REVISTA AMAUTA • UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO • BARRANQUILLA (COL.) • ISSN 1794-5658 • NO. 30 • JUL-DIC 2017 • 7-28
Textualización del concepto ‘desaparecido’
en la canción María Pilar, de Teresa Parodi
1
The concept ‘missing’ in the song María Pilar,
by Teresa Parodi
Juan Carlos González Vidal
2
, Arturo Morales Campos
3
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
DOI: http://dx.doi.org/10.15648/am.30.2017.2
RESUMEN
Bajo las líneas de la sociosemiótica, el análisis de la canción María Pilar, de Teresa Parodi, nos
presentará determinados rastros discursivos relativos al fenómeno de los desaparecidos por las dic-
taduras de los años setenta y ochenta en Sudamérica. Dichos rastros discursivos, en algunos casos,
son comunes en la lucha social por la conformación de un relato que revise el pasado, aquello que
se ha dado en llamar la “política de la memoria”, en la que encontramos la principal función política
del texto musical. A pesar de ese esfuerzo, nos será posible encontrar algunas contradicciones, las
cuales remiten al discurso o cial (durante y posterior a las dictaduras).
Palabras clave: Sociosemiótica, Discurso, Texto, Memoria, Desaparecido, Función política, Polí-
tica de la memoria, Dictadura, Canción de protesta.
ABSTRACT
Under the lines of the socioemiotic theory, the analysis of the song María Pilar, by Teresa Parodi,
will present us certain discursive marks related to the phenomenon of the missing persons, victims
by the dictatorships of the seventies and eighties in South America. These discursive marks, in
some cases, participate in the social struggle for the formation of a narrative that revises the past,
what has been called as “politics of memory”, in which we nd its main political function of the
song. Despite this effort, it will be possible to nd some contradictions, which refer to of cial dis-
course (during and after dictatorships).
Key words: Sociosemiotics, Discourse, Text, Memory, Missing person, Political function, Politics
of memory, Dictatorship, Protest song.
Cita de este artículo (APA): González, J. & Morales, A. (2017). Textualización del concepto ‘desaparecido’
en la canción María Pilar, de Teresa Parodi. Amauta, 15(39), 7-28. http://doi.org/10.15648/am.30.2017.2
1 Este artículo es parte del resultado de nuestros correspondientes Proyectos CIC 2016-2017 que nos otorgó
la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y del Proyecto de Redes Académicas de Colabora-
ción Académica, otorgado por la Secretaría de Educación Pública de México.
2 Doctor en Estudios Romances. Profesor de tiempo completo en la Facultad de Letras de la Universidad Mi-
choacana de San Nicolás de Hidalgo. Av. Francisco I. Madero 580, Centro. Morelia, Michoacán, México.
58000.
3 Doctor en Filosofía. Profesor de tiempo completo en la Facultad de Letras de la Universidad Michoacana
de San Nicolás de Hidalgo. Av. Francisco I. Madero 580, Centro. Morelia, Michoacán, México. 58000.
arturo_moralescampos@yahoo.com.mx
Recibido: Diciembre 5 de 2016 Aceptado: Marzo 15 de 2017
8
Introducción
Los fenómenos sociales registrados
durante la Guerra Fría en América
Latina habilitaron la emergencia de
diferentes manifestaciones artísticas
y de otra índole, las cuales presenta-
ron posiciones a favor, en contra y,
en ocasiones, hacían una mezcla de
ambas; todo lo anterior a partir del es-
quema dicotómico impuesto por Esta-
dos Unidos.
Dado nuestro interés en analizar la
textualización de determinados pro-
cesos sociales durante las dictaduras
sudamericanas en las décadas de los
setenta y ochenta –en este trabajo,
nos circunscribiremos más al caso
de Argentina–, hemos seleccionado
la melodía María Pilar (1991) de la
canta-autora correntina Teresa Parodi,
puesto que forma parte de la dinámica
tendiente a visibilizar a los despareci-
dos, víctimas de las dictaduras, y, con-
secuentemente, se sitúa, inicialmente,
en un discurso de contrapoder, pero
encierra algunas contradicciones.
Evidentemente, esta a rmación tiene
que demostrarse, por lo que pondre-
mos especial atención en localizar las
posturas enunciativas a partir de las
cuales se genera el texto. Con el n de
dar un panorama más amplio, tomare-
mos como referencia otros textos.
En esta ocasión, procedemos de ma-
nera diferente en la ejecución del
análisis. En lugar de describir prime-
ramente fenómenos textuales y solo
al nal pasar a su explicación socio-
histórica, incluiremos estos aspectos
antes de abordar la canción; sin que
por ello caigamos en prejuicios ideo-
lógicos preconcebidos.
Puntualizaciones teóricas
El extender el concepto ‘texto’ ha-
cia otras manifestaciones culturales
que no se circunscriben al ámbito del
código lingüístico, resulta provecho-
so en los análisis de corte semiótico.
Entre otras cosas, nos permite hacer
‘lecturas’ de elementos culturales que
no están ordenados a partir de una sin-
taxis similar a la de un texto literario.
En nuestro caso, abordaremos deter-
minados en los que localizamos, en
principio, el concepto genérico ‘des-
aparecido’, surgido a partir de los re-
gímenes dictatoriales que azotaron la
región subcontinental sudamericana
entre las décadas ya referidas. Con-
cretamente, nos centraremos en de-
terminadas prácticas discursivas y/o
no discursivas que circundan a dicha
concepción.
Partiremos de una posición –no pre-
cisamente una teoría en sí– interdis-
ciplinar
4
que se conoce como ‘so-
ciosemiótica’. Esta propuesta parte
del objetivo primordial de exponer y
analizar la función política de cual-
4 Algunas de las disciplinas con las que se rela-
ciona la sociosemiótica pueden ser: lingüística,
estructuralismo, semiótica, sociología, historia,
antropología, losofía, derecho y el análisis crí-
tico del discurso.
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quier elemento cultural, siempre in-
serto este dentro de determinadas
circunstancias sociohistóricas en las
que emerge y entra en contacto con
una sociedad concreta. Un elemento
cultural corresponde a cualquier tipo
de componente o entidad (material o
conceptual, natural o arti cial) que se
presenta en la realidad de una cultu-
ra humana determinada y que puede
funcionar como signo (tal como lo
de ne Charles Sanders Pierce: “algo
que está en lugar de alguna cosa para
alguien en ciertos aspectos y capaci-
dades”. [citado en Eco, 2000, p.33; las
cursivas son textuales]). Finalmen-
te, entendemos por función política
como el papel de dicho elemento cul-
tural inserto, como ya dijimos, dentro
de una sociedad especí ca, dominada
por el cúmulo de relaciones prove-
nientes de un poder gubernamental
establecido
5
legal o ilegalmente. Di-
cho papel bien puede ser hegemónico
y/o contrahegemónico
6
.
En una cultura, una sociedad huma-
na se rige, entre otras cosas, por re-
laciones de poder que emergen, ge-
neralmente, de un grupo dominante;
por lo tanto, los elementos culturales
aparecerán modelados por ideologías
concretas (formas de entender y po-
sicionarse ante el mundo tales que
5 Partimos de Luis Villoro, para quien la política
es “la vida en sociedad sometida a un sistema
de poder” (1997, p.71).
6 Para una mayor explicación de las funciones de
un texto, desde la sociosemiótica, recomenda-
mos Morales Campos (2017).
pueden estar orientadas hacia domi-
nar a amplios sectores sociales) todo
lo cual implica, necesariamente, una
función política entre otras posibles
funciones. En consecuencia, la fun-
ción política es un uso determinado
(pragmático-semántico) o rol de ese
elemento cultural que reproduce y
transcribe prácticas de poder discur-
sivas y/o no-discursivas dominantes o
no, comunes durante el momento de
su emergencia.
El desaparecido, como entidad huma-
na
7
, pasa a ser un signo que plantea,
al menos, dos posiciones encontradas
entre sí, es decir, una relación binaria
dominada por disonancias semánti-
cas, esto es: un conjunto de prácticas
discursivas y/o no-discursivas orde-
nadas de tal manera que se originan
a partir de un núcleo dialéctico, cons-
truido como una microestructura de
polos opuestos a los que se adscribi-
rán, respectivamente, grupos sociales
especí cos y que, por tales efectos,
desarrollarán una pugna entre ellos.
Uno de esos grupos será el combina-
do por aquellos sujetos que ostentan y
respaldan el poder gubernamental; el
otro estará conformado por los fami-
liares de las víctimas y sobrevivientes
del terror gubernamental, luchadores
sociales, etc. Como podemos enten-
der, cada una de las partes emitirá su
posición al respecto, que será tajan-
7 Hacemos esta aclaración para dar a entender
que consideramos tanto a hombres como a mu-
jeres.
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temente antagónica con relación a la
otra, aunque, como ya expresamos,
suelen darse cruces entre ellas. Esas
exteriorizaciones podrán ser, reitera-
mos, discursivas y/o no-discursivas.
Ante este esquema, el desaparecido,
como concepto, sufrirá procesos de
resemantización (resigni caciones)
que lo harán gravitar entre marcas de-
notativas germinales como ‘ausencia’
y ‘presencia’.
Las obras artísticas recogen dichas
preocupaciones, las transcriben: esta
es una de las formas en que se textua-
lizan los fenómenos sociales.
Circunstancias sociohistóricas: se-
guridad nacional y terrorismo o -
cial
El nal de la Segunda Guerra Mun-
dial propició un reordenamiento mun-
dial. De manera básica, se estableció
una división bipolar que colocaba a
un par de grandes naciones, con in-
tereses fuertemente marcados hacia
el expansionismo planetario desde su
correspondiente origen, frente a fren-
te: Estados Unidos y la Unión Sovié-
tica (Powaski, 2014, p.12). Cada una
de ellas coaccionó a otros estados más
a suscribirse a sus propias exigencias.
Gran parte de América Latina, por ser
un subcontinente con una economía
frágil y dependiente, tuvo que ali-
nearse con Estados Unidos, país que
representaría las nociones de ‘moder-
nidad’, ‘desarrollo’, ‘libertad’, ‘de-
mocracia’, entre otras. Las estrategias
de control residían en intervencionis-
mo, reformas económicas, alto y for-
zado endeudamiento, capacitación y
adiestramiento policíaco-militar, gue-
rra sucia, operaciones encubiertas, te-
rrorismo o cial, guerra psicológica y
mediática, etc.; el pretexto central en
cuanto a aplicar ese plan internacional
giró en torno a la supuesta amenaza
comunista y, consecuentemente, en
cerrar las en pro de la seguridad na-
cional, puesto que el enemigo ‘vivía’
dentro de las fronteras de cada país.
A grosso modo, estamos tocando los
elementos discursivos básicos que
marcan la experiencia en el hemisfe-
rio occidental de varias de las fases de
la Guerra Fría.
Los antecedentes del expansionismo
estadounidense se sitúan desde el
momento en que esa Nación inició,
en 1775 el trascurso hacia su inde-
pendencia. En cuanto al período que
nos interesa, la creación en 1947 de la
Escuela de las Américas, en Panamá,
marca el primer paso hacia un control
más estrecho sobre Latinoamérica du-
rante la posguerra. En esta institución
militar, se capacitaron varios soldados
que participarían en golpes de estado
en su concerniente Nación. En el se-
cuestro, la tortura y el exterminio de
agentes disidentes, residen los obje-
tivos principales del adiestramiento.
Estas prácticas fueron una herencia
de los Escuadrones de la Muerte fran-
ceses que operaron en las Guerras de
Indochina y Argelia, de 1945 a 1954
y de 1954 a 1962 respectivamente.
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En adición, Estados Unidos ya había
procedido de manera similar en la
Segunda Guerra Mundial, mediante
operaciones anticomunistas que utili-
zaban, junto con fuerzas aliadas, gru-
pos paramilitares ‘detrás de las líneas
enemigas’ (McSherry, 2009, p.42) y,
posteriormente, a principios de los
sesenta, en la ya iniciada Guerra de
Vietnam.
El primer ejercicio en América lo
marcó, en 1954, el golpe de estado
en Guatemala. El gobierno naciona-
lista guatemalteco decidió oponerse
a los intereses mercantiles de la Uni-
ted Fruit, lo cual le costó su derroca-
miento. La lógica de este caso es la
siguiente:
obligamos a Guatemala a defen-
derse de la amenaza de nuestro
ataque, creando, por lo tanto, una
amenaza a nuestra seguridad, lo
que a su vez explotamos destru-
yendo la economía guatemalteca
para provocar un golpe militar
o una penetración comunista de
hecho, que entonces justi caría
nuestra violenta respuesta en de-
fensa propia. (Chomsky, 2007,
p.126)
La administración de John F. Kennedy
impulsó, en 1961, un amplio y com-
plejo proyecto que abrió las puertas
hacia nuevos procesos dictatoriales
en América Latina, los cuales tenían
la posibilidad de realizar acciones
coordinadas entre naciones. El resul-
tado llevó el título de “Alianza para el
Progreso”, y establecía los mecanis-
mos políticos, económicos, militares
y culturales para acabar con los dife-
rentes movimientos antiimperialistas,
anticapitalistas o nacionalistas que, a
partir de la Revolución Cubana, pare-
cían producirse en cascada dentro de
esta fracción hemisférica. El patrón a
seguir sería similar al del ejercicio en
Guatemala; las diferencias son alta-
mente reveladoras.
Uno de esos casos fundamentales
posteriores, que ‘atentaba’ contra los
intereses estadounidenses, fue el as-
censo de Salvador Allende a la pre-
sidencia de Chile en 1970. Richard
Nixon, presidente de Estados Unidos
en ese tiempo, la CIA, la compañía
estadounidense de telecomunicacio-
nes ITT (International Telephone &
Telegraph), el Partido Demócrata
Cristiano chileno y gran parte de la
oligarquía chilena se confabularon
para orquestar, junto con las fuerzas
armadas de Chile, el golpe de estado
el 11 de septiembre de 1973.
En lo que toca a Argentina, tres años
después, actores argentinos semejan-
tes a los chilenos hicieron lo propio.
Los representantes de la dictadura
nombraron su régmen como “Proce-
so de Reorganización Nacional”. El
asalto al poder se coordinó entre los
representantes de las tres fuerzas ar-
madas: Del ejército, Jorge Rafael Vi-
dela, quien, posteriormente, asumió
la dirección como presidente de la
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nación; de la marina, Emilio Eduar-
do Massera; y de la aviación, Orlando
Ramón Agosti. Ahora bien, sin tomar
en cuenta la intromisión estadouni-
dense, esto no habría sido posible sin
el apoyo decidido de varios sectores
de la Iglesia católica, de la oligarquía
conservadora y de muchos de los me-
dios de comunicación, sin olvidar la
permisividad o pasividad de grandes
grupos de la sociedad argentina que,
“Como en muchas ocasiones anterio-
res, el grueso de la población recibió
el golpe con inmenso alivio y muchas
expectativas” (Romero, 2014, p.237).
La creciente presencia, desde nales
de la década de los sesenta, de grupos
manifestantes de obreros, estudiantes
y organizaciones políticas, envueltos
muchos de ellos en actividades revo-
lucionarias
8
, provocaron, engañosa-
mente como veremos, dicho alivio y
expectativas en aquellos amplios gru-
pos sociales argentinos.
Desde las primeras horas del 24 de
marzo de 1976, la junta militar man-
dó a asegurar con tanques y tropas las
inmediaciones a la Casa Rosada, sede
del poder ejecutivo de la República,
situada en la ciudad de Buenos Ai-
res; es así que inicia formalmente el
Proceso de Reorganización Nacional.
Esta acción implicó el derrocamien-
8 Las posibilidades de que esos grupos rebeldes
se hicieran con el poder son mínimas. El núme-
ro de integrantes, su adiestramiento y su arsenal
nunca podrá compararse con los propios de las
fuerzas armadas, las cuales recibieron un fuerte
apoyo, en los tres rubros, por parte de Estados
Unidos.
to y el posterior encarcelamiento de
la presidenta en turno, María Estela
Martínez de Perón, conocida como
Isabel
9
.
Todo este esquema agresivo cubrió
gran parte del Cono Sur. Desde ini-
cios de los años 70, entró en acción
la Operación Cóndor, que en los
ochenta, ascendió hasta Centroamé-
rica. Sin entrar en mayores detalles,
la estructura gubernamental que se
implantó como modelo consistía en
una junta militar a la cabeza y diver-
sas concentraciones para-policiacas y
para-militares que ejecutaban accio-
nes terroristas sin respetar fronteras.
Patrice McSherry (2009) llama a esas
organizaciones, dada su gran acumu-
lación de poder, “estados paralelos”.
La investigadora acierta cuando de-
tecta la independencia, ilegalidad e
ilegitimidad con la que operaban, mas
consideramos que el factor de clan-
destinidad queda velado en su deno-
minación propuesta; por lo tanto, qui-
zás sea ‘poder fáctico’ la noción que
más se ajuste.
Siempre con conocimiento y, en gran
número de casos, en contubernio con
la CIA, en Chile (país que inauguró la
Operación Cóndor a principios de los
70) la dictadura creó la DINA (Direc-
ción de Inteligencia Nacional) dirigi-
9 Tercera esposa de Juan Domingo Perón. Isa-
bel sucedió a Perón, después de la muerte del
General, en su también tercer y breve período
presidencial (23 de agosto de 1973 al 1º de julio
de 1974).
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da por el general Manuel Contreras;
en Uruguay, por su parte, se formó
la OCOA (Operación Comando An-
tisubversivo u Organismo Coordina-
dor de Actividades Antisubversivas);
en Argentina, la SIDE (Secretaría de
Inteligencia del Estado) y el Bata-
llón 601; en Paraguay, la Técnica; en
Brasil, el DOPS (Departamento de
Ordem, Política e Social), el DOI-
CODI (Destacamento de Operações
de Informação), la OBAN (Operação
Bandeirante) y el SNI (Serviço Na-
cional de Informações). Todas esas
organizaciones de inteligencia en va-
rias ocasiones, participaron
en acciones concertadas con gru-
pos neofascistas y terroristas, tales
como Milicia y Triple A [Alianza
Anticomunista Argentina], en Ar-
gentina; CORU [Coordinación de
Organizaciones Revolucionarias
Unidas], con exiliados cubanos;
Ordine Nuovo [Nuevo Orden] y
Avanguardia Nazionale [Vanguar-
dia Nacional], en Italia. (McSerry,
2009, p.315)
La desaparición forzada, la extracción
y manejo de información, la tortura y
el exterminio son, concretamente, las
actividades terroristas más comunes
de esas organizaciones fácticas. En
los Centros Clandestinos de Deten-
ción Tortura y Exterminio (CCDTE),
espacios físicos ahora convertidos,
algunos de ellos, en Museos de la Me-
moria, se guardan miles de historias y
testimonios relativos a ese largo pe-
ríodo, los cuales se han recogido du-
rante, al menos, sesenta años. A este
esfuerzo se le conoce como “política
de la memoria”.
En la época contemporánea, el es-
tudio de la memoria histórica sur-
gió de la obra de especialistas eu-
ropeos, sobre todo franceses y ale-
manes, que abordaron de qué ma-
nera los períodos problemáticos de
su historia se proyectaban sobre la
memoria social. Para ellos, la ‘me-
moria’ era el signi cado social que
se otorgaba al pasado y como tal,
se diferenciaba de la ‘historia’, en-
tendida como reconstrucción del
pasado basada en documentación
objetiva y métodos académicos.
(Wilde, 2013, p.55)
De acuerdo con el Informe de la
Comisión sobre la Desaparición de
Personas CONADEP (2014) de Ar-
gentina y el Informe Comisión Nacio-
nal sobre Prisión Política y Tortura
(2004) de Chile, la desaparición y la
tortura, en cada uno de los dos países,
fueron una política de Estado; y como
a rma Pilar Calveiro, en Argentina, el
CCDTE
10
y el
10 En América Latina, existe una diferencia cen-
tral entre un CCDTE y un campo de concentra-
ción, a saber, las dimensiones. El primero es un
lugar reducido en el que hacinaba a un número
alto de víctimas sin posibilidad de contacto con
el exterior; el segundo, en cambio, contaba con
espacios abiertos.
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campo de concentración fueron
una institución del Estado, eje de
su política represiva, orientada a
la concentración masiva de prisio-
neros para aniquilarlos y hacerlos
‘desaparecer’ del mundo mediante
procedimientos económicamente
e cientes y tecnológicamente mo-
dernos. (2008, p.187)
Según el mismo reporte de la
CONADEP, se ha contabilizado,
aproximadamente, un número de 340
CCDTE repartidos en toda la Re-
pública
11
. Es de hacer notar que son
contados los casos en que la víctima
lograba salir con vida de alguno de
dichos Centros.
Con base en los objetivos de la Ope-
ración Cóndor, nos atrevemos a decir
que las condiciones fueron las mis-
mas para el resto de los principales
países miembros
12
(Uruguay, Para-
guay y Brasil) de dicho proyecto in-
ternacional.
Hemos presentado pues, algunas de
las circunstancias sociohistóricas que
rodean nuestro objeto de estudio.
La dialéctica del desaparecido
Debido a la invasión del poder legis-
lativo que registraron las dictaduras
latinoamericanas surgidas durante
la Guerra Fría y su cercanía con el
11 Algunos CCDTE ya operaban durante el último
régimen peronista.
12 Al respecto, recomendamos el trabajo de Mi-
guel Rojas Mix (2007).
estado de excepción, podrían reci-
bir el nombre que acuñara el lóso-
fo alemán Carl Schmitt (2005), de
‘dictaduras constitucionales’; por su
autoritarismo y el haber impuesto
una economía neoliberal
13
, simple-
mente ‘militares’ (Rojas Mix, 2007);
‘dictaduras emanadas de la doctrina
de Seguridad Nacional’ (Roitman,
2013), por la característica lucha an-
ticomunista y antisubversiva dirigida
por Estados Unidos durante la Guerra
Fría; nalmente, por sus altos niveles
de burocratismo, de exclusión políti-
ca, de exclusión económica, de des-
politización y porque “corresponden
a una etapa de importantes transfor-
maciones en los mecanismos de acu-
mulación de sus sociedades, las que
a su vez son parte de un proceso de
‘profundización’ de un capitalismo
periférico dependiente, pero –tam-
bién– dotado ya de una extensa indus-
trialización”, se distinguen por ser un
poder ‘Burocrático Autoritario (BA)’
(O’Donnell, 1996).
Nos interesa, sin embargo, lo refe-
rente al estado de excepción, el cual
conjunta el estado de sitio y el estado
de guerra: ‘una tierra de nadie entre
el derecho público y el hecho polí-
tico, y entre el orden jurídico y la
vida’(Agamben, 2010, p.10).
13 En forma general, Tanto Roitman (2013) como
Calveiro (2008), coinciden en que la economía
implantada por las dictaduras sudamericanas
fue más bien mixta, es decir, una combinación
de las doctrinas liberales de la Escuela de Chi-
cago y el corporativismo. Aclaramos, sin em-
bargo, que Calveiro centra su estudio en Argen-
tina.
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Dentro de este marco de amplia am-
bigüedad y de una aguda falta de ga-
rantías individuales, se sitúan las di-
ferentes sociedades sudamericanas de
las décadas de los setenta y ochenta,
especí camente, las víctimas de desa-
parición forzada.
Una práctica autoritaria común de
dichos regímenes residía en que, al
momento de asaltar el poder, la junta
militar disolvía las instituciones par-
lamentarias y destituía a los jueces
y magistrados de la Corte Suprema
que consideraba como una amenaza
para el régimen, en consecuencia, los
substituía por individuos incondicio-
nales. La Constitución pasaba, en de-
terminados momentos, a un segundo
plano por la imposición de decretos
que colocaban a los dictadores como
jefes máximos que ejercían la justicia
de manera casi directa, sin institución
legal mediadora alguna.
Por contradictorio que parezca, esta
forma de vacío de justicia es la lógi-
ca de ‘justicia’ dictatorial que se im-
plantó durante la vigencia de la Ope-
ración Cóndor
14
. En consecuencia,
todas aquellas personas que luchaban
a favor de los derechos humanos y/o
militaban en o simpatizaban con un
partido político u organización iz-
quierdista aparecerían como seleccio-
nadas, principalmente, como el ‘ene-
migo interno’ y destinadas a sufrir
14 Al respecto de esta justicia, recomendamos el
artículo de Victoria Crespo (2008).
las prácticas clandestinas que tenían
como objetivo el de cosi carlas, ha-
cerlas nada, vaciarlas de ser (Morales,
2017). Este grupo representaría un
atentado contra “la tradición occiden-
tal”
15
y el cristianismo. El binarismo
planetario se replicaba duramente al
interior de las naciones sudamerica-
nas.
Las acciones de detención, tortura y
exterminio se llevaban a cabo en la
mayor clandestinidad posible; los eje-
cutores (directos e indirectos) se es-
forzaron al máximo en cuanto a ocul-
tar el fenómeno de los desaparecidos
en su respectiva nación. En adición, el
acceso a la información y la posibili-
dad de que los familiares de los desa-
parecidos acudieran a una institución
legal en busca de justicia fueron míni-
mas, cuando no imposibles.
Ahora bien, el término genérico ‘de-
saparecido’, en principio, nos remite
a una estructura conceptual de dos
polos en los que se enfrentan las de-
notaciones ya citadas: «ausencia» y
«presencia». Por evidente que parez-
ca, la anterior dialéctica nos permite
entender a la persona desaparecida no
como una entidad humana inexisten-
te, tal como argumentarían los repre-
sentantes del poder gubernamental
16
,
15 Este elemento discursivo, emitido por Harry
Truman en 1947, fue el germen de la justi ca-
ción de las dictaduras latinoamericanas contra
el socialismo, quienes adicionaron el elemento
religioso.
16 Es tristemente conocida la declaración a los
medios de comunicación que hiciera el dic-
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sino como alguien que se encuentra
en condiciones de alto riesgo y que,
a la brevedad posible, la autoridad
competente debe presentarlo con vida
o, al menos, informar de su situación.
La tajante dicotomía expuesta, como
dijimos, proviene del mismo régimen
dictatorial que provocó la emergencia
de una serie de disonancias semánti-
cas en la sociedad; algunas de ellas
pueden ser: subversión/orden, co-
munismo/cristianismo, cambio/tradi-
ción, etc.
De tales disonancias, es que, dentro de
esas sociedades, surgieron formacio-
nes discursivas referentes al fenóme-
no de los desaparecidos que, en la ac-
tualidad, podemos reconocer: ‘Nunca
más’, ‘Vivos se los llevaron, vivos
los queremos’, ‘¿Dónde están?’, ‘Ni
un pibe menos/Ni un pibe más’, ‘Fue
el Estado’, entre otras. Reparemos en
el hecho de que, algunas de ellas, nos
remiten a la posibilidad de que la per-
sona desaparecida se encuentre con
vida, de esta forma, al igual que la
ambigüedad del poder (causada por el
estado de excepción), al desaparecido
se lo sitúa en una especie de limbo. Si
tador argentino Jorge Rafael Videla en 1979:
“Frente al desaparecido, en tanto esté como tal,
es una incógnita el desaparecido. Si el hombre
apareciera, bueno, tendrá un tratamiento X; y
si la desaparición se convirtiera en certeza de
su fallecimiento, tiene un tratamiento Z. Pero,
mientras sea desaparecido, no puede tener nin-
gún tratamiento especial, es una incógnita, es
un desaparecido, no tiene entidad, no está… ni
muerto ni vivo, está desaparecido” (Ministerio
de Educación de la Nación Argentina, 2010,
p.30).
parafraseamos a Michel Foucault, es-
tamos aludiendo a una “gramática de
los desaparecidos”, es decir, en prin-
cipio
17
es un discurso que visibiliza
el fenómeno de los desaparecidos en
América Latina.
Con base en dicha gramática del de-
saparecido, partiremos a presentar su
textualización en la canción ‘María
Pilar’.
‘María Pilar’ y la visibilización del
desaparecido
Las manifestaciones artísticas, como
hicimos mención, no permanecieron
al margen de aquella situación impe-
rante, e incorporaron las inquietudes
de la época de acuerdo a sus capaci-
dades expresivas.
‘María Pilar’, forma parte del álbum
El purajhei
18
de Teresa Parodi (1991),
que data del año 1984 (aparece regis-
trada como la canción número 10), es
decir, el año posterior al regreso de
Argentina a la democracia
19
luego de
17 En nuestro caso, privilegiamos el código lin-
güístico, mas existen innumerables casos en los
que intervienen otros códigos: cinematográ co,
plástico, actoral, etc. Lo anterior no impide la
presencia de prácticas no discursivas, pues
estas, comúnmente, son la materialización de
aquellas.
18 Vocablo de origen guaraní que signi ca «can-
tar».
19 Es común, tanto en Chile como en Argentina,
que, al término de su correspondiente proceso
dictatorial, se hable de un retorno a la democra-
cia. Debemos tomar esa a rmación con cautela,
ya que varios de los principales protagonistas
de hechos de sangre y corrupción, por un lado,
no enfrentaron la justicia debidamente; por
Textualización del concepto ‘desaparecido’ en la canción María Pilar, de Teresa Parodi
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la cruenta dictadura militar que sufrió
de 1976 a 1983.
En América del Sur de manera parti-
cular, la llamada canción de protesta
cumplió un papel muy importante en
la difusión de posturas ideológicas. En
Chile, por ejemplo, la Nueva Canción
Chilena participó muy activamente en
la campaña de la Unidad Popular que
llevó a Salvador Allende a ganar las
elecciones presidenciales en 1970 y,
posteriormente, ayudó en la difusión
de los posicionamientos políticos de
esa gestión: “La Nueva Canción no
fue puramente allendista, pero estuvo
vinculada –como ningún otro movi-
miento musical lo ha estado antes ni
después con otra administración– al
ideario, las promesas y la sensibili-
dad de ese gobierno en especí co”
(García, 2013, p.99). Esta expresión
cultural está marcada, según Eduardo
Carrasco, “por el antiautoritarismo, el
voluntarismo, el latinoamericanismo,
etc.” (Carrasco, 2013, p.89).
La canción de protesta sirvió igual-
mente como instrumento de denuncia
social en el período de las dictaduras;
como ya se había dicho en otra oca-
sión (González Vidal, 2016), por su
brevedad, este tipo textual resulta idó-
neo para la transmisión de mensajes
políticos. En este sentido, hay piezas
emblemáticas como el Adagio en mi
otro, las reformas estructurales que aplicaron
tuvieron efectos posteriores al término de su
mandato. Recomendamos Wilde (2013).
país, de Alfredo Zitarrosa; Yo pisaré
las calles nuevamente, de Pablo Mila-
nés; Con la razón y la fuerza, de Patri-
cio Manns; y Compañero Presidente,
de Ángel Parra, entre muchas otras.
Al acercarnos a la canción de Parodi,
nos hacemos eco de una a rmación
de Lotman y de Uspenskij: “Un texto
no es la realidad, sino el material para
reconstruirla” (1979, p.74). En con-
secuencia, pensamos que un análisis
desde esta perspectiva a canciones
de este género puede aportar infor-
mación, más allá del relato histórico,
sobre las dinámicas sociales del mo-
mento de su emergencia, todo lo cual
nos permitirá, al nal, localizar la fun-
ción política de dicho texto musical.
La etapa de la nación argentina que
arranca a nales de 1983, se caracte-
riza, sobre todo en los primeros años,
por los profundos cuestionamientos
que implica el curso de la construc-
ción de una memoria histórica y de la
reformulación de la identidad nacio-
nal. Un golpe de estado no quebranta
únicamente la legalidad de una na-
ción, también fractura a la sociedad y
las formas de percibir, de comprender
y de decir el mundo.
‘María Pilar’ tiene como tema central
la desaparición forzada de personas,
de este modo activa el rol temático de
la ‘persona desaparecida’. Por su con-
cisión, el texto recurre a la economía
en la utilización de recursos narrativos
y expresivos. El personaje que juega
Juan Carlos González Vidal, Arturo Morales Campos
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ese rol es Julián, quien en realidad es
una identidad emblemática que repre-
senta al conjunto de individuos que
se halla en tal situación. En sentido
estricto, opera una metonimia en que
el sujeto está en lugar de un conjunto
social. Consecuentemente, a partir de
ese papel se transcribe una práctica
social represiva e institucionalizada
que afectó a colectividades enteras.
Un desaparecido, actancialmente, fue
el objeto de deseo de un sujeto colec-
tivo cuya motivación fue borrarlo del
entorno sociohistórico, hacerlo nada.
En cuanto a la función nocional, es-
tamos ante una resemantización del
término ‘desaparecido’
20
que, en se-
mejantes contextos y circunstancias,
convocó signi cados de naturaleza
política e ideológica. El hablar de
desaparecidos de manera pública fue-
ra del ámbito o cialista implicaba la
asunción de una posición ideológica:
la opuesta a quienes negaban que la
desaparición sistemática de personas
hubiera tenido lugar, y también, a
quienes privaban a los desaparecidos
de un estatuto jurídico, tal como lo
dejó en claro Jorge Rafael Videla en
la cita registrada. La gura del desa-
parecido, metafóricamente hablando,
se halla en el vacío, en el limbo, por-
que jurídicamente no está muerto, lo
que genera una incertidumbre que se
mani esta en expresiones como la ya
20 Aunque la pieza no menciona explícitamente
el término ‘desaparecido’, el contexto activa la
noción.
señalada: “Vivos se los llevaron, vi-
vos los queremos”. A más de cuarenta
años de la veri cación de eventos de
esta clase en el Cono Sur, es extrema-
damente difícil –si no imposible– que
a alguna de estas personas se la pueda
encontrar viva. La incertidumbre se
convierte en un núcleo generador de
semejantes expresiones, con lo que
tenemos la representación a nivel del
discurso de una dinámica cultural.
Es precisamente este núcleo el res-
ponsable de una buena parte de la
producción de sentido en la canción,
lo que explica la práctica del interro-
gatorio con que abre y que se articula
en el rol temático señalado. Como se
dijo, desde su dimensión metonímica
engloba a todo un conjunto social:
¿Qué fue lo que ha sucedido, Ma-
ría Pilar?
¿Qué fue lo que ha sucedido con
tu Julián?
Los compañeros te ayudan a pre-
guntar:
¿A dónde se lo llevaron? ¿Dónde
estará?
¿Por qué jamás le pudiste hallar?,
si preguntaste sin descansar.
En situaciones históricas con estas
características, paulatinamente va co-
brando fuerza la necesidad de saber,
por lo que empiezan a circular prác-
ticas indagatorias en torno al pasado
inmediato. Así, el interrogatorio va
vinculándose a una práctica discursi-
va de contrapoder.
Textualización del concepto ‘desaparecido’ en la canción María Pilar, de Teresa Parodi
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Esta necesidad de saber tiene una -
nalidad: un sujeto colectivo busca
cómo situarse ante sí mismo y ante
su tiempo. ‘María Pilar’ implica este
deseo, y es por eso que puede decirse
que incorpora un discurso de contra-
poder, cuya intención es desvelar lo
que el discurso o cialista se ha encar-
gado de ocultar.
En Argentina, 1984 representa un
año particularmente trascendente en
cuanto a la investigación sobre el
período de la dictadura. El 15 de di-
ciembre de 1983, el presidente Raúl
Alfonsín emitió un decreto mediante
el cual se creó la Comisión Nacional
sobre la Desaparición de Personas
(CONADEP) que tuvo como misión
aclarar una serie de hechos acaecidos
durante ese lapso de tiempo y vincula-
dos, de manera general, a la represión
institucionalizada. La CONADEP, en
el transcurso de nueve meses, desa-
rrolló intensas averiguaciones, llevó
a cabo múltiples entrevistas y logró
reunir innumerables testimonios de
familiares de personas desparecidas
y de sobrevivientes de los Centros
Clandestinos de Detención, así como
de algunos miembros de las fuerzas
armadas (González Vidal, 2008). La
Comisión presentó su informe nal
en 1984, intitulado ‘Nunca más’, que
pasó a formar parte de un amplio pro-
ceso de rescate de la memoria nacio-
nal sobre la década de los setenta.
Ahora, es de llamar la atención que la
canción incluya también la práctica
discursiva testimonial:
Contales de aquella tarde, María
Pilar,
cuando al volver con tus hijos del
almacén,
pudiste ver que sacaban a tu Ju-
lián
del fondo de la casilla empuján-
dolo
hacia un auto oscuro como el te-
rror
con que se a igía tu corazón.
[…]
Seguí contando, María Pilar,
los hombres justos te ayudarán.
¡Hay hombres justos!, ya lo verás.
Podemos constatar que la experien-
cia del pasado estaba pasando por
un proceso de discursivización (una
“gramática de la memoria” o política
de la memoria) a partir de formas es-
pecí cas, que pasaron a tener una im-
portancia capital en la formación dis-
cursiva de ese momento y estuvieron
disponibles para su textualización.
No es casualidad que estas mismas
formas se localicen en la película
‘La historia o cial’, de Luis Puenzo
(1985); la escena 5 (“Still Drowning”)
proporciona un excelente ejemplo de
estas a rmaciones. Alicia (la protago-
nista) se reúne en su casa con Ana, su
antigua compañera del colegio. Ana
acaba de regresar a Argentina luego
de varios años de exilio. Al quedar
a solas, después de que el esposo de
Alicia se retira a su habitación, la an-
triona le formula una serie de pre-
guntas a su amiga: “¿Por qué no me
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avisaste que te ibas?, ¿por qué esta-
bas apurada?, ¿no me querés contar?”
Esta última responde que había estado
en un Centro Clandestino de Deten-
ción. Sufrió torturas en ese lugar por
ser la pareja de un militante de la ex-
trema izquierda (Pedro), y que esa fue
la razón por la que tuvo que salir rá-
pidamente del país. Notemos que Ali-
cia ejerce un interrogatorio sobre Ana
quien, a partir de esto, proporciona
información sobre ciertas actividades
promovidas por la junta militar.
Hay que hacer notar las fechas de pu-
blicación de los tres textos aludidos,
1984 (la canción y el Nunca más) y
1985 (el lme), es decir, la etapa in-
mediatamente ulterior a la dictadura.
Así, tenemos ciertas huellas que nos
permiten ver que en la formación dis-
cursiva del momento se encontraban
presentes con mucha fuerza modelos
de discurso relacionados con el cues-
tionamiento y la exigencia de saber
sobre el pasado reciente.
Otro aspecto digno de atención es
el que designaremos como “media-
ción enunciva”, puesto que establece,
principalmente, un paralelismo entre
‘María Pilar’ y el ‘Nunca más’. Si
consideramos el proceso que sigue re-
gularmente la información para llegar
a un destinatario colectivo, observa-
remos enseguida que no hay un con-
tacto directo entre este y la entidad de
donde surge dicha información. Entre
ambos, se erige una instancia por la
que pasan los mensajes. Esta instan-
cia los distribuye, y los ordena para
darles su modelización nal de acuer-
do a necesidades expresivas concretas
(ideologías).
En el caso de la canción, no es María
Pilar quien está generando la comuni-
cación, sino la voz que asume el papel
de enunciante. Toma así el lugar del
personaje de la voz en la organización
y en la transmisión de los mensajes.
Esta mediación responde también a
la situación social, porque los testi-
monios, en busca de reestablecer la
verdad histórica, pasan por institucio-
nes creadas por el gobierno, como la
CONADEP; o por grupos y asocia-
ciones civiles fundados con esta na-
lidad, como la Asamblea Permanente
de los Derechos Humanos de la Plata
(APDH de la Plata, 1976), la Asocia-
ción de Desaparecidos y Detenidos
por Razones Políticas (ADEDRAP,
1976), Las Madres de la Plaza de
Mayo (1977) y el Centro de Estudios
Legales y Sociales (CELS, 1979), por
citar algunas. Todas estas entidades
recibieron denuncias de secuestros
y de torturas como prácticas institu-
cionalizadas del poder dictatorial. Si
tratamos, en primer término, el caso
de la CONADEP, fue simplemente
porque tuvo una mayor difusión.
La labor de mediación resulta vital
en ese momento; fue el instrumento,
ausente durante la dictadura, para que
las voces individuales (sus quejas y
sus denuncias) pudieran reunirse y,
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posteriormente, escucharse por am-
plios sectores sociales para ejercer
cierta justicia. La imposibilidad de
que un individuo fuera atendido ade-
cuadamente en ese escenario, obligó
a la acción en conjunto; se va confor-
mando así un testimonio colectivo.
Incluso, en la melodía de Parodi se
produce el efecto de que la voz enun-
ciante está conminando a María Pilar
a presentar un testimonio o una de-
claración: Contales de aquella tarde,
María Pilar / […] Seguí contando,
María Pilar / […]. Aquí se presenta
un fenómeno sumamente interesante
desde el momento en que esta voz re-
úne una doble mediación: a) Por una
parte, se crea el efecto de que asume la
representación del personaje ante gru-
pos y asociaciones como las mencio-
nadas: habla de ‘hombres justos’ que,
en este contexto enuncivo, se oponen
a los represores, a los que le quitaron
la libertad a Julián; su misión, por lo
tanto, es investigar y determinar qué
es lo que le sucedió al desaparecido.
b) Por la otra, como lo dijimos líneas
atrás, desempeña el papel de receptor
y de modelizador de un relato previo
que será reorganizado para darlo a co-
nocer a un público amplio.
Es de llamar la atención la manera
sintética en que prácticas sociales de
esa circunstancia se reproducen en la
canción, pasando, evidentemente, por
los códigos de simbolización caracte-
rísticos de este tipo textual.
Debemos mencionar que aquí encon-
tramos de nueva cuenta ‘la incógnita’
que constituye un desaparecido: “[…]
no tiene entidad, no está… ni muerto
ni vivo, está desaparecido”, en térmi-
nos de Videla. Así, es explicable que
se haya producido la expectativa de
que un ser humano en tal estado pu-
diera estar vivo. El término implica
una organización semémica en la que
destacan dos marcas semánticas, au-
sencia/presencia-potencial, sobre las
que se articulan expresiones como las
relativas a la exigencia de la aparición
con vida de personas desaparecidas
21
.
En ‘María Pilar’, esta expectativa se
encuentra asimismo textualizada: Los
hombres justos no sé qué harán, / ¡ay,
María Pilar!, / pero que ayuden a tu
Julián, ¡aay! El verbo en presente de
subjuntivo, ‘ayuden’, es una indica-
ción clara en este sentido.
Es obvio que, conforme pasa el tiem-
po, esa expectativa va perdiendo fuer-
za, pero, aun así, permite construir,
aunque sea un arti cio meramente
retórico, enunciados con la exigencia
señalada.
Otra cuestión que toca la pieza de Pa-
rodi es la relativa a uno de los métodos
21 Cabe señalar que la incógnita no atañe solamen-
te a las personas desaparecidas por razones po-
líticas: en los casos de secuestros o raptos no re-
sueltos, se da la misma necesidad de saber qué
sucedió y, sobre todo, se mantiene la esperanza
de que la víctima regrese con vida.
Juan Carlos González Vidal, Arturo Morales Campos
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de operación de los grupos que lleva-
ban a cabo los secuestros o levanta-
mientos en Argentina: constantemen-
te, se presentaban en automóviles de
color oscuro (Ford Falcon) en donde
subían a las víctimas. Muchas veces,
el levantamiento se hacía en presen-
cia de los hijos de estas, para quienes
las repercusiones traumatizantes fue-
ron brutales, particularmente en lo
que respecta a los niños (CONADEP,
2014, pp.322-323). Aunque la mayor
parte de las detenciones tuvo lugar
por la noche, esa práctica también fue
común durante el día. La diégesis de
‘María Pilar’ construye la imagen de
un secuestro diurno en el que los hijos
del apresado se encuentran entre los
testigos.
La búsqueda de la verdad, después
de etapas marcadas por la violación
sistemática de los derechos huma-
nos, convoca forzosamente a la obli-
gación de asignar responsabilidades.
La manera en que se atribuyen es un
indicador con able para determinar
el posicionamiento ideológico y/o
político de una práctica investigativa
de esta naturaleza. En lo que concier-
ne a la postura asumida en un texto,
hablaremos de posición enunciativa,
que entendemos como el conjunto de
convenciones socioculturales desde el
cual se engendra o se emite un mensa-
je. Esto nos permite aludir el postula-
do que a rma que en un universo cul-
tural no hay mensajes neutros: todos
se originan dentro de, al menos, uno
de los espacios contemplados en él.
Como lo mencionamos al inicio de
este trabajo, tenemos que justi car la
aseveración referente a que la canción
de Teresa Parodi se plantea desde una
esfera de contrapoder y que, sin em-
bargo, encierra algunas contradiccio-
nes. El aspecto que venimos tratando
nos será de mucha utilidad.
Consideremos, primeramente, la ma-
nera en que los textos que nos han
servido para poner algunos ejemplos
(el Nunca más y La historia o cial)
tocan la cuestión relativa a la culpa-
bilidad.
Como documento centrado en la recu-
peración de la memoria histórica con-
cerniente al período de la dictadura
que se inició con el golpe de estado del
24 de marzo de 1976, el informe nal
de la CONADEP tenía forzosamente
que señalar responsabilidades sobre
las situaciones sociales imperantes.
En el prólogo del informe, se hace en
los siguientes términos: “Durante la
década del 70 la Argentina fue con-
vulsionada por un terror que provenía
tanto de la extrema derecha como de
la extrema izquierda, fenómeno que
ha ocurrido en muchos otros países”
(CONADEP, 2014, p.11). Esta con-
cepción se conoce como ‘la teoría de
los dos demonios’, en la cual, la cul-
pabilidad recae en los detentores de
posiciones extremistas. La inocencia
se atribuye a quienes no se adscribie-
ron a ellas; el mismo texto, de entra-
da, es claro al respecto:
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Todos caían en la redada: dirigen-
tes sindicales que luchaban por
una simple mejora de salarios,
muchachos que habían sido miem-
bros de un centro estudiantil, pe-
riodistas que no eran adictos a la
dictadura, psicólogos y sociólo-
gos por pertenecer a profesiones
sospechosas, jóvenes paci stas,
monjas y sacerdotes que habían
llevado las enseñanzas de Cristo a
barriadas miserables. Y amigos de
cualquiera de ellos, y amigos de
esos amigos, gente que había sido
denunciada por venganza personal
y por secuestrados bajo tortura.
Todos, en su mayoría inocentes de
terrorismo o siquiera de pertenecer
a los cuadros combatientes de la
guerrilla. (CONADEP, 2014, p.13)
Hay opiniones sobre el hecho de que
esta teoría sirvió y continúa sirviendo
a muchos de los miembros de las fuer-
zas armadas, a sus defensores, y hasta
a los que sin estar muy involucrados
pretenden ignorar la objetividad de
los acontecimientos, para acreditar
la oportunidad y la pertinencia de las
acciones emprendidas por las jun-
tas militares (Bejarano, 2008). Esta
posición resulta contrastante y hasta
contradictoria con el resto del ‘Nunca
más’, que se centra en el relato de las
atrocidades cometidas por la dictadu-
ra.
Por nuestro lado, pensamos que, para
establecer las causas de un ejercicio
de la violencia a semejante escala, se
requiere de un análisis exhaustivo de
las condiciones de existencia de una
sociedad. De cualquier modo, hay que
subrayar que no es posible justi car
un genocidio que victimó a más de
30.000 personas.
‘La historia o cial’ se acerca mucho
al informe de la CONADEP en cuanto
a la visión sobre la culpabilidad. En
la escena 19 (“Swept Away”), apa-
rece un diálogo entre Ana y Roberto
(esposo de Alicia) que resulta muy
ilustrativo. En él opera una dinámica
tendiente a diferenciar claramente a
los culpables de los inocentes:
Roberto: Seguramente le hubie-
ras conseguido [a Alicia] un buen
partido como tu maridito, ¿no? A
todos ustedes habría que barrerlos,
como a la basura.
Ana: Eso fue lo que hicieron, ¿no
es cierto? ¡Barrerlos y enterrarlos
como a la basura!
Roberto: ¿Vos sabés quién era Pe-
dro?
Ana: Sí, era igual a vos, la otra
cara de la moneda. Por eso es que
él te odiaba tanto como vos lo
odiás a él.
Roberto: ¿A mí me odiaba? ¿Y yo
quién soy? ¿Qué le hice? ¿Qué te-
nía que ver con él?
Juan Carlos González Vidal, Arturo Morales Campos
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Ana: No, vos sos mucho más per-
fecto que él. Él nunca hubiera he-
cho esa pregunta. Así que vos sos
inocente, ¿no es cierto? ¿Así es
que vos no tenés nada que ver con
nada?
En ‘María Pilar’ hay indicios que nos
reenvían a esta posición enunciativa,
especialmente los versos iniciales de
la sexta estrofa: Él nunca empuñó
otra cosa que su bondad, / y es justo
lo que pedía, ¡si lo sabrás! Estas a r-
maciones impiden que al personaje se
le asigne la investidura de guerrillero
o, cuando menos, de subversivo; en
todo caso, por el contexto, es posible
atribuirle la de activista social. En
efecto, el marco enuncivo indica una
lucha a favor de los grupos económi-
camente necesitados, pero sin recurrir
al uso de las armas. Consecuentemen-
te, se halla modelizado por la marca
de la inocencia. De hecho, semejante
modelización comienza a per larse
desde los dos últimos versos de la ter-
cera estrofa: Tan puro tu hombre, Ma-
ría Pilar, ¡aay!, / tan preocupado por
los demás, mmm. Veamos cómo en la
quinta y la sexta estrofas completas,
lo anterior se refuerza notoriamente
en la continuidad de la narración:
¿De qué es lo que acusarían a tu
Julián?
¿Acaso de preocuparse de los de-
más?
Te enorgullece pensarlo, María
Pilar,
si es por eso que llevaron a tu Ju-
lián.
No entendieron nada, señor, verá,
los que le quitaron la libertad.
Él nunca empuñó otra cosa que su
bondad,
y es justo lo que pedía, ¡si lo sa-
brás!,
¿Acaso puede decirse que no es
verdad
que tanto necesitaban cobijo y
pan?
¡Cómo no gritarlo, María Pilar,
siendo como era ese, tu Julián!
Incluso, podría decirse que el texto
evita cuidadosamente incluir cual-
quier elemento en la con guración de
Julián que pudiera relacionarlo con el
ejercicio de la violencia.
Esta idea sobre la culpabilidad y sobre
la inocencia circulaba en el espacio
cultural de ese momento y se hallaba,
por lo tanto, disponible para su puesta
en texto. No es para nada una coin-
cidencia que haya sido asimilada por
tres obras de distinta naturaleza. Su
manifestación en ellas provoca una
contradicción porque atenúa parcial-
mente la postura de denuncia contra
el terrorismo o cial, es decir, la inten-
tio operis de base.
A manera de conclusión
Una de las repercusiones de la inter-
pretación histórica que postula la teo-
ría de los dos demonios fue una nueva
edición del ‘Nunca más’, en 2006, por
el 30 aniversario del golpe de estado,
Textualización del concepto ‘desaparecido’ en la canción María Pilar, de Teresa Parodi
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con un prólogo agregado por iniciati-
va del entonces presidente de Argenti-
na, Ernesto Kirchner (2003-2007), del
que se hace responsable la Secretaría
de los Derechos Humanos de la Na-
ción. En él se presenta el siguiente ar-
gumento, que descali ca la teoría en
cuestión:
Por otra parte, el terrorismo de Es-
tado fue desencadenado de manera
masiva y sistemática por la Junta
Militar a partir del 24 de marzo de
1976, cuando no existían desafíos
estratégicos de seguridad para el
statu quo, porque la guerrilla ya
había sido derrotada militarmente.
La dictadura se propuso imponer
un sistema económico de tipo neo-
liberal y arrasar con las conquis-
tas sociales de muchas décadas,
que la resistencia popular impedía
fueran conculcadas. La pedagogía
del terror convirtió a los militares
golpistas en señores de la vida y la
muerte de todos los habitantes del
país. (CONADEP, 2014, p.8)
De este modo, queda replanteada la
cuestión sobre los causantes del des-
encadenamiento de la violencia ex-
trema de ese período; una posición
que, a nuestro juicio, tiene una base
más objetiva. Esta perspectiva sobre
las actividades represivas de la dic-
tadura incluye un nuevo factor, el
económico, que coloca en una nueva
circunstancia ese terrorismo y permite
una explicación más amplia acerca de
sus motivaciones y objetivos (a este
tipo de aspectos nos referíamos líneas
atrás al hablar de la necesidad de un
análisis profundo de las característi-
cas de existencia de un pueblo).
La pieza de Teresa Parodi, al igual
que el primer proemio del informe
de la CONADEP y que la película de
Puenzo, asume, pues, una visión más
simple y, podría a rmarse, menos
analítica.
Ahora bien, el asunto de los dos de-
monios no ha quedado zanjado: en
2016, en la edición más reciente del
‘Nunca más’, este último prólogo se
eliminó. Hubo alguna explicación en
cuanto a que se trataba de una reim-
presión de la “edición original”. Uno
de los presentadores (Claudio Avruj)
a rmó que en esta reimpresión se
había eliminado el “adiestramiento
ideológico” de la publicación de 2006
(Dandan, 2016), como si los dos de-
monios no implicaran una posición
ideológica. Las consecuencias pueden
inferirse fácilmente: la teoría en cues-
tión recupera su fuerza referencial en
el informe y estimula la producción
discursiva (e ideológica) a su favor.
Estos textos introductorios no juegan
un papel menor, ya que nalmente
se presentan como continentes de un
conjunto de instrucciones para la in-
terpretación de la información reca-
bada. Además, mani estan posturas
enunciativas no solamente diferen-
tes, sino antagónicas, que in uyen de
manera trascendente, al asumir una u
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otra, en la reconstrucción de la me-
moria histórica. Obviamente, no es
lo mismo partir de una perspectiva
reductiva y, hasta cierto punto, jus-
ti cativa de la violencia proveniente
del aparato gubernamental, que de
otra que dimensiona de un modo más
amplio una situación sociohistórica –
incluyendo el factor económico– y ve
en la represión institucionalizada una
forma de liquidar conquistas sociales,
de acuerdo con los intereses de un sis-
tema neoliberal.
El análisis de las articulaciones dis-
cursivas en ‘María Pilar’ nos puso so-
bre la pista de una comparación con
otros textos, contemporáneos entre sí,
lo cual, a su vez, nos ha permitido de-
terminar ciertos discursos dominantes
y acceder a visiones de mundo repre-
sentativos de esa circunstancia (me-
diados de la década de los ochenta
del siglo pasado), que nalmente nos
informan sobre dinámicas sociales es-
pecí cas.
Es innegable la pertinencia de la con-
cepción de Lotman y de Uspenskij
respecto a la utilidad que pueden te-
ner los textos en la reconstrucción de
situaciones sociales, ninguno de ellos
puede permanecer ajeno a las preocu-
paciones de las coordenadas espacio
temporales en que emerge. De esta
manera, mediante la aproximación
textual que aquí proponemos, es po-
sible localizar las dinámicas sociales
dominantes en una época y la forma
en que interactúan.
Dichas dinámicas se mani estan, a -
nal de cuentas, como prácticas signi -
cantes y, por lo mismo, nos remiten a
posiciones enunciativas que implican
visibilidades sociales e ideológicas,
las cuales son susceptibles de incor-
porarse a unidades comunicacionales
de acuerdo a las particularidades co-
diciales (de códigos) de cada una y de
asumir en ellas, a relaciones de a ni-
dad, de oposición o de contradicción.
Luego del análisis practicado, pode-
mos observar cómo los tres textos
abordados incorporan contradiccio-
nes más allá de una intencionalidad
mani esta de denuncia de prácticas
represivas por parte de la dictadura.
Además, podemos decir que la can-
ción presenta una función política
dividida en dos grandes ramas opues-
tas entre sí. La primera corresponde
a un ejercicio contrahegemónico que
reducimos en los siguientes aspectos:
a) visibilización del problema de los
desaparecidos; b) participación en
una gramática de los desaparecidos;
c) denuncia que coadyuva a la cons-
trucción de la política de la memoria,
una visión del pasado distinta a la o -
cial; d) construcción de una identidad
de los desaparecidos, que el poder
dictatorial intentó anular. En cuanto
a la segunda, que es hegemónica: a)
reforzar y reproducir el discurso de
la teoría de los dos demonios; b) obs-
taculizar, en este sentido, una visión
crítica más amplia.
Textualización del concepto ‘desaparecido’ en la canción María Pilar, de Teresa Parodi
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