Sección: Artículos
Publicado: 2018-07-01

Emile Durkheim; democracia y sociedad

Emile Durkheim; democracy and society

  • Adalberto López Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - Sede México.
Palabras clave: (en) Democracy, State, Society, Professional groups, Moral, Third Republic
Palabras clave: (es) Democracia, Estado, Sociedad, Grupos profesionales, Moral, III República francesa

La democracia y el Estado ocuparon un lugar particular en el pensamiento sociológico de Emile Durkheim, que se vuelve evidente cuando se analizan los orígenes de la institucionalización de la sociología como disciplina científica, cuando se observa cercanamente los factores temporal y espacial en el que ocurrieron los eventos socio-históricos más relevantes que sustentan su propio sistema de pensamiento, cuando se tiene en cuenta la crisis moral que sacudió a la III República a finales del siglo XIX y, en adición, las críticas que arguyó frente al pensamiento político de la filosofía francesa tradicional. La presentación amplia de todos estos factores que se hace a lo largo de todo el trabajo reconstruye el particular lugar que el Estado y sus conceptos aliados jugaron en el pensamiento del sociólogo francés.

The democracy and State occupied a special place in Emile Durkheim´s sociological thought, which becomes evident when the origins of the institutionalization of sociology as a scientific discipline is analyzed, when the temporal and spatial factors in which happen the most relevant socio-historical events that support his own system of thought are observed more closely, when the moral crisis that shook the Third Republic in the late nineteenth century is taken into account, and addition the critics who argued against the political thought of French philosophy traditional. Comprehensive presentation of all these factors is done throughout the paper reconstruct the particular place that the State and its allies concepts played in the thought of the French sociologist.

Referencias

Alpert, Harry. (1945). Durkheim y su sociología. México, D. F: Fondo de Cultura Económica.

Bainville, Jacques. (1940). La Tercera República. Madrid: Cultura española.

Dahl, Robert. (1991). La democracia y sus críticos. Buenos Aires: Editorial Paidós.

Durkheim, Émile. (1982). La División del Trabajo Social. Madrid: Akal.

Durkheim, Émile. (1990). Montesquieu y Rousseau. Precursores de la sociología. Bogotá: Centro Editorial de la Universidad Nacional de Colombia.

Durkheim, Émile. (1998). El individualismo y los intelectuales. Consultado el 25 de febrero de 2014, [en línea]. http://misociologia.blogpot.com.

Durkheim, Émile. (2002). La educación moral. Madrid: Editorial Trotta.

Durkheim, Émile. (2006). Lecciones de Sociología. Física de las costumbres y de la moral. Granada: Editorial comares.

Lukes, Steven. (1984). Émile Durkheim su vida y su obra. Estudio históricocritico. Madrid: Siglo XXI de España Editores, en coedición con el Centro de investigaciones sociológicas de Madrid.

Mayeur, Jean Marie. (1967). La separación de la iglesia y el Estado. Madrid: Ediciones Cid.

Meyer, Arno. (1984). La persistencia del Antiguo Régimen. Europa hasta la Gran Guerra. Madrid: Alianza Editorial.

Miquel, Pierre. (1988). El caso Dreyfus. México, D. F: Fondo de cultura económica.

Parsons, Talcott. (1974). El sistema de las sociedades modernas. México. D.f.:

Editorial Trillas.

Ramos, Ramón. (1999). La sociología de Émile Durkheim. Patología social, tiempo, religión. Madrid: Siglo XXI de España.

Tiryakian, Edward. (1988). Emile Durkheim. En: Bottomore, Tom & Nisbet, Robert. (Ed.), Historia del análisis sociológico (218-272). Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Cómo citar
López, A. (2018). Emile Durkheim; democracia y sociedad . Collectivus, Revista de Ciencias Sociales, 5(2), 12-34. https://doi.org/10.15648/Coll.2.2018.2

Visitas al artículo

3919

Métricas Dimensions

Métricas PlumX

Descargas

La descarga de datos todavía no está disponible.

Recibido: 25/02/2018

Aprobado: 27/04/2018


ÉMILE DURKHEIM; DEMOCRACIA Y SOCIEDAD

ADALBERTO DE JESÚS LÓPEZ ROBLES1



RESUMEN

La democracia y el Estado ocuparon un lugar particular en el pensamiento sociológico de Emile Durkheim, que se vuelve evidente cuando se analizan los orígenes de la institucionalización de la sociología como disciplina científica, cuando se observa cercanamente los factores temporal y espacial en el que ocurrieron los eventos socio-históricos más relevantes que sustentan su propio sistema de pensamiento, cuando se tiene en cuenta la crisis moral que sacudió a la III República a finales del siglo XIX y, en adición, las críticas que arguyó frente al pensamiento político de la filosofía francesa tradicional. La presentación amplia de todos estos factores que se hace a lo largo de todo el trabajo reconstruye el particular lugar que el Estado y sus conceptos aliados jugaron en el pensamiento del sociólogo francés.

Palabras claves: Democracia, Estado, sociedad, grupos profesionales, moral, III República francesa.

EMILE DURKHEIM: DEMOCRACY AND SOCIETY

ABSTRACT

The democracy and State occupied a special place in Emile Durkheim´s sociological thought, which becomes evident when the origins of the institutionalization of sociology as a scientific discipline is analyzed, when the temporal and spatial factors in which happen the most relevant socio-historical events that support his own system of thought are observed more closely, when the moral crisis that shook the Third Republic in the late nineteenth century is taken into account, and addition the critics who argued against the political thought of French philosophy traditional. Comprehensive presentation of all these factors is done throughout the paper reconstruct the particular place that the State and its allies concepts played in the thought of the French sociologist.

Keywords: Democracy, State, society, professional groups, moral, Third Republic


1. Introducción

La democracia moderna y la formación del estado ocuparon un lugar particular en la sociología durkheimiana. El análisis que elabora Durkheim de ellos difiere por su originalidad, su contextualización y su desarrollo histórico de cualquier otro tipo de análisis que exista sobre tales fenómenos. El objetivo esencial que guío este estudio fue el de indagar los factores que llevaron a tales fenómenos a ocupar ese lugar particular.

La originalidad de tales conceptos radica en su propia manera de entenderlos. Desde un punto de vista socio-histórico se analizan tanto los factores que condicionaron el desarrollo del concepto de democracia (comunicación y maleabilidad), como la importancia del estado en la consolidación de los procesos democráticos. También, se analiza el concepto de individualismo moral como pieza clave en estos procesos y el papel de la educación y las asociaciones profesionales en la consolidación de ese individualismo.

El cuerpo del estudio se reconstruye a partir del análisis exhaustivo de los textos durkheimianos que sirvieron de fuente primaria, de textos históricos y sociológicos secundarios que permitieron recrear el contexto social y político de la Francia de fines del siglo XIX, así como los distintos elementos tanto sociales como intelectuales que condujeron al mismo Durkheim a repensar la democracia y el estado de acuerdo a las condiciones históricas que vivía la sociedad francesa a finales del siglo XIX.


2. La democracia

La democracia no es un concepto nuevo en el vocabulario de la filosofía política. La idea más simple que se pueda tener sobre la democracia como “gobierno del pueblo” surge entre los griegos en la primera mitad del siglo V a. C., sus ciudades-estados se constituyeron por mucho tiempo como el escenario principal de esta forma política de gobierno (Dahl, 1991).

Sin embargo, en tiempos modernos la democracia presentó cierta dificultad para institucionalizarse, la complejidad de las mismas sociedades ya constituía un severo problema, las ciudades griegas eran sumamente pequeñas en comparación con las sociedades modernas del siglo XIX y podían acercarse con menores dificultades a practicar los ideales democráticos. En 1835 Alexis de Tocqueville había descubierto la originalidad de la democracia americana. Afínales del siglo XIX, Durkheim se embarca en una empresa no similar a la de Tocqueville, pero si cargada de sentido para la sociología y para la Francia republicana. ¿Cuál es el aporte de Durkheim a la comprensión de la democracia moderna o al menos para la Francia de fines del siglo XIX?

Para empezar, señala Durkheim que desde Aristóteles hasta Montesquieu la clasificación de las formas de gobierno se mantuvo indemne, su único punto de partida lo constituyeron el número de gobernantes. La monarquía es aquel sistema político en el que uno sólo gobierna; cuando es un grupo selecto el encargado de las funciones de la administración acudimos a un gobierno aristocrático y si es el pueblo en masa el que tiene el poder soberano, la forma de gobierno toma el nombre de democracia.

De acuerdo a este esquema conceptual, las diferencias cuantitativas han servido de base para la clasificación de las formas de gobierno tradicional. Son estas diferencias a su vez las que determinan las diferencias cualitativas que subyacen en las decisiones y elecciones que toman los gobernantes. Lo que rescata Durkheim al respecto, es que el mismo Montesquieu reconoció la existencia de estos otros factores; aunque, no les haya dado su lugar y haya hecho derivar las diferencias cualitativas de las consideraciones numéricas.

Pues, por más absoluto que sea un gobierno siempre está rodeado de concejeros, de ministros, de funcionaros que se dividen las funciones reguladoras, nunca los poderes han estado concentrados en un solo hombre. De esta manera, las diferencias entre una monarquía y una aristocracia serian de grado, y ni que decir entre una democracia y una monarquía. “Si nos atenemos a las consideraciones numéricas, puede decirse que nunca ha habido democracia” (Durkheim 2006, p. 103).

¿Qué se debe entender por democracia? En este punto resulta importante el concepto que Durkheim elabora sobre el estado, porque la definición de la democracia; al igual que las otras formas de gobierno están relacionadas con la naturaleza del estado. El estado, es para el autor, el órgano del pensamiento social; aunque, aparentemente no hallan muchas cosas que agregar, resulta un poco más complejo de lo que parece, porque no todo pensamiento social emana del estado. Existen, por lo tanto, dos esferas de donde derivan dichos pensamientos, ambas son partes constitutivas de la vida psicológica colectiva y se encuentran vinculadas.

La diferencia estriba en que el pensamiento que emana del estado se caracteriza por ser deliberado y organizado; mientras que, el que emana de la masa colectiva está hecho de sentimientos, aspiraciones y creencias difusas que la sociedad ha elaborado colectivamente de manera espontánea y actúan sobre los individuos sin que estos sepan el por qué, ni el cómo, localizándose en el subconsciente mismo de la sociedad. Por analogía con el sistema psíquico de los individuos, encuentra que las sociedades modernas también tienen una vida psicológica, y en relación con la del individuo existe también una oposición entre la conciencia difusa de la sociedad y su conciencia esclarecida.

En el individuo existen ideas, costumbres que afectan su conducta sin que éste pueda tener la mayor comprensión de las mismas. Entre más inculto es el hombre más vulnerable llega a ser ante la fuerza de estas corrientes e inversamente, entre más culto es el hombre reacciona contra esas corrientes con conocimiento de causa y actúa de una manera deliberada.

Los sentimientos difusos se encuentran diseminados en toda la conciencia colectiva de la sociedad2. El pensamiento que deriva del estado está localizado en unas esferas especiales y poco extendidas que forman la conciencia gubernamental3 de la sociedad. Ambas se encuentran vinculadas, los sentimientos difusos que circulan en la sociedad afectan las decisiones que toma el estado; de la misma manera, que las medidas que toma el estado repercuten en toda la sociedad y modifican las ideas difusas.

Estos rasgos distinguen la una de la otra y explican a su vez, la necesidad cada vez más por parte del estado de organizarse y prevenir esas costumbres irreflexivas de la sociedad. De esta manera, las asambleas se convierten en un instrumento poderoso que dispone la colectividad para deliberar y prevenir la expansión de dichas ideas que forman parte del subconsciente de la sociedad. El interés de Durkheim es demostrar en este punto que no es posible definir una forma democrática de gobierno por el conjunto de los que participan en ella. Porque en una sociedad democrática el poder soberano no reside en el pueblo literalmente como se dice, sino en órganos restringidos que cumplen funciones específicas como las de deliberar ciertos pensamientos que luego se extienden a toda la colectividad. Gobernar es función de un órgano definido.

La vida psíquica de la sociedad comprende dos dimensiones; la conciencia gubernamental y la conciencia difusa. Si se admite la definición que parte de las consideraciones numéricas para definir la democracia, la primera aparece como un simple reflejo de la segunda y los sentimientos colectivos son demasiado difusos como para llevar las riendas del órgano regular de la sociedad. De allí, la insistencia de Durkheim en proponer otros elementos que permitieran construir postulados acordes con la naturaleza de las sociedades. La democracia no puede ser el gobierno del pueblo, la conciencia gubernamental de la sociedad no puede estar dirigida por aquella conciencia colectiva difusa. Lo que si admite es que en las sociedades modernas mantienen una relación estrecha. Este último punto conduce a otra parte del problema. El interés de Durkheim es definir la democracia, y ésta a su vez está vinculada con la naturaleza del estado, es imposible abandonar éste último sin antes aclarar la esencia de los vínculos que ha mantenido con la colectividad a lo largo de su existencia.

En primera instancia, se tiene el caso de aquellas sociedades en las que el estado se encuentra sustraído de la multitud y las deliberaciones que toma aunque afecten a la sociedad no la involucra directamente, esta última simplemente las recibe sin agregar nada a cambio. En segunda instancia, se encuentran aquellas sociedades donde el estado no puede deliberar sin tener en cuenta lo que piensa la sociedad, sus contactos se vuelven indispensables, involucra a la sociedad e interactúan de una manera regular y periódica.

Que el estado se vinculara estrechamente con la sociedad, que admitiera su participación en la toma de decisiones, que se interesara en conocer sus opiniones, sus sentimientos frente algún problema determinado dependió y sigue dependiendo de otros factores que entran espontáneamente por el movimiento natural de las ideas –como diría Durkheim– a incrementar los lazos y los contactos. Entre estos factores sobresale el término comunicación. La comunicación nace desde el momento en que el estado deja de ser una entidad que está por encima de la sociedad, es decir, deja de ser concebido como fenómeno religioso. El estado no podía entrar en contacto con el mundo profano, las masas lo concebían como un símbolo religioso que debía permanecer separado de la inmundicia y del contacto. Poco a poco “el estado perdió su carácter trascendental que lo aislaba en sí mimo. Se acercó a los hombres y los hombres se acercaron a él” (Durkheim, 2006, p. 106).

Se estableció de ésta manera el circuito de relaciones y vínculos que caracterizan a las sociedades políticas, el estado experimentó una reelaboración. El órgano gubernamental que al principio mantenía una débil conciencia de lo que pasaba en el interior de la sociedad, ya que su actividad estaba enteramente volcada hacia el exterior, convirtiéndolo en agente de relaciones exteriores y de conquista, empieza a organizar, regular y multiplicar sus numerosos contactos con el resto de la sociedad. El término comunicación4 juega un papel fundamental en la definición de un régimen democrático. Pero, hay que advertir que Durkheim no elaboró una definición sofisticada y rigurosa del mismo, solamente explicó a través de él, la manera en que se hicieron íntimos los contactos, acercamientos y acciones reciprocas que formaron la base de un tipo específico de relaciones sociales, las que enlazan a los individuos con el estado.

La comunicación tiene su origen en un giro natural del estado y de manera más amplia por los cambios estructurales de la sociedad que había explicado en La división del trabajo social. No sólo la solidaridad orgánica significó una nueva fuente para la división del trabajo social, sino también generó un nuevo tipo de organización social, con órganos más definidos y consciente de sus funciones. El estado concentró muchas funciones que se hallaban difusas. La comunicación puede ser continua o intermitente, rudimentaria o compleja dependiendo del grado de desarrollo que hayan alcanzado las instituciones encargadas de establecer el contacto. En la realidad, observaba Durkheim, que era imposible encontrar estados tan absolutos en el que sus gobiernos rompieran toda comunicación con el resto de la sociedad; de la misma forma que era imposible hallar un gobierno del pueblo. Al ser la comunicación, desde un punto de vista evolutivo, un proceso dialéctico, varía de una forma de estado a otra. Las monarquías no permanecieron completamente aisladas, sólo que sus contactos con la sociedad eran elementales por la ausencia de estas instituciones.

Durkheim distingue dos tipos de instituciones: por una parte, están aquellas que le permiten al público seguir la marcha del gobierno; las asambleas públicas, diarios oficiales y la educación; y por la otra, las que le permiten trasmitir a los órganos gubernamentales sus propias reflexiones como las instituciones del derecho al sufragio. En la comunicación encuentra Durkheim uno de los rasgos distintivos de las sociedades políticas, y por extensión de la democracia.

Al llegar a este punto es imposible, sostiene Durkheim, definir la democracia por las diferencias puramente cuantitativas, realmente no importa cuántos gobiernan, sino cómo se comunica el estado con el conjunto de la sociedad, cómo se han forjado esos lazos y cómo han cambiado en el tiempo. Esto es lo esencial para diferenciar los distintos tipos de regímenes políticos, entre uno y otro sólo existen diferencias de grado, marcadas por la presencia o ausencia de las instituciones adecuadas para asegurar la comunicación. “Lo que varía en forma muy sensible según las sociedades es la manera en que el órgano gubernamental se comunica con el resto de la nación.” (Durkheim, 2006, p. 109). En resumen, “cuanto más estrecha se vuelve la comunicación, más democrático es el carácter de la sociedad” (Durkheim, 2006, p. 110). La ciudadanía conoce las medidas que adoptan sus gobernantes, pueden asistir de lejos a las deliberaciones, pueden juzgarlas y hacer pública sus opiniones a través de los diferentes caminos especiales que se han construido.

Sin embargo, esta característica no es suficiente y habría que preguntarse ¿Sobre qué delibera el estado? para responder a esta pregunta miremos más de cerca la otra característica que señala Durkheim, ya que la conciencia gubernamental en la medida que ensanchaba sus vínculos con la sociedad, se extendía con la intensión de comprender más y más objetos que no estaban bajo su esfera de acción. Esto indica la otra característica de las sociedades democráticas: la maleabilidad, que es es la “extensión del campo de acción de la conciencia gubernamental, que le permite someter un mayor número de cosas a la deliberación colectiva” (Durkheim, 2006, p. 108).

Los asuntos económicos, educativos e higiénicos funcionaban automáticamente sin sentir la influencia del estado, estos objetos sobre los que se aplica actualmente las funciones del estado moderno eran no reconocidos en tiempos atrás. Las deliberaciones gubernamentales recaían sobre los asuntos exteriores, ellos constituían exclusivamente la actividad pública; mientras que, la costumbre regulaba mecánicamente toda la vida colectiva5. Durante la monarquía francesa el número de cosas que entraban en la esfera de influencia del estado, es decir, que hacían parte de las deliberaciones gubernamentales era muy limitado. Comunicación y maleabilidad son solidarias entre sí. En resumen, las sociedades democráticas se caracterizan por una extensión mayor de la conciencia gubernamental y una comunicación más estrecha de esta conciencia con los particulares. A razón de esto, la reflexión desempeña un papel considerable en la marcha de los asuntos públicos, reduciendo el espacio de acción de la costumbre y arrojando luz sobre objetos que se hallaban en la oscuridad de la sociedad. Estos elementos son esenciales desde el punto de vista de Durkheim para definir la democracia, ya que la democracia “es la forma política por la cual la sociedad alcanza la más pura conciencia de sí misma” (Durkheim, 2006, p. 112).

Por ende, una definición de la democracia debía estar en concordancia con la naturaleza del estado. El pensamiento que emana de él, está sometido a una deliberación minuciosa, a los más altos grados de reflexión. No es el número de gobernantes lo que hace democrática, aristocrática o monárquica una forma de gobierno, esto depende del desarrollo que hayan alcanzado las diferencias cualitativas en la evolución del estado y de la sociedad. La democracia no es un descubrimiento decimonónico, y no porque los griegos la hayan practicado en la Antigüedad, sino porque era el carácter que adquiría cada vez más la sociedad. La sociedad del siglo XVIII era más democrática que la sociedad del siglo XVII y ésta a su vez más democrática que todas las sociedades feudales. La feudalidad era la confusión de la vida social, el máximo de inconciencia de las sociedades. Sin embargo, el estado monárquico preparó el porvenir de la democracia, en él, aunque rudimentarios la comunicación y la maleabilidad ya estaban presentes, las fuerzas colectivas se centralizaron y el estado comenzó a extenderse para deliberar sobre los primeros objetos.

¿Qué determina el hecho de que la democracia vaya perfeccionándose en el tiempo? La complejidad de las sociedades, “cuánto más vastas son, más necesidad de reflexión requieren para conducirse” (Durkheim, 2006, p. 113). El estado no podía permanecer inmutable cuando la sociedad en su conjunto transformaba sus viejas instituciones. La complejidad social exigía la reflexión que requiere este tipo de sociedades para conducirse. La tradición uniforme ya no podía controlar un mecanismo que había llegado a ser más dinámico y complicado.

En la siguiente figura se muestra gráficamente el proceso de desarrollo que hemos tratado de explicar desde el punto de vista de las diferencias cualitativas para una definición de las formas particulares de gobierno. Y así llegar a una comprensión más exacta de las condiciones que estaba viviendo la sociedad francesa de fines de siglo XIX. Recordemos que todo el análisis sociológico de Durkheim tenía como finalidad la comprensión de su propia sociedad y la ciencia era el medio más eficaz para alcanzar dicha comprensión. La figura en sí, representa las dos cualidades sobresalientes de la democracia: la comunicación y la maleabilidad. Una sociedad no es menos comunicativa y menos maleable, ambas tienen un desarrollo paralelo. También representa cómo llegaron a consolidarse en cualidades sobresalientes de la democracia, ya que las otras dos formas de gobierno igualmente las presenciaron. La diferencia se halla en que las monarquías se ubican en la parte baja de la flecha, allí los procesos comunicativos y de extensión del estado con la sociedad eran tan elementales que no afectaban los estados de conciencia y los procesos irreflexivos, la aristocracia es el punto de transición entre la monarquía y la democracia.

Figura 1. Formas particulares de gobierno

Fuente: Elaboración propia


La democracia se halla en la parte alta de la flecha, indicando que hay una mayor presencia de la comunicación y de la extensión de la conciencia gubernamental en la sociedad. El siglo XIX significó para Durkheim el desprendimiento por parte del estado del yugo de la tradición. Durante ese tiempo el estado comenzó a liberar aquello que se hallaba bajo la influencia de la costumbre. Liberó al individuo y las instituciones de educación del monopolio de la iglesia.

3. Hacia la construcción de una nueva moral

El análisis de las diferencias cualitativas arrojó una mayor claridad respecto a la definición de la democracia. ¿Qué tan lejos se hallaba la definición durkheimiana de la democracia de la realidad francesa? ¿Había alcanzado la sociedad francesa la más pura conciencia de sí misma? En éste aparatado trataremos de acercar el concepto durkheimiano de democracia a la realidad francesa.

Después de varios intentos por instaurar un sistema republicano desde la Revolución francesa, sólo hasta 1871 con la derrota de Napoleón III durante la guerra Franco-prusiana fue posible su fundación. Sin embargo, éste nuevo sistema heredó los problemas del II Imperio Napoleónico con los que tuvo que luchar. Además, de llevar en su conciencia nacional la humillación de una derrota por parte de su vecino, que se hizo más fuerte con la unificación que logró bajo la dirección de Prusia. Lo paradójico es que la III Republica surgió como una propuesta hecha por los monárquicos después de discusiones acaloradas y desacuerdos por la instauración de una nueva monarquía de naturaleza constitucional (Bainville, 1940).

Esta experiencia de gobierno que se fue consolidando paulatinamente y que cruzaría el umbral del siglo XX, fue desde su principio muy inestable, pues ella no estaba entre los planes nacionales como forma de una nueva reorganización de la vida política francesa y entre sus principales desafíos se encontraba el de construirse una nueva moral. Tarea no fácil para los republicanos que debían granjearse la confianza de la nación. En este camino le apuntaron a la reconstrucción de un sistema educativo capaz de ofrecer una nueva moral que legitimara las prácticas republicanas y por extensión los ideales democráticos.

Avanzado el siglo XIX, el mayor problema político de Francia seguía siendo la imposibilidad de lograr una estabilidad respecto a los ideales democráticos de gobierno. El Estado francés no había podido extenderse completamente para someter a su propia deliberación otras esferas de la sociedad, entre ellas estaban a medio camino la instauración de una educación de carácter laico, capaz de ofrecer una moral que sustituyera la vieja moral cristiana.

Durante el siglo XIX “la sociedad francesa institucionalizó sólo de manera parcial e inestable el patrón democrático de la comunidad societaria” (Parsons 1974:108). Esto obedeció principalmente a su propio desequilibrio interno, Francia como ningún otro país occidental tuvo que soportar el lastre de la feudalidad por mucho tiempo, era una pugna marcada por el tradicionalismo y las fuerzas propulsoras del cambio. La burguesía francesa se apegó fuertemente a los patrones del Antiguo Régimen, la aristocracia guardó algo de sus privilegios y la Iglesia mantuvo una posición firme hasta la proclamación en 1905 de la separación de los dos poderes (Mayeur, 1967).

El historiador Arno Meyer sostuvo puntos similares a los de Parsons, los “residuos feudales” ejercieron una gran influencia en la vida política de los pueblos europeos y esto fue así hasta el estallido de la Gran Guerra. Francia era un País sin Rey pero con aristocracia (Meyer 1984). La sociedad francesa no era una nación completamente moderna a pesar de haber introducido la primera revolución democrática del mundo, sus patrones no se consolidaron del todo, merced a su tradición política y social. Una de las principales herencias de esa tradición seguía siendo la primacía de la religión católica en la sociedad francesa. La Iglesia fue el pilar fundamental del Antiguo Régimen y los republicanos, entre ellos, el eminente Ministro Jules Ferry fue consciente de que la democracia exigía un sistema laico de educación popular. Una de las principales batallas en esta lucha la empezó Ferry con sus famosas reformas educativas mientras fue ministro de instrucción pública (1879-1885). La ordenanza no solamente proclamó el carácter laico de la educación sino también su obligatoriedad y su gratuidad hasta los catorce años de edad.

Esta reforma educativa también tuvo su efecto en el sistema de educación superior. En 1882 la Facultad de Letras de la Universidad de Burdeos incluyó en su currículo académico una nueva catedra sobre pedagogía, que posteriormente se le encargaría a Émile Durkheim. Dos años más tarde, este proyecto universitario recibió el apoyo estatal en el marco de la campaña inaugurada por Ferry a favor de un nuevo sistema de enseñanza laica (Lukes 1984). En principio, la filosofía moral y la pedagogía jugaron un papel importante para la III República. De ser unas disciplinas puramente académicas pasaron a ocupar puestos importantes en las principales universidades. Tenían una carga significativamente ideológica (Tiryakian 1984). La generación de profesores que se formaría durante la República se le encargó la misión de impartir en los diferentes liceos esta nueva moral que tenía como fundamento el respeto a la ley y como garantía los derechos del Hombre y del Ciudadano. La tarea de estos nuevos profesores era ofrecer una imagen positiva de la democracia.

En el marco de esta iniciativa gubernamental y como parte de su compromiso con la tarea educadora del sistema republicano de gobierno, Durkheim asumió por dos ocasiones, primero en Burdeos (1887-1902) y después en la Sorbona (1902-1917) la impartición de cursos universitarios a través de los que se dio a conocer como un destacado científico y propulsor de una nueva ciencia. La educación era para Durkheim “el medio a través del cual la sociedad renueva de continuo los condicionamientos de su propia existencia” (Lukes 1984:110). Entre el análisis durkheimiano de la democracia y este esbozo histórico que hemos trazado superficialmente confirman que la sociedad francesa no había alcanzado su más pura conciencia de sí misma. La democracia era una tendencia que dependía del desarrollo evolutivo de la sociedad. Sin embargo, era una sociedad mucho más democrática que la anterior, la comunicación y la extensión de la conciencia gubernamental alcanzaron logros fundamentales impensables en otros tiempos, ¿Acaso no había logrado el individuo una mayor extensión de sus libertades y derechos respecto al siglo XVIII? ¿No había llegado a ser la educación un elemento de preocupación para el Estado?

A pesar de la situación política y social durante el régimen republicano, la reflexión desempeñó un papel importante en la marcha de los asuntos públicos. Cada vez más cosas caían bajo la acción gubernamental del Estado. Francia llegó a ser una República centralizada. “La democracia” –argumentaba Durkheim- “es el régimen político más conforme a nuestro concepto actual de individuo” (Durkheim 2006:114). No se hubiese podido estrechar la comunicación entre el estado y los individuos, si el estado no hubiese reconocido el valor moral de la persona humana.

La consolidación moral de la III República se convirtió en uno de sus más esenciales propósitos. “La democracia era su objetivo ideal y por consiguiente se encontraba ocupado con la reconstrucción y creación de las instituciones modernas” (Alpert, 1945, p. 34). Durkheim depositó su confianza en la ciencia como la guardiana de esta nueva moral y creyó necesario siguiendo a uno de sus más destacados maestros Charles Renouvier que debía fundarse una ciencia de la moral, que contribuyera a la consolidación definitiva de la Tercera República.

La democracia durkheimiana era optimista frente al futuro, al poner en movimiento constante los elementos sobresalientes de esta forma particular de estado. Cada sociedad que comparaba con su predecesora era más comunicativa y más maleable. Hasta aquí es lógica preguntarse ¿continúan nuestras sociedades actuales evolucionando para alcanzar la más pura conciencia de sí mismas? ¿Es decir para llegar a ser más democráticas? ¿Podrán los estados extender cada vez más su conciencia gubernamental para deliberar sobre problemas actuales? Si seguimos el lineamiento propuesto por Durkheim nadie pondrá en duda que la sociedad del siglo XX fue más democrática que la sociedad decimonónica. Pero, si hay cierto optimismo frente al futuro otra vez nadie pondrá en tela de juicio que las sociedades del siglo XXI serán más democráticas que las del siglo XX. ¿Hasta qué punto? no podemos esforzar el concepto de Durkheim para conocer eso. Sólo bástenos con saber que la democracia es un concepto dialéctico que va perfeccionándose en el tiempo y con la experiencia interna de las sociedades humanas para alcanzar la más puras conciencias de sí mismas.

Como afirmó Durkheim, la democracia es el carácter que adquiere cada vez más la sociedad. Cada vez hay más conciencia de que la democracia es la forma de gobierno que tiende a respetar la dignidad y los derechos que históricamente han conquistado los individuos. Si se toma el concepto de Durkheim en su estado, puro la democracia aún no ha existido, pero es lógico que cada sociedad tiende a alcanzar un alto grado de conciencia con respecto a sus dificultades internas.

Resulta importante rescatar en este punto la relación entre la democracia y el individuo. Como se ha venido diciendo, para Durkheim el estado moderno era liberador del individuo, lo reconoció como un ser autónomo, respetó sus derechos, le otorgó el status de ciudadano y se convirtió en su protector. Para Durkheim uno de los logros más importantes del siglo XIX fue la consecución y expansión de los derechos políticos del individuo. Sólo a través de ellos pudo el individuo alcanzar sus otros derechos que le conferían una mayor autonomía.

Este proceso de individuación estuvo acompañado del desarrollo del estado. Pero la importancia que hemos indicado no obedeció solamente a su relación con la conciencia gubernamental; sino también, porque resultó un proceso único de las sociedades modernas, sin parangón en la historia. Hecho que llevó a Durkheim a revisar su historia y desarrollo. Elaboró un auténtico análisis sociológico sobre el tema bajo la egida del Individualismo moral que quedó plasmado en uno de sus más brillantes artículos publicado en 1898 con motivo de uno de los escándalos más fuertes que sacudió los cimientos mismos de la III República en lo que llevaba de historia: el caso Dreyfus6.


4. El Individualismo moral

El individualismo y los intelectuales” fue el título de aquel artículo de 1898. En él quedaron plasmadas las principales ideas que reconstruyen la historia de un fenómeno, que había generado tanto odio y animadversión por parte de los tradicionalistas más ortodoxos, que lo acusaban de ser la gran enfermedad de los tiempos modernos y la causa principal de la crisis moral que asolaba a Francia en las postrimerías del siglo XIX. El objetivo fundamental de Durkheim era refutar esa imagen negativa que se tenía del individualismo. Señaló que existían dos tipos de individualismo: uno de naturaleza abstracta defendido por Rousseau, Kant y los utilitaristas y cuyo fundamento lo constituía el derecho natural y otro de naturaleza moral cuyo fundamento lo constituía la historia.

El individualismo de corte moral no era la gran enfermedad de los tiempos modernos, sino el único sistema de creencias que podía asegurar la unidad moral de la nación (Durkheim, 1998). No era el adversario de la moral cristiana; todo lo contrario, había surgido de las entrañas mismas del cristianismo. De las doctrinas seculares surgidas durante el siglo XIX, el individualismo moral era aquel que mayor afinidad guardaba con la moral cristiana. No había vuelta atrás, el orden moral moderno no resultaría de un retorno de las doctrinas católicas a la sociedad francesa, eso sería tan perjudicial como dañino a la salud del pueblo francés, que había luchado abnegadamente por construir un nuevo sistema moral que fuese capaz de brindar estabilidad a la República. Además, su larga historia al lado del Antiguo Régimen más realzaba la desconfianza hacia ella. El catolicismo estaba más interesado en conservar sus privilegios que en ofrecer una salida eficaz a la situación crítica que vivía Francia. Asimismo, agregaba Durkheim, que su aislamiento de la vida pública francesa no era un proceso abrupto, era tan natural como todos los procesos sociales que experimentaron las sociedades europeas en su etapa de transición.

¿Qué llevó a Durkheim a afirmar la relación íntima entre cristianismo e individualismo? El cristianismo transmitió a este nuevo sistema de creencias que la condición esencial de la piedad es la fe interior, la convicción personal del individuo; asimismo, mostró que el valor moral de los actos debe ser medido según la intensión y no de acuerdo a los juicios exteriores. Estos principios convirtieron al individuo en juez soberano de su propia conducta, se mezclaron con la vida cotidiana, perdieron su carácter sagrado y llegaron a ser el legado común de toda una sociedad que no solamente supo ponerlos en práctica, sino que llegó a ser su más acérrima defensora.

Las creencias religiosas son la fuente misma de la moralidad. Por largo tiempo desempeñaron esta función que les brindó cohesión a las sociedades tradicionales. Ha puesto por encima de todo, los deberes del hombre para con el hombre como un designio de Dios para la salvación del alma. Esto ha destacado el más impresionante desarrollo del espíritu individualista.


El cristianismo es una religión esencialmente humana, puesto que hace morir a su Dios para la salvación de la humanidad, el cristianismo profesa que el principal deber del hombre para con Dios es cumplir con sus semejantes sus deberes de hombre (Durkheim, 2002, p. 69).


El cristianismo convirtió al hombre en culto de sí mismo y metafóricamente en el culto de la vida moderna. El individualismo moral era, para Durkheim, la religión de los tiempos modernos, recogía los rasgos más distintivos de las sociedades modernas. Éste culto tenía como objeto de adoración al hombre y sus cualidades humanas y lo convertía en un objeto más cercano a sus fieles. ¿No es la religión un conjunto de ideas y prácticas colectivas dotadas de una particular autoridad? De esa forma, mostraba al individualismo moral como el descendiente de la acumulación de sentido que hacía a la moral cristiana digna de respeto (Durkheim, 1998).

La defensa de estas ideas era al mismo tiempo la defensa de los intereses vitales de la sociedad. De esa manera, se impedía el empobrecimiento de una reserva de ideas y sentimientos colectivos que habían surgido en una sociedad que sentía desprecio y desconfianza hacia ellos. Este nuevo sistema era el alma misma de la nación francesa. El individualismo era un fenómeno verdaderamente nacional, ningún país tenía su suerte tan solidarizada con estas ideas como Francia. De allí que la sociedad francesa debía mantenerse como la guardiana de esta nueva religión, ya que era la única sociedad europea donde había brotado su fórmula más reciente.

Sin embargo, cabría preguntar ¿cuál es la relación de este nuevo sistema de creencias con el estado moderno? Como se ha dicho, para Durkheim, el estado es quien rescata al individuo de la sociedad, quien aseguraba la individuación más completa que exigía el estado social y que no tenía otro deber más fundamental que llamar progresivamente al individuo a la existencia moral.

La crisis que vivió Francia desde la Revolución hasta la Tercera República era una crisis de naturaleza moral, de allí que era de gran utilidad que el estado se organizara, se centralizara, se expandiera y se comunicara con el resto de la sociedad, su deber ante tales circunstancias históricas era moralizar la sociedad. Era él quien debía poner fin al conflicto moral que turbaba la conciencia de la época, todo sistema de creencias es el producto más sofisticado de la sociedad. Toda sociedad es de naturaleza moral, de allí que por condiciones naturales el culto de la persona humana parecía ser el único llamado a sobrevivir, se había establecido de hecho por la fuerza de las costumbres, pero con el tiempo debía convertirse en derecho, es decir debía institucionalizarse.

El individualismo moral debía convertirse en el culto del estado moderno, pues era al estado a quien le correspondía organizar el culto, presidirlo y asegurar su funcionamiento regular y su desarrollo. Crear las condiciones necesarias para su eventual consolidación. El individualismo moral no había llegado a expandirse completamente a toda la sociedad, su fuerza se mantenía reprimida allí donde la costumbre era la única norma social existente, por lo que la educación llegaría a ser el medio más efectivo del que disponía el estado para lograr su expansión y desarrollo social.

Este individualismo moral, llamado a ser por la naturaleza de las cosas el único sistema de creencias capaz de asegurar la unidad moral de la Francia de fin de siglo, no era la enfermedad sino más bien el remedio a los males franceses. Durante los años del caso Dreyfus, los tradicionalistas miraban el pasado francés con fe, un regreso a la vida pública de las doctrinas católicas le devolvería a Francia la estabilidad negada por largo tiempo. El análisis de Durkheim demostraba que no había marcha atrás, no se podía negar el desarrollo histórico y si así fuese tal reavivamiento de la moral cristiana precipitaría su decadencia, ya que no estaba en concordancia con las nuevas condiciones del estado social.

Esto no quiere decir que las doctrinas católicas desaparecerían rotundamente de la vida social, sólo de la esfera pública para convertirse en una elección individual y no en una imposición respaldada por el estado. Ya que la expansión del estado dependía de una reducción de los poderes de la Iglesia Católica. Muchas funciones desempeñadas por ésta, pasaron a manos del estado, desde la educación hasta las instituciones de asistencia social. El Estado francés se convirtió en un estado laico y el 1905 pronunció la victoria del laicismo y la separación rotunda de los poderes de ambas instituciones (Mayer, 1967).

El caso Dreyfus no fue una crisis más que enfrentó el estado republicano, sino la crisis decisiva que enfrentaba a la Francia tradicional con la Francia moderna. El caso había ido más allá de la defensa de un hombre que se juzgaba por traición a la patria y había llegado a ser una contienda decisiva para la pervivencia de la República, quien nuevamente salió victoriosa dándole la bienvenida al nuevo siglo. En resumen, el individualismo moral estaba unido a la democracia, eran fenómenos tan naturales en su desarrollo y en su lucha contra el tradicionalismo. Ambas prepararon el terreno mutuamente para brindarle a Francia la unidad moral que exigía. De allí que Durkheim se interesara en analizar su desenvolvimiento histórico, su desarrollo paralelo con las fuerzas del Estado no podía ser fortuito, dependía de una relación causal que sólo la ciencia podía explicar objetiva y racionalmente.

En ese mismo sentido le negó al individualismo abstracto toda validez empírica. Los defensores de esta corriente, interesados en construir hermosos sistemas teóricos aislaban al estado en todo este proceso, concebían que las libertades individuales eran congénitas, el individuo trae consigo algunos derechos por el simple hecho de existir (Durkheim, 2006). ¿Cuál es el papel que le asigna al estado este individualismo? Prevenir algunos males que son efecto de la asociación. Los individuos están en comercio social constante, así que es completamente factible que otros puedan amenazar su existencia. En consecuencia, es necesario la presencia de un órgano encargado de la tarea especial de velar por el mantenimiento de esos derechos individuales.

Los derechos del individuo surgen como algo dado, de la cual el estado no aparece como creador ni mucho menos como organizador de tales derechos. Su función se limita al mantenimiento y la conservación de lo que naturalmente el individuo tiene. Pero, los hechos históricos demostraban, según Durkheim, todo lo contrario. La naturaleza del estado moderno, los procesos democráticos y el individualismo moral compartían muchos rasgos comunes que los unificaban. Tenían como base las transiciones estructurales de la sociedad. Por lo tanto, resultaba mucho mejor encontrar elementos unificadores de estos procesos que aislarlos y no aportar absolutamente nada que permitiera superar la crisis moral que asolaba a Francia.

5. Grupos profesionales

No obstante, resultaba más fructífero creer en la ciencia que en las especulaciones filosóficas. La ciencia debía convertirse en una guía en la que los hombres pudieran depositar su confianza, en esto puede asegurarse que estaba empeñado Durkheim. La única que podía revelar al enfermo los males de su enfermedad y los caminos que tendría para hallar la cura. Estaba también convencido de las limitaciones de la ciencia, ésta “sólo nos advierte de lo que es necesario para la vida, la ciencia prevé, pero no manda” (Durkheim, 1982, p. 42).

Construyó una nueva cosmovisión de la realidad fundada en la razón, que tenía como objeto explicar el proceso de evolución y desarrollo de la sociedad moderna. A través de los elementos dinámicos que entraron en ella como; el individualismo moral, el estado, la democracia, etc. Estos liberaron al individuo de sus instituciones opresoras que impedían su desarrollo individual. De esa manera, puso la ciencia al servicio de aquellos que tenían en sus manos la capacidad de influir en los procesos de transformación social. Su proyecto científico puede resumirse en su gran inquietud por construir una ciencia que fuese capaz de explicar sus propios fenómenos, como lo hacían las ciencias naturales y así ofrecer una respuesta objetiva a lo que vivía la Francia de la segunda mitad del siglo XIX. Pues, es una tarea de la ciencia descubrir los principios ético-morales del mundo social. Carecería de sentido elaborar hermosos sistemas abstractos sino cumplieran alguna función social. El deber de la ciencia es hallar la verdad de las cosas, pero dicha verdad debe ser útil para el mejoramiento de las condiciones sociales.

La sociología nació como una ciencia republicana (Ramos 1999) con la intensión de orientar la conducta política y las prácticas sociales. La sociedad francesa debía alcanzar la más pura conciencia de sí misma y la sociología debía apartar las nubes que oscurecían el camino. En primera instancia, afirmó que el individualismo moral era el único que podía asegurar la unidad moral ¿Qué caminos proponía la ciencia para consolidar dicho ideal? Ya se ha dicho que la educación era un camino prospero que ponía al hombre en contacto desde su primera infancia con los ideales de la democracia moderna. La educación era el medio a través del cual el hombre podía conocer los elementos morales de su propia autonomía.

Pero la educación no era suficiente. Por lo general, el hombre libre se perdía en los confines de la sociedad, la moralización debía ser una tarea constante del estado, y otro medio importante para alcanzar el ideal eran las asociaciones intermedias. Una de las fallas de la filosofía rousseauniana, fue su incapacidad para reconocer que la democracia exigía de organizaciones intermedias, la existencia del estado moderno dependía exclusivamente de ellas7, suponían su existencia, el estado sólo existe allí donde ellas existen (Durkheim, 2006).

Las ideas de Rousseau, al respecto, eran complementarias de su individualismo abstracto, que toma su forma más específica en la teoría contractualista; la sociedad sólo puede ser el resultado de un contrato en el que las voluntades individuales desaparecen en el seno de una voluntad general, que es la base misma de toda asociación civil. La emergencia de una forma de gobierno que pusiera la ley por encima del hombre era primordial para la estabilidad de la paz. El estado aparecía desde este punto de vista como el traductor de la voluntad colectiva, el eco de las voluntades particulares (Durkheim, 1990).

Para Rousseau toda agrupación intermediaria entre los ciudadanos y el estado era altamente perjudicial para la democracia, el pueblo sólo decide lo que considera benévolo tanto al interés público como privado. No le veía ninguna función a tales instituciones; por el contrario, cohibían la libre espontaneidad de las voluntades particulares. Para Durkheim, no sólo eran necesarias para la administración de los intereses particulares, domésticos, profesionales que abarcan y que son su razón de ser, sino también la condición fundamental de toda organización más elevada (Durkheim, 2006). Los grupos profesionales eran para Durkheim la fuente de preservación de la moralidad, ya que la moral sólo puede conservarse si un grupo la preserva. El ejemplo más acabado lo proporcionaba la vida económica misma. En ella los grupos secundarios se habían desarrollado plenamente, durante la Edad Media y durante el Imperio romano, la vida económica mantuvo su esplendor mientras estos grupos fueron su expresión más aliciente. ¿No estaba la vida política francesa llamada a organizarse de esta forma? ¿Acaso no las promovió el estado desde un principio? ¿Por qué debía el estado apaciguar su desarrollo?

El continúo avance del estado moderno en el marco de los procesos democráticos, con su creación de entidades intermedias para comunicarse con los particulares corroboraban la idea de que una nación no podía mantenerse si esta serie de grupos secundarios no se intercalaban entre el estado y los individuos de una manera permanente. Pues, la necesidad más urgente era integrar al individuo a la vida social y la corporación era sinónimo de integración. Por otra parte, ¿Por qué proponía Durkheim a los grupos profesionales como una fuente de preservación de la moral, si los hechos históricos que tomó demostraban su ineficacia en la Edad Media? Durante el Medioevo, señala Durkheim, que su decadencia obedeció esencialmente a su propia incapacidad para adaptarse a las nuevas condiciones económicas. Mientras, la economía crecía a pasos de gigantes, las corporaciones conservaron las características geográficas propia de las sociedades medievales, esto generó contradicciones cuando no pudo contener el moderno sistema económico.

La vida económica despegó, desvaneciendo su característica más sobresaliente: el territorio. Convirtiéndose las profesiones en el punto de reorganización del sistema industrial moderno. La profesión vino a remplazar la antigua forma en la que los individuos se integraban, ya no eran suficientes los lazos geográficos que los unían por ser parte de un mismo territorio. Los individuos se sentían más atraídos unos a otros por lo que hacían y compartían que por la pertenencia a un mismo territorio, ¿No era éste un punto de partida importante para pensar en unas nuevas asociaciones ahora de tipo profesional? Lo que rescata Durkheim al respecto, es que históricamente los grupos profesionales han desempeñado un papel moralizador. Las leyes del cambio social anunciaron una nueva fuente de la solidaridad social basada en los principios de la división del trabajo que trajo consigo una creciente especialización de la vida social; incluso la misma ciencia tempranamente había sentido sus efectos. Los grupos profesionales debían reestablecerse de acuerdo a esta ley para dirigir la vida económica y política; de tal manera, que harían de la comunicación entre el estado y el individuo un verdadero flujo.

Si el estado mantenía una relación directa con los individuos sin que nada o nadie pudieran regularla no habría una diferencia entre la sociedad y uno de sus principales órganos. Se reduciría el principio de iniciativa que tienen los hombres de estado para formar sus propias deliberaciones y voliciones y perdería aquello que es su cualidad más esencial: ser el órgano del pensamiento social. Por otra parte, ¿No se había aclarado el punto de que la conciencia difusa de la sociedad era la más inapropiada para llevar las riendas de la conciencia gubernamental? Otra razón que señalaba Durkheim era que el individualismo moral se podía convertir en una fuerza incontrolable en sí misma, capaz de superar las del mismo estado. Por otra parte, el estado también necesitaba un contrapeso que pudiera impedir su conversión en una empresa tirana y que echara por la borda lo que el proceso histórico realzaba como los logros más importantes de la civilización humana. A razón de esto, apremiaba Durkheim la aparición en el escenario público de las asociaciones, había que comprimir cuanto antes tales fuerzas para que conservaran en un futuro sus propias esferas de acción.

La estabilidad del sistema democrático dependía altamente de una comunicación mediada, representada por los grupos profesionales, que aprobaran a su vez una mayor expansión de la moral moderna a todo la sociedad y le permitieran al estado ocuparse de sus actividades públicas y del intercambio pacifico de servicios y al individuo la comprensión de su propia conducta. Por cierto, la insistencia de Durkheim de que sólo en la ciencia había una respuesta objetiva a la situación crítica que vivía Francia, lo llevaron a repensar la crisis de valores de una manera distinta a los puntos de vista tradicional y a proponer soluciones para la superación de ese trance que vivían los franceses.

Para que la sociedad pudiera acercarse a la más pura conciencia de sí misma, había que impulsar los mecanismos que se hallaban en cierne en su mismo proceso histórico; promover el individualismo moral a través de la modernización de un sistema educativo respaldado por el estado y de base laica, y mediante la puesta en práctica de un conjunto de asociaciones profesionales encaminadas a conservar la moral y regular la comunicación entre el estado y el individuo.Su constante insistencia de que la democracia requería de una estructura moral que le proporcionara legitimidad y reconocimiento se basaba en la experiencia de las monarquías que encontraban su solidez y legitimidad en los principios de la moral cristiana. ¿No corroboró la ciencia que el individualismo moral era el único sistema de creencias que se encontraba en concordancia con el desarrollo histórico de las sociedades modernas? ¿Y el único capaz de asegurar la unidad moral de una nación azotada por las constantes crisis?

De esta manera, la sociología durkheimiana respondió sustancialmente a una etapa de la historia particular de la Francia moderna y quizás a una de las más importantes de la historia francesa. El siglo XIX se caracterizó por ser un siglo de cambios constantes y de crisis políticas y sociales que acompañaron la consolidación del moderno estado-nación, la expansión de la democracia y el sistema económico capitalista. La democracia tal como la concibió era la tendencia general por la que transitarían todas las sociedades. La única vía racional a través de la cual se podía repensar todo lo concerniente a los asuntos humanos y por tal motivo requería de ciudadanos idóneos y completamente libres. La sociología durkheimiana igualmente legó una forma particular de pensar los problemas y los fenómenos que tienen lugar en cada sociedad. Razón por la cual hoy más que nunca siga siendo objeto de constantes revisiones por la academia.


6. Referencias bibliográficas

Alpert, Harry. (1945). Durkheim y su sociología. México, D. F: Fondo de Cultura Económica.

Bainville, Jacques. (1940). La Tercera República. Madrid: Cultura española.

Dahl, Robert. (1991). La democracia y sus críticos. Buenos Aires: Editorial Paidós.

Durkheim, Émile. (1982). La División del Trabajo Social. Madrid: Akal.

Durkheim, Émile. (1990). Montesquieu y Rousseau. Precursores de la sociología. Bogotá: Centro Editorial de la Universidad Nacional de Colombia.

Durkheim, Émile. (1998). El individualismo y los intelectuales. Consultado el 25 de febrero de 2014, [en línea]. http://misociologia.blogpot.com.

Durkheim, Émile. (2002). La educación moral. Madrid: Editorial Trotta.

Durkheim, Émile. (2006). Lecciones de Sociología. Física de las costumbres y de la moral. Granada: Editorial comares.

Lukes, Steven. (1984). Émile Durkheim su vida y su obra. Estudio históricocritico. Madrid: Siglo XXI de España Editores, en coedición con el Centro de investigaciones sociológicas de Madrid.

Mayeur, Jean Marie. (1967). La separación de la iglesia y el Estado. Madrid: Ediciones Cid.

Meyer, Arno. (1984). La persistencia del Antiguo Régimen. Europa hasta la Gran Guerra. Madrid: Alianza Editorial.

Miquel, Pierre. (1988). El caso Dreyfus. México, D. F: Fondo de cultura económica.

Parsons, Talcott. (1974). El sistema de las sociedades modernas. México. D.f.:

Editorial Trillas.

Ramos, Ramón. (1999). La sociología de Émile Durkheim. Patología social, tiempo, religión. Madrid: Siglo XXI de España.

Tiryakian, Edward. (1988). Emile Durkheim. En: Bottomore, Tom & Nisbet, Robert. (Ed.), Historia del análisis sociológico (218-272). Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Para citar este artículo:

López Robles, A. (2018). Émile Durkheim; Democracia y sociedad. Collectivus, Revista de Ciencias Sociales, 5(2), 12-34. DOI: http://dx.doi.org/10.15648/Coll.2.2018.2

1 Sociólogo, candidato a Magister en Ciencias Sociales. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales – Sede México. Carrera Picacho-Ajusco 377, Héroes de Padierna, México D.F. Código Postal 14200 México, D.F. adalbertolopez@hotmail.es

2 En La división del trabajo la “conciencia colectiva” hace referencia a las prácticas colectivas de las sociedades tradicionales. Sin embargo, en la etapa de transición jugó un papel importante mientras la conciencia esclarecida se formaba, hasta el punto de que fue menguando su trascendencia con la formación de las sociedades modernas. Durkheim no admite su desaparición con la formación de las estructuras sociales modernas, más bien en ellas se redujo sustancialmente su esfera de influencia con respecto a las sociedades tradicionales.

3 Durkheim usa indistintamente para referirse a la misma cosa las palabras “Estado”, “conciencia gubernamental” y “conciencia esclarecida de la sociedad”. Recuérdese que para Durkheim el Estado es el órgano del pensamiento social, de allí su atributo analógico con el concepto de conciencia.

4 El concepto de comunicación aparece en Durkheim como algo dado, y no hay ningún tipo de distinción con otros términos que usa indiferenciadamente con el de comunicación como lo son “contacto”, “acercamiento” y “acción recíproca” entre el Estado y el resto de la sociedad.

5 Para una explicación más detalla sobre este punto, comparece con el primer libro de La división del trabajo social, donde Durkheim se explaya sobre la importancia de la conciencia colectiva y el derecho represivo para las sociedades tradicionales.

6 Miquel, Pierre. (1988). El caso Dreyfus. México, D. F: Fondo de cultura económica.

7 Ya Alexis de Tocqueville se había referido a la importancia de las asociaciones profesionales en la consolidación de la democracia moderna, en su obra La democracia en América. El mismo Durkheim reconoció en la persona de Montesquieu un propulsor de estas ideas. Y en tiempos más recientes el politólogo norteamericano Robert Dahl reconoció su importancia para el establecimiento de los sistemas poliárquicos.

21