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Jairo Soto
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EVISTA AMAUTA • UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO • BARRANQUILLA (COL.) • ISSN 1794-5658 • NO. 30 • JUL-DIC 2017 • 127-142
lo cual invisibilizó durante mucho
tiempo el papel del lenguaje ya que
se veía al ser humano como seres ra-
cionales, poseedores de un alma in-
mutable y que a través del poder de
la razón podíamos controlar toda una
amplia gama de entidades cuyos se-
res podíamos descifrar. El lenguaje
no jugaba un papel determinante en
la constitución del ser humano y del
mundo que le rodea, solo servía para
describir cómo eran las cosas, su ser.
Se suponía que el ser precedía al len-
guaje. Luego con los fi lósofos metafí-
sicos (Platón, Sócrates, Aristóteles y
sus discípulos), evolucionó un poco
este término. Este concepto surge de
una dimensión metafísica y no en la
dimensión de las ciencias que estu-
diaron al lenguaje posteriormente. En
esa dimensión metafísica no se bus-
can ni se clasifi can las estructuras de
los objetos, sino que se decide sobre
su modo de ser.
En el Cratilo, (Platón, 1972) se plan-
tea por primera vez, de manera expre-
sa, el problema metafísico del lengua-
je y es sometido a discusión profun-
da. El Cratilo trata el problema de la
rectitud de los nombres. La relación
entre el nombre y la cosa nominada;
el nombre signifi ca la cosa y la verdad
de su relación. Según Cratilo entre el
nombre y la cosa hay una relación
necesaria, por esta razón los nombres
no se pueden intercambiar arbitraria-
mente, son copias o imágenes natura-
les de las cosas; fundamentándose en
la rectitud de los nombres. Mientras
que para Hermógenes la relación es
contingente y la cosa está desligada
del nombre. La relación se da por la
voluntad nominadora, la cual es libre
y es allí donde radica la rectitud. El
fundamento de la rectitud de los nom-
bres es la convención; los hombres
convienen en llamar una cosa con un
nombre específi co, y este gracias a ese
convenio, son signos cuya función es
la de servir de instrumentos para po-
ner las cosas a nuestra disposición.
Estas dos posiciones antagónicas die-
ron origen a dos teorías contrapuestas
del lenguaje: la “teoría convenciona-
lista del lenguaje”, de Hermógenes
y la “teoría natural del lenguaje” de
Cratilo. Ambas teorías son objeto de
la crítica dialéctica de Sócrates. Sobre
el convencionalismo de Hermógenes,
Sócrates argumenta que en el nombre
de las cosas hay cierta fi jeza y que
esto no es intercambiable; con lo cual,
en este sentido, está de acuerdo con la
tesis de Cratilo; a quien, a su vez, re-
futa el naturalismo, señalando que los
nombres no pueden ser copias fi eles
de las cosas, ya que estas están cons-
tantemente cambiando y ninguna ima-
gen puede recoger su fl ujo incesante.
Afi rma Sócrates que los nombres re-
presentan las cosas simbólicamente,
pero no las copian. En otro pasaje del
diálogo se le llama al “nombre en sí”
o el eidos del nombre (Platón, 1972,
p.6). Este nombre ideal es increado e
inmutable. El nombre real que es el
que usan los humanos a través de las
letras, sílabas y sonidos, lo llama Pla-