Editorial
REVISTA AMAUTA • UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO • BARRANQUILLA (COL.) • ISSN 1794-5658 • NO. 29 • ENE-JUN 2017 • 5-6
DOI: http://dx.doi.org/10.15648/am.30.2017.1
La losofía latinoamericana es un tema que para algunos es de dudosa
procedencia y para otros una oportunidad de emancipación. Los argumen-
tos a favor y en contra tienen un soporte que funciona conforme a las
circunstancias de cómo se indague frente al tema. Lo cierto es que, indu-
dablemente, todos coinciden en reconocer la pregunta sobre el losofar
latinoamericano, la cual a través de la historia de la losofía ha contado
con abundantes respuestas desde distintas ópticas y perspectivas.
En esa abundancia de respuestas, algunos pensadores de Latinoamérica
se han empeñado en forjar y organizar, sobre todo las ideas que han sig-
ni cado un avance en el interés por reivindicar nuestra identidad losó-
ca, reconociendo que es necesario recobrar lo ya recorrido y plantearse
nuevas inquietudes. En esa línea del losofar latinoamericano, el mexi-
cano Leopoldo Zea plantea una propuesta basada primordialmente en el
reconocimiento del proceso histórico, porque considera que la pregunta
sobre el desarrollo de la losofía latinoamericana exige un análisis sobre el
panorama de la losofía en general y más especialmente sobre la losofía
de Occidente, en vista de la in uencia que esta ha ejercido sobre nosotros.
La obra de Zea, desde cuando fundó en el año de 1942 el primer seminario
de Historia de las ideas de América, en la facultad de Filosofía y Letras de
la UNAM, se encaminó con la fundación del “Grupo Hiperión”, a consoli-
dar los esfuerzos hacia la elaboración de una losofía propia, estudiando el
reconocimiento de la realidad de América, partiendo del caso más próximo
para tener una idea clara de sí mismo: Lo que hace a un mexicano, lo que
hace de él un hispanoamericano y qué tiene de común con los Iberoameri-
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canos. Esta re exión contenida en su obra América en la historia, publica-
da en 1957, lo remite a la pregunta de si existe una idea propia de América
con relación a otros continentes, intentando, además, formular una verdad
humana, pero no de un hombre abstracto, sino de un hombre concreto, tal
y como lo es el americano, en un tiempo y un espacio determinado, una
verdad que será válida para quien se encuentre en un espacio semejante
y luego, solo así, para todo hombre. En últimas, será la única manera de
pensarse como “un n en sí mismo y no como un medio”.
Cristóbal Arteta Ripoll
Editor
Revista Amauta