REVISTA AMAUTA • UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO • BARRANQUILLA (COL.) • ISSN 1794-5658 • NO. 30 • JUL-DIC 2017 • 29-42
Naciones alternativas en
El Paraíso del Diablo de Alberto Montezuma y
Perdido en el Amazonas de Germán Castro
1
Alternatives nations in The Paradise of the Devil of Alberto
Montezuma and Lost in the Amazon of German Castro
Alexis Uscátegui Narváez
2
Universidad Mariana, Colombia
DOI: http://dx.doi.org/10.15648/am.30.2017.3
RESUMEN
El presente texto propone una re exión crítica en dos novelas colombianas de corte amazónico, El
paraíso del Diablo (1966) de Alberto Montezuma y Perdido en el Amazonas (1978) de Germán
Castro. Nos interesa leer estas obras desde la categoría de nación, puesto que, dichas obras en
mención, desde sus contenidos metafóricos, enuncian de manera alternativa otra forma de pensar y
construir los estados nacionales. Asimismo, las novelas abordadas en el presente estudio, compar-
ten implícitamente la hipótesis, de que el “cuerpo amazónico”, es suprimido al borde del exterminio
y, quizá la Amazonía, también es un cuerpo verde que ha sido excluido dentro de los proyectos de
la nación.
Palabras clave: Novela, Nación, Alternativa, Amazonía, Selva.
ABSTRACT
The present text proposes a critical re ection in two Colombian novels of Amazonian court, the
Paradise of the Devil (1966) of Alberto Montezuma and Perdido in the Amazon (1978) of German
Castro. We are interested in reading these works from the category of nation, since such works in
mention from their metaphorical contents, alternatively state another way of thinking and building
national states. Likewise, the novels dealt with in the present study implicitly share the hypothesis
that the “Amazonian body” is suppressed on the brink of extermination and, perhaps the Amazon,
is also a “green body” that has been excluded from the projects nation.
Keywords: Novel, Nation, Alternative, Amazon, Jungle.
Cita de este artículo (APA): Uscátegui, A. (2017). Naciones alternativas en El Paraíso del Diablo de Alberto
Montezuma y Perdido en el Amazonas de Germán Castro. Amauta, 15(39), 29-42. http://doi.org/
10.15648/
am.30.2017.3
1 Artículo derivado de la investigación profesoral: “Alternativas escripturales amazónicas en El corazón
de la América virgen (1924) de Julio Quiñones y El paraíso del Diablo (1966) de Alberto Montezuma”,
nanciada por la Universidad Mariana, Colombia.
2 Ph.D. Doctorando en Literatura Latinoamérica, Universidad Andina Simón Bolívar, Ecuador. Docente de
Literatura, Universidad Mariana, Colombia. auscategui@umariana.edu.co
Recibido: Enero 24 de 2017 Aceptado: Abril 5 de 2017
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Introducción
Al revisar el panorama novelístico
en Latinoamérica, se pueden hallar
diversas propuestas alternas que vin-
dican la recon guración de un estado
nacional, entre ellos, la novela ama-
zónica funge como una contrarrepre-
sentación ante la literatura o cial y su
excluyente historicidad. Lamentable-
mente, la crítica literaria y sus intere-
ses por establecer cánones, no se ha
interesado por este tipo de narrativas;
es decir, las estéticas que representan
la selva parecen ser un objeto de es-
caso estudio; no obstante, las culturas
nativas vistas desde la heterogeneidad
literaria también promueven la for-
mación de los proyectos nacionales
a través de sus propios imaginarios
atávicos.
Ahora bien, con respecto al campo no-
velístico en Colombia, tampoco existe
un discurso crítico que permita foca-
lizar los elementos heterogéneos de la
literatura nacional; en este marco, las
novelas de corte amazónico también
han sido excluidas por el esteticis-
mo literario y solamente La vorágine
(1924) de José Eustasio Rivera gura
como la novela de la selva más repre-
sentativa por su brutal trama, donde
la fuerza telúrica rinde cuentas ante el
hombre foráneo. Lastimosamente los
aportes literarios de otras obras como
El Paraíso del Diablo (1966) de Al-
berto Montezuma Hurtado y Perdido
en el Amazonas (1978) de Germán
Castro Caycedo, cuyos contenidos
ostentan la misma importancia que la
narrativa riveriana, no han sido su -
cientemente estudiadas y aún se des-
conoce sus verdaderos aportes temáti-
cos, que sin duda pueden reconocerse
como un lugar de enunciación clave
para repensar los proyectos de los es-
tados nacionales.
En esta perspectiva, la importancia de
estudiar las anteriores novelas como
corpus, se debe a que sus contenidos
amazónicos enuncian metafóricamente
la posibilidad de construir una nación
diferente a la propuesta por el Estado-
nacional, porque:
Estudiar la nación a través de su
narrativa no implica centrar la
atención meramente en su lengua-
je y su retórica; también apunta
a modi car el objeto conceptual
mismo. Si el cierre de la textua-
lidad es problemático por cuanto
cuestiona la “totalización” de la
cultura nacional, entonces su va-
lor positivo reside en que pone de
mani esto la amplia diversidad a
través de la cual construimos el
campo de signi cación y símbolos
que se vinculan con la vida nacio-
nal. (Bhabha, 2010, pp.13-14)
Siguiendo con lo mencionado arriba,
la literatura también puede ofrecer
una imagen de lo que han sido los pro-
yectos nacionales, por tanto, las pre-
sentes novelas como objeto de estu-
dio, funcionan como un discurso que
interpela el carácter estatal que busca
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establecer una sola cultura hegemóni-
ca, pues como dice Stuart Hall, “una
nación no es solamente una entidad
política sino algo que produce signi-
cados, un sistema de representación
cultural” (2013, p.391), de este modo,
dicho corpus novelístico vindica la
representación de las masas nativas,
permitiendo entender que el espacio
selvático es un lugar esencial dentro
de la extensiva diversidad nacional.
El deseo de proyectar la Amazonia y
sus valores epistémicos (conocimien-
tos ancestrales) por parte de los no-
velistas, es una alternativa adicional
para repensar la nación y legitimar la
diversidad tribal. Estas novelas son
importantes porque presentan a la
nación colombiana y otras naciones,
modelos de cultura amazónica, ya que
la selva como preocupación literaria
también puede recon gurarla, porque
además proponen que las nacionali-
dades deben pasar por la selva antes
de su consolidación. Por tal razón, los
autores por medio de los personajes la
hacen hablar, ya que en la realidad los
indígenas parecían no tener voz para
manifestar sus costumbres, por ello es
importante recordar que “la identidad
está dentro del discurso, dentro de la
representación” (Hall, 2013, p.353).
En suma, las novelas amazónicas que
hacen parte de este corpus, contem-
plan una lucha latente por el recono-
cimiento de la diversidad y sus múl-
tiples posibilidades de pensamiento
intelectual, aquel que se concibe a
partir de la utilización de las plantas
sagradas como la harina de coca, la
miel de tabaco, el cazabe y el yagé;
instrumentos selváticos clave para en-
tender el mundo desde una perspecti-
va de inclusión social muy diferente
con la que el Estado colombiano ejer-
ce soberanía. De esta forma, a con-
tinuación es dable presentar las ca-
racterísticas particulares del presente
objeto novelístico, el cual, compartirá
un diálogo categórico con la noción
de Estado-nacional como principal
tema en cuestión. Asimismo, dicho
corpus facilitará una discusión con
principales conceptos teóricos con el
n de proponer una serie de hipótesis
crítico-literarias.
El imperio cauchero y el desprendi-
miento del cuerpo amazónico de la
nación
El paraíso del Diablo (1966), no-
vela en la cual se desarrolla el tema
de la explotación cauchera en selvas
colombianas, en primeras líneas, su
autor se apoya del recurso testimonial
para narrar este tipo de sucesos como
una suerte de homogenización cultu-
ral, donde la empresa de César Arana
se encuentra eliminando a los nativos
amazónicos, desprendiéndolos de su
territorio sagrado. El escritor Alber-
to Montezuma en esta obra presenta
a los indígenas huitotos dentro de un
arrasador etnocidio cauchero, donde
la ine caz lucha del indígena ante el
imperio del látex causa como único
destino muertes brutales. No obstante,
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al nal de la novela hay una especie
de rito que funciona como rebelión,
donde los nativos logran vengarse de
los capataces de Arana alcanzando la
libertad.
La experiencia selvática adquirida
por el protagonista durante siete años,
permitió conocer el tipo de nación
que se pretendía formar en la Amazo-
nia colombiana, una nación uniforme,
donde la cultura dominante del cau-
chero subsumía la cultura y los cuer-
pos de los nativos. Una nación donde
todo el mundo quería trabajar para la
Peruvian Amazon Company sin medir
las consecuencias de que podían con-
vertirse en subalternos de aquel cir-
cuito económico cauchero; “el mundo
entero está representado aquí: hay in-
gleses, hindúes, franceses y chinos, y
de cuando en cuando se aparece algún
alemán” (Montezuma, 1966, p.152).
De similar forma, la novela del escritor
colombiano permite, en cierto modo,
recon gurar las fronteras nacionales
que durante los primeros decenios del
silgo XX se formaron entre la dispu-
ta territorial de Colombia y Perú, así
como también repensar la cultura na-
cional que se estaba fundando, pero
no desde una perspectiva panóptica
del Estado, sino con la posibilidad de
conformar una cultura más diversa.
No obstante, la nación que el peruano
César Arana intentó crear en la selva,
fue un imperio donde el salvajismo,
las mutilaciones, las agelaciones y el
fusilamiento fueron los únicos meca-
nismos brutales que se utilizaron para
civilizar a los nativos:
Por lo menos en el Ecuador, don-
de he estado los últimos años, una
vez derrotada la revolución, se ha-
bla mucho de las crueldades de sus
empleados en el Putumayo, señor
don Julio Arana; se comentan con
asombro y con espanto las terri-
bles ocurrencias del Paraíso del
Diablo y hay beatas que se santi-
guan cuando oyen pronunciar su
nombre. Usted es el centro único
de la más negra popularidad, y si
las beatas se hacen la señal de la
cruz al oír su nombre, seguramen-
te no lo harían si oyeran hablar
a don Abel Alarco, del barón de
Souza Deiro, del francés Bondu-
ce y de ciertos ingleses notables y
sin duda civilizados, que son sus
socios y que son tan responsables
de la explotación de las caucheras
como usted. (Montezuma, 1966,
p.30)
La novela también permite re exio-
nar que los nativos son máquinas de
trabajo, objetos industriales, puesto
que si “suben los costos, el mercado
convulsiona, los indígenas fallan en
sus compromisos, la calidad desmejo-
ra, qué sé yo, y sobre lo que representa
un formidable esfuerzo industrial, una
titánica organización en provecho del
mundo” (Montezuma, 1966, p.33).
Esto se debe a que las naciones que
han formado imperios, en este caso el
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del caucho, siempre estarán “ejercien-
do hegemonía cultural sobre las cul-
turas de los colonizados” (Hall, 2013,
p.396). De igual manera, se puede
decir que el indígena es estigmatizado
como un ser salvaje que no tiene qué
aportar a la cultura nacional, dicho
aspecto se puede evidenciar cuando
el protagonista de la novela tiene una
conversación con César Arana:
Lo que no sería justo ni exigible
es que asumiera la responsabili-
dad de cada uno de los actos de los
capataces de la selva, hundidos en
ella y en su terror, y que no sólo se
de enden de la selva y de su terror,
sino del indio, que también es un
elemento sin ley y sin entrañas. Ya
verá usted, Pascual Chaves, y ya
se dará cuenta de que mientras el
blanco no se imponga de nitiva-
mente no va a ser posible derrotar
a la selva y a los animales huma-
nos o no que la habitan. (Montezu-
ma, 1966, p.34)
La ilusión que tiene Pascual respecto
al haber encontrado una selva incólu-
me a lo largo de su experiencia selvá-
tica se convierte en una utopía, puesto
que si bien la gigantesca oresta es
un lugar donde reina la vegetación,
también es un lugar peligroso donde
alberga la muerte, es decir, este lugar
se iba a convertir en un in erno de ex-
plotación y sangre para sus habitan-
tes nativos y donde Julio César Arana
representaría al mismo diablo, pues
como expresa Stuart Hall (2013), “las
culturas nacionales construyen iden-
tidades a través de producir signi -
cados sobre la ‘nación’ que podemos
identi car; estos están contenidos en
las historias que se cuentan sobre ella,
las memorias que conectan su presen-
te con su pasado, y las imágenes que
de ella se construyen” (2013, p.392).
A partir del siguiente fragmento, se
empieza a describir la principal ima-
gen de construcción de nación que se
quería formar en aquella época, pues
el protagonista de la novela empieza
a conocer a los más crueles capata-
ces y socios de la Casa Arana, quie-
nes se encargaban de garantizar los
envíos de buques llenos de caucho a
Londres. Así pues, en estos trajinares
por la jungla, Pascual comienza a des-
cubrir las verdades que se ocultan en
este territorio:
Entré en la selva y en sus inconte-
nibles manifestaciones vegetales,
al mismo tiempo que en el terro-
co imperio del caucho, leche
de árbol que parece exigir para ser
completamente útil una adecuada
mezcla de sangre humana, por lo
menos de sangre indígena, de la
que muchos empresarios audaces
y rudos, al estilo de los conquista-
dores españoles, apreciaron como
sangre barata, que podría correr
como corren las aguas sucias en
las alcantarillas de la tierra. (Mon-
tezuma, 1966, p.52)
En esta óptica, se puede entender que
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Montezuma denomina a su novela “El
Paraíso del Diablo” con el n de dar
a conocer que en la Amazonía colom-
biana, no solo se estaba cometiendo
un etnocidio con los indígenas huito-
tos, sino también un ecocidio en ex-
ceso, “los árboles del caucho son un
poco como los indios, pueden acabar-
se de nitivamente si siguen atropella-
dos como ahora” (Montezuma, 1966,
p.59). De este modo, el contenido de
la presente novela se sumaría a los
informes de denuncia que Roger Ca-
sement reportó y publicó durante los
primeros decenios del siglo XX y que
posteriormente Mario Vagas Llosa re-
crearía en El sueño del celta (2010),
donde las mutilaciones, agelaciones,
el despiadado sometimiento al cepo,
entre otros abusos que presenció el
mismo irlandés en la selva, son hechos
que evidencian la despiadada matanza
de la Peruvian Amazon Company:
En el exterior las noticias del Pu-
tumayo producen más alarma de la
que debieran y conmueven corazo-
nes que, como los de ciertas ligas
británicas establecidas con propó-
sitos de ternura social y bienan-
danza pública, no se conmoverían
en lo más mínimo si de asuntos
exclusivamente ingleses se tratara.
Sí; ahora ya puedo dar testimonio
de que la del caucho del Putumayo
y del Caquetá es una historia con
olor de carroña humana; es inne-
gable la crueldad que el caucho ha
desatado sobre las colonias aborí-
genes, más de indefensas, inferio-
res, con perdón de Gil Romero,
inferiores, desde luego, que así se
comportan ante el blanco, con me-
nos dignidad que los perros azota-
dos. Sólo su condición selvática,
tan próxima a la animalidad y en
todo sentido tan primitiva, podría
explicar la arrastrada conducta de
gusanos que casi todos los indios
observan. A mí, Pascual Chaves,
me ha hervido la sangre mil veces
cuando los he visto dejarse matar
en medio de chillidos y lágrimas.
(Montezuma, 1966, pp.67-68)
Por otra parte, el imperio cauchero
no se limita al exterminio racial, sino
también se extiende a una especie de
supresión del cuerpo amazónico y su
cultura. Por ejemplo, la práctica de la
tzantza por parte de la cultura Shuar
en la oresta amazónica es un acto que
simboliza la conservación de la cabe-
za enemiga como amuleto o trofeo
intimidante para las guerras, pero en
el caso de En el Paraíso del Diablo la
reducción de cabezas toma otra con-
notación cuando no es responsable-
mente utilizada por el hombre blanco;
en este caso singular, Carlos Pappe,
que supuestamente es civilizado, se
lucra con la venta de las cabezas re-
ducidas de los indígenas que mueren
luego de las revueltas caucheras:
Es un reducidor de cabezas de los
indios que por algún motivo han
tenido que morirse, aunque no
lo hayan hecho por su propia vo-
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luntad… ¡Eh! ¿qué le parece? No
me re ero al suicidio, sino a un
acto especial que podía consistir
en tenderse en el suelo, cerrar los
ojos y morir… Pues bien: compra
o recoge cabezas y las reduce, tal
y como lo hacen diversas tribus de
este inmenso mundo amazónico,
quitándoles la calavera y some-
tiendo la piel y el cuero cabelludo
a las mismas operaciones que los
indios, para llenarlas por último
término con trapos o piedras o
pedazos de madera escogida para
el caso. Y lo hace tan cuidadosa-
mente como lo haría un escultor
en la greda blanda. El humo de
las tulpas le sirve para quitarles el
mal olor y para que adquieran el
color oscuro, achocolatado, que
generalmente tienen. Y el gringo
Pappe se está volviendo rico con
ese negocio; vende las “Tzantzas”
a precio de oro en La Chorrera o
en Santa Julia a los extranjeros que
de cuando en cuando se arriesgan
hasta aquí, o las despacha a un co-
rresponsal suyo en Manaos, con
pingües utilidades. Y de allí salen
los viajeros ingleses o norteame-
ricanos con una o más cabezas de
indio para obsequiar a sus esposas
como un excitante recuerdo de
sus experiencias en las selvas de
la América del Sur (Montezuma,
1966, p.71).
El gringo Pappe, que logra adquirir
hasta seis libras esterlinas por cada
cabeza reducida, de alguna manera
su rol representa el desprendimiento
amazónico de la nación, porque esta
serie de atrocidades hacen parte de un
proyecto de construcción de nación
uniforme, la misma que pretende fun-
dar la empresa de César Arana que no
tiene otro n que la de exterminar a
los aborígenes en busca de fundar su
imperio cauchero. Sin duda, el caucho
es de mayor utilidad para él que los
propios indígenas: “algún día habrá
que arrasar la selva Pascual Chaves,
no sólo para aprovechar las gomas
y las maderas, sino para darles a los
blancos territorios nuevos donde fun-
dar ciudades y vivir como la gente de-
cente” (Montezuma, 1966, p.73).
Por todo lo dicho, las masacres no po-
dían continuar; para Pascual Chaves
era absurdo que los indígenas se deja-
ran matar sin intentar defenderse, por
tanto, la novela de Montezuma pro-
duce mayor peso enunciativo, pues el
protagonista aconseja a los huitotos
que robaran las armas de los capata-
ces y las utilicen en su contra, es de-
cir, que les den una dosis de su propia
medicina. De igual forma, las incon-
formidades no solo provenían de los
aborígenes, también algunos capata-
ces de Arana estaban saciados de di-
chas brutalidades, por tanto, la utopía
por construir una nación más digna es
posible en esta región y surge con la
iniciativa del personaje Jacobo Isaac
Barchilón Torel, quien en un lenguaje
confuso y entremezclado, colige:
–Lo que va a oír na suite, mío caro
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Pascual Chaves, es bien estudiado
y se a rma sobre largas meditazio-
nes y experiencias. Usted, signor
pibe y yo konocemos el Putuma-
yo, el pie del Caquetá y la parte
amazónica que va hasta Iquitos al
dedillo, como se dice, y ninguno
de los tres pudiera asegurar que
ignora la qualitá de tutte. I’ habi-
tante. Mala qualitá, desde primer
momento. Ma ni el Perú, ni el Bra-
sil, ni el Ecuador, ni la Colombia
saben hoy día kual es el ligamento
verdadero de las respectivas fron-
teras; la región puede medir poco
menos de duecentos kilómetros,
grande territorio, área grandísima
para creare un país independiente,
e as fronteras están tan confundi-
das que nao se puede establecer
con claridá nesa terra de nadie.
Pero sí podríamos nosotros pararle
con tuttos blancos de la Peruvian e
con otros para demostrares cómo
surgen las naziones, con territo-
rios, con homens de duros testícu-
los y con leyes para todos. Ni la
Colombia ni nadie fuera de noso-
tros manda netas selvas; si alguien
madara sería el Perú, que las viola
y explota; ma nosotros podíamos
ansí reivindicarse la terra que tra-
bajamos, terra nostra, pues que
resume la sangre e nostro sudore.
Sobre las dimenzione desta terra
podríamos creare un nuovo país,
organizarse una república, la repú-
blica del amazonas, con primeras
rentas sobre las exportaziones de la
goma, despois sobre las madeiras,
despois las rentas provenientes das
aduanas e más despois todavía las
imposisaos comunes os países cul-
tos del globo. (Montezuma, 1966,
pp.180-181)
El anterior fragmento demuestra una
evidente tensión en la Amazonía res-
pecto a las atrocidades producidas en
la ambición por conseguir caucho. Es
preciso también que Barchilón pre-
tende formar una nueva nación donde
no existan fronteras entre países, sino
un solo territorio amazónico donde
exista la posibilidad de la democracia,
donde la tierra sea libre y donde reine
la justicia, por eso, aunque muchos
consideren que es un proyecto apócri-
fo, este personaje interpela el impe-
rio del latex al expresar: ¡Ah, quánta
gana tengo de gritar viva la república
del Amazonas! ¡Abajo la esclavitud!
¡Abajo don Julio Arana! (Montezu-
ma, 1966, p.183).
En síntesis, la novela de Montezuma
es una alternativa más dentro la no-
velística colombiana porque permite
repensar la nación homogénea que se
intentaba construir en aquella época,
pues si bien los indígenas huitotos
fueron estigmatizados como mino-
rías, el autor de El Paraíso del Diablo
irrumpe con la historicidad para des-
montar la nacionalidad devastadora a
través de la rebelión indígena, aquel
que exige su derecho a la vida y su
legitimidad. Es también una novela
que narra la nación, en el sentido en
que contempla “un grupo de historias,
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imágenes, paisajes, escenarios, even-
tos históricos, símbolos nacionales y
rituales que signi can o representan
las experiencias compartidas, las pe-
nas, los triunfos y los desastres que
dan signi cado a la nación” (Hall,
2013, p.392). Si bien la explotación
del caucho fue una de las causas que
cambió la historia cultural de la Ama-
zonía, esta problemática se representó
en la literatura y se convirtió en un re-
curso de resistencia ante la invasión y
el “discurso civilizador apoyado por
los gobiernos, quienes llevaban ade-
lante la colonización bajo el argumen-
to del Estado-nación” (Pizarro, 2005,
p.69).
La pérdida de la soberanía y la na-
ción utópica
La alternativa de nación expuesta por
el colombiano Germán Castro Cayce-
do en su novela Perdido en el Ama-
zonas (1978), determina un poderío
metafórico no explorado en el campo
crítico de la novela en Colombia. Si
nos detenemos en su marco narrati-
vo, encontramos que el personaje que
entra a la agreste selva para buscar a
su hermano extraviado, se encuentra
con la sorpresa de que fue raptado
por un grupo indígena cuasineolítico,
es decir, que no había tenido ningún
contacto con la civilización y sus
tradiciones ancestrales se mantenían
incólumes. En esta obra se puede in-
terpretar que la jungla colombiana, al
igual que la Amazonia en general, es
un mundo que tiene mucho por descu-
brir, un espacio donde albergan cultu-
ras meramente autóctonas, en el sen-
tido de que sus tradiciones no poseen
aculturaciones sociales diferentes a su
cosmovisión y que sus prácticas abo-
rígenes se mantienen vivas en la pala-
bra ancestral lejos del régimen evan-
gelizador. En este orden de ideas, la
novela de Castro denuncia el carácter
burocrático occidental que despoja a
los nativos de la nación que mantie-
nen su idolatría por la madre natura.
Pues bien, la obra de German Castro a
pesar de que posee un corte periodís-
tico y de reportaje, sin duda se puede
leer como una –novela testimonial–
porque en su carácter ético y estéti-
co representa cómo la nación olvida
la selva como parte de su territorio y
cómo esta a su vez puede construir su
propia soberanía, donde la ambición
por gobernar dicho espacio y sus ha-
bitantes nativos rebosan el borde de la
alucinación. Además, Perdido en el
Amazonas presenta una carta de civi-
lización en el momento en que la sel-
va, para pertenecer a la nación, debe
pasar por la elaboración de un ade-
cuado modo de hablar (lengua espa-
ñola) y un adoctrinamiento espiritual
(religión católica).
De alguna manera Germán Castro en
su novela presenta las voces nativas
que han sido excluidas de la nación y
las reivindica en el punto en que, con
sus tradiciones atávicas, desconcier-
tan e interrumpen el proyecto de Es-
tado, donde lo periférico regresa para
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reescribir la historia nacional y otor-
garle visibilidad y proyección amazó-
nica. Por tal motivo, el aspecto clave
que interesa trabajar en la presente
novela, es percibir dicho eco narra-
tivo, que visto desde el sincretismo,
interpela la esfera terrestre, cada vez
mayor en sujetos y signos culturales;
por ello Homi Bhabha es quien va a
decir que “en la producción de la na-
ción como narración existe una esci-
sión entre la temporalidad continuista
y acumulativa de lo pedagógico, y la
estrategia repetitiva y recurrente de lo
performativo. Es a través de este pro-
ceso de escisión que la ambivalencia
conceptual de la sociedad moderna se
convierte en un lugar de escritura de
la nación” (2010, p.392).
Es interesante encontrar en este es-
critor colombiano cómo supone una
narración de nación que parte del es-
pacio amazónico, consolidando en su
novela una alternativa de sentir emo-
tivamente al país más diverso. Como
escritor enuncia una nación pluricul-
tural, por tanto, no hay que olvidar
que escribe desde un lugar periodísti-
co, en el cual no se puede desconocer
la posibilidad de unir texto y contexto
para pasar a un segundo nivel de aná-
lisis que es la historia nacional y su
relación con la Amazonia.
Pues bien, Julián Gil es el protago-
nista de Perdido en el Amazonas, un
marinero que fue trasladado por su
indisciplina militar en lo más recóndi-
to de la Amazonia colombiana, quien
además, se obsesionó con la idea de
conquistarla y fundar su propia na-
ción selvática, aglutinando a los na-
tivos a sus servicios mercantilistas.
Este personaje que se convirtió en el
mejor ‘Rumbero’ (persona con gran
habilidad para orientarse en la mani-
gua) de la región amazónica, decidió
pedir la baja en la Armada Nacional,
puesto que quería ser independiente y
ejercer en la selva su propio proyecto
colonizador, tal y como lo realizó el
resto del Estado colombiano en esta
zona:
En la Amazonía las tierras no tie-
nen precio como en los valles y
montañas del occidente del país;
en cambio los brazos sí. Se tra-
ta de una lucha en la que no hay
alternativa diferente a adueñarse
de la fuerza de trabajo a como dé
lugar, o a bajar la cabeza y entre-
garse a producir riqueza para un
patrón. Esta ha sido la ley desde el
siglo pasado, cuando comenzaron
a entrar a estas inmensas selvas los
mestizos del interior. Lo hicieron
los grandes caucheros peruanos,
colombianos y brasileños. Lo hizo
también mi general Rafael Reyes,
presidente de la República, tratan-
te de los indios y esclavista en el
sur. (Castro, 1986, p.45)
Con lo anterior se puede ver cómo
se invadió la Amazonia a toda costa
por parte de la soberanía colombiana,
además, a través del personaje prin-
cipal se muestra la ambición capita-
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lista de aquellos que buscan alcanzar
su propio imperio selvático. Primero
se inició como comerciante en la o-
resta:
Eran principalmente telas, pues
nos dijo, se trataba de unas mer-
cancías ideales para intercambiar
con los indígenas y colonos de la
selva. Estaba muy animado y tenía
planes grandes. Soñaba con poder,
con la fundación de un gran pobla-
do, con descubrir tribus de indios
desconocidos para convertirse en
su dios. […] Para Julián la verda-
dera independencia sólo existía en
la selva. Allí tenía todo un mundo
para andar, sin que nadie le pre-
guntara que en un territorio de más
de medio millón de kilómetros
cuadrados, como es la Amazonia
colombiana, el hombre debía ser
diferente, libre. “La Amazonia co-
lombiana”, repetía, “tiene la mis-
ma extensión de España, es más
grande que el Japón y diez veces
mayor que Holanda. Entonces no
hay ninguna preocupación”. (Cas-
tro, 1986, p.46)
El propósito colonizador de Julián
Gil tendrá la misma misión que los
demás foráneos que han entrado a la
selva para conquistarla, pues si bien
comerciaba con diferentes utensilios
para intercambiarlos por caucho, pie-
les de jaguar y demás animales exó-
ticos, este obraba con mala intención
y hacía endeudar a los nativos para
que trabajaran para él como pago a
una deuda interminable. Asimismo,
construyó su propia casa en La Prade-
ra como símbolo de poder en la selva:
A lo largo de los ríos consiguió
decenas de indios para que derri-
baran selva y abrieran campos de
labranza y extensos pastizales. Era
una empresa grande. Los primeros
pasos fueron dados con base en
endeudar indios con la mercancía
que tenía entre su canoa. El endeu-
de consiste en darles por adelanta-
do telas, linternas, artículos raros
para ellos. A cambio se les exige
que paguen con trabajo. (Castro,
1986, p.47)
[…] Julián terminó la construc-
ción de su casa e inició la de varias
casitas alrededor. Quería formar
allí mismo un pueblo indígena
y comenzó trazando calles y de-
jando un espacio para un parque.
(pp.85-86)
El anterior proyecto de nación que
pretendió fundar el protagonista, se
convirtió en utopía, pues no supo me-
dir los límites de su ambición junto
con los peligros de la selva. En pri-
mer lugar intentó edi car su propio
poblado, sin embargo, el ideal de Ju-
lián rebasó las ambiciones capitalistas
y se propuso arrasar 200 km de selva
para construir un camino que le per-
mita esquivar el terreno comercial de
los brasileños y así tener su propio
camino del lado colombiano. Aunque
su hermano Efraín le advirtió en va-
Alexis Uscátegui Narváez
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rias ocasiones que su propósito sería
un gasto improductivo de energía,
incluso peligroso, puesto que ningún
hombre blanco ha logrado entrar por
temor a encontrarse con los Yurí (tri-
bu caníbal), pero la advertencia no fue
su ciente para detener su ideal.
No obstante lo anterior, tan solo dos
años trascurrieron y Julián con la
ayuda de cincuenta indígenas logró
derribar 90 km de manigua. Su labor
continuó hasta que inesperadamente
desapareció entre las marañas. Efraín
conjuntamente con cuarenta hombres,
entre indígenas que hablaban diferen-
tes lenguas y militares para garantizar
seguridad, organizaron un bloque de
búsqueda para encontrar a Julián. Si-
guiendo el camino que el exmarino
había surcado, los acompañantes de
Efraín caminaron varios kilómetros
angustiados, pues el agreste y panta-
noso camino generaba la sensación de
que en cualquier momento los engu-
lliría. Luego de varios días lograron
llegar hasta una maloca, la cual indi-
caba que dicha zona era un territorio
indígena sagrado donde se realizaban
ritos desde épocas remotas. Es aquí
donde el ideal de Julián culmina, pues
“nadie puede atestiguar si a Gil lo ase-
sinaron esos indios, si se lo comieron
o si por el contrario lo mantienen cau-
tivo como presa de combate” (Castro,
1986, p.253).
Otro de los aspectos clave que se pue-
den encontrar en la novela de Germán
Castro y que interpela la nación, es el
tema de la evangelización como un
producto más del Estado para avasa-
llar los cuerpos amazónicos:
El internado, siempre tan lejano de
nosotros, queda en una colina, río
de por medio. Allí estudian cantos,
oraciones, rezos, lectura y escritu-
ra los hijos de los indígenas que los
misioneros traen a la fuerza de las
malocas, así los padres de familia
no lo deseen o intenten oponerse.
Si en la Amazonia colombiana se
hiciera una investigación penal
ateniéndose a lo que dicen nues-
tras leyes respecto al rapto, estos
buenos curitas serían condenados
a muchos siglos de prisión. Pero
ellos son los que mandan en nues-
tros territorios, igual que los evan-
gelizadores gringos que aparecen
por decenas y que han logrado me-
terse y vivir también de la explo-
tación del indio, bajo amenaza de
mandarlos al in erno si no se porta
bien. Hoy, en todas las zonas de la
selva y los Llanos Orientales, los
indios son víctimas de los nuevos
dueños que pelean como perros y
gatos por tener el mayor número
de hombres bajo su religión. (Cas-
tro, 1986, p.144)
Hacia el nal de la novela, la familia
nativa fue aprisionada y despacha-
da a La Pradera, donde fueron obje-
to de atracción y espectáculo, donde
además “los indígenas entraron en
un preocupante estado de angustia y
postración: no comían y llegó un día
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en que –ante el asedio de los curiosos
que se burlaban de ellos y la vigilan-
cia de los soldados con sus fusiles lis-
tos para disparar– los indígenas hicie-
ron varios intentos de ahorcarse po-
niéndose cables al pescuezo” (Castro,
1986, p.235). El haber sacado de su
sitio sagrado a los nativos representa
un signo de deterioro sobre el valor
que tiene la vida del indígena. “El
Ministerio de Gobierno había dicho
que los problemas del país eran muy
grandes para pensar en unos salva-
jes que se estaban comiendo la gente
blanca” (Castro, 1986, p.237); aunque
a la soberanía nacional de la época no
le importó este cruel suceso, es un as-
pecto bastante sugerente en la novela
de Castro, porque permite re exionar
que la selva posee sus propios prin-
cipios humanos, de los cuales, no se
puede despojar a sus habitantes por-
que se está profanando sus vestigios
ancestrales.
Así mismo, la iglesia no se contuvo
en exotizar a esta familia de nativos,
por ejemplo, “las monjitas insistían
en vestir a la mujer: cuando la veían
desnuda se echaban tres hasta cuatro
cruces y la tapaban” (Castro, 1986,
p.241). Incluso se dispusieron en
preparar una comisión para invadir
el territorio sagrado y lograr la evan-
gelización con el resto de integrantes
que se resguardaban en la maloca sa-
grada: “sucede que monseñor Canyes
se proponía organizar una expedición
de misioneros para conquistar a los
salvajes y reducirlos lo más rápido
posible a la religión católica, único
camino de salvación” (Castro, 1986,
p.242); además opinaba el fray Juan:
“la ocasión es demasiado buena y se
debe utilizar como un ejemplo que
permita emplear métodos misioneros
y sacar así a estos desdichados de su
vida salvaje. Hay que llevarlos al seno
de la civilización cristiana y la igle-
sia es la única que tiene la verdad; sin
violar la libertad humana, debemos
hacer todo lo posible por acelerar la
evolución de todos nuestros indíge-
nas” (Castro, 1986, p.244).
Por lo anterior, en Perdido en el Ama-
zonas podemos ver una cultura ama-
zónica emergente, la cual, permite ver
cómo la nación se quebranta en el mo-
mento en que se descubre en el fondo
de la selva una tribu incivilizada que
irrumpe con el paradigma corporal,
político e ideológico de la naciona-
lidad. Asimismo, se observa a través
de un personaje cómo la soberanía se
pierde en la búsqueda de la indepen-
dencia y la fundación de un propio
régimen de poder; así este parezca
utópico, es un proyecto selvático de
gran envergadura que muchas masas
colonizadoras han querido alcanzar
durante más de cinco siglos. Sin em-
bargo, siempre ha existido una voz
latente representada en la narración
que “reivindica sus derechos sobre la
comunidad nacional, surge una voz
inmediata y subalterna del pueblo, un
discurso minoritario que habla entre
los tiempos y los lugares” (Bhabha,
2010, p.407).
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A manera de conclusión
Es importante recordar que el espacio
amazónico ha sido excluido dentro de
los proyectos estatales, y las presentes
novelas amazónicas se han converti-
do en un recurso clave para narrar el
aporte cultural de la selva hacia la
construcción de nación, quebrantando
la “estructura del discurso y la repre-
sentación que intenta expulsar simbó-
licamente al otro –lo borra, lo coloca
allá en el Tercer Mundo, en el mar-
gen–” (Hall, 2013, p.352). Si la selva
es un lugar de enunciación, también
es un cuerpo de posición étnica que
determina una identidad emergen-
te dentro de la diversidad social; por
ello, las alternativas amazónicas a tra-
vés de su narrativa, también proponen
un acto de recuperación cultural.
Así, no se puede prescindir el lugar
desde donde hablan los novelistas,
puesto que “no hay enunciación sin
posicionalidad” (Hall, 2013, p.355).
Por tal motivo, las presentes novelas
actúan como proyectos de enuncia-
ción que pueden darle mayor sono-
mía cultural a la Amazonia colom-
biana, también son novelas por las
cuales, los orígenes de las tradiciones
nacionales nacen desde el conoci-
miento selvático, enunciando diversas
problemáticas de repudio, desprendi-
miento, impugnación, exclusión y
reducción cultural. Además, actúan
en una función de historia nacional,
como contradicción de la homogeni-
zación social, en términos de Homi
Bhabha (2010) son “las contranarra-
tivas de la nación, que continuamente
evocan y borran sus fronteras totaliza-
doras –tanto reales como conceptua-
les–” (p.396).
Referencias bibliográ cas
Bhabha, H. (2010). Nación y narra-
ción. Argentina: Siglo Veintiuno Edi-
tores.
Castro, G. (1978). Perdido en el Ama-
zonas. Bogotá: Círculo de Lectores.
Hall, S. (2013). Sin garantías: tra-
yectorias y problemáticas en estudios
culturales. Quito: Corporación Edito-
ra Nacional.
Montezuma, A. (1966). El paraíso del
Diablo. Madrid: Cultura Clásica Mo-
derna.
Pizarro, A. (2005). “Imaginario y dis-
curso: la Amazonía”. En Revista de
Crítica Literaria Latinoamericana,
XXXI(61), 59-74.
Pizarro, A. (2009). Amazonía: El río
tiene voces. Chile: Fondo de Cultura
Económica.
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