. Collectivus, Revista de Ciencias Sociales, 6(1), 135-154. DOI: http://dx.doi.org/10.15648/Coll.1.2019.8


* Licenciada en Lengua y Cultura Italiana para extranjeros. Instituto de Idiomas de la Universidad del Norte, Barranquilla (Colombia), programa de extensión. Cl 3 N. 51B-85 Villa Campestre, C.P 081007. Puerto Colombia. Correo electrónico: vdbossio@uninorte.edu.co.

1 Sobre el debate que se dio alrededor del concepto de “subalterna/o” ver la obra de Liguori (2011) la cual explica la evolución terminológica desde Gramsci hasta el consolidarse, desde la segunda mitad del siglo XX, de los Estudios Subalternos (Subaltern Studies) en India y de los Estudios Culturales (Cultural Studies) en la academia anglosajona.

2 Por razones éticas, los nombres de las mujeres entrevistadas fueron cambiados.

3 El concepto de tránsito viene analizado de forma mínima.

4 El conflicto armado interno colombiano, uno de los más longevos y sangrientos de la historia contemporánea occidental, llegó en mi municipio natal sobre todo a través de la mano paramilitar azotando a la población civil con acciones de violencias y masacres entre el fin de los años ’90 y el principio del siglo XXI.

5 En ese entonces, la política migratoria italiana preveía para los ciudadanos colombianos un rígido control de los flujos mediante el requerimiento y expedición de visas, incluso aquella relacionada al turismo que demandaba una vasta documentación y una sólida solvencia económica (Díez Jiménez y Cabrera Izquierdo, 2010d).

6 Término que en el Caribe hispánico se suele atribuir a personas, en este caso hombres centrados en sus actividades laborales y cuidado familiar.

7 Por razones éticas decidimos cambiar los nombres de las mujeres entrevistadas.

8 Para estas circunstancias, entiendo el concepto de ideología según un significado “fuerte” tal como lo entendía Marx, es decir un conjunto de creencias mistificadoras (Stoppino, 2004).

9 El concepto de identidad resulta ser de compleja definición. Autores como Calhoun (1994) interpretados por Castells (1999:28) definen la identidad como “fuente de sentido y experiencias para la gente”.

10 Sobre tal dinámica, Branche (1999) evidencia la narrativa de Fidel Castro según la cual el nacionalismo cubano de La Revolución estaría por encima de todo, eliminando cualquier interés particular o racial.

11 Tal como descrito por Gabriela Castellanos en la traducción de Morton (2016: 117), “Por «categoría esencialista» se entiende el concepto identitario, como «mujer», «negro», «hombre», «homosexual», «blanco», «heterosexual», que se supone innato, basado en una esencia «natural», biológica, invariable. El anti-esencialismo consiste en considerar que todas estas categorías de identidad son productos culturales, que su contenido cambia a lo largo de la historia y dependiendo de la cultura”.


12 En el presente trabajo se utiliza el concepto de integración como una reducción de diferencias culturales, políticas, sociales y económicas en este caso entre migrantes y población autóctona. Tal proceso presupone una cesión-acercamiento por una o ambas partes, así como lo describió Pasquino (2004:473) a la hora de definir el término de “integración social”, fundamentado en una reducción de divergencias entre elites políticas y masas.